miércoles, 17 de octubre de 2018

El capitalismo nos lleva a la catástrofe, ¡También en el clima!


kaosenlared.net

El capitalismo nos lleva a la catástrofe, ¡También en el clima!


Por Francisco Ponzán
Decenas de miles de personas han participado este fin de semana en « las marchas por el clima ». Estas manifestaciones siguen a la publicación de un informe alarmante de los expertos del clima de la ONU.

Editorial de L.O- Boletines de empresa
Según éstos, si el calentamiento climático persiste al ritmo actual, las consecuencias pueden llegar a ser  irreversibles de aquí a una veintena de años: ciclones más violentos y lluvias extremas en algunas regiones del mundo, olas de calor e incendios en otras, desaparición de muchas especies animales, graves amenazas para la seguridad alimentaria y sanitaria de las poblaciones humanas…
Limitar el calentamiento climático sería posible: “Las leyes de la física y de la química lo permiten”, declaraba recientemente uno de los autores de este informe. Pero las leyes que rigen la organización de la sociedad son las del capitalismo, basadas en la búsqueda desaforada del beneficio, la competencia entre los patronos y entre los Estados a su servicio. Y en tanto sea así, ninguna medida susceptible de evitar la catástrofe climática anunciada será posible.
Los dirigentes del mundo entero se reúnen periódicamente en conferencias.  Pero ninguna de estas grandes misas mediáticas ha concluido con la menor medida que fuera algo exigente. Seguro del poderío de los Estados Unidos, Trump reivindica cínicamente el derecho a contaminar de la industria norteamericana. Solo señala de manera brutal  cuales son las relaciones en el mundo capitalista, basadas exclusivamente en las relaciones de fuerza, donde cada Estado se muestra ante todo preocupado por defender los intereses de sus multinacionales.
Los jefes de Estado, cualquiera que sea su supuesta buena o mala voluntad, son tan incapaces de resolver el problema climático como de hacer frente a la crisis de sus economías. Incluso cuando, presionados por la opinión pública, solo hablan de ecología y de defensa del medio ambiente, su acción se limita a organizar campañas para luchar contra el despilfarro, para reducir el uso de plástico y el espacio  del automóvil…
Lo más frecuente, cuando se toman medidas, es que consistan en hacer pagar al consumidor en nombre de la lucha contra la contaminación. Así, es en nombre de la “lucha contra el diesel” como Macron y su gobierno han decidido aumentar los impuestos sobre los carburantes. Los automovilistas, en particular los millones de trabajadores que no tienen otra forma de desplazarse que con su automóvil, van a pagar cuando son los fabricantes de automóviles los que han desarrollado el diesel, sin preocuparse de las consecuencias sobre el medio ambiente y la salud.
En la medida en que las preocupaciones ecológicas de los consumidores pueden hacer nacer nuevos mercados, los capitalistas están dispuestos a desarrollar tecnologías presentadas como respetuosas con el medio ambiente, a multiplicar las marcas verdes y a vender productos presuntamente bios… Pero la promesa de beneficio y de enriquecimiento es el único criterio que determina sus decisiones. Se ha visto con el escándalo del amianto, utilizado a gran escala cuando se sabía que era un veneno mortal, que causa todavía cada año 100.000 muertos en el mundo. En su carrera por el beneficio, los capitalistas no vacilan en saquear la naturaleza,  pasando olímpicamente tanto de la contaminación que provocan como de las condiciones laborales de los asalariados que explotan.
Para ser eficaz, para actuar sobre el clima que no conoce fronteras nacionales, sería  necesario planificar a escala planetaria y de toda la humanidad.  Semejante organización  es totalmente imposible en el marco del capitalismo,  basado en la propiedad privada de los grandes medios de producción, la búsqueda del beneficio individual y las leyes del mercado. Derribar este sistema caótico e incontrolable es una necesidad para permitir a la humanidad ser dueña de  su destino y el del planeta.
Los trabajadores no tienen ningún interés en el mantenimiento de este sistema basado en la explotación. Situados en el centro de la producción, ellos son los únicos que pueden poner fin a la dominación de la burguesía y a reorganizar la economía sobre bases colectivas de manera que satisfaga las necesidades de la mayoría preservando al mismo tiempo el medio ambiente. Más que nunca, el futuro de la humanidad depende de ello.
Editorial de L.O- Boletines de empresa
15 de octubre de 2018
Lutte Ouvrière
 Traducción de Francisco Ponzán

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