Medios de comunicación y poder: ¿por qué el enemigo de clase gana siempre?
Nota de Alasbarricadas:
Desconocemos cuál es la página web anarquista y el artículo al que se
refiere el autor. Buscando en Google, lo único que hemos encontrado con
esa frase es el artículo '¿Quién controla y financia los medios de comunicación que nos informan?', publicado en geopolitico.es
Por Manuel Medina, para CanariasSemanal.org
En estos días se habla mucho de los "medios de comunicación", de su poder e influencia. El tema viene traído de la mano de las recientes y lacrimógenas declaraciones de Pedro Sánchez, en relación con el hecho de que según asegura- se vio presionado por un determinado medio de comunicación - El País - para que aceptara abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy.
El ex Secretario General del PSOE parece haber descubierto, de repente, el Mediterráneo. Sánchez
manifestó su asombro por las interferencias mediáticas y empresariales
que recibió para que aceptara la formalización de un gobierno del PP. Pero la verdad es que Sánchez
no es un novato recién llegado a la política. A pesar de que todavía es
un hombre joven, de 44 años, puede considerarse ya un vetusto peje en
el mundo de la componenda política. No sólo ha estado ubicado desde hace
muchos años en los ámbitos dirigentes del PSOE, sino que además, como economista, ha formado parte del Consejo de administración de CajaMadrid, una empresa "modelo",
como se sabe, en la que sus ejecutivos compartían tarjetas y prebendas
con los representantes de los partidos institucionales. Sánchez ha
sido, igualmente, representante oficial por su partido en algunas de
las opacas operaciones que sirvieron para "integrar" a la antigua Yugoslavia en el marco del sistema capitalista europeo. De "ingenuidad",
pues, nada de nada. Su mismo ascenso a la secretaría del PSOE muestra
hasta qué punto poseia influencia en los círculos próximos al perímetro
del poder.
¿LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SON UN APARATO DEL ESTADO?
Pero no es sobre el intrascendente tema de la defenestración de Sánchez sobre el que hoy deseábamos hacer esta brevísima precisión. Hace unos días, una publicación digital de tendencia anarquista aseguraba que "nadie pone en duda que los medios de comunicación son el "Cuarto poder" del Estado". No he tenido la oportunidad de comprobar cuántos son los que dudan de la existencia de ese llamado "Cuarto Poder",
pero sean muchos o pocos, esa afirmación no se sostiene. Es errónea. Y
es que en no pocas ocasiones algunos anarquistas, arrastrados por su
justa y furibunda animadversión en contra de la existencia del Estado,
le atribuyen unos "méritos" a éste que no le corresponden. El Estado no es más que una herramienta legislativa y ejecutiva en manos de las clases sociales hegemónicas que controlan su orientación.
Que
ello es así, ha sido puesto en evidencia en infinitas ocasiones a lo
largo de la historia. Cuando un gobierno - que por otra parte, es sólo
una institución encargada de administrar la máquina del Estado - ha
osado desafiar o contraponerse a los intereses de las clases sociales
dominantes, ha recibido como fulminante réplica la imposición de una
corrección de rumbo y, en el peor de los casos, su propio derrocamiento.
En formaciones sociales anteriores, como el feudalismo,
el papel que hoy desempeñan los medios lo jugó la Iglesia a través de
sus púlpitos. Desde ellos, cardenales, obispos y párrocos amenazaban
con el fuego eterno a aquellos que osaran pensar que era posible
transformar lo que la jerarquia eclesiástica denominaba el incambiable "orden natural" de las cosas.
Ni
que decir tiene que hoy, las amenazas transmitidas a través de los
medios son infinitamente más sofisticadas y elaboradas. El conjunto del
aparato comunicacional nos transmite, por ejemplo, la terrible
hecatombre ecónomica que sufriríamos todos los ciudadanos si nos
negáramos a pagar las deudas contraídas por la gran Banca a través de
sus ruinosos negocios especulativos. O los males sin fin que nos
acarrearía un eventual cierre de las bases atómicas estadounidenses
situadas en territorio español, que amenazan nuestra seguridad. La
finalidad es la misma, los miedos, en cambio, corresponden a las
perentoriedades del momento.
Las
clases sociales dominantes, a través de una red de intrincadas
relaciones, se sirven de la máquina estatal y del gobierno que la
administra, para utilizarlos como si de su propio Consejo de Administración
se tratara. A través de esa máquina, tanto el poder Legislativo como el
Ejecutivo tienen como función articular y ejecutar las leyes que
invariablemente coinciden con los intereses generales de la burguesía.
Se trata, ciertamente, de un proceso complejo que simplificamos en este
comentario para facilitar su comprensión.
¿HUBIERA SIDO POSIBLE LA DICTADURA DE FRANCO SIN EL APOYO DE LA BURGUESÍA ESPAÑOLA?
El "poder de clase" es tan decisivo que ni siquiera un dictador tan sanguinario como Franco
hubiera podido mantenerse en el gobierno sin la anuencia de las clases
sociales que promovieron su golpe de Estado, financiaron la Guerra Civil y
le permitieron gobernar durante cuatro décadas. La dictadura no fue
posible solo por la supuesta peculiaridad de la personalidad vesánica
de Francisco Franco sino, sobre todo, porque alrededor
de su persona coincidió el conjunto de intereses que defendian las
diferentes fracciones de la clase dominante.
La dictadura del general Franco
sirvió de palanca a los terratenientes, a los empresarios industriales y
a la gran banca española para la acumulación de capitales a costa de
los bajos salarios y de la represión de cualquier tipo de protesta
laboral. El conjunto de la infraestructura económica de hoy asienta sus
bases precisamente sobre esos pilares. A nadie debe extrañar que el
Estado del actual sistema monárquico español sea una mera continuidad
del creado por el franquismo, pues los intereses económicos que lo guían
siguen siendo esencialmente los mismos.
¿POR QUÉ EL ENEMIGO DE CLASE GANA SIEMPRE?
No es cierto, pues, que los medios constituyan un "cuarto poder"
del Estado. La dirección de estos corresponde a las grandes empresas,
que son sus accionistas. Ese complejo mediático, en manos de banqueros y
grandes empresarios, tiene como función la creación de la llamada "opinión pública".
A través de ellos, la burguesía hace posible que amplios sectores de
la sociedad opinen y voten de forma directamente inversa a sus propios
intereses . Hoy no son pocos los que asombrados se preguntan cómo es
posible que todavía existan en España millones de personas que optan por
el mismo partido que ha protagonizado las más duras medidas economicas y
antisociales contra las clases trabajadoras. Sin embargo, lo extraño
seria que no fuera así, si se tiene en cuenta la perseverante presión
mediática a través de radio, prensa y TV y, también,
la inexistencia de partidos y organizaciones con influencia social y
voluntad revolucionaria de cambiar las bases sobre las que se sostiene
esta sociedad.
Cuando algún integrante de las instituciones estatales comete el "error"
de situarse en una posición contradictoria con los intereses de los
grandes negocios, el político protagonista es rápidamente lapidado por
toda una corte de plumíferos o tertulianos, que caen sobre él hasta
fulminar su prestigio. De la noche a la mañana el disidente es
convertido en "enemigo" de toda la sociedad. Algo similar sucede con los partidos y movimientos sociales no "domesticados”.
Sus integrantes son señalados como peligrosos radicales a los que hay
que expulsar de los ámbitos sociales donde el ciudadano común suele
moverse.
De
ahí que ninguna fuerza política con voluntad realmente transformadora,
tenga posibilidades de cambiar las estructuras de esta sociedad, sin
antes disponer del apoyo real y organizado - que no es sólo el
electoral - de una parte de la sociedad que, con su respaldo, le
permita afrontar los retos que le planteará tanto la maquina represiva
del Estado como el aparato comunicacional de la burguesía.
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