miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cuba y EEUU, la normalización de la emigración

Cuba y EEUU, la normalización de la emigración

© AP Photo/ Esteban Felix

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Natasha Vázquez

A punto de cumplirse un año del histórico anuncio de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama de poner en marcha el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, hay aspectos que permanecen inamovibles.

Uno de ellos es el enfoque que tiene cada país del tema migratorio, en el que no se acaban de poner de acuerdo. Esta saga tiene raíces históricas que datan desde el siglo XIX, pero se agudizó tras el triunfo de la revolución cubana, cuando muchos residentes en la Isla iniciaron el camino del exilio ante los cambios sociales implementados por el nuevo gobierno. Sin contar a una primera oleada en la que se incluían los partidarios del sangriento régimen de Batista, la mayoría de los que tomaron otros rumbos después (y sobre todo en las últimas décadas) lo hicieron básicamente por razones económicas.
Durante todo este tiempo, en concreto desde 1966 en que se aprueba la Ley de Ajuste Cubano, Estados Unidos ha promovido la emigración ilegal, llegando a cifras difíciles de contabilizar.

Más de una vez se ha abierto el grifo migratorio creando crisis entre ambos países. Desde Camarioca en los lejanos años sesentas, pasando por el éxodo del puerto del Mariel en 1980, o la recordada crisis de los balseros, en 1994, sin contar los cientos de miles que se han aventurado (y en muchas ocasiones, quedado en el camino) entre uno y otro episodio.
La vía marítima había sido hasta ahora la preferida, con la esperanza de tocar tierra norteamericana, especialmente desde 1966, en que se implanta la política de "pies secos, pies mojados", mediante la cual cualquier cubano que consiga llegar a territorio estadounidense es automáticamente aceptado. Ninguna otra nacionalidad tiene ese privilegio. Desde 1995, año en que se firmaron los acuerdos migratorios, unos 4 000 cubanos llegaban anualmente a las costas de la Florida.
Pero la ruta ha variado en los últimos tiempos, desde que la isla adoptara nuevas medidas que facilitan la salida del país a cualquiera que lo desee, muchos prefieren asegurar que llegan con los pies secos y escogen la vía terrestre a través de la frontera de México.

Durante este año, ya son más de 45 000 cubanos los que han entrado por esa vía, incrementando las cifras por temor a la desaparición de la Ley de Ajuste Cubano. El cuello de botella de este último mes en el que ya miles de personas han quedado atrapadas en la frontera de Costa Rica con Nicaragua, vuelve a poner el asunto en un lugar preponderante de la agenda bilateral.
Pero ni siquiera el hecho de que Washington y La Habana se han reunido en plena crisis para revisar la marcha de los Acuerdos Migratorios, ha conseguido una solución efectiva. Cuba continúa culpando a la Ley de Ajuste y el gobierno Obama insiste en no hacer cambios en ese sentido. Según el The New York Times, esta situación "es muestra fehaciente de que la política migratoria de Washington hacia Cuba ya no es sostenible". Para evitar males mayores, el influyente diario sugiere cambiar esa política de «pies secos, pies mojados» y a la vez aumentar significativamente la cifra de cubanos que son admitidos legalmente.
Por la parte cubana, es cierto que ha habido un cambio de discurso sobre el fenómeno migratorio. Los que toman la decisión de marcharse no son inmediatamente catalogados de traidores y tienen derecho a regresar a su país en la mayoría de los casos. Pero aún está lejos el día en que la diáspora ocupe el lugar que le corresponde en la sociedad cubana.
Lo cierto es que esta sangría, que ya dura décadas, se ha llevado y continúa llevándose a buena parte de lo mejor del país. Basta mirar alrededor, en cualquier ámbito y notaremos que muchos de los que alguna vez fueron nuestros compañeros de estudios o colegas, están hoy lejos de Cuba. Según las cifras disponibles, la cantidad de cubanos que viven fuera de la isla se acerca a los 3 millones con una tendencia creciente en el período 2008-2012. Datos de la Oficina Nacional de Estadísticas afirman que 46 662 cubanos salieron del país en 2012, la cifra más alta desde 1994.
El 38,2 por ciento del total de emigrantes eran jóvenes y el 52 por ciento fueron mujeres, factor que afecta el crecimiento poblacional y la edad media del país.
Algunos calculan que anualmente emigra cerca del 1% de la población, o sea, que si fuera así, desde 1990 se ha marchado un 25% de los cubanos.
Entre ellos, los médicos han sido de los sectores más afectados, desde el mismo principio de la revolución a tiempos recientes en que tienen facilidades especiales para ingresar a Estados Unidos, con el Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos, diseñado para aquellos que desertan de misiones gubernamentales.
Pero en respuesta Cuba vuelve ahora a "botar el sofá", como diría el viejo chiste, y ante el problema, ha limitado las salidas de estos profesionales, que deberán nuevamente solicitar un permiso especial para viajar al exterior, aunque sea de forma temporal.
Una vez más nos centramos en las consecuencias, y no en las causas que provocan que tantas personas opten por la emigración. Mientras no mejoren los niveles de vida en la isla, mientras los profesionales y cualquier otro trabajador no puedan vivir de su salario, seguiremos teniendo un gran problema que puede comprometer el crecimiento económico y el futuro de la nación.

Esa Cuba del futuro solo podrá construirse como dijo José Martí, "con todos y para el bien de todos", incluyendo a esos tres millones de emigrados explayados hoy por medio mundo. Para conseguir esa verdadera normalización, no basta con que cambie la política norteamericana hacia nosotros. Nos toca cambiar desde adentro también.

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