martes, 31 de diciembre de 2019

La necesaria reconstrucción del marxismo


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La necesaria reconstrucción del marxismo

 

 

Por Roberto Laxe

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. (C Marx, Tesis sobre Feuerbach)
En la decadencia del capitalismo, la tesis de Marx significa la muerte de los filósofos, no de la filosofía. La filosofía, su historia, es un largo camino de estudio y reflexión, de “pensar como pensamos”, hasta llegar a la tesis de Marx. Con ella termina ese camino y comienza el de la transformación definitiva de la sociedad, el salto de la “prehistoria a la historia de la humanidad”. Los filósofos son parte de la prehistoria de la humanidad, viene a decirnos Marx.
¿Qué ha pasado para que la tesis de Marx siga teniendo exactamente la misma vigencia que cuando la escribió?Llevamos más de 20 años, desde la caida del Muro y la restauración del capitalismo, con muchas interpretaciones del mundo; que si «ecosocialismo», que si «feminismosocialista», que si «decrecentistas», que si «diversidad», que si «vueltaalolocal»; etc… que no son más que formas parciales de interpretar el mundo, no de transformarlo. Todos ellos han terminado integrados en el sistema, en el discurso oficial, como parte de lo llamado «políticamente correcto». La extrema derecha mundial encuentra en esta media verdad (la integración formal de las interpretaciones del mundo) un argumento para aparecer como los «políticamente incorrectos», cuando en realidad son absolutamente «correctos», son la máxima expresión de la barbarie capitalista.
La pérdida del referente social que era la URSS y los estados burocráticos como ejemplos vivientes de que había otras sociedades no capitalistas, fue demoledor; puesto que dejó a la clase obrera sin un ejemplo práctico… Volvieron por la ventana las «interpretaciones» del mundo, como antes de la Comuna de Paris y la Revolución de Octubre, con los saintsimonianos, con Fourier, con Owen, Proudhon, Tosltoi y su «socialismo aristocrático», populistas rusos, anarquistas, … Porque esa Tesis de Marx viene precedida de otra: “[II] El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico”.
No la práctica en sentido coyuntural, sino estratégico, de fondo: la URSS, incluso con su degeneración stalinista, era en el imaginario colectivo esa demostración práctica de que otra sociedad, no capitalista, podía existir. Y aquí estamos, intentando demostrar en la práctica que otro mundo no capitalista, socialista revolucionario, es posible, como lo fue en 1917 hasta 1924.
El stalinismo, como el Cid, ha ganado una batalla después de muerto. La derrota que supuso la vuelta al capitalismo en todos los estados no capitalistas, comenzando por la URSS y terminando por Vietnam, trajo consigo una victoria ideológica de la burguesía que corporeizó la frase lanzada por Thatcher a comienzos de los 80: “no hay alternativa al capitalismo”, desarrollada por «El fin de la Historia» de Fukuyama y la campaña de “muerte del socialismo”. Como toda gran mentira, tenía un elemento de verdad, el estalinismo había arrastrado consigo al socialismo, a la expropiación de la burguesía y todo lo que programáticamente le acompaña.
En concreto, ante la crisis social, política y económica, ¿quién se acuerda de la “socialización del trabajo doméstico” para acabar con la familia patriarcal y monógama, núcleo de la opresión de la mujer? ¿A quién, ante las luchas en defensa de los puestos de trabajo, se le ocurre levantar propuestas como la «nacionalización», «el control obrero», «reducción de jornada sin reducción de salario: trabajar menos para trabajar todos y todas»…? Todo esto aparece como fuera de lugar incluso para la izquierda.
Al tiempo que el neoliberalismo se imponía como pensamiento hegemónico en la sociedad, en la izquierda se traducía en la pos modernidad y el pos marxismo, y en la conciencia de la clase obrera calaba ese techo de cristal democrático del que no podía pasar: dado que no era posible la transformación socialista de la sociedad, pues sólo conducía a regímenes como el soviético, nos conformamos con “mejorar las condiciones de vida de la población” (Mujica, ex presidente de Uruguay) dentro de la democracia burguesa. Nace un reformismo sin objetivo estratégico transformador; ni en sus mejores sueños Berstein hubiera creído que al final él triunfaría frente a Lenin y Rosa Luxemburgo: “el movimiento es todo, el fin nada”, y toda la posmodernidad y el pos marxismo de los 90 / 00 se hacen “berstenianos”.
La destrucción de la teoría del todo
La URSS, con todos sus defectos y deformaciones burocráticas, pero al reivindicar la revolución de 1917, era el ejemplo viviente de que el capitalismo ni era el fin de la historia ni “la única alternativa” social. Este ejemplo tenía una lectura filosófica: el todo como superior a la suma de las partes, es decir, la expropiación del capital y la destrucción del estado burgués en 1917 había catalizado la adopción de avances sociales no sólo para la clase obrera, sino para la sociedad en su conjunto.
En palabras del propio Marx, “Sólo en nombre de los derechos universales de la sociedad puede una clase determinada arrogarse el dominio universal. La energía revolucionaria y la conciencia moral del propio valor no bastan solamente para tomar por asalto esta posición emancipadora y, por lo tanto, para el agotamiento político de todas las esferas de la sociedad en el interés de la propia esfera. Para que coincidan la revolución de un pueblo y la emancipación de una clase particular de la sociedad burguesa; para que un estado de la sociedad se haga valer por todos, todas las fallas de la sociedad deben encontrarse, a su vez, concentradas en otra clase; un determinado estado debe ser el estado contra el cual es dirigido el ataque de todos, el que incorpora la traba impuesta a todos; una particular esfera social debe aparecer como el delito conocido de toda la sociedad, así que la emancipación de esta esfera aparezca como la emancipación universal cumplida por obra propia. Para que una clase determinada sea la clase libertadora por excelencia, otra clase debe, por lo tanto, ser la clase evidentemente opresora. El valor general negativo de la nobleza y del clero franceses determinaba el general valor positivo de la burguesía, que era una realidad y se contraponía a aquéllos”. (Critica a la Filosofía del Derecho de Hegel).
La Rusia de 1917 fue la primera que tuvo ministras (Kollontai), la primera que dio el voto a las mujeres, que reconoció el derecho al aborto y despenalizó la homosexualidad; estableció criterios de desarrollo sostenible, incluso en las condiciones de un estado tan atrasado y sin industria como era la Rusia del momento. Un estado obrero, el soviético de los primeros años que impulso el derecho de los pueblos a la autodeterminación, que acordó la paz por separado con los imperialistas, que hizo una profunda reforma agraria.
Los primeros pasos de la construcción del socialismo, aún en las tremendas condiciones sociales y económicas que se hicieron, aparecieron ante la sociedad como la defensa de los derechos sociales en su conjunto: el socialismo era el todo que no necesitaba apellidos. Con todas sus contradicciones, era cualitativamente superior al capitalismo, incluso en sus naciones más desarrolladas y democráticas.
El stalinismo desmontó muchas de esas conquistas sociales asociadas al socialismo, dejando sólo la carcasa económica de la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción y distribución; mas por el poder burocrático sobre la economía, puesta a su servicio, se agudizaba su carácter reaccionario en lo social: pérdida de derechos de las mujeres y las minorías, criminalización de nuevo de la homosexualidad, etc…
Los derechos sociales y políticos de las minorías nacionales, de las mujeres, de los oprimidos se van separando del tronco “socialista”, que aparece como contradictorio con ellos. El economicismo que tanto criticara Lenin reaparece en el stalinismo; todo se reduce a que no hay capitalismo, a los llamados derechos biológicos de la sociedad que malamente van manteniendo (empleo básicamente). Pero como todo lo que no avanza, retrocede; éstos estados volvieron al capitalismo de la mano de la burocracia y de sus políticas.
Rosa Luxemburgo dijo que el socialismo no se reducía a una cuestión de “cuchillo y tenedor”, sino que hace al ser humano en todos sus aspectos. Al reducir el socialismo al “cuchillo y tenedor”, la diáspora social era inevitable; fueron apareciendo las partes como agentes transformadoras, como fueron los verdes en los años 80, y todos los movimientos sociales…
La inercia social mantenía un cierto tirón en el imaginario de esos estados, pero la caída del Muro, la implosión de la URSS hicieron que se descubriera que tras él no existía el socialismo, sino sociedades no capitalistas basadas en la represión y la falta de libertades. Las tendencias a la diáspora dieron un salto cualitativo, y el socialismo perdió ese carácter de totalidad que había conseguido tener. A partir de este momento cada vez que se habla de “socialismo” hay que ponerle todos los apellidos habidos y por haber. El stalinismo había conseguido enfrentar el concepto de “socialismo” a todos los derechos sociales bajo la falacia de la defensa de los “derechos biológicos” del ser humano (vivienda, trabajo, vestido). El todo como superador de la suma de las partes fue sustituido por la simple suma de esas partes, lo que le hace perder todo su filo revolucionario. Vuelven los “intérpretes” de la realidad.
El socialismo debe recuperar ese carácter que Rosa Luxemburgo le daba, de que no sólo es cuestión de “cuchillo y tenedor”, sino que hace al ser humano como tal, a sus aspiraciones y sueños; y recuperar lo que Engels no se cansaba de repetir, el socialismo reintegrará de manera armoniosa al ser humano con su parte natural; porque no olvidemos que el ser humano surge de la naturaleza, es parte de ella… Una parte tan activa que hoy puede destruirla.
La reconstrucción del marxismo como ciencia de la revolución y guía para la acción hace necesario retomar esta perspectiva de que “el todo es superior a la suma de las partes”, no por que las niega, como hacía el stalinismo, sino porque las cataliza dando una vía de resolución revolucionaria, destruyendo las condiciones que provocan su existencia. El socialismo no necesita apellidos, si no integra a todas las partes sociales “ofendidas” por el capitalismo y los opresores no es socialismo, es la degeneración stalinista, opuesta por el vértice a cualquier perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad.

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