La gran extinción de la era de los dinosaurios llegó hasta los polos
Miguel Ángel Criado
Hace
unos 66 millones de años se produjo una de las grandes extinciones que
ha vivido el planeta, la de los dinosaurios. Hasta aquí todos de
acuerdo. Pero los científicos difieren en la causa de la gran extinción,
su velocidad y su alcance. Ahora, un estudio con miles de fósiles
hallados en la Antártida muestra que la muerte fue repentina, masiva y
generalizada.
Y esa gran extinción repentina, masiva y
generalizada solo podría haber sido causada por un bólido caído del
cielo. Esa es la teoría dominante entre los científicos y que ahora
mismo está siendo comprobada experimentalmente con el estudio del cráter de Chicxulub
(México). Además de los daños inmediatos, el enorme impacto debió
cambiar el clima de la Tierra, alterando radicalmente las condiciones en
las que se desarrollaba la vida.
Muchas especies, como los
dinosaurios terrestres no supieron adaptarse y desaparecieron en unos
pocos miles de años. Fue la gran extinción que cerró el periodo
Cretácico y dio paso al Paleógeno, que inicia la era de los mamíferos.
Las pruebas de la gran extinción son innegables. Por todas partes, desde
el golfo de México, hasta la actual Dinamarca, el registro fósil
muestra que hace 66 millones de años algo muy grande pasó. Los estratos
inmediatamente posteriores a esa época aparecen casi vacíos de fósiles.
Unos cientos de miles de años más arriba, la vida fosilizada vuelve con
fuerza, aunque ya no están los dinosaurios.
Pero hay una corriente
nada despreciable de científicos que, coincidiendo en la existencia de
la gran extinción, consideran improbable que un asteroide provocara tal
cataclismo. Para ellos, fue un cambio climático progresivo y gradual el
que creó las condiciones para el fin de los dinosaurios. Aunque no todos
señalan qué pudo iniciar este cambio, muchos apuntan a una sucesión de grandes erupciones volcánicas
en la meseta del Decán (India), sucedida también hace unos 66 millones
de años. Tal vulcanismo pudo oscurecer el cielo e iniciar una era de
enfriamiento global.
El 70% de la vida marina de la Antártida desapareció cuando se extinguieron los dinosaurios
Ahora, un grupo de investigadores británicos ha estudiado
qué pasó con la vida muy lejos tanto del golfo de México como de la
meseta del Decán. En la British Antarctic Survey
(BAS), han pasado casi una década excavando, recopilando y analizando
el registro fósil en la isla de Seymour, ubicada en el extremo de la
península antártica. Lo que han encontrado, como explican en Nature Communications, apoya la tesis del impacto y la consecuente extinción repentina, masiva y generalizada.
"Nuestra
investigación muestra básicamente que un día todo iba bien, la
Antártida tenía una próspera y diversa comunidad marina y, al siguiente,
ya no. Queda claro que un evento catastrófico y repentino ocurrió en la
Tierra", dice en una nota el investigador de la Universidad de Leeds (Reino Unido) y principal autor de la investigación, James Witts.
Su
trabajo muestra que hace unos 66 millones de años a unos estratos ricos
en vida le sucedieron otros casi yermos. La investigación se centra en
los animales bentónicos, los que viven en el fondo marino, como los
moluscos. Al ser relativamente abundantes, funcionan como un indicador
de la salud del ecosistema. Lo que encontraron los científicos es que se
produjo un marcada reducción, tanto en cantidad como en diversidad, de
ambos grupos. Así, hasta el 67% de las especies de moluscos
desaparecieron del registro fósil a finales del Cretácico.
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Parte de los 6.000 fósiles recuperados de los mares antárticos para este estudio. Richard Cruise
Pero también se extinguieron los amonites dimonocera, primos lejanos del calamar, o reptiles marinos gigantes como el Mosasaurus
y todos en un relativamente corto espacio de tiempo. Sin embargo,
progresivamente, la vida marina de la Antártida se recuperó. Más, como
pasó en otras latitudes, ya no era la misma vida, apareciendo nuevas
especies de animales. 350.000 años después de lo que provocara la gran
extinción, la densidad y diversidad de vida ya era la misma.
"Se
trata de la prueba más consistente del registro fósil de que el
principal causante de la extinción fueron las consecuencias del impacto
de un gran asteroide y no un paulatino declive provocado por cambios
naturales en el clima o por el estrés sufrido por los ecosistemas por un
severo vulcanismo", sostiene Witts.
Este trabajo es uno de los
primeros que muestra el verdadero alcance geográfico de la gran
extinción. Hollywood y sus películas de catástrofes han hecho creer que
tras el desastre siempre queda algún lugar en el planeta, una selva
perdida, la montaña más alta o el eterno sur, donde la muerte no llegó.
Pero, como dice la investigadora de la BAS y coautora de la
investigación, Jane Francis, "incluso los animales que vivían en los
confines de la Tierra, cerca del Polo Sur, no estuvieron a salvo de los
efectos devastadores de la extinción masiva del fin del Cretácico".
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