miércoles, 20 de septiembre de 2017

Rajoy en el camino de Erdogan


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Rajoy en el camino de Erdogan Kaos en la red


Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Todo indica que de no haber resistencia, la erdoganización del Estado español SE estaba viendo venir desde el momento en el que las medidas represivas representa una fuga hacia delante ante el acoso de los casos de corrupción.
Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Lo recuerdo muy bien. Al día siguiente de que el PP consiguiera la mayoría absoluta (2000), “El País” publicaba una entrevista con Rajoy, el antiguo alumno del ministro franquista y cofundador de AP, Gonzalo de la Mora cuyas quedarían expresadas en “El crepúsculo de las ideologías” (1965) y “El Estado de obras” (1974). Rajoy resumía el pensamiento de su maestro con la frase que presidía la entrevista: “ahora, nadie es de nada”. Ahora se trataba de hacer una “buena gestión” más allá de las ideologías, un criterio que con la ayuda de las referencias difusas conjugaban perfectamente con las normas del “centrismo” o mejor, del “extremo centro” como dice Tariq Ali. Desde lugar donde puede considerar extremista no ya a la CUP, es que incluso al PSOE de Rodríguez Zapatero, sobre todo sí le convenía. Es con esta suerte de regla de tres, que el PP confunde lo del “Estado de Derecho” con el “Estado de Derechas” según o cual ellos solamente tienen dos opciones: ganar o ganar. Así, cuando gobierna el PSOE pasan a actuar como una oposición furiosa en base a considerar ilegitimo todo lo que hace el gobierno. Aquí les funciona aquello de ni gato blanco ni gato negro con tal que cace sus ratones.
El PP ha heredado la base social y la “nomenclatura” del franquismo, eso sí, desde una perspectiva neoliberal: de ahí que esto les permite afirmar que más franquistas son los otros, lo que defienden lo público. Cuentan con una tradición cultural dominante, con unos medios económicos excepcionales y con una red clientelar de la que no escapa casi nadie de los ámbitos dominantes. Con este ajedrez consiguió integrar en el juego al PSOE y entre ambos urdieron en los años ochenta un entramado de leyes que les garantizaba la impunidad. No les importa ser la vergüenza del mundo mientras sigan gozando de privilegios, comos que mantienen la casta eclesiástica o la militar. Con lo que pagan les sobran historiadores capaces de convertir a Millán Astray en un Gandhi. Lo importante es que los historiadores cacen ratones.
Se trata de ganar siempre aunque lo pueden hacer de muchas maneras, como aquellos empresarios o señoritos que en el 36 que preguntaban a los trabajadores por sus hijos y que te podían hacer un favor, pero que a la hora de verdad no les tembló el pulso. Hacen estas cosas sin complejos porque es la victoria la que permite luego vestirte como quieras, y seguir manteniendo una tradición de dominio, la misma que superó las embestidas de los movimientos en la Transición hasta que, bien aconsejados por los Kissinger de turno, supieron entrar con el compás de los tiempos. Pero entonces lo pudieron hacer gracias a que contaban con el factor miedo (debidamente alimentado por la estrategia de la tensión y los ruidos de sable), y por la extrema cobardía de una izquierda que creía que con la entrada de Europa este país acabaría siendo otro. Se ha probado que no era así, y las cuentas se han hecho más y más. Han apretado la tuerca del expolio de lo público mediante prácticas mafiosas…La gran cuestión es que, por más que la gente haya sufrido del espejismo de la prosperidad, en realidad no era así. Más bien todo lo contrario. Han hecho este país más injusto y más deleznable. Y aunque todavía sigan contando con márgenes, su tiempo se ha está acabando. El único problema ahora será el cambio. Sobre todo considerando que está ascendiendo una nueva generación que camina en otra dirección. Que tendrá que aprender de nuevo a ser de algo, de un sindicato, de una asociación cultural, de una formación política. Que tendrá que rehacer todo lo que en los ochenta el PSOE también creyeron que las palabras significaban lo que los profesionales quisieran.
Estamos ante el mayor desafío planteado al régimen del 78 que, no olvidemos, se impuso desde el momento en el que la izquierda renunció a sus propios principios, y mandó a la calle a su casa prometiendo que las mejoras sociales y las medidas democráticas se harían por las buenas en las Cortes. Ahora hemos llegado a un punto de no retorno, la “nomenclatura” del PP se mantiene ante todo por la complicidad del PSOE, por toda esa gente que todavía no ha percatado que esta democracia no lo es desde el momento que gobierna para las minorías que están robando al pueblo. La prueba de fuerzas del No a este gobierno ha dado un salto hoy en Catalunya y más allá de los esperpentos, resulta claro que la suspensión de la autonomía catalana de facto está encontrando una respuesta popular masiva, incluso (o quizás hasta mayormente) en localidades pequeñas. El pueblo está ocupando las calles, organizando caceroladas en defensa de su autogobierno y de sus libertades, que son también las nuestras. Se trata de una situación que va más allá de quienes están a favor de votar el 1-O.
Cierto, el “fe nacional catalá” ha vuelto a distanciar a UP y PSOE después de cierto acercamiento. Esto alejaría cualquier posibilidad de desalojar al PP del gobierno, aunque más difícil sería un acuerdo con un partido que se aproxima al PP en cuestiones como esta. Lo peor que podría pasar sería que la izquierda se viera obligada a hacer lo que no sea capaz de aplicar la derecha. Es lo que sucedió, por ejemplo con la desindustralización (de cuyas consecuencias no estamos dando cuenta ahora); unas medidas que la derecha seguramente no habría podido llevar a cabo sin que se le echase el pueblo encima. Precisamente lo de Cataluña obliga al PSOE a definirse en algo sobre lo que no hay historia que valga. Sí hablamos de Sánchez, está todavía ver sí va a hacer lo que su base social le ha estado pidiendo: que rompa con el PP. Todo indica que de no haber resistencia, la erdoganización del Estado español SE estaba viendo venir desde el momento en el que las medidas represivas representa una fuga hacia delante ante el acoso de los casos de corrupción. Esta semana nos han sorprendido los actos solidarios en Euzkadi, Madrid, Córdoba, pero se trataba nada más que de un comienzo.

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