jueves, 5 de abril de 2018

¿Por qué Vietnam sigue siendo importante?


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 ¿Por qué Vietnam sigue siendo importante? 

 


¿Fue Khe Sanh una victoria o una derrota?  

Foto: Lawrence J. Sullivan | CC BY 2.0  
Matthew Stevenson, en exclusiva para CounterPunch, ha viajado desde Hài Phòng y Hanoi, en lo que antes era Vietnam del Norte, hasta las tierras altas centrales y Ciudad Ho Chi Minh, la antigua Saigón, en búsqueda de los vestigios de la guerra de EE. UU. en Vietnam. Esta es la V Parte de una de serie de ocho (Véase: I Parte , II Parte , III Parte , IV Parte ).  
Asedio de Khe Sanh, 1968.- Khe Sanh se halla al sur de la Zona Desmilitarizada, en lo que constituía la esquina noroeste de Vietnam del Sur, cerca de la frontera con Laos. Se puede llegar allí desde Hue.
Desde la Calle sin Alegría, hice que el taxi me llevara a través de Le Thuy, un pueblo costero donde los franceses lanzaron en 1953 la Operación Camargue, que finalizó con un desembarco de lanchas, al igual que en Normandía. Doce años después, los marines estadounidenses se harían eco del teatral amerizaje con un grupo similar de desembarco en Danang (descendiendo por la costa durante varias horas), aunque ninguna de esas misiones impresionó mucho al Viet Cong, que acechaba en las dunas que se extienden desde las playas hasta la autopista 1.
Ni los soldados franceses ni los marines estadounidenses nunca pudieron pacificar los matorrales que se extendían a lo largo de la Calle sin Alegría, porque la mayoría de los pueblos y aldeas de la zona, incluyendo Lai Ha, donde mataron a Fall, se asemejan a pequeñas fortalezas insulares que flotan en un mar interior plagado de diques y arrozales.
No puedo imaginar siquiera que las patrullas más fuertemente armadas de cualquier ejército invasor quisieran enredarse con el Viet Minh en los remotos caminos de la jungla de esas aldeas, razón por la cual se mantenían pegadas a las carreteras (que, a su vez, eran blanco de minas y morteros).
El puente entre el norte y el sur
Desde la costa sur de la ciudad de Quang Tri, el taxista se dirigió hacia el puente de Hien Luong, que en otra época separaba Vietnam del Norte de Vietnam del Sur, especialmente después de la Conferencia de Ginebra de 1954, que de forma temporal partió el país a lo largo del paralelo 17.
Al mismo tiempo, los estadounidenses, ayudados por su Marina, orquestaban el reasentamiento de miles de refugiados (incluidos muchos católicos) que habían decidido huir hacia Vietnam del Sur en vez de continuar viviendo en el agnóstico Norte. Fue precisamente ese puente el que atravesaron muchos refugiados (tanto de Vietnam del Norte como del Sur) buscando nuevos mundos.
Finalmente, un total de unos 800.000 vietnamitas abandonaron el Norte, muchos de ellos de religión católica romana, a quienes sus sacerdotes advertían: “La Virgen María se ha trasladado al Sur, ¿y tú vas a ser menos?”.
La ironía de la partición, según Loren Baritz en Backfire: A History of How American Culture Led Us into Vietnam and Made Us Fight the Way We Did , es que sirvió para alinear el naciente país en el Norte con dos enemigos de EE. UU. Baritz relata: “Esa línea puso el vientre de Vietnam del Norte en manos de la República Popular China, mientras su cabeza permanecía con Moscú”. (El fin de la guerra de Corea permitió también que muchas armas fabricadas en China se enviaran a Vietnam del Norte.)
Según los términos de la Conferencia de Ginebra de 1954, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur debían celebrar elecciones presidenciales y parlamentarias en 1956, pero ni el presidente Dwight Eisenhower ni su secretario de Estado, John Foster Dulles, vieron razón alguna para permitir que el norte comunista ganara en las urnas.
Una vez aplazadas las elecciones, el paralelo 17 se reforzó convirtiéndose en una frontera internacional, similar al paralelo 38 que dividió Corea del Norte y Corea del Sur tras la tregua de 1953. Pero ninguna línea en la arena (en Vietnam, el suelo es más pantanoso) tuvo su origen en frontera o división histórica algunas reconocibles.
El puente peatonal, pintado la mitad en amarillo y la mitad en azul, permanece como parte de un memorial a la reunificación de Vietnam, aunque hasta donde puedo decir, son sólo turistas occidentales los que se acercan al lugar.
Es una especie de Vía Crucis de sus excursiones sobre la guerra a partir de Hue, que incluye algunos túneles de la Zona Desmilitarizada, la base de marines en Khe Sanh, la Colina de la Hamburguesa y el almuerzo en un café que vende sopa y Kit Kats al comercio turístico.
La línea McNamara
Quizá el legado más extraño en la Zona Desmilitarizada sea lo que se llamó la Línea McNamara, una creación del secretario de defensa Robert McNamara. Durante el apogeo de la guerra de Vietnam, harto de los infiltrados del Norte que cruzaban la ZDM, a McNamara se le ocurrió la idea de limpiar una franja de una milla de ancho a través de la ZDM y controlar el desfiladero con una línea de sensores electrónicos (algunos de los cuales se exhiben aún en los museos locales).
En teoría, cuando la infantería del EVN cruzara ese corte, los estadounidenses utilizarían helicópteros de combate o artillería para acabar con ellos. La Línea McNamara oscureció un problema mayor en el esfuerzo de guerra estadounidense: que ni los ejércitos de los EE. UU. ni los vietnamitas del sur tenían suficientes hombres para derrotar las armas combinadas del EVN y sus afiliados locales en el Viet Cong.
Desde el mar del sur de China hasta la frontera con Laos, la ZDM tiene alrededor de 80 kms. de ancho, aunque gran parte del paisaje, especialmente en el oeste, está compuesto por altas colinas y montañas rugosas, no muy diferentes de la descripción de Daniel Boone sobre Kentucky: “una tierra oscura y maldita”.
Aunque se hubieran alineado todos los 550.000 soldados estadounidenses en Vietnam siguiendo el perímetro sur de la ZDM, no hubieran podido impedir que el EVN pasara al sur. Para complicar aún más las cosas, muchas de las incursiones venían del oeste, a lo largo de las Rutas Ho Chi Ming que rodeaban la ZDM y que se dirigían hacia el sur a través de Laos y Camboya, ninguna de ellas incluida en el alcance los sensores de McNamara.
Todo lo que los estadounidenses pudieron hacer en la ZDM fue establecer bases de combate artillero sobre las colinas estratégicas, y desde aquellos picos aislados –tenían nombres como Campo Carrikk y el Montón de Rocas-, lanzaban cohetes y patrullas con la vaga esperanza de que así podrían ralentizar la invasión del Sur.
Por desgracia, las bases de combate no fueron más barrera ante la invasión de lo que fue la Línea Maginot en la primavera de 1940, cuando los alemanes sobrepasaron la frontera francesa.
Los marines toman posiciones
La base de combate más famosa cercana a la ZDM era la de Khe Sanh, que en 1967-68 fue testigo de algunos de los combates más duros de la guerra de Vietnam. Khe Sanh es el nombre de una ciudad en el borde occidental del país, justo al sur de la ZDM.
La base estadounidense que había allí tenía capacidad para que aterrizaran enormes aviones de transporte y helicópteros, y tenía también como misión proteger la carretera 9, que iba del este al oeste, desde la costa hacia Laos.
Aunque la analogía no es muy exacta, la presencia estadounidense en Khe Sanh y las batallas en las colinas circundantes, se hicieron eco de determinados aspectos de la batalla que los franceses mantuvieron en 1954 para mantener su puesto de avanzada estratégico en Dien Bien Phu.
Khe Sanh era un campamento solitario que durante lo peor de los combates se quedó aislado de las líneas de suministro y sólo pudo recibir refuerzos desde el aire.
En la historia de la guerra, Neil Sheehan describe como el comandante estadounidense en Vietnam, el general William Westmoreland, albergaba algunas de las mismas fantasías que los franceses tenían en Dien Bien Phu. Escribe:
Como Westmoreland relató, Krulak [un general de marines] entendió que su principal motivo para enviar marines a Khe Sanh era la esperanza en que una base de marines aislada en las montañas atrajera a miles de soldados norvietnamitas que, presumiblemente, podían ser pulverizados por la potencia de fuego de EE. UU.
Los combates para defender Khe Sanh fueron los más desesperados de la guerra, aunque varios meses después de luchar contra los ataques del EVN (en el verano de 1968), el sucesor de Westmoreland, Creighton Abrams, decidió abandonar esa base, una retirada que simbolizó en gran medida la confusión estadounidense sobre los objetivos de la guerra.
La ruta 9 a Khe Sanh
Esta era mi segunda visita a Khe Sanh. Desde mi primer viaje en 2016, había leído varios relatos sobre los combates, incluyendo dos memorias del Cuerpo de Marines de las luchas a muerte para mantener las líneas en las colinas de los alrededores.
Ni en mis libros ni en mis visitas a los campos de batalla pude decidir nada sobre una de las preguntas más interesantes de la guerra de Vietnam: ¿Fueron los ataques contra Khe Sanh durante la ofensiva Tet de 1968 un señuelo destinado a desviar los recursos estadounidenses a un rincón distante del país; o intentaba el general Giap en Khe Sanh repetir sus grandes éxitos contra los franceses en Dien Bien Phu, y, al hacerlo así, confiaba en aniquilar a los estadounidenses en una trampa mortal que estaba muy alejada de todos los centros de población?
Para cualquiera de los marines que defendieron Khe Sanh y las bases artilleras que lo rodeaban, los ataques del EVN contra las líneas estadounidenses eran parte de “uno muy grande”. Gregg Jones, en su historia de la batalla en Last Stand at Khe Sanh: The U.S. Marines’ Finest Hour in Vietnam , sostiene que los ataques eran parte de una campaña más importante contra los campamentos vulnerables de EE. UU. Escribe:
Es probable que nunca sepamos con certeza la verdad sobre los objetivos de los norvietnamitas, pero el compromiso de Giap con tres divisiones reforzadas en la fase inicial de la campaña de Khe Sanh fue realmente algo más de lo necesario para una estratagema eficaz.
Otra de las razones de que Khe Sanh fuera un suceso fundamental en la guerra de Vietnam es que se extendía a horcajadas de uno de los caminos principales de la Ruta Ho Chi Minh, que en años recientes se ha convertido en una vía interestatal a través de las tierras altas, completada con rampas de salida, zonas de descanso y puentes colgantes, si bien algo primitivos.
Aunque Giap no hubiera querido desviar a tantos de sus hombres hacia las selvas de los alrededores de Khe Sanh, no tuvo más opción que atacar la base de combate si quería mantener los suministros de las tropas que luchaban más al sur, y Giap, al igual que Dwight Eisenhower, fue un general bien conocido como intendente de cinco estrellas.
Incluso un alto dirigente del Viet Cong pensó que se trataba de una batalla importante. En A Viet Cong Memoir , Truong Nhu Tang relata las dificultades de renovar la ofensiva en los primeros años de la década de 1970: “Lo que pudiera sucederle a las principales fuerzas de las divisiones del norte bajo la trituradora del poder aéreo estadounidense era una incógnita. Ciertamente, Khe Sanh no fue un precedente alentador”.
¿Fue Khe Sanh un episodio secundario?
Entre quienes han argumentado en contra de Khe Sanh como batalla crucial figuran los historiadores-periodistas Howard Simpson y Neil Sheehan; ambos llegaron a la conclusión de que Khe Sanh fue una argucia para desviar la atención de los comandantes estadounidenses, cuando no del presidente, del objetivo de la Ofensiva Tet, que pretendía asestar un duro golpe en las zonas urbanas y poner fin a la guerra.
En su accesible historia Dien Bien Phu: The Epic Battle America Forgot , Simpson, que sirvió muchos años en Vietnam como diplomático y corresponsal extranjero, sostiene que Khe Sanh no fue sino una repetición de la batalla anterior que condenó a los franceses. Escribe:
No hubo equivalentes de Dien Bien Phu durante la guerra de EE. UU., aunque el presidente Lyndon B. Johnson, el general William Westmoreland y otros percibieron erróneamente una repetición de la batalla en Khe Sanh a principios de 1968. Pero esta batalla fue una maniobra de distracción de Giap, destinada a alejar a las fuerzas estadounidenses de las ciudades costeras para que él pudiera lanzar la ofensiva Tet. Sabía que los estadounidenses y los franceses eran diferentes y que carecía de la fuerza necesaria para desafiar el poderío abrumador de EE. UU. en una única confrontación.
Ni hay duda tampoco de que tanto Westmorland como Lyndon Johnson estaban obsesionados con mantener Khe Sanh, aunque se mostraran reacios a comprometer más batallones de marines estadounidenses en su defensa. (Apoyándoles estaban la artillería y los bombardeos en alfombra, a los que se convocaba en cuanto localizaban alguna concentración de soldados del EVN.)
Irónicamente, una de las unidades presentes en Khe Sanh fue el primer batallón, noveno de marines, con el que Bernard Fall patrullaba cuando le mataron. Fue también durante el asedio a Khe Sanh cuando Fall, en la historia recientemente publicada de Dien Bien Phu, titulada Hell In a Very Small Place , consiguió su amplio número de lectores. (Puede que leerlo les parezca complicado y largo, pero el esfuerzo merece la pena).
No hay duda de que si los ataques contra Khe Sanh fueron una estratagema, tanto Westmoreland como Johnson mordieron el anzuelo. Westmoreland dijo enfáticamente en una de sus reuniones de comando: “No, repito, NO van a derrotarnos en Khe Sanh”. En numerosas ocasiones tuvo que hacer las mismas representaciones ante el presidente Johnson (a quien le gustaba suplicar a sus asesores: “¡No quiero ningún maldito Din-Bin-Fu! [Dien Bien Phu]).
Las mesas de arena de Lyndon Johnson
LBJ llegó hasta instalar en la Casa Blanca una réplica del paisaje que rodeaba Khe Sanh, para poder seguir mejor los informes sobre su destino. (Johson tampoco hizo sugerencias tácticas durante la guerra de Vietnam. Después de todo, le gustaba alardear sobre la guerra aérea de que sus generales “no pueden bombardear ni un cagadero sin pedirme permiso primero”.)
En su biografía de John Paul Vann y la experiencia estadounidense en Vietnam, Neil Sheehan plantea repetidamente que Khe Sanh fue una estratagema, parte de la guerra psicológica contra los estadounidenses que se distraían con tanta facilidad. Escribe en varios fragmentos:
- Khe Sanh fue el mayor señuelo de la guerra. Los comunistas vietnamitas no tenían la intención de organizar allí un segundo Dien Bien Phu. El objetivo del asedio era William Westmoreland, no la guarnición de marines. El asedio fue un ardid para distraer a Westmoreland mientras se preparaba el golpe real.
- Para dar un giro decisivo a la guerra en su favor, tenían que lograr un golpe maestro que tuviera el efecto de romper la voluntad de los estadounidenses, del mismo modo que Dien Bien Phu lo había conseguido con los franceses. El golpe maestro fue Tet, 1968.
- Khe Sanh fue de los pocos lugares en Vietnam del Sur donde, a excepción de más bombardeos miserables, no estaba sucediendo nada.
Sheehan incluye también esta cita de un general de marines. Escribe:
La opinión de los generales de marines respecto a la creencia de poseer Khe Sanh no había cambiado desde que Lowell English, el asistente del comandante de la 3ª división de marines en 1966, observó: “Cuando estás en Khe Sanh, no estás realmente en ningún lugar”.
En su historia Tet! The Turning Point in the Vietnam War , Don Oberdorfer escribe: “Khe Sanh fue un lugar en Vietnam donde no hubo un gran ataque en Tet”.
Ese fragmento se hace eco de una memoria escrita por mi amigo, el novelista Larry Heinemann, quien dijo tras un viaje de posguerra a Hanoi, cuando se reunió con el general Giap:
Comprendió bastante bien que los vietnamitas ganarían una guerra de desgaste, aunque les llevara una generación o más. Estaba perfectamente dispuesto, por ejemplo, a dejar que el general Westmoreland pensara que el ataque de los norvietnamitas a Khe Sanh era un gran problema cuando ciertamente no lo era; en 1968, como en 1971, 1973 y 1975, había peces más grandes que freír. Él casi se retiró después de la reunificación, tras haber sido un soldado en guerra durante más de treinta años.
¿Quién ganó en Khe Sanh?
Mi propia conclusión, basada únicamente en las dos visitas que hice a Khe Sanh y en las lecturas sobre los combates, es que Giap nunca iniciaba una batalla que no tuviera posibilidades de ganar, y que consideró que los marines que había en Khe Sanh eran pan comido (sobre una prolongada línea a ninguna parte en una jungla remota).
Si a costa de una batalla notable podía asegurar un desvío importante en la Ruta Ho Chi Minh, y al hacerlo así rodear las líneas estadounidenses a lo largo de la ZDM, esa era una apuesta que merecía la pena plantear, aunque la respuesta viniera de los bombardeos estadounidenses. (Por parafrasear lo que el general Jean-Baptiste Kléber dijo de Bonaparte, Giap “era una clase de general que necesitaba 10.000 hombres al mes”.)
Uno de los biógrafos de Giap, Cecil B. Currey, escribe: “Los occidentales han criticado en ocasiones a Giap por intentar repetir su éxito de Dien Bien Phu en Khe Sanh. Si esto fue realmente así, ¿quién podría culparle por querer repetir una victoria tan sorprendente?”. Pero añade: “El objetivo de Giap era mayor que Khe Sanh; era toda la República de Vietnam”. 
En su libro sobre Khe Sanh, el periodista Gregg Jones pregunta:
“¿Quién ganó? ¿Quién perdió? ¿Fue el general Westmoreland engañado por su nemesis norvietnamita, el general Vo Nguyen Giap? ¿Estaban dispuestos los norvietnamitas a hacerse con Khe Sanh o estaban tratando de alejar a las fuerzas estadounidenses de las zonas urbanas antes de la Ofensiva Tet? ¿Fue Khe Sanh un ‘fiasco’ estadounidense, como concluyó el periodista Stanley Karnow ?”.
Jones continúa:
Los comentarios del general Giap sobre Khe Sanh a la periodista italiana Oriana Fallaci son exactamente los que cabía esperar. “Oh, no”, se le citó diciendo. “Khe Sanh no intentaba ser, ni podía haber sido, otro Dien Bien Phu. Khe Sanh no era importante para nosotros. O sólo en cuanto que era importante para los estadounidenses; en efecto, en Khe Sanh su prestigio estaba en juego”…
Tal y como están las cosas, el caso de Khe Sanh como golpe de gracia norvietnamita programado es circunstancial. Pero también lo es la opinión interesada del general Giap y sus lugartenientes de que nunca intentaron apoderarse del baluarte estadounidense.
Como resultó, tanto Tet como Khe Sanh fueron victorias militares para los estadounidenses, aunque derrotas políticas.
Khe Sanh hoy en día
Khe Sanh es hoy, parafraseando al poeta inglés de la I Guerra Mundial Rupert Brooke, un “rincón remoto de un campo extranjero” que, en mi opinión, será “estadounidense para siempre”.
Aunque envueltos a menudo por una niebla opresiva, todavía son visibles los contornos del perímetro de la base y, aparcados cerca de la vieja pista, hay varios aviones estadounidenses capturados, includos los restos descomunales de un avión de transporte C-130 y varios helicópteros.
En el lugar hay un pequeño museo, aunque las dos veces que estuve allí estuve solo. Por las razones que sean, los vietnamitas no muestran mucho interés en Khe Sanh, aunque unos cuantos hombres de la tribu Bru merodeaban por el lugar confiando en poder vender a los visitantes chapas para perros, fragmentos de metralla y refrescos de naranja.
Por lo demás, Khe San es tan sombrío como la casa de Usher de Edgar Allan Poe: “Una atmósfera sin afinidad con el aire del cielo, que apestaba a causa de los árboles en descomposición y los muros grises y el silente lago de montaña; un vapor pestilente y místico, aguado, aletargado, apenas perceptible y de tonos plomizos”.
Cazando fantasmas en la Colina 881 en Vietnam del Sur
Desde la base de combate, conduzco unos ocho kilómetros al noroeste, en dirección a la Colina 881, escenario de algunos de los combates más duros durante el asedio. Sobre esa colina, el capitán William Dabney estaba al mando de la I compañía, 3º batallón, 26º de marines durante la peor de las luchas, en la cual oleadas de atacantes del EVN intentaron arrasar la base. La compañía de Dabney mantuvo sus líneas, aunque sufrió bajas y necesitó del apoyo de los B-52.
A su vez, los vietnamitas se deslizarían cerca de las líneas estadounidenses en la cima de la colina, con la esperanza de que su proximidad limitaría la respuesta de los bombarderos y artillería estadounidenses. Como en una muralla medieval, los hombres de Dabney tuvieron que defenderse con armas de fuego pequeñas, granadas de mano y fuego de mortero.
Muchas de las imágenes que tenemos del asedio de Khe Sanh, de marines luchando cuerpo a cuerpo para defender una base en lo alto de una colina rocosa, proceden de puestos de avanzada como Colina la 881 Sur. Jones escribe sobre el inspirador liderazgo de Dabney:
Una cosa no había cambiado: la moral era alta, un tributo a la difícil operación dirigida por Dabney. Los hombres se mantenían ocupados, trabajando en trincheras, búnkeres y madrigueras cuando era demasiado peligroso ir a la parte superior, comprobando la alambrada o realizando otras tareas cuando estaba nublado o con niebla para proteger a sus actividades.
A veces, podía imaginar bien que Dabney, allá en lo alto de aquella colina solitaria, debía haber pensado que estaba cazando fantasmas, los suyos y los del enemigo. (En la vida civil, era yerno del condecorado y legendario Lewis “Chesty” Puller, del cuerpo de marines, para quien las guerras estadounidenses habían sido una especie de kindergarten, a pesar de las muchas bajas sufridas por los hombres bajo su mando.) Una historia sobre el cuerpo de marines escribe de su inconclusa conclusión:
El valor desenfadado, la determinación tranquila y el humor macabro de los hombres en la Colina 881 Sur ejemplificaron el espíritu de los defensores estadounidenses y sudvietnamitas, que no sólo desafiaron al enemigo sino que, en lucha clásica de 77 días, lo destruyeron. Al mismo tiempo, la lucha en torno a la aislada base de combate desencadenó una apasionada controversia en EE. UU y, por lo tanto, la batalla precisa de un escrutinio minucioso.
Reflexionando después sobre el sacrificio de los marines, muchos de los cuales lucharon cerca de la ZDM y en las colinas de los alrededores de Khe Sanh, Neil Sheehan escribió:
En esta guerra murieron 14.691 marines, tres veces más de los que habían muerto en Corea, una pérdida cuantiosa de vidas, una pérdida que pesó mucho más que los 24.511 marines perdidos durante la II Guerra Mundial. Pero el general Brute Krulak [estrecho colaborador del presidente Kennedy] debía saber, antes de que hubieran muerto la mayoría de estos marines en Vietnam, que todos ellos iban a morir en vano.
Por mucho que me hubiera gustado ver la Colina 881, su perfil apareció en una cordillera lejana, uno de los muchos picos en lo que resulta ser un paisaje petrificado marcado, incluso ahora, por la desolación creada por el Agente Naranja.
Piensen en las montañas Allegheny en el oeste de Pensilvania, elevadas y claustrofóbicas; el telón de fondo, al igual que Vietnam, para aquel juego fatal de la ruleta rusa en la película “El cazador”.
Tierra de nadie
Pasada la colina 558, que está cerca de la carretera de dos carriles, mi conductor empezó a inquietarse por lo tarde que era ya y por el hecho de que estábamos fuera incluso de la transitada ruta de Ho. Tampoco pensaba que más adelante fuéramos a encontrar nada digno de verse en un paisaje tan sombrío, aunque en aquel momento nos habíamos sacudido ya la niebla y podíamos ver las colinas de los alrededores que, en la lucha por Khe Sanh –utilizando la analogía de la batalla de Gettysburg- habían sido una especie de Little Round Tops .
Estaba claro que mi conductor nunca había leído la conclusión de 1968 sobre la batalla que se publicó en el periódico Washington Star. Se decía en ella:
Seguramente, Khe Sanh será un tema controvertido durante mucho tiempo, pero hay algo que es indiscutible: Se ha ganado un lugar importante en la historia de la guerra de Vietnam como ejemplo inspirador del valor estadounidense y aliado. En realidad, puede que un día se juzgue la victoria sobre el asedio como un punto de inflexión decisivo que finalmente sirvió para convencer al enemigo de que podía ganar.
Uno de los fragmentos más tristes que encontré en mis viajes y en mis lecturas aparece en los recuerdos sobre Khe Sanh de Michael Archer A Patch of Ground . Escribe de la ceremonia de entrega de medalla al que era el comandante de marines durante el asedio: 
Creo que la ceremonia en la Casa Blanca para el coronel Lownds fue programada para ocultar la decisión del Pentágono de abandonar la Base de Combate Khe Sanh. Sin embargo, parecía que sólo se magnificaba el problema. Si Khe Sanh hubiera sido tan vital para la defensa de Vietnam del Sur, justificando un derramamiento de sangre tan enorme, ¿por qué no lo fue? Alabar ceremoniosamente los grandes sacrificios hechos en Khe Sanh, mientras que al mismo tiempo se entregaba al enemigo, fue una contradicción que para muchos de nosotros resultaba difícil de aceptar .
Con demasiada frecuencia, en una guerra dominada en gran parte por los recuentos de cadáveres, los soldados y marines estadounidenses luchaban salvajemente por un claro en la jungla o una colina remota; luego, un día, una semana o un mes más tarde, recibían la orden de retirarse y volver a sus barracones. Los casacas rojas británicos lucharon en la guerra revolucionaria estadounidense con las mismas tácticas (y resultados).
Baritz escribe en Backfire:
Los reclutas odiaban los combates sangrientos para poder tomar una base de combate, con la consiguiente pérdida de amigos durante los mismos, y que después les ordenaran abandonar esa base para ir a combatir o a patrullar por otros lugares… Un soldado lo expresó de esta forma: “No tomamos tierra alguna. Ni la restituímos. Sólo mutilamos cuerpos”.
Recorriendo Khe Sanh en medio de la plomiza niebla, me vino a la memoria un fragmento de la excelente colección de historias de la guerra de Vietnam de Marc Levy How Stevie Nearly Lost the War and Other Postwar Stories . En él figura el siguiente diálogo:
VA [siglas en inglés de la Administración de Veteranos] Shrink: ¿Estuviste en Vietnam?
Veterano de Vietnam: Sí.
VA Shrink: ¿Cuándo estuviste?
Veterano de Vietnam: La pasada noche.
Antes de que el coche diera la vuelta para dirigirse de nuevo hacia Hue, me contenté con unas cuantas fotografías de las distantes colinas, aunque esas fotos no iban añadir nada al debate sobre si Khe Sanh fue una victoria o una derrota.
Por el momento, este rincón de un campo extranjero es una afligida tierra de nadie o, como Brooke escribe en “The Soldier”: “Bañada por los ríos, bendecida por los soles de casa”.
Matthew Stevenson es redactor colaborador de Harper’s Magazine y autor de varios libros, el más reciente de ellos Reading the Rails . Su próximo libro es Appalachia Spring. Vive en Suiza.
 
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y  como fuente de la misma. 

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