domingo, 18 de noviembre de 2012

La Güera Rodríguez, vital en la independencia

La Güera Rodríguez, vital en la independencia

La mujer nacida en la Ciudad de México un 20 de noviembre fue amante y confidente de personajes relevantes, además fue pieza clave de la historia del país

Reyna Lorena Rivera / Ilustración: Jonathan López
CIUDAD DE MÉXICO, 18  de noviembre.- María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco Osorio Barba Jiménez Bello de Perey-ra Fernández de Córdoba Salas Solano y Garfias fue una mujer bella, bien formada de cuerpo, de mediana estatura, elegante y de alcurnia. Nació en los estertores de la Colonia y murió en los primeros años del México independiente.
La historia la registra como una mujer cercana al poder político y, quizás sin ella, la Independencia no se habría consumado. En la memoria colectiva doña Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana es simplemente La Güera Rodríguez. Nació el 20 de noviembre de 1778, en la Ciudad de México y vivió en la Tercera Calle de San Francisco, hoy Madero, en el Centro Histórico.
La vida de La Güera Rodríguez fue multifacética. Adolfo Arrioja Vizcaíno, licenciado en derecho y autor de la novela histórica sobre esta mujer, El águila en la alcoba, cuenta que fue muy bella, con muchos admiradores y varios amantes, que van desde Simón Bolívar (en las juventudes del Libertador) hasta el consumador de la Independencia, Agustín de Iturbide;  tres maridos y muchas otras aventuras que se le achacan, como su romance con el científico alemán Alejandro de Humboldt.
Lo más importante de ella, dice, fue su inteligencia, su habilidad y sus cualidades excepcionales para la intriga política, lo cual desencadenó tres intervenciones en las etapas formativa y consumadora de la Independencia del país.
La primera fue en 1808. Arrioja Vizcaíno narra que en ese año, el entonces virrey José de Iturrigaray, se quedó muy cerca de consumar la independencia y hubo una conspiración, en la cual participó como artífice oculto, La Güera Rodríguez, para convertirlo en José I, rey de México.
Aunque la noche en la que Iturrigaray fue depuesto como virrey, un grupo de españoles tradicionalistas, encabezados por el hombre más rico de la Nueva España, Gabriel de Yermo, evitó la separación. A partir de ese momento tomó fama de ser partidaria de la independencia de la nación.
Como doña María Ignacia siempre había tenido fortuna, se dijo que había sido mecenas y cómplice del movimiento independentista, encabezado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, por lo cual en 1811 fue acusada y llevada a juicio ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.
En ese tiempo eran famosos los saraos, reuniones sociales que se realizaban por las tardes en las casas de las principales familias de México; ahí se servían licores, bocadillos, aguas nevadas (nieve de los volcanes endulzadas con algún sabor de frutas), pocillos de chocolate y los famosos dulces elaborados por monjas en sus conventos.
Resultó que los saraos más famosos y concurridos eran los de la casa de La Güera Rodríguez. Uno de los concurrentes más asiduos era un hombre de apellido Del Castillo, quien formó parte del ejército de Hidalgo, y que a través de éste, ella le enviaba dinero para apoyar el movimiento independentista. Por ello la denunciaron y la Inquisición la citó para enfrentar los cargos que le imputaron.
La Güera Rodríguez es una de las pocas personas en la historia del México colonial que pudo presumir haber salido totalmente libre de cargos y evitar las torturas que el Santo Oficio ponía como castigo: la hoguera, el potro de los tormentos o la reclusión en las mazmorras por tiempo indefinido, resalta el abogado y escritor.
Como no hubo pruebas realmente sólidas que la culparan de apoyar a Hidalgo, La Güera nunca se amedrentó; en cambio les sacó a cada uno sus trapitos al sol, pues tenía conocimiento de todo lo que ocurría en la sociedad. Así les achacó cuestiones de corrupción, aventuras amorosas e incluso a uno de los inquisidores lo acusó de pedofilia.
De la alcoba al poder político
Para Adolfo Arrioja Vizcaíno, la etapa más importante de La Güera Rodríguez fue la consumación de la Independencia, que se dio por el amasiato con Agustín de Iturbide. Ella estaba libre de matrimonio, pero él estaba casado con doña Ana Huarte.
Iturbide era coronel del ejército realista y La Güera Rodríguez era una mujer que acrecentó su fortuna al casarse por segunda ocasión con un comerciante rico del Valle de Toluca, de quien pronto enviudó, pues era mucho mayor que ella. La gente cuchicheaba que La Güera se lo había acabado, por lo cual le aplicaron algunos dichos de la época como: “Matrimonio en edad madura mortaja segura” y “viejo que se descobija la muerte lo cobija”.
Así con el dinero y con sus relaciones políticas y sociales, María Ignacia logró que Iturbide ascendiera de coronel a general en jefe del ejército realista y se le encomendara el mando de las tropas que fueron a combatir al último caudillo insurgente: Vicente Guerrero.
Iturbide se convenció de que era casi imposible derrotar a Guerrero, por lo que acabaron con una alianza que permitió consumar la Independencia de México.
Por su cercanía con personajes vitales en la evolución del país,
La Güera Rodríguez se convirtió en una especie de mensajera y autora intelectual del origen a la consumación de la Independencia de México.
Después de que se elaboran el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, La Güera Rodríguez aconseja a Iturbide enmendarlos. Como el trono de México ya no sería ocupado por Fernando VII, se agregó que el Congreso sería el encargado de designar al emperador. Fue ésa la fórmula que hizo emperador de México a Iturbide.
Adolfo Arrioja Vizcaíno recuerda la famosa anécdota cuando Iturbide, montado a caballo, hizo su entrada triunfal a México, para consumar la Independencia el 27 de septiembre de 1821; vestía uniforme de gala y un sombrero con plumas verdes, blancas y rojas. Cuenta la historia que desvió el curso del desfile para pasar frente a la casa de La Güera Rodríguez, ahí se bajó del caballo y le entregó una pluma de su sombrero, que ella se la colocó en el nacimiento del pecho.
La Güera Rodríguez ejerció el mayor grado de poder político que ha tenido una mujer en la historia de México, porque fue más que la amante: se convirtió en la consejera política del primer emperador, del hombre que consumó la Independencia nacional. Pero como fue un desastre el gobierno de Iturbide, sólo duró diez meses y se exilió en Europa, con lo cual culminó el romance con La Güera.
Así inició una etapa de tranquilidad en su vida. Se casó por tercera vez con un comerciante chileno y ya no se involucró en la política.
Su último capítulo trascendental se dio por el año 1833 cuando llegaron el primer embajador de España, tras reanudarse las relaciones entre ese país y México, y su esposa Frances Erskine Inglis, conocida como la marquesa Calderón de la Barca.
En los dos años de estancia, la marquesa Calderón de la Barca llevó un diario, en el que narró todas sus experiencias vividas en México, posteriormente se publicó un libro, el cual se convirtió en una referencia obligada sobre nuestro país y sus personajes.
Uno de los capítulos está dedicado a La Güera Rodríguez, el cual permite tener una clara idea y entender por qué fue una mujer tan carismática, importante y de gran influencia en la formación del México independiente.
La marquesa describe que a pesar de que La Güera Rodríguez en esa época rondaba los 50-55 años (edad en la que las mujeres eran prácticamente ancianas y encorbadas), le impactó que seguía perfectamente erguida, con su piel blanca, su cabello rubio, dentadura blanca y perfecta, extremadamente elegante y distinguida; la calificó como una mujer chispeante fuente inagotable de información sobre la vida social, política y económica de México.
Dice Adolfo Arrioja Vizcaíno que los últimos años de La Güera Rodríguez fueron tristes. Vivió más de 70, pero una enfermedad degenerativa en los huesos y una caída la dejaron paralítica.
Así, vio la vida pasar desde el balcón de su casa sentada en una silla de ruedas hasta su fin.
2012-11-18 01:29:00

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