jueves, 12 de noviembre de 2015

Netanyahu y el síndrome de Scarlett Johansson

Netanyahu y el síndrome de Scarlett Johansson

El primer ministro tilda de "hipócrita" a la UE, pero no representa a toda la sociedad israelí


El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en Washington (Estados Unidos), el 10 de noviembre de 2015. / BRENDAN SMIALOWSKI (AFP)

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Israel ha puesto el grito en el cielo y sus dirigentes han recurrido a gruesas acusaciones de antisemitismo y discriminación de los judíos. Pero la directiva de la Unión Europea que exige etiquetar productos importados desde los asentamientos en territorios situados fuera del Línea Verde, esto es, del territorio israelí consolidado antes de la guerra de 1967 y reconocido por la comunidad internacional, estaba prevista desde 2003. Llevaba ya tres años redactada, a la espera de comprobar la evolución del proceso de diálogo entre israelíes y palestinos. De hecho países como Reino Unido la aplican desde entonces en sus supermercados. Rotas las negociaciones desde abril de 2014, 16 países, entre ellos España, de los 28 que integran la Unión reclamaron la entrada en vigor de la directiva poco después de las elecciones que dieron el pasado mes de marzo un tercer mandato consecutivo a Benjamín Netanyahu, que este miércoles tildó de "hipócrita" a la UE y apeló a los "sombríos recuerdos" de una "Europa que debería sentir vergüenza".
No todos los israelíes piensan igual que el primer ministro, que dirige uno de los Gobiernos más conservadores de la historia de Israel. Ni están de acuerdo con el extremismo de la titular de Justicia, la ultranacionalista Ayelet Shaked, que ha llamado a tomar medidas contra una decisión "antijudía y anti israelí", que ya había planteado a sus compatriotas boicotear los productos europeos.
Intelectuales, partidos progresistas, activistas por la paz, exsoldados, la minoría árabe israelí... son bastantes los ciudadanos que cuestionan la ocupación de los territorios palestinos de Cisjordania y Jerusalén Este y el aislamiento de la franja de Gaza impuestos por Israel. Uno de sus escritores vivos más universales, Amos Oz, declaraba hace apenas un mes a EL PAÍS que "no todo aquel que critica a Israel es un antisemita". El premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2007 distingue entre cuestionar a los judíos "por lo que hacen" o "por quienes son" para trazar la línea roja que marca el antisemitismo.
O como sostiene Eran Shayshon, uno de los principales estudiosos en Israel del las campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) emprendidas contra Israel por sectores internacionales opuestos a la ocupación de territorios palestinos, "no es lo mismo la agenda islamista y de grupos radicales que cuestionan la existencia de Israel como Estado que las críticas de círculos liberales y progresistas contra la política del Gobierno israelí".
El traslado de la fábrica de Sodastream el pasado septiembre desde el asentamiento de Maale Adumin, en Cisjordania, a una nueva planta en el desierto de Negev, dentro de la Línea Verde, ha marcado ya un cambio, en el que tuvo bastante que ver la actriz Scatrlett Johansson,la imagen del electrodoméstico para elaborar gaseosas caseras que dio celebridad global a una iniciativa internacional de grupos propalestinos contra la marca.

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