kaosenlared.net
Diego Rivera, Frida Khalo y León Trotsky: los tres de Coyoacán
Por Xulio Formoso / Periodistas-es.com
Sobre la trinidad y el amor en tiempos
de añil Desde que tengo uso de razón he sido un adicto decididamente
enganchado, yonqui convencido, entusiasta y consecuente del cómic,
comenzando en aquellas lejanas épocas de principios de los sesenta
cuando ni siquiera existía la palabra como tal y simplemente les
decíamos tebeos. De aquellos característicos […]
Sobre la trinidad y el amor en tiempos de añil
Desde que tengo uso de razón he sido un adicto decididamente enganchado, yonqui convencido, entusiasta y consecuente del cómic, comenzando en aquellas lejanas épocas de principios de los sesenta cuando ni siquiera existía la palabra como tal y simplemente les decíamos tebeos.
De aquellos característicos cuadernos apaisados del Capitán Trueno de Ambrós y el Hazañas bélicas del gran Boixcar con sus inconfundibles y dramáticos tramados que semejaban xilografías y que mi madre me compraba por cinco pesetas en un quiosco emblemático de Vigo muy cercano a mi casa natal frente al Colegio Alemán en el principio de la calle General Aranda (la presente Pi y Margall) hasta cualquiera de las cotidianas maravillas gráficas actuales del paisano Miguelanxo Prado o las sorprendentes Meninas de Olivares. A lo largo de los años y los viajes he ido reuniendo una anárquica y variopinta colección de publicaciones de eso que llaman noveno arte y que algún día me propongo seriamente ordenar y clasificar así sea por idiomas y nacionalidades.
Recientemente ha llegado a mis manos un cuarteto de publicaciones en este género, de muy diferentes alcances y calidades acerca de la figura de Frida Khalo y su entorno. Tres de ellos (un fumetti –cómic en italiano-, uno de un dibujante australiano y otro de un catalán, ni siquiera ameritan comentario) pero entre los cuatro hay un bande dessinée –cómic en francés- que es el origen de este artículo.
Frida Khalo, pourquoi voudrais je des pieds puisque j’ai des alles pour voler? (¿Para qué quiero pies si ya tengo alas para volar?) es el larguísimo título de la publicación de la editorial Delcourt de febrero de este 2015, con deplorables dibujos y un más que confuso guión acompañando la gráfica.
Pero el tema es aquí lo verdaderamente interesante. Se trata acerca de la relación tan particular que tuvieron tres personajes trascendentales que marcaron pautas y establecieron hitos: Frida Khalo, Diego Rivera y León Trotski. En un corto lapso del acontecer de la historia (1937-1940) y por circunstancias del destino, sus vidas se juntaron, se mezclaron y sucedieron hechos significativos.
Protagonistas
Diego Rivera (1886 Guanajuato – 1957 México D.F.) fue un artista monumental y desmesurado en toda la extensión de la palabra, comprometido políticamente y creador junto con Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco del muralismo mexicano. Mujeriego impenitente, seductor contumaz, clínicamente incapaz para la monogamia, marxista convencido y pintor genial. Sus obras de vindicación nacionalista y carácter conmemorativo llevaron a la culminación de un nuevo lenguaje figurativo que asombró al mundo. Obrero del arte a gran escala, prolífico y multifacético. Kilos de talento al servicio de una causa. Físicamente grande, gordo, panzón, feo y comunista.
Se casó con Frida Khalo, a la que llevaba 20 años, en 1929. A doña Matilde Calderón, madre de Frida nunca le agradó ese amorío. Le parecía la unión entre un elefante y una paloma. Se divorciaron en 1940 y se volvieron a casar un año después y mantuvieron la relación hasta la muerte de ella en 1954.
Frida Khalo (1907 Coyoacán – 1954 Coyoacán) tuvo una vida marcada por el sufrimiento y el dolor. Una poliomielitis a los seis años y dos accidentes graves dejaron su impronta en ella. El primero fue en su adolescencia cuando un terrible percance de tráfico dejó su cuerpo roto, fracturado y frágil por el resto de su existencia. El segundo accidente grave fue Diego Rivera. Más allá de la reciente fridomanía fue una artista autobiográfica y mexicanista, pintó unas doscientas obras y selló un estilo propio y personalísimo, poético, colorido y vigoroso que escapa a toda clasificación.
León Trotsky (1879 Ucrania – 1940 Coyoacán) fue una de las figuras más destacadas y sin duda la más brillante que tuvo el marxismo en su tiempo. Acusado por Stalin de todos los crímenes inimaginables incluyendo, faltaría más, el del consabido agente del imperialismo; encarcelado, aislado y al final expulsado de la Unión Soviética, luego de un largo periplo recaló en México en 1937 gracias a los oficios de Diego Rivera ante el presidente Lázaro Cárdenas. Se instaló con su esposa en la Casa Azul en Coyoacán de Diego y Frida y de allí a convertirse en el amante de la joven artista cejijunta y bigotona no fue más que un asunto de corto tiempo. El romance duró pocos meses y cuando Diego se enteró decidió romper amistad con el exiliado que, como es de rigor en estos casos, tuvo que mudarse de la morada común. Fueron sin duda un trío peculiar y mucho más peculiar tomando en cuenta la época, la geografía y las costumbres.
Trotsky fue asesinado en 1940 en su casa de Coyoacán, muy cerca de la de Frida y Diego, por un oscuro y siniestro personaje al servicio de Stalin, de cuyo nombre no quiero acordarme.
Conclusión
Los Tres de Coyoacán forman parte de la Historia, con mayúscula y en cursiva y, como nuestra memoria suele ser corta y puntual, es bueno de cuando en vez hacer una especie de postal conmemorativa de algunos hechos y personajes.
Sobre la trinidad y el amor en tiempos de añil
Desde que tengo uso de razón he sido un adicto decididamente enganchado, yonqui convencido, entusiasta y consecuente del cómic, comenzando en aquellas lejanas épocas de principios de los sesenta cuando ni siquiera existía la palabra como tal y simplemente les decíamos tebeos.
De aquellos característicos cuadernos apaisados del Capitán Trueno de Ambrós y el Hazañas bélicas del gran Boixcar con sus inconfundibles y dramáticos tramados que semejaban xilografías y que mi madre me compraba por cinco pesetas en un quiosco emblemático de Vigo muy cercano a mi casa natal frente al Colegio Alemán en el principio de la calle General Aranda (la presente Pi y Margall) hasta cualquiera de las cotidianas maravillas gráficas actuales del paisano Miguelanxo Prado o las sorprendentes Meninas de Olivares. A lo largo de los años y los viajes he ido reuniendo una anárquica y variopinta colección de publicaciones de eso que llaman noveno arte y que algún día me propongo seriamente ordenar y clasificar así sea por idiomas y nacionalidades.
Recientemente ha llegado a mis manos un cuarteto de publicaciones en este género, de muy diferentes alcances y calidades acerca de la figura de Frida Khalo y su entorno. Tres de ellos (un fumetti –cómic en italiano-, uno de un dibujante australiano y otro de un catalán, ni siquiera ameritan comentario) pero entre los cuatro hay un bande dessinée –cómic en francés- que es el origen de este artículo.
Frida Khalo, pourquoi voudrais je des pieds puisque j’ai des alles pour voler? (¿Para qué quiero pies si ya tengo alas para volar?) es el larguísimo título de la publicación de la editorial Delcourt de febrero de este 2015, con deplorables dibujos y un más que confuso guión acompañando la gráfica.
Pero el tema es aquí lo verdaderamente interesante. Se trata acerca de la relación tan particular que tuvieron tres personajes trascendentales que marcaron pautas y establecieron hitos: Frida Khalo, Diego Rivera y León Trotski. En un corto lapso del acontecer de la historia (1937-1940) y por circunstancias del destino, sus vidas se juntaron, se mezclaron y sucedieron hechos significativos.
Protagonistas
Diego Rivera (1886 Guanajuato – 1957 México D.F.) fue un artista monumental y desmesurado en toda la extensión de la palabra, comprometido políticamente y creador junto con Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco del muralismo mexicano. Mujeriego impenitente, seductor contumaz, clínicamente incapaz para la monogamia, marxista convencido y pintor genial. Sus obras de vindicación nacionalista y carácter conmemorativo llevaron a la culminación de un nuevo lenguaje figurativo que asombró al mundo. Obrero del arte a gran escala, prolífico y multifacético. Kilos de talento al servicio de una causa. Físicamente grande, gordo, panzón, feo y comunista.
Se casó con Frida Khalo, a la que llevaba 20 años, en 1929. A doña Matilde Calderón, madre de Frida nunca le agradó ese amorío. Le parecía la unión entre un elefante y una paloma. Se divorciaron en 1940 y se volvieron a casar un año después y mantuvieron la relación hasta la muerte de ella en 1954.
Frida Khalo (1907 Coyoacán – 1954 Coyoacán) tuvo una vida marcada por el sufrimiento y el dolor. Una poliomielitis a los seis años y dos accidentes graves dejaron su impronta en ella. El primero fue en su adolescencia cuando un terrible percance de tráfico dejó su cuerpo roto, fracturado y frágil por el resto de su existencia. El segundo accidente grave fue Diego Rivera. Más allá de la reciente fridomanía fue una artista autobiográfica y mexicanista, pintó unas doscientas obras y selló un estilo propio y personalísimo, poético, colorido y vigoroso que escapa a toda clasificación.
León Trotsky (1879 Ucrania – 1940 Coyoacán) fue una de las figuras más destacadas y sin duda la más brillante que tuvo el marxismo en su tiempo. Acusado por Stalin de todos los crímenes inimaginables incluyendo, faltaría más, el del consabido agente del imperialismo; encarcelado, aislado y al final expulsado de la Unión Soviética, luego de un largo periplo recaló en México en 1937 gracias a los oficios de Diego Rivera ante el presidente Lázaro Cárdenas. Se instaló con su esposa en la Casa Azul en Coyoacán de Diego y Frida y de allí a convertirse en el amante de la joven artista cejijunta y bigotona no fue más que un asunto de corto tiempo. El romance duró pocos meses y cuando Diego se enteró decidió romper amistad con el exiliado que, como es de rigor en estos casos, tuvo que mudarse de la morada común. Fueron sin duda un trío peculiar y mucho más peculiar tomando en cuenta la época, la geografía y las costumbres.
Trotsky fue asesinado en 1940 en su casa de Coyoacán, muy cerca de la de Frida y Diego, por un oscuro y siniestro personaje al servicio de Stalin, de cuyo nombre no quiero acordarme.
Conclusión
Los Tres de Coyoacán forman parte de la Historia, con mayúscula y en cursiva y, como nuestra memoria suele ser corta y puntual, es bueno de cuando en vez hacer una especie de postal conmemorativa de algunos hechos y personajes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario