El capitalismo detrás de la pantalla
En
las últimas décadas el aparato mediático tuvo un fortalecimiento,
expansión y concentración sin precedentes. En el marco de la
globalización, los medios de comunicación dominantes son productores y
transmisores de la información. Versionan la realidad, diseñan la
realidad. En esta construcción mediática, ¿qué tratamiento recibe el
capitalismo? ¿Cómo se abordan sus actores y consecuencias? ¿Qué lenguaje
se usa para referirse a este sistema?
La
industria de la comunicación es una de las más concentradas en la
globalización económica. Los grupos mediáticos dominantes producen y
emiten saberes, ideas, actitudes y valores. A su vez, tienen la potestad
de imponer una agenda, parcelar la realidad, definir qué es una
“noticia” y determinar cómo será tratada. Detrás subyace su función más
importante: construir el imaginario social y conservar el statu quo.
El capitalismo detrás de la pantalla
En
el tratamiento que los medios de comunicación concentrados hacen del
capitalismo se pueden observar algunas reglas generales. La primera es
su omisión nominal: las palabras “capitalismo” o “sistema capitalista”,
salvo en contadas excepciones, quedan excluidas del lenguaje mediático.
La segunda regla es que el capitalismo no recibe un tratamiento como
sistema, sino que se aborda por partes inconexas, no interrelacionadas
ni interdependientes.
En
tercer lugar, estos medios ocultan la composición del poder real: toda
referencia al “poder” es al que está legitimado democráticamente, nunca
al poder establecido o fáctico. Finalmente, sino se nombra, no se trata
como sistema ni se describe la composición de su poder, tampoco se lo
debate, quedando fuera de los márgenes de lo mediáticamente discutible.
Entonces,
¿cómo se aborda el capitalismo en estos medios? ¿Qué lugar ocupa en su
versión de la realidad? Para una aproximación a estas preguntas se
analizará el relato de los principales grupos de comunicación en torno a
la actualidad del sur de Europa, atravesada por la implementación de la
versión más radicalizada del capitalismo. A falta de un tratamiento
integral, se indagará sobre trozos de esta narrativa.
Hechos sin contexto y con causas sesgadas
Aunque
las “noticias” incluyen a diario hechos vinculados directamente con el
capitalismo, éstos nunca son puestos en contexto. En esta narrativa, los
“noticias” políticas, económicas o sociales no tienen una visión
sistémica, sino aislada, atomizada. En paralelo se desvía la mirada
sobre el origen de los impactos del capitalismo, tratando estas
cuestiones superficialmente, sin indagar sobre sus raíces: no hay causas
sistémicas que expliquen los hechos.
Por
ejemplo, la “crisis” se atribuye fundamentalmente a “haber vivido por
encima de las posibilidades” o “gastar más de lo que se tiene”, orígenes
que pretenden explicar la generación y profundización de desigualdades
sin precedentes, la reducción de las rentas del trabajo y el aumento de
las rentas del capital, principalmente financiero.
Desvío de causantes
Al sesgar las causas también se tergiversa la identificación de los causantes. En este storytelling de
la “crisis” fue el Estado el que se excedió en el gasto y la población
la que vivió por encima de sus posibilidades; no fue el capital
financiero el que aumentó exponencialmente las inversiones especulativas
que generaron una burbuja que terminó explotando. El señalamiento
mediático de los responsables se trasladó desde el poder financiero
hacia el Estado y las mayorías sociales.
Otros
actores estelares son “noticia” aunque desprovistos de protagonismo
sobre el funcionamiento y los impactos del sistema. Recientemente, los
medios concentrados se hacían eco de la “preocupación” de Lagarde (FMI)
por el aumento de las desigualdades y de Draghi (BCE) y Blanchard (FMI)
por el elevado desempleo español. Estas versiones anecdóticas, además de
pasar por alto las intenciones detrás de dichas declaraciones[1],
omitían la relación de causalidad entre los intereses que representan
estos dirigentes y la construcción de las problemáticas por las que
manifestaban “preocupación”.
Poderes invisibles
Otro
rasgo de este tratamiento es la invisibilización de ciertos actores del
capitalismo y del poder real que detentan. Tal es el caso los lobbies,grupos
de presión que defienden intereses sectoriales determinando las
decisiones políticas nacionales, continentales y globales. Estos poderes
fácticos quedan en la sombra, ausentes de la agenda, de la “información”
Más
allá de esto, los medios concentrados ocultan el mapa del poder real y
eluden la discusión sobre su composición. La concepción del poder que
transmiten realza a los actores legitimados por el voto popular y
desvanece a quienes ostentan el poder establecido, su capacidad de
presión, influencia y potencia rectora sobre las instituciones
democráticas. En definitiva, se invisibiliza cómo está compuesto el
entramado de poder, del que estos medios, además de portavoces, son
parte.
Verdades instaladas
Otro recurso es la repetición incesante de argumentos y relatos hasta instalarlos como verdades.
Siguiendo el principio de la propaganda de Joseph Goebbels, la
repetición hasta el hartazgo de estos argumentos, aunque
intencionadamente falaces, terminan estableciéndose como verídicos en el
imaginario social. Volver una y otra vez sobre una misma lógica
argumental pero desde diferentes ángulos, aumentando exponencialmente
las posibilidades de arraigarla como verdad y reduciendo el margen para ponerla en cuestión.
Chivos expiatorios
En
ocasiones, los medios hegemónicos se ven impelidos a señalar de forma
crítica a actores del capitalismo con nombre y apellido. No obstante, a
estos casos se llega después de la evidencia de su derrumbe,
centralizando la responsabilidad en el actor nombrado, aislándolo,
descontextualizándolo y tratándolo como una excepción. De esta forma,
cargar las culpas sobre un actor permite exculpar al resto, y a las
propias dinámicas sistémicas.
Por
ejemplo, Lehman Brothers, el caso más visible en el inicio de la
“crisis financiera” de 2008, recibió una condena mediática por su
codicia. Sin embargo, fue tratado como una conducta irresponsable
excepcional, obviando que el grueso del sistema financiero internacional
había sido partícipe y beneficiario del mismo casino.
Hostilidad frente a críticas
Estos medios también naturalizan al capitalismo y sus modos de producción. Así, las críticas y las contestaciones a este orden natural reciben
un tratamiento hostil, siendo ignoradas, deslegitimadas o
criminalizadas. Asimismo, las alternativas al capitalismo son moldeadas,
considerándolas anacrónicas, inviables, populistas o no realistas.
En
esta versión mediática de la realidad el capitalismo no existe; hay
“mercados” y “mercados libres”; no hay un sistema motorizado por la
codicia. Hay injusticias y desigualdades, pero no un orden sistémico que
las determine, un sistema político que las habilite, ni una matriz
ideológica que las legitime. El capitalismo como totalidad, sus impactos
y actores estelares están ausentes de la agenda, y su abordaje se hace
de forma anecdótica, parcial o sesgada. Una construcción funcional que
contribuye a mantener y a legitimar las condiciones para la expansión de
un sistema que, a través de estos medios de comunicación, se hace
inasible.
El capitalismo detrás de las palabras
Seguramente
el lenguaje es el medio más poderoso de estos grupos concentrados. Al
condicionar el significado de las palabras, condicionan la realidad.
¿Con qué lenguaje se refieren los medios hegemónicos a un capitalismo
que no nombran?
Siguiendo
con el análisis de la actualidad del sur de Europa, en el que
necesariamente los medios dominantes deben hablar del empeoramiento de
las condiciones de vida de las mayorías, también se puede observar el
uso intencionado del lenguaje.
En
este teatro de la retórica, los recortes de la inversión pública social
se llaman “reformas”, que son decisiones positivas, ya que en el futuro
van a mejorar la vida de la sociedad. La transferencia de recursos
públicos a manos privadas se denomina “políticas de ajuste”, que a su
vez son necesarias para recuperar la economía. El problema es de
“crecimiento”, nunca de distribución.
En
el plano de los derechos sociales, pagar dos veces por un servicio
público sanitario no es un repago, sino un “copago”. Al retroceso de
derechos y la precarización de trabajadores y trabajadoras se lo llama
“flexibilización del mercado laboral”, a la reducción de sueldos
“moderación salarial” y “racionalización” a despedir en masa.
“Austeridad”
y “eficiencia” son los mantras para referirse a un Estado mínimo y
ausente para los intereses de las mayorías. Se denomina “hacer los
deberes” a someter la soberanía política al mandato del capital
transnacional y la Troika, apelar a “lo que hay que hacer” significa
ignorar la voluntad popular y “actuar con responsabilidad” o “con
valentía” significa traicionarla.
En
el fondo, a la ley de la selva se la llama “libertad de empresa” yse le
dice “crisis” a una estafa del capital financiero sobre los Estados de
la periferia europea. Y se señala como “inevitable” a lo que es
resultado de la voluntad política del Gobierno español, la
implementación de programas neoliberales.
La
misma intencionalidad en el uso del lenguaje se puede observar en el
tratamiento de las alternativas que se proponen al capitalismo. Por
ejemplo, “radical” significa extremista, “violenta” es cualquier forma
de desobediencia y lo “utópico” adquiere una connotación negativa.
También
desde estos medios concentrados se despliega una batería lingüística
para deslegitimar y criminalizar la protesta social. Un ejemplo es el de
los “escraches” a dirigentes políticos, señalamientos públicos
liderados por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas y otros
movimientos sociales, a quienes consideraban responsables o cómplices de
la desposesión de derechos de las mayorías. Estas acciones fueron
consideradas “ilegítimas”, “violentas”, “antidemocráticas”, “atentados
contra el orden público”, “amenaza a las instituciones”, “acoso” e
“intimidaciones”.
Todo
este despliegue de lenguaje y de andamiaje retórico, de eufemismos y de
construcción mediática de significados se hace sin nombrar ni discutir
en ningún caso el fondo del asunto. El lenguaje nunca es neutro, y en
este caso se puede concluir que está plagado de intereses económicos y
políticos.
Opinión pública y control ideológico
Todo
esta (no) narrativa del capitalismo tiene como correlato un sistema de
valores funcionales, como la competencia, el crecimiento, el
individualismo, la maximización del lucro, la libertad de empresa y el
consumismo como derechos inalienables. Estos valores son instituidos por
los medios hegemónicos como incuestionables y su matriz de opinión,
impuesta como un conjunto de verdades, configuran la visión de la
realidad de las mayorías.
En
el fondo, siempre están presentes las ideas de “libertad” y
“democracia” como pilares sacros que sólo pueden caber en este
capitalismo innominado e inasible. Y detrás de la “libertad” y la
“democracia” vale todo: criticar al sistema es acometer contra estos dos
valores.
No
sólo se trata de ocultar y manipular, de sesgar y parcializar, sino que
principalmente es una cuestión de educación ciudadana y de
prefiguración de la percepción de la realidad. Estos portavoces del
capitalismo, más que medios de comunicación, son de transmisión y de
control ideológico.
En
este marco, la mejor protección para el capitalismo pasa por negarlo
como sistema, por no discutirlo y por ocultar la composición del poder
real.No es que los medios de comunicación dominantes sean una pata
fundamental del capitalismo, sino que ambos representan una unión
indisociablecon una suerte en común.
Esta
estructura oligopólica, con un puñado de medios que controlan el
conocimiento y el reconocimiento de la realidad de millones de personas,
garantiza la reproducción de este tratamiento, y con ella la
preservación del statu quo y
sus estructuras de poder. En este contexto, la información es una
mercancía esencial, cuya rentabilidad es el principio que rige la
pertinencia de su producción.
Esto
también pone en evidencia el conflicto de intereses entre los negocios y
el derecho a la comunicación. Por ello, un reto central en la batalla
cultural contra el capitalismo consiste en desmercantilizar la
información y colocarlaen el plano de los derechos. Porque la
democratización de la sociedad y de la economía necesariamente van de la
mano de una democratización de las voces y las palabras, en definitiva,
de los medios de comunicación.
Enlaces relacionados / Fuente:
http://iceautogestion.org/index.php?option=com_content&view=article&id=722:el-capitalismo-detras-de-la-pantalla&catid=19:noticias
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