miércoles, 28 de noviembre de 2018

‎¿Quiere castigar a un Estado? Sólo diga ‎que es “terrorista”‎, por Thierry Meyssan


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‎¿Quiere castigar a un Estado? Sólo diga ‎que es “terrorista”‎, por Thierry Meyssan

Thierry Meyssan,

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El secretario de Defensa James Mattis (a la izquierda) junto al secretario del Tesoro Steven ‎Mnuchin.‎
Cuando viajó a Moscú, el 8 de noviembre, el embajador estadounidense James Jeffrey tenía como ‎misión explicar la preocupación de Estados Unidos ante la expansión de la influencia iraní en el ‎mundo árabe (Arabia Saudita, Bahréin, Irak, Líbano, Siria y Yemen). En lo adelante, Washington ‎prefiere plantear esta cuestión en términos geoestratégicos en vez de religiosos (antes aludía a la ‎oposición entre chitas y sunnitas), precisamente ahora que Teherán organiza su defensa nacional ‎alrededor de los puestos avanzados chiitas árabes. ‎
Moscú concibió entonces la idea de negociar por Teherán una flexibilización de las sanciones ‎unilaterales estadounidenses a cambio de una retirada militar iraní del escenario sirio. ‎El presidente ruso Vladimir Putin confirmó su propuesta, no sólo a su homólogo estadounidense ‎sino también al primer ministro israelí, en ocasión de la estancia de los tres en París, durante la ‎conmemoración del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre. ‎
El presidente de la Federación Rusa trató de convencer a sus interlocutores occidentales de que ‎era preferible que Rusia se quedara sola en Siria, en vez de tener allí un tándem irano-ruso. Pero ‎no podía afirmar que Irán tiene suficiente autoridad sobre el Hezbollah libanés –como afirman ‎Washington y Tel Aviv– como para ordenar a esa formación de la resistencia libanesa retirarse ‎también de Siria. ‎
Por toda respuesta, Washington anunció, 9 días después, el onceno tren de sanciones unilaterales ‎que adopta contra Rusia desde agosto de este año. Estas nuevas sanciones vinieron ‎acompañadas de un discurso ridículo donde se afirma que Rusia e Irán organizaron en conjunto ‎un tráfico para mantener en el poder al presidente sirio Bashar al-Assad y hacer posible el control ‎persa sobre el mundo árabe. ‎
Esa retórica, que todos creían definitivamente abandonada, presenta a 3 países –la Federación ‎Rusa, la República Árabe Siria y la República Islámica de Irán– como máquinas al servicio de ‎‎3 personas –Vladimir Putin, Bashar al-Assad y Alí Khamenei), unidos los tres por un mismo odio ‎contra sus pueblos respectivos. Se ignora olímpicamente el masivo apoyo popular que esos tres ‎líderes tienen en sus países, precisamente en momentos en que Estados Unidos se ve cada vez ‎más profundamente dividido como país. ‎
No vamos a detenernos en la absurda afirmación que pretende hacernos creer que Rusia ‎contribuye a la conquista del mundo árabe por los persas.‎
Según el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, quien anunció las nuevas ‎sanciones unilaterales estadounidenses el 20 de noviembre, esas medidas son sólo la parte ‎económica de la guerra ya iniciada, pero «castigan» las «atrocidades» de esos tres ‎‎«regímenes».
No es casual que esas sanciones lleguen precisamente en este momento. ‎Está comenzando el invierno y esas sanciones apuntan al aprovisionamiento del pueblo sirio en ‎petróleo refinado, necesario para la producción de electricidad y para calentar las casas. ‎
Está de más recordar aquí que los tres países objeto de esas nuevas sanciones niegan haber ‎cometido las «atrocidades» que se les atribuyen, mientras que Estados Unidos proclama ‎actualmente la continuación de la guerra que inició en Afganistán, en Libia y en Siria. ‎

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Las nuevas sanciones estadounidenses no cuentan con el aval del Consejo de Seguridad de la ONU ‎sino que fueron adoptadas única y exclusivamente por decisión de Estados Unidos. No son ‎sanciones legales a la luz del derecho internacional porque –para hacerlas realmente letales– ‎Washington está tratando de obligar otros Estados a asociarse a ellas, lo cual constituye una ‎amenaza contra los países que son objeto de esas sanciones y, por ende, una violación de la Carta ‎de las Naciones Unidas. ‎
Está de más precisar aquí que Estados Unidos tiene el derecho soberano de negarse a comerciar ‎con quién le parezca. Pero no tiene derecho ejercer presión sobre terceros países para perjudicar ‎a las naciones que no le agradan. El Pentágono afirmaba en el pasado que maltratando a una ‎nación podía lograrse que el pueblo derrocara a sus gobernantes. Ese argumento sirvió de ‎justificación teórica tanto al bombardeo que devastó la ciudad alemana de Dresde –durante la ‎Segunda Guerra Mundial– como al interminable bloqueo económico contra Cuba, durante la ‎guerra fría. Sin embargo, en 75 años nunca, absolutamente nunca se ha logrado justificar esa ‎teoría con hechos. Actualmente, el Pentágono ve la adopción de sanciones contra una nación ‎exactamente como un arma. Los embargos están concebidos, a sabiendas, para matar civiles. ‎
El conjunto de disposiciones instauradas contra Irán, Rusia y Siria constituye el más importante ‎sistema de asedio de toda la Historia [1]. Es evidente que no son medidas ‎económicas sino una acción militar aplicada en el ámbito económico. Con el tiempo, esas ‎sanciones divirán de nuevo el mundo en dos partes, como en la época de la rivalidad entre ‎Estados Unidos y la URSS. ‎
El secretario del Tesoro Mnuchin insistió mucho en el hecho que estas sanciones apuntan ‎ante todo a interrumpir la venta de hidrocarburos, o sea a privar esos países –en principio ‎exportadores de petróleo– de su principal fuente de financiamiento. ‎
Veamos el mecanismo que describió Steven Mnuchin:‎
- Siria no puede refinar su petróleo desde que sus refinerías fueron destruidas por el Emirato ‎Islámico (Daesh) y por los bombardeos de la coalición internacional (encabezada por ‎Estados Unidos y creada supuestamente para luchar contra Daesh).
- Hace 4 años que Irán aprovisiona Siria con petróleo refinado, violando así las sanciones ‎unilaterales estadounidenses adoptadas anteriormente. Ese petróleo llega a Siria a través de ‎compañías occidentales que trabajan para la empresa pública rusa Promsyrioimport. Esta última ‎es remunerada por la compañía privada siria Global Vision Group, que a su vez cuenta con apoyo ‎financiero de la empresa iraní Tabir Kish Medical and Pharmaceutical.
- Finalmente, Global Vision Group entrega parte de los fondos que recibe de Irán‎ al Hezbollah libanés y ‎al Hamas. ‎
Todo lo anterior es puro cuento:‎
- La coalición internacional tiene como objetivo (al menos oficialmente) luchar contra Daesh. ‎Sin embargo, numerosos testimonios recogidos durante los 4 últimos años denuncian que la ‎coalición internacional bombardeaba a los yihadistas de Daesh sólo cuando salían de la región que ‎el Pentágono les había asignado (conforme al mapa publicado por la periodista Robin Wright). ‎Pero les lanzaba alijos de armas en paracaídas para que pudieran conservar el control de la ‎región a ellos asignada. En definitiva, los yihadistas y la coalición internacional proestadounidense ‎‎[encabezada por Estados Unidos] se dedicaron juntos a destruir las refinerías sirias.
- ¿Para qué implicar al gobierno ruso en el transporte de un petróleo proveniente de ‎las refinerías iraníes hacia los puertos sirios?‎
- ¿Por qué tendría Irán que pasar por Siria para enviar dinero al Hezbollah libanés y al Hamas?‎
- ¿Por qué facilitaría Siria la entrega de fondos iraníes al Hamas, organización palestina cuyos ‎dirigentes son miembros de la Hermandad Musulmana y que además le está haciendo la guerra?‎
El secretario del Tesoro Steven Mnuchin ni siquiera se toma el trabajo de explicar mucho. Para él ‎todo es muy simple: Siria es criminal, Rusia es su cómplice mientras que Irán, el Hezbollah y el ‎Hamas son todos «terroristas». Eso es lo importante. La palabra «terrorista» pone fin a toda ‎discusión o reflexión. ‎
Hay un proverbio francés que sentencia: «Quien quiere matar a su perro, dice que tiene rabia». Asi ‎que no podemos esperar que haya lógica en la respuesta del secretario del Tesoro de Estados Unidos a ‎la propuesta de mediación del presidente Putin. ‎
Estados Unidos está retirando poco a poco sus tropas de los conflictos en los que estaban ‎implicadas. Y las sustituyen con mercenarios reclutados localmente (los yihadistas) y con la ‎adopción de sanciones económicas, la versión moderna del asedio medieval. ‎
[1] En la Edad Media, la cristiandad admitía las guerras entre ‎los ejércitos de los soberanos católicos pero condenaba la realización deliberada de acciones ‎militares contra los civiles. En el siglo XIII, la iglesia católica condenó todos los asedios cuando ‎estos afectaban también a la población. La Santa Sede sigue observando esta ética hasta nuestros ‎días. Por ejemplo, el papa Juan Pablo II se opuso a Estados Unidos cuando ese país adoptó ‎sanciones económicas contra Irak, en tiempos de Saddam Hussein. Pero hoy en día, el papa ‎Francisco se mantiene silencioso sobre esa cuestión.

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