Los vínculos de Hillary Clinton con Wall Street (1ª parte)
El
pasado menos conocido de la candidata demócrata, sus mayores donantes y
cómo éstos han condicionado aspectos de sus posturas en política
económica y social
Por Olga Rodríguez - eldiario.es
Donald
Trump es machista, racista e imprevisible, lo que dibuja un futuro
inquietante en caso de que gane. Sus declaraciones y sus provocaciones
han sido objeto de escándalo y de crítica. Frente a él, Hillary Clinton
podría parecer la candidata sensata opuesta al republicano furibundo.
Pero lo cierto es que la demócrata no genera enormes entusiasmos y en
muchos casos es vista simplemente como un mal menor.
Que Hillary Clinton es la candidata de Wall Street no lo duda nadie, y sus propios simpatizantes lo reconocen. No en vano, tres de las cinco
entidades individuales que más donaciones han aportado a la candidata
han sido bancos de Wall Street. Y no cualquier banco: Goldman Sachs,
Citibank y JP Morgan.
A
lo largo de su carrera la exsenadora ha recaudado más de 400 millones
de dólares como apoyo a sus campañas electorales. De ellos, 21,8
millones son procedentes del sector financiero, de valores e inversiones
y de la banca comercial. Además, Wall Street no solo le entrega
donaciones, sino que paga sus discursos, con una media de 225.000 dólares por conferencia.
En
una de esas charlas, pagada por Goldman Sachs, elogió a su pagador y
evitó criticarlo por intentar intentar obstaculizar un mayor control de
ciertos movimientos financieros. En otra conferencia afirmó que la
reforma financiera “tiene que proceder de la propia industria” porque
“la gente que mejor conoce el sector son quienes trabajan en él”, y que
culpar a los bancos de la crisis es una “simplificación excesiva”.
La
candidata demócrata ha contado en el pasado con el apoyo del director
de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein. También Jamie Dimon, director de JP
Morgan, ha sido un contribuyente habitual en las campañas de la
exsenadora, donando la cantidad máxima en su carrera presidencial de
2008 y haciendo aportaciones tanto para la campaña electoral de Hillary
para el Senado y de Bill para la presidencia en 1996.
Las
puertas giratorias no han sido un problema para Hillary Clinton. Como
secretaria de Estado contó con dos grandes asesores procedentes de los
despachos de dos importantes bancos privados. “Gracias por haberme
prestado a Tom Nides durante estos dos años”, comentó en un discurso en
Morgan Stanley ofrecido en 2013, refiriéndose a un alto ejecutivo de
dicho banco, Tom Nides, quien tras su paso por la secretaría de Estado
regresó de nuevo a Morgan Stanley como vicepresidente.
Ella misma, antes de dar el salto a la política, trabajó durante años en las juntas directivas de diversas corporaciones, como Wal-Mart,
el mayor contratador privado de Estados Unidos, situado en el punto de
mira de organizaciones defensoras de los derechos laborales por los
casos cotidianos de explotación laboral y discriminación salarial de
género. Las denuncias
se centran en los bajos sueldos, las malas condiciones de trabajo y la
asistencia sanitaria inadecuada, además de una política de empresa
antisindical contraria a la organización de los empleados para
defender sus derechos. Hillary Clinton siempre mantuvo silencio al
respecto, y los herederos del dueño de Wal-Mart, Sam Walton, han
respaldado a la candidata en estas elecciones con aportaciones
económicas.
Al
menos 60 compañías por las que hizo lobby la Secretaría de Estado con
Clinton al frente entregaron más de 26 millones de dólares a la
Fundación Clinton a cambio de conferencias de Bill o Hillary, una
cantidad no revelada por la Fundación. En total a lo largo de los años
el matrimonio Clinton ha recaudado unos 3.000 millones
de dólares, 2.000 entregados a su Fundación y 1.000 más como apoyo
político directo. El magnate minero canadiense Frank Giustra está entre
los donantes más ricos, que ha contribuido con más de 25 millones.
La pareja que más dinero ha entregado es la formada por el presidente de Univisión Haim Saban
y su mujer Cheryl, que han hecho 39 contribuciones económicas valoradas
en 2.4 millones de dólares para apoyar las campañas electorales de los
Clinton desde 1992. Además han donado al menos 10 millones a la
Fundación Clinton, según una investigación del diario The Washington
Post.
Haim Saban es un firme defensor de las políticas de Israel. En una carta
de Clinton a Saban escrita el pasado año, ésta le promete que hará de
la lucha contra la campaña del BDS -boicot, desinversión y sanciones a
las empresas israelíes que trabajan en los territorios ocupados- una
prioridad si gana la presidencia. Saban ha confesado abiertamente que su
objetivo número uno es influir en la política estadounidense a favor de
Israel.
Lo
recaudado por los Clinton no tiene parangón. Por ejemplo, las
donaciones obtenidas por tres generaciones de la familia Bush -2.400
millones- no alcanza las cantidades amasadas por Bill y Hillary Clinton.
Casi la mitad del dinero recaudado en la campaña de Hillary procede de
158 familias, una concentración sin precedentes.
Este
tipo de donaciones pueden condicionar las políticas de sus receptores.
Por ejemplo, cuando la Fundación Clinton recibió dinero del gigante
petrolífero Pacific Rubiales -con negocios en Colombia- Hillary modificó
sus posiciones hacia el tratado de libre comercio con Colombia,
al que se había opuesto en el pasado, y como secretaria de Estado apoyó
su ratificación. Pacific Rubiales, firme defensor de la consolidación
del tratado de libre comercio, había sido señalado por sindicatos y
organizaciones de derechos humanos como instigador de actos violentos
contra los trabajadores, en un momento en el que se registraban
amenazas, ataques e incluso asesinatos de sindicalistas que hacían
campaña contra el tratado.
También
diversas organizaciones defensoras de los derechos laborales han
denunciado que, como secretaria de Estado, Hillary Clinton presionó para
impedir una subida salarial para los trabajadores de multinacionales en
Haití, beneficiando los intereses de grandes corporacions que operan en el país, como Fruit of the Loom, Hanes y Levi´s.
Otra de las críticas más señalada hacia los Clinton es la referida a su apoyo a la reforma del llamado welfare,
que en la práctica supuso la reducción de ayudas para las personas
migrantes -tanto las que están en situación regularizada como las que
no- y para los sectores más pobres de la población. En 1995 dicha
asistencia cubría a 14 millones de personas en Estados Unidos. Hoy solo
llega a 4,2 millones, lo que supone que ahora solo el 36% de las
familias con niños necesitadas reciben ayudas, frente al 68% anterior.
Y
a pesar de que Estados Unidos es uno de los países con más pobres
dentro del primer mundo, los niveles de pobreza no son prioridad en el
debate público ni en la campaña electoral. Frente a un rival como Donald
Trump, los demócratas habrían necesitado una candidata dispuesta a
representar valores claramente favorables a la mayoría social y
compromisos con los más desfavorecidos. Clinton representa lo contrario.
Apuesta por perpetuar el modelo social estadounidense, a pesar de sus
pésimos indicadores y se atreve a despreciar el estado del bienestar,
afirmando que Estados Unidos “no es Dinamarca”.
Su
mayor baza electoral es sin duda el feminismo, una bandera que no había
ondeado tanto en sus campañas electorales anteriores como candidata al
Senado y a la presidencia en 2008. Dentro del feminismo estadounidense
hay sectores críticos que la acusan de defenderlo solamente para las
clases medias y altas blancas con posibilidades de seguir la máxima de
“si quieres, con esfuerzo puedes”.
Siendo
esto una realidad, Hillary Clinton ha sido capaz de defender el derecho
al aborto de las mujeres y ha querido dejar claro que es hora de que
las mujeres también puedan ser presidentas de un país como Estados
Unidos. Es esto último, junto al hecho de tener como adversario a Donald
Trump, sus dos principales bazas electorales.
Bernie
Sanders, con una campaña comprometida con los sectores desfavorecidos
de la población y financiada sin ataduras con los poderes financieros,
sin grandes donaciones, con aportaciones de la gente, habría podido
generar una movilización en una parte del electorado estadounidense
potencialmente demócrata que contempla con decepción y temor las
ataduras de Hillary Clinton en política económica y sus posiciones
militaristas en política exterior. Pero Sanders no pudo ser. Y ahora los
estadounidenses eligen entre dos opciones que representan lo malo y lo
peor.
(Mañana, segunda parte: “Las guerras de Hillary Clinton”)
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