Nuestra percepción de la “verdad” puede explicarse como una interfaz informática de la realidad
¿Cómo saber que la realidad que se presenta a nuestros sentidos es la “verdadera” realidad? Según el científico cognitivo Donald Hoffman,
la filosofía y la epistemología no son un problema desde el punto de
vista evolutivo: con su teoría de la interfaz de la percepción (ITP por
sus siglas en inglés), Hoffman explica que las especies evolucionan para
adaptarse y sobrevivir a su medio y que nuestra percepción sensorial
obedece a este fin, en suma, a construir un modelo de la realidad que
asegure mejores probabilidades de vivir y reproducirse.
Se
trata de una analogía que compara la percepción de un ser vivo al
comportamiento de un usuario frente a una computadora: las cosas que
vemos o percibimos en el mundo no son más que iconos con un propósito
evolutivo –de lo contrario no aparecen en nuestra percepción, porque no
son relevantes en términos de supervivencia. Por ejemplo, los humanos no
necesitamos observar el espectro luminoso infrarrojo simplemente porque
tenemos otras herramientas para movernos por el mundo, pero dicho
espectro facilita la geolocalización y el cálculo espacial en otras
especies.
Para nosotros, una botella de cerveza es sólo eso, pero para el macho de la cucaracha Julodimorpha bakewelli
(cuyas hembras son grandes, brillantes y marrones) la misma botella se
parece a una hembra a la cual montará, sin éxito, hasta perecer de
cansancio o inanición. Según Hoffman, esta especie estuvo al borde de la
extinción porque sus sentidos perceptuales no le permiten percibir la
realidad (i. e., que se trata de una botella de cerveza y no de una
hembra) sino solamente un objeto grande, brillante y marrón.
Hoffman
explica en su charla TED que su teoría se basa en investigación con
simuladores evolutivos, donde los organismos digitales dotados de
sistemas perceptuales hechos para percibir la “verdad” fueron
sobrepasados por aquellos programados solamente con fines de
supervivencia. Como afirma el periodista Michael Shermer, “la evolución
diseñó nuestros sistemas sensoriales para comportarnos adaptativamente,
no para la representación realista”. En ese sentido, nuestra percepción
es un constructo informático (hecho de información, sí, pero también uno
que se comporta de manera análoga a las computadoras de escritorio) del
que los seres vivos extraen información relevante para su supervivencia
y descartan otra, apoyados por las herramientas de las que la evolución
los ha dotado a través del tiempo.
Podríamos pensar que el pensamiento y nuestras supuestas
aptitudes racionales conforman la ventaja evolutiva de los humanos en
esta lucha por la adaptación y la supervivencia: podemos elaborar
teorías e imágenes acerca del río, como Heráclito, o del fuego, pero en
primera instancia nuestros cuerpos nos informan de que uno moja y el
otro quema. Seguramente los peces perciben el “icono” del agua de una
forma totalmente distinta a como lo perciben los seres que viven fuera
de ella. En otras palabras, la realidad del pez y la del hombre no son
mutuamente excluyentes, sino que se construyen –siguiendo el modelo de
Hoffman– dentro de la percepción como modelos adecuados para la
supervivencia de nuestras respectivas especies, sin que ninguno de los
dos modelos sea más “falso” o “verdadero” que el otro.
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