Turquía: las agendas feministas en tiempo de guerra
, Estambul (Turquía)
24/10/15 · 8:00
Decenas de miles de personas hicieron temblar Estambul en junio de 2013. / Alan Hildich
Turquía está en guerra. Una guerra que no es oficial, que no se nombra
como tal sino que se vende como una ofensiva contra el terrorismo y
contra el Estado Islámico. Una guerra sospechosamente cercana a las
elecciones del próximo 1 de noviembre, las primeras en las que el
presidente de la república, Recep Tayyip Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), podría perder definitivamente la mayoría absoluta
de la que gozaba y que no le permitiría, como es su voluntad, realizar
un cambio en la Constitución para perpetuarse en el poder a través de
una república presidencialista. Una guerra que paraliza cualquier otra
agenda social, cualquier reivindicación que no sea la paz. Asomarse a la
historia de las movilizaciones y su sociedad en Turquía es recorrer las
tensiones de un territorio donde la presencia de grandes banderas
turcas no deja lugar a dudas de la necesidad que tiene el Estado de
autoafirmarse. Kurdos o armenios son sólo algunos de los pueblos y
nacionalidades que viven en el territorio turco. Junto a ellos,
movimientos sociales como los feminismos, formaciones como el Partido
Democrático de los Pueblos (HDP) o colectivos LGTBI, tienen un
objetivo común: la paz. Todos y todas sufren la guerra, son víctimas de las políticas del AKP,
cada vez más conservadoras, autoritarias y neoliberales, amparadas en
una siempre amenazadora jerarquía eclesiástica, en este caso islámica.
¿Cómo hacer frente a una guerra y a la vez tener una agenda feminista o LGTBI que te permita luchar contra la violencia machista o reivindicar el reconocimiento de los derechos de las lesbianas? “Hay un vínculo muy claro entre la violencia, los asesinatos y la guerra”. Quien habla es Deniz Bayram, del movimiento de feministas socialistas, quienes a pesar de tener un nombre tan connotado nada tiene que ver con un partido político. De hecho se definen como autónomas. Son unas 200 mujeres en toda Turquía. Su poder de convocatoria es muy grande. Desde el inicio de los ataques contra el PKK y el HDP salen una vez a la semana a la calle para exigir el fin de la violencia, mientras hacen y distribuyen materiales de denuncia y organizan diferentes campañas. De cara a las elecciones están ocupando muchos espacios públicos para exigir el fin de los ataques y han relanzado su campaña “Necesito paz”.
En todas sus acciones intentan establecer el vínculo con la violencia machista, ya que las cifras que arrojan las estadísticas turcas, que ni siquiera son oficiales, son más que preocupantes. Al igual que lo son las políticas de Erdogan para promover la igualdad de las mujeres o luchar contra los asesinatos: prácticamente inexistentes. En Turquía no hay datos fiables sobre el numero de mujeres asesinadas víctimas de la violencia machista. Algunas organizaciones que recogen las cifras de la prensa hablan de 281 mujeres asesinadas en 2014. La mayoría de casos son catalogados como crímenes pasionales. “No hay datos porque al Estado no le interesa, no está en la agenda”, nos cuenta Deniz Bayram. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 42% de las mujeres turcas ha sufrido violencia física o sexual. Un informe del Ministerio de Familia y Políticas Sociales turco afirma que más de 17.000 mujeres solicitaron protección policial contra cónyuges en 2014, una protección que en muchos casos llegó tarde. “Los jueces no ven que el asesinato de mujeres es algo sistemático, lo analizan como algo puntual, como casos aislados”, explica Deniz. “Por eso no hay un programa de apoyo potente a las mujeres si, por ejemplo, quieren abandonar sus hogares”. Uno de los puntos de inflexión, en el que las mujeres volvieron a tomar la calle con rabia, fue el caso de Özgecan Aslan. Una chica de 19 años a la que asesinaron en febrero de 2015 en un minibús cuando trataba de defenderse de una violación.
A pesar de este panorama, la situación para las mujeres no es buena y desde hace 10 años “todo va a peor”, nos explica Deniz. El viceprimer ministro Bülent Arinç ya se encargó de poner negro sobre blanco sobre su postura cuando afirmó que las mujeres “no deberían reír en público”, ni “tener actitudes provocativas” y “preservar su castidad”. Todo un compendio de ideología que tiene su reflejo en las políticas en torno a los derechos sexuales y reproductivos. En 2012, Erdogan llamó asesinas a las abortistas e intento prohibir el aborto salvo en caso de violación. El movimiento feminista lanzó una fuerte campaña y consiguió paralizar la reforma de la ley. El aborto es legal en Turquía, “pero eso no significa que sea fácil y que no esté criminalizado”, explica Deniz. Los hospitales no practican abortos y los médicos se acogen a la cláusula de conciencia. “Se hacen listas negras de mujeres que han abortado y de médicos que han practicado abortos y llaman a las familias para ensuciar su imagen”, cuenta Deniz.
La idea de familia conservadora y nuclear es central en toda la política turca, lo que afecta a todas aquellas propuestas de vida y organizaciones que desafíen este modelo. Es el caso de Lambda, una organización que defiende los derechos LGTBI. Desde su fundación en 1993, el Gobierno turco intenta quitarles su registro como asociación. Usan el argumento de que Lambda está en contra de “los valores de la familia turca” presentes en la Constitución del país.
En 2003, este colectivo comenzó a organizar la marcha del Orgullo en Estambul. El primer año fueron unas 40 o 50 personas, ahora cada vez mas gente y más ciudades celebran movilizaciones por el Orgullo. En 2014, participaron unas 80.000 personas y el símbolo del arcoiris llenó de forma inesperada una de las principales plazas de Estambul, Gezi, todo un símbolo de resistencia y de unión entre los diferentes movimientos sociales después de que en 2013 fuera ocupada para detener la construcción de un centro comercial. En Lambda luchan por visibilizar la diversidad sexual aunque comparten los mismos problemas de los colectivos feministas. “La guerra paraliza todas nuestras actividades, nos centramos en la paz. Desde hace meses cada tarde bajamos a la calle para recoger firmas y entregárselas al Gobierno”, cuenta la activista Yeşim Başaran.
¿Cómo hacer frente a una guerra y a la vez tener una agenda feminista o LGTBI que te permita luchar contra la violencia machista o reivindicar el reconocimiento de los derechos de las lesbianas? “Hay un vínculo muy claro entre la violencia, los asesinatos y la guerra”. Quien habla es Deniz Bayram, del movimiento de feministas socialistas, quienes a pesar de tener un nombre tan connotado nada tiene que ver con un partido político. De hecho se definen como autónomas. Son unas 200 mujeres en toda Turquía. Su poder de convocatoria es muy grande. Desde el inicio de los ataques contra el PKK y el HDP salen una vez a la semana a la calle para exigir el fin de la violencia, mientras hacen y distribuyen materiales de denuncia y organizan diferentes campañas. De cara a las elecciones están ocupando muchos espacios públicos para exigir el fin de los ataques y han relanzado su campaña “Necesito paz”.
En todas sus acciones intentan establecer el vínculo con la violencia machista, ya que las cifras que arrojan las estadísticas turcas, que ni siquiera son oficiales, son más que preocupantes. Al igual que lo son las políticas de Erdogan para promover la igualdad de las mujeres o luchar contra los asesinatos: prácticamente inexistentes. En Turquía no hay datos fiables sobre el numero de mujeres asesinadas víctimas de la violencia machista. Algunas organizaciones que recogen las cifras de la prensa hablan de 281 mujeres asesinadas en 2014. La mayoría de casos son catalogados como crímenes pasionales. “No hay datos porque al Estado no le interesa, no está en la agenda”, nos cuenta Deniz Bayram. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 42% de las mujeres turcas ha sufrido violencia física o sexual. Un informe del Ministerio de Familia y Políticas Sociales turco afirma que más de 17.000 mujeres solicitaron protección policial contra cónyuges en 2014, una protección que en muchos casos llegó tarde. “Los jueces no ven que el asesinato de mujeres es algo sistemático, lo analizan como algo puntual, como casos aislados”, explica Deniz. “Por eso no hay un programa de apoyo potente a las mujeres si, por ejemplo, quieren abandonar sus hogares”. Uno de los puntos de inflexión, en el que las mujeres volvieron a tomar la calle con rabia, fue el caso de Özgecan Aslan. Una chica de 19 años a la que asesinaron en febrero de 2015 en un minibús cuando trataba de defenderse de una violación.
Autodefensa feminista
En los últimos años los asesinatos machistas han tomado una nueva dimensión. Las mujeres han pasado a la autodefensa y en muchos casos parece que han hecho propio el “ante la duda, tú la viuda”. Un ejemplo es el caso de Cilen Doğan, de 28 años, que el pasado mes de julio mató a su marido por abusar de ella y querer forzarla a prostituirse. Su caso copó las portadas de todos los medios turcos, sobre todo porque no mostró ningún tipo de arrepentimiento. Junto a Cilen hay más casos. Por eso una de las nuevas líneas de trabajo de los feminismos en Turquía es lograr que el ser víctima de violencia de género sea un atenuante en el caso de haber matado a tu marido. Algo que ocurre en el caso de los hombres cuando alegan enajenación o arrepentimiento tras los asesinatos.A pesar de este panorama, la situación para las mujeres no es buena y desde hace 10 años “todo va a peor”, nos explica Deniz. El viceprimer ministro Bülent Arinç ya se encargó de poner negro sobre blanco sobre su postura cuando afirmó que las mujeres “no deberían reír en público”, ni “tener actitudes provocativas” y “preservar su castidad”. Todo un compendio de ideología que tiene su reflejo en las políticas en torno a los derechos sexuales y reproductivos. En 2012, Erdogan llamó asesinas a las abortistas e intento prohibir el aborto salvo en caso de violación. El movimiento feminista lanzó una fuerte campaña y consiguió paralizar la reforma de la ley. El aborto es legal en Turquía, “pero eso no significa que sea fácil y que no esté criminalizado”, explica Deniz. Los hospitales no practican abortos y los médicos se acogen a la cláusula de conciencia. “Se hacen listas negras de mujeres que han abortado y de médicos que han practicado abortos y llaman a las familias para ensuciar su imagen”, cuenta Deniz.
La idea de familia conservadora y nuclear es central en toda la política turca, lo que afecta a todas aquellas propuestas de vida y organizaciones que desafíen este modelo. Es el caso de Lambda, una organización que defiende los derechos LGTBI. Desde su fundación en 1993, el Gobierno turco intenta quitarles su registro como asociación. Usan el argumento de que Lambda está en contra de “los valores de la familia turca” presentes en la Constitución del país.
En 2003, este colectivo comenzó a organizar la marcha del Orgullo en Estambul. El primer año fueron unas 40 o 50 personas, ahora cada vez mas gente y más ciudades celebran movilizaciones por el Orgullo. En 2014, participaron unas 80.000 personas y el símbolo del arcoiris llenó de forma inesperada una de las principales plazas de Estambul, Gezi, todo un símbolo de resistencia y de unión entre los diferentes movimientos sociales después de que en 2013 fuera ocupada para detener la construcción de un centro comercial. En Lambda luchan por visibilizar la diversidad sexual aunque comparten los mismos problemas de los colectivos feministas. “La guerra paraliza todas nuestras actividades, nos centramos en la paz. Desde hace meses cada tarde bajamos a la calle para recoger firmas y entregárselas al Gobierno”, cuenta la activista Yeşim Başaran.
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