miércoles, 24 de diciembre de 2014

Ucrania: renuncia y tensiones
P
or mayoría de 303 votos a favor, la Rada Suprema (parlamento) de Ucrania aprobó ayer una ley que prevé la renuncia de ese país a su estatus de Estado no alineado, con el argumento de que éste demostró su ineficacia desde el punto de vista del mantenimiento de la seguridad del Estado frente a la agresión y presión desde el exterior.
Debe recordarse que dicha condición –que prohíbe a Kiev sumarse a cualquier alianza de defensa internacional– había sido elevada a rango constitucional en junio de 2010 por el depuesto presidente Victor Yanukovich, mediante una ley sobre las bases de la política interna y externa. Por su parte, el gobierno de Rusia ha venido destacando desde hace años el mantenimiento de ese estatus como uno de los pilares centrales de la estabilidad en la región. Con esos antecedentes, resulta lógica la respuesta del Kremlin, que calificó de acto hostil la decisión adoptada por el parlamento de Ucrania. El primer ministro ruso, Dimitri Medvediev, manifestó que esta decisión tendrá consecuencias extremadamente negativas, y nuestro país se verá obligado a reaccionar, en tanto que el canciller del país euroasiático, Serguei Lavrov, advirtió que el abandono por Ucrania del estatuto de país no alineado exacerba el clima de confrontación.
Aunque la aprobación de la ley comentada no implica en automático una adhesión de Kiev a ningún organismo militar multinacional, es evidente que dicha decisión es un paso más en los planes de ese gobierno por incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Y si bien es cierto que esa eventual incorporación aún no es un hecho, la votación registrada ayer en la Rada Suprema constituye clara provocación a Moscú y un impulso a los sempiternos deseos de la alianza atlántica por expandirse en áreas de influencia de la extinta Unión Soviética, particularmente Europa oriental, que se produce en un momento de debilidad económica para Rusia, derivado de las caídas en las cotizaciones internacionales de los energéticos y del aislamiento promovido por Washington y Bruselas en represalia por el supuesto apoyo del régimen de Vladimir Putin a los separatistas pro rusos de Ucrania. Con todo, la apuesta de Ucrania por acercarse a la OTAN de manera definitiva podría resultar muy peligrosa e indeseable para la paz de la región y del mundo. Con el recuerdo fresco de la guerra en Georgia por el control de Osetia del Sur –que coincidió con las intenciones del gobierno de Tiflis para unirse a la OTAN– y habida cuenta del clima de persistente tensión en Ucrania, la anexión podría atizar y recrudecer el conflicto en ese país y anular los acuerdos alcanzados en septiembre pasado en Minsk entre el gobierno y los separatistas.
La apuesta de Occidente por reactivar una lógica de guerra fría con un marcado componente económico podría, por otra parte, incentivar la conformación de nuevos bloques multinacionales antagónicos. Ayer mismo, en coincidencia con la renuncia de Ucrania a su estatus de no alineado, Moscú y otros gobiernos de países ex soviéticos –Tayikistán, Kazajstán, Armenia, Bielorrusia, Kirguistán– formalizaron la creación de una Unión Económica Euroasiática, que pretende ser un mercado común con más de 170 millones de consumidores y al que podrían incorporarse otras naciones, como Irán, con el objetivo de constituir un nuevo contrapeso a la hegemonía económica de Occidente.
Es paradójico, por último, que mientras en nuestro continente se reactivan las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana, y se diluye de esa forma uno de los últimos reductos de la guerra fría, en Europa oriental se registre una versión actualizada de la vieja diplomacia de los portaviones.

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