¿Que es realmente eso que llamamos Familia?
Consideramos
familia a esas personas que llevan nuestra misma sangre, es ese parentesco el
que nos enlaza a ellos y nos hace vincularnos de por vida. Vinculo de sangre
con grado, y con una capacidad para modelar nuestra conciencia, inculcando en
nuestra mente “valores” útiles para desenvolvernos en el mundo real, en nuestra
querida sociedad.
Ese
parentesco nos agrupa y nos supera tras a muerte, es ese arraigo lo que nos
perpetua y nos liga a esta tierra. Nos llevamos con nosotros ese deber no
escrito de criar y salvaguardar a nuestra descendencia, no criamos y educamos a
personas independientes y seguras de si mismas, sino todo lo contrario. El
sistema y el miedo y la cultura de la escasez, se encarga de que inculquemos
generación tras generación, esa estúpida necesidad de proteger a nuestros hijos
como a infantes durante toda su vida.
Desde
que nace entramos en un constante estado de preocupación y alarma que no
desaparece ni siquiera con la muerte. Preocupados y temerosos, de que no
enfermen, que coman, que se relacionen y se integren, que no tengan conflictos,
que no se desvíen, que amistades tienen, que parejas tienen, que trabajos
tienen, gana suficiente, pueden valerse por sí mismos…
En
la naturaleza, todas las especies cuidan y crían a sus cachorros y sus
polluelos, pero cuando están listos, sueltan y les dejan volar, unos vivirán
más y otros vivirán menos, pero el trabajo del progenitor ya está hecho, y son
las decisiones de ese cachorro ya crecido, las que le llevaran a seguir el
ciclo o caer en las fauces de cualquier depredador. Sería injusto
responsabilizar a sus padres de caer devorado o de morir sin cumplir con el
programa, sin embargo con los humanos pasa todo lo contrario, a pesar de tener más
inteligencia, no hemos sido capaces de comprender ese ciclo vital, y el
sentimiento posesivo nos lleva a controlar cada una de las etapas que van
quemando nuestra descendencia.
A
pesar de ser una especie inteligente, somos tremendamente inseguros y temerosos
y no permitimos que nadie tome decisiones que los acabe responsabilizando de
sus actos, esto quizás, es consecuencia directa del papel que ha jugado la
religión, donde un dios padre, severo y observador, nos castigaba a cada error
(pecado) con lo cual quien no hierra no aprende, y como consecuencia vivimos y
morimos en una constante necesidad de un tutor, que nos guíe y nos salve. El
juego de controlarlo todo y a la vez tener alguien superior que nos controle y
nos guíe, un juego estúpido en el que aún no hemos sido capaces de superar el
primer nivel.
Como
especie y como sociedad, vista desde fuera, parecemos un bebe llorón con el
pañal perpetuamente sucio. Un bebe constantemente irritado, que no sabe y no quiere
saber nada. Una sociedad inmadura e irresponsable, cría y educa, personas
inmaduras e irresponsables. Sus creencias y sus ideologías lo serán igual,
orientadas a que alguien superior nos diga cómo comportarnos, como ser, como
vivir. Este sistema nos da la pauta, para vivir mamando de su pecho de por
vida, sin riesgo y sin conciencia. Ese pecho nos mantiene cómodos, y en un
perpetuo sopor, no nos alimenta, pero tampoco sentimos la necesidad de
despegarnos de ahí.
Con
un dios (padre) su hijo (hermano mayor) y ese hipotético espíritu, que ni
entendemos ni concebimos, tenemos bastante. No tenemos libre albedrio, pero ¿para
que lo queremos? se nos dice que lo tenemos y eso es real, es verdad, lo
tenemos y siempre está ahí esperando a que lo agarremos, pero ¿para qué? No lo necesitamos, el modo en el
que nos educan y educamos, lo demuestra. No tomaremos decisiones más allá, de
elegir un color, una pareja, un medio de transporte y el ataúd, poco más. Tus
estudios están condicionados, primero, a las necesidades que quiera cubrir el
sistema y segundo, las que quiera cubrir tus tutores y su orgullo de estirpe. El
trabajo tampoco lo elijes, ya que es la empresa la que te contrata, y para todo
lo demás, siempre hay clausulas y letra pequeña. Así que esa inmadurez nos deja
de tal modo, que a la hora de criar a unos hijos, lo hagamos como niños con un
juguete nuevo, son míos, y solo míos…
Solo
cuando te sales de la pauta y tú conciencia te hace ver la realidad, se acaba
esa necesidad de tutor y pierdes interés por cualquier teta que el sistema te
dé a mamar. Esto te hace replantearte incluso ese ciclo sagrado que da la
sangre y te das cuenta que un pariente nos es necesariamente familia y que hay
familia por ahí fuera que ni siquiera conocemos aun.
Nuestra
escasez de referencias, es la que nos hace agarrarnos a un clavo ardiendo, se
llame familia o se llame orgullo. Es esa amnesia la que nos hace perder toda
referencia en memoria de los seres con los cuales si tenemos un vínculo real y
duradero.
Tu
vista, tu mente y tu educación engañan a tu conciencia, pero ese sentimiento
que te liga a alguien que el sistema o la sangre te dicen, que no te une a
ellos ningún parentesco, pero sin embargo hay algo que chilla dentro de ti y te
dice que ese Ser tiene más que ver contigo que toda tu familia junta, y como
con él, hay muchos más que a los largo del camino vas encontrando y que sin
saber cómo se cruzan en tu vida y dejan un rastro que si eres consciente es
difícil de obviar.
Es
tu familia real, son esos seres a los que te une un vínculo que traspasa todas
las fronteras físicas y espirituales, y de los cuales os separan océanos en el
peor de los casos, pero que dejaron una profunda huella en ti en un pasado
remoto, que hace que aflore todo cuando estamos con ellos. Es difícil de
explicar, pero seguro que a muchos de vosotros os ha pasado que tenéis algo tan
fuerte con alguien que supera esa trillada etiqueta llamada “amistad”, o la más
manoseada aun, y típica tópica relación de pareja. Nadie os da pruebas, pero
sentís y percibís que hay algo más, ni vuestros sentidos, ni vuestra memoria,
os permiten encajar y relacionar adecuadamente ese vínculo. Cualquier gurú te metería
en el patetismo de las almas gemelas, pero no se trata de algo romántico y no
es una simple amistad, ni siquiera podrían ser considerados familia, porque ese
vínculo trasciende toda etiqueta y todo programa.
Nos
han movido como a peones en un grandísimo tablero, nos han colocado de tal
forma que es difícil reconocernos ni siquiera a nosotros mismos, peleamos en el
bando en el que aterrizamos sin tener siquiera unas mínimas nociones. Nos dan
una identidad, una nacionalidad, nos dan cuerda y a correr, como pequeños
soldaditos de plomo, en una maqueta en el que la muerte y la sangre derramada
son reales.
¿Quién
puede llamar familia a otra persona, sin ese lazo genético? En realidad aquí,
nadie conoce a nadie, nadie sabe nada de nadie, y nos ofuscamos por salvar una
identidad y una vida que ni siquiera es nuestra. La realidad es que estamos aquí
de alquiler, y vida tras vida nos renuevan este precario arrendamiento.
A
falta de más referencias, mi familia es aquella que me acepta, me apoya, me
comprende y me ama, aquella que abre los brazos de par en par cuando les regalo
todo mi Ser, cuando mi energía y mi esfuerzo les motiva y les ayuda a dar su
siguiente paso, y cuando sus sacrificios no son en vano, y me ayudan a
levantarme cuando me caigo. Sin más guía que su ánimo y su aliento, para seguir
levantando la vista y tener el valor de avanzar en este sin sentido.
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