martes, 22 de diciembre de 2015

¿Cuándo ha gobernado la izquierda en Europa a través de las urnas?

¿Cuándo ha gobernado la izquierda en Europa a través de las urnas?
 
 
 

Imagen: "Risk... to Be Yourself", de Alessandra Favetto

Actualizo una entrada anterior publicada antes de que Syriza ganase las elecciones en Grecia. 

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Posiblemente uno de los grandes errores de la izquierda europea, en general, sea el cortoplacismo y la obsesión electoralista. Eclipsa, o cuando menos debilita, el activismo político en otros escenarios independientes de las urnas y que son estratégicos para la batalla ideológica y la organización de la resistencia social. Cuando abordo esta cuestión con compañeros, me gusta plantear una pregunta pertinente que guarda relación con la crítica al cortoplacismo: "¿Cuándo ha gobernado la izquierda en Europa?"

La reflexión es pertinente en tanto que una buena parte del tejido social susceptible de ser considerado "de izquierdas", sigue manteniendo la ilusión de que la izquierda pueda alcanzar el gobierno a través de las urnas, en un planteamiento idílico en el cual una vez en el gobierno se puede gobernar contra la oligarquía, mientras ésta se cruza de brazos y acepta la voluntad de las urnas. Olvidan que el fascismo siempre es el plan B de la oligarquía.


1.- Aclarémonos primero: qué entendemos por izquierda.

Una de las grandes trampas sistémicas en el terreno ideológico, consiste en desvirtuar lo que significa la izquierda. 'Obama es la izquierda americana', llegué a escuchar entre simpatizantes del PSOE durante las elecciones que llevaron a Obama a la Casa Blanca. 'La izquierda es el PSOE', piensan muchos. 'Podemos es izquierda', siguen sosteniendo los ilusionados podemitas... Vaciadas de contenido anticapitalista, anti-imperialista y de clase, se nos presentan como izquierda opciones que forman parte del gatopardismo permanente y que tienen un papel decisivo en la reproducción del status quo. Dado que me niego a considerar a los gobiernos socialdemócratas europeos como "gobiernos de izquierdas" (desempeñan un papel clave en el fortalecimiento de la hegemonía del capitalismo), se impone comenzar por aclarar qué entendemos por izquierda.

Cuando hablo de izquierda me estoy refiriendo a cualquier organización e ideología que comparte tres rasgos básicos:

3º. Niega que pueda existir un capitalismo bueno. Dentro del capitalismo no hay solución estructural. Se asume como axioma indiscutible el anticapitalismo y la lucha por una sociedad socialista en un sentido amplio y diverso del término (independientemente del modelo específico en que eso se concrete). Cuando hablo de socialismo, me refiero (también en un sentido amplio) a la propiedad básicamente colectiva (de una u otra forma) de los medios de producción y a la superación de la oposición entre explotados y explotadores.

2º. El rechazo del interclasismo, la asunción de la lucha de clases y la organización de los trabajadores en partidos, sindicatos, movimientos... "de clase". Esto no descarta que puedan darse alianzas estratégicas entre clases a partir de la idea del enemigo común.

3º. El rechazo del imperialismo. Por ejemplo, es incompatible ser de izquierdas y apoyar al mismo tiempo el atlantismo (la OTAN).

Estas tres características "básicas", "nucleares", se concretan en opciones muy diversas en las que no voy a entrar ahora. Simplemente remarcar que una izquierda así considerada tampoco es monolítica.

Las opciones políticas que estas coordinadas ideológicas suponen, optan por una de las dos vías que la izquierda puede tomar (no hay otras):

A) Quienes apuestan exclusiva y excluyentemente por rupturas revolucionarias.
B) Quienes asumen la necesidad de largas transiciones que obligan a la participación en la política institucional burguesa (vía electoral) y a seguir el camino de reformas sucesivas. 

La primera vía supone una marginalidad impuesta por el sistema y una automarginalidad, en la etapa actual del capitalismo en Europa (otra cosa diferente es que no podamos trabajar para ello pensando en un muy largo plazo). La segunda vía supone, de entrada, enfrentarse también a una marginalidad con la que el sistema castiga a la izquierda. Los que apoyan la primera vía califican a los que optan por la segunda de revisionistas, reformistas y otros cariños dialécticos; y los segundos tampoco se quedan cortos en los calificativos utilizados para referirse a los primeros. Pero el cruce de las clásicas palabras amorosas entre unos y otros es irrelevante ahora. Lo que planteo es cuándo esta vía reformista ha llegado a triunfar en algún sitio.


2.- ¿Cuándo ha gobernado la izquierda en Europa a través de las urnas?

Dicho esto, vamos a preguntarnos por la segunda de las dos vías anteriores: la de las largas transiciones reformistas a través de las urnas, un camino que va más allá de la existencia biológica de una generación y que implica pensar en términos de un dilatado proceso histórico. Y esto nos lleva a plantear cuándo ha gobernado la izquierda en Europa, con el propósito de saber si esa vía conduce a algún punto y si realmente podemos esperar algo de la misma.

Si hacemos un repaso histórico sobre el acceso de la izquierda al gobierno en las democracias burguesas europeas, constataremos que el panorama ha sido desolador y hasta podría inducirnos a dudar sobre la viabilidad y eficacia de la vía reformista. Y más si analizamos lo conseguido. 

2.1. España, Francia y los frentes populares. 

En mi opinión, la última vez (o la penúltima, si consideramos el primer laborismo británico de postguerra) en el que la izquierda accedió al gobierno en Europa occidental a través de las urnas, fue en España (durante la II República, con el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936) y en Francia, cuando el Frente Popular francés (Front Populaire) consiguió gobernar entre 1936 y 1938. En el caso español todos conocemos el resultado: la burguesía contestó con un golpe de estado fascista al triunfo del Frente Popular. En Francia finalmente acabó resquebrajándose la unidad. Aun así, hemos de tener en cuenta que en tales frentes populares se integraron también partidos burgueses.

2.2. Reino Unido y el primer laborismo de postguerra.

El triunfo del Partido Laborista al terminar la guerra, colocó en el gobierno a su líder Clement Attlee, que sería primer ministro entre el 26 de julio de 1945 y el 26 de octubre de 1951. Con Attlee tiene lugar el desarrollo de la fase crucial del estado del bienestar británico, acompañado de una fuerte planificación estatal y de la meta de garantizar la protección social universal "desde la cuna hasta la tumba". El gobierno laborista puso en marcha un ambicioso programa de nacionalizaciones que incluía el Banco de Inglaterra, los sectores industriales del carbón, gas, electricidad y la siderurgia, el sector de comunicaciones (ferrocarriles y aviación civil), etc. También el desarrollo de políticas de protección social para los desempleados y jubilados, de derechos laborales, etc. Quizás una de las decisiones socialmente más ambiciosa fue la creación del National Health Service, garantizando la asistencia médico-sanitaria. 

El cineasta Ken Loach se ha encargado de difundir las bondades políticas de este período en su documental El espíritu del 45 (2013), loa y alabanza del capitalismo feliz británico anterior al thatcherismo neoliberal que irrumpe en 1979. 

Las reformas implementadas por ese laborismo de postguerra no cabe duda de que son propias de un gobierno de izquierdas, lo que obligaría a considerarlo en la respuesta a la pregunta planteada ("Cuándo ha gobernado la izquierda en Europa a través de las urnas"). Sin embargo pondría dos objeciones que debemos tener en cuenta para dilucidar la posible orientación anticapitalista de aquel laborismo británico (una orientación que nunca existió):

1º) Aunque se inicia la descolonización al acabar la guerra (que en buena parte a los británicos, como al resto de las potencias coloniales, les viene impuesta por el nuevo contexto internacional creado), el gobierno de Clement Attlee mantiene todavía muchas de las colonias del Imperio, apoyando además una nefasta estrategia de descolonización (continuada luego por los gobiernos posteriores) en función de los intereses imperialistas. El proceso de descolonización posterior a la II GM, transcurrió de tal forma que los intereses capitalistas de las antiguas metrópolis quedaban garantizados, blindando el acceso a las materias primas del Tercer Mundo. Posiblemente el estado imperialista que mejor supo aplicar esta estrategia que condujo al neocolonialismo, fue Reino Unido, participando ya en ella el gobierno de Clement Attlee. Esto constituye una dimensión que el sobrevalorado Ken Loach, en la apología del gobierno de Attlee que realiza con El espíritu del 45, silencia por completo, como si el imperialismo hubiese dejado de existir con este gobierno laborista.

2º) A la socialdemocracia le gusta atribuirse el protagonismo de la creación del estado del bienestar, contribuyendo así a dar forma a una distorsión histórica. Por un lado, hemos de tener en cuenta que el estado del bienestar europeo fue producto de un consenso político generalizado, aceptado y bendecido por las élites económicas como muro de contención ante la amenaza de la propagación del socialismo. Por otro lado, tal consenso motivó que el estado del bienestar fuese levantado por actores políticos muy distintos dependiendo del país: en Alemania y países nórdicos el protagonismo recayó sobre los socialdemócratas, mientras que en otros países recayó en fuerzas de la derecha política (ejemplo Francia e Italia, entre otros). ¿A dónde quiero llegar? Muy sencillo: si ser actor protagonista de la creación del estado del bienestar otorga condición de "gobierno de izquierdas", tendríamos que aceptar el absurdo de considerar a la Democracia Cristiana italiana como un partido de izquierdas, y lo mismo a la derecha gaullista francesa, por poner dos ejemplos que a todos nos suenan.

Pese a las objeciones expuestas sobre este laborismo británico de post-guerra, tengo mis dudas y lo considero un caso aparte, distinto de los gobiernos socialdemócratas que hubo en Europa después: Alemania, países nórdicos y mismo los gobiernos laboristas británicos de Harold Wilson (1964-1970, 1974-1976) y de James Callaghan (1976-1979). Tras la guerra, el Partido Laborista tenía una orientación de izquierdas en tanto estaba controlado por el ala más izquierdista. Tanto fue así que en 1960, por ejemplo, el sector más izquierdista en la conferencia del partido consiguió imponer el apoyo "a una política de desarme nuclear unilateral y completo, así como de neutralidad en la Guerra Fría. Además, fueron rechazadas dos resoluciones de apoyo a la OTAN" (William Blum). No obstante a aquel laborismo le sucedió lo mismo que le pasó a los partidos socialdemócratas europeos: no tardó en pasar por el aro de la domesticación sistémica. En el caso británico, con el apoyo de la CIA, el ala izquierdista del laborismo enseguida fue barrida pasando a controlar el partido el ala derechista que estaba recibiendo generosa financiación encubierta de la CIA; ya en la conferencia laborista de 1961 "las decisiones sobre el desarme y la neutralidad fueron desechadas y el Partido Laborista regresó al regazo de la OTAN" (sobre este giro sistémico y el papel de la CIA, véase en este blog "Frentes dentro de los frentes dentro de los frentes", de William Blum).

En cualquier caso, la consideración del Partido Laborista británico como partido de izquierdas en tanto que organización anticapitalista, me parece errónea. Tan siquiera en sus inicios se llegó a plantear el socialismo como meta (véase por ejemplo en: Juan Carlos Pererira Castañares, "El Partido Laborista", en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea). 

2.3. ¿Y el resto de los gobiernos socialdemócratas europeos?

Como antes mencioné, el estado del bienestar, en tanto que pacto sistémico basado en un consenso general,  fue desarrollado en algunos países por los socialdemócratas y en otros por gobiernos de la derecha. Por tanto, la participación en la creación del estado del bienestar no resulta condición suficiente para determinar el carácter de izquierdas de un gobierno (izquierda en el sentido referido en el epígrafe 1). 

En primer lugar, uno de los denominadores comunes de los gobiernos socialdemócratas de Europa occidental, fue su función de ser instrumentos para apuntalar el capitalismo en un período de expansión del socialismo en el mundo. El estado del bienestar se podía haber contemplado como una transición al socialismo (lo que hubiese requerido de un desarrollo sin pausa del modelo); en este sentido habría sido un objetivo instrumental para la izquierda política. Pero, en su lugar, el estado del bienestar se contempló como objetivo final, como punto de llegada. No se trataba de ir creando condiciones para establecer transiciones sucesivas al socialismo  (aunque fuesen muy lentas), sino que la meta fue anclarse en un capitalismo feliz considerado el mejor sistema posible, y al que tan siquiera se le llamaba capitalismo, sino economía social de mercado. Jamás el capitalismo llegó a ser cuestionado por estos gobiernos socialdemócratas; todo lo contrario, tuvieron un papel decisivo en su apuntalamiento y blindaje, neutralizando el potencial transformador de la clase trabajadora al borrar en ella cualquier atisbo de conciencia de clase.

En segundo lugar, los partidos socialdemócratas a partir de la II GM van abandonando el carácter de organizaciones de clase, para convertirse en organizaciones catch-all party (partidos atrápalotodo) que renuncian a la lucha de clases en favor del interclasismo. El caso más paradigmático sin duda fue el SPD alemán, que en los años 50 comienza a mutar ideológicamente hacia posturas "centristas" para competir con la CDU. El resultado de esta mutación de los partidos socialdemócratas es que finalmente se acaba produciendo un surrealista consenso político con los partidos conservadores, en relación con las grandes líneas maestras de gobierno, con la forma de enfocar el papel del Estado y el tipo de políticas que se podían desarrollar. El blindaje que esto supuso para el sistema capitalista europeo fue de tal magnitud que, a día de hoy, todavía estamos pagando las consecuencias y las seguiremos pagando. Un ejemplo muy ilustrativo: la actual Unión Europea se levantó con una arquitectura neoliberal consensuada por conservadores y socialdemócratas. Otro ejemplo que ilustra esta convergencia entre conservadores y socialdemócratas: en la penúltima etapa del Parlamento Europeo, en el 73% de las votaciones, votaron lo mismo.

En tercer lugar, la complicidad de estos gobiernos socialdemócratas con el imperialismo está fuera de toda duda. Siempre fueron gobiernos atlantistas, defensores de la OTAN (algunos hasta participaron en la fundación de la OTAN) y de las políticas neocoloniales que el Tercer Mundo sufrió. De hecho, en muchos casos estos partidos socialdemócratas fueron apoyados por la CIA, comenzando por el todopoderoso SPD alemán. Acerca de esto, sobre todo para los casos de Alemania y Reino Unido, léase  "Frentes dentro de los frentes dentro de los frentes", de William Blum).

Así pues, si conceptualizamos a la izquierda tal como decíamos al comienzo, difícilmente podríamos considerar estos gobiernos socialdemócratas como gobiernos de izquierdas.

2.4. El caso portugués.

No considero el caso portugués de la revolución de los claveles porque estoy hablando de acceso al gobierno a través de elecciones. El PREC (Processo Revolucionário em Curso) en sentido amplio designa la etapa portuguesa que va desde el 25 de abril del 74 (sublevación del MFA) hasta el golpe de estado contrarrevolucionario de noviembre del 75. Pero estamos hablando de un gobierno de izquierdas no derivado de unas elecciones burguesas. Sobre el caso portugués véase en este mismo blog "Revolución y contrarrevolución. 40º aniversario del 25 de abril y de la revolución de los claveles"


3.- Y en Grecia... llegó Syriza.

Llegamos al caso griego, sobre el cual no voy a extenderme. Aceptando pulpo como animal de compañía, se tenía la esperanza de que pudiese ser un gobierno de izquierdas. Finalmente resultó ser un gobierno instrumento de la Troika, actuando como muro de contención para que el descontento de las clases populares griegas pudiera ser encauzado por una vía sistémica.


4.- El reformismo cuestionado.

Al plantear la pregunta "Cuándo ha gobernado la izquierda en Europa a través de las urnas", lo que estoy sugiriendo es que la vía electoral y reformista acaso sea una vía muerta. Y no de ahora. Es posible que durante la guerra fría no nos quedase otra en Europa occidental, a consecuencia de los acuerdos de Yalta. Pero hoy en día seguir recorriendo ese camino significa, quizás, caminar por un sendero que lleva a ninguna parte.

Hasta ahora, la mayor parte de la izquierda ha rechazado la vía rupturista, optando por el reformismo a través de la participación en las instituciones de la democracia burguesa. Ya hemos visto que las posibilidades de hacer algo han sido escasas y remotas a través de esta estrategia. La izquierda debe superar todo tipo de obstáculos para alcanzar el gobierno, jugando con las reglas de juego que impone el capitalismo. Si en los casos excepcionales en los que se consiguen superar tales obstáculos (por ejemplo lo que pasó en Grecia con Syriza), un gobierno supuestamente de izquierdas -con todo a su favor, parlamento y calle- no es capaz de cambiar significativamente la realidad social, tendremos que plantearnos para qué sirve el reformismo.

La superación del cortoplacismo y del electoralismo debe conducirnos a centrar la mayor parte de las energías más allá de las urnas: en los barrios, centros de trabajo, espacios sociales, en la calle... La burguesía pretende que nos centremos en el terreno electoral y que nos olvidemos que hay vida política más allá de las urnas. Esa burguesía sabe muy bien que así controlará cualquier disidencia y resistencia sociales. Precisamente por eso hemos de invertir los términos

La resistencia al capitalismo no puede ser una cuestión de votos, sino de militantes. Un 15%, un 20% de votos es nada (incluso aunque se sacase una mayoría parlamentaria, seríamos marionetas en manos de los poderes fácticos), pero un 15% de los trabajadores militando y comprometidos significa una revolución imparable. Y esto último es difícil de lograr, pero no imposible. Por el contrario, seguir soñando con unicornios voladores es un esfuerzo estéril e inútil.

@VigneVT

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