Canadá se retira de la coalición de combate contra el Estado Islámico
Tras su victoria arrolladora en
las elecciones del lunes, el liberal Justin Trudeau ha comunicado al
presidente estadounidense, Barack Obama, que Canadá pondrá fin a su
participación en la coalición internacional contra el Estado Islámico
(ISIS en sus siglas en inglés). El primer ministro electo, que
sustituirá en el cargo al conservador Stephen Harper, ha confirmado al
mandatario estadounidense que, como había prometido en su programa
electoral, retirará los aviones de combate canadienses de la misión de
ataque al ISIS en Siria e Irak.
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No obstante, el liberal quebequés, que no especificó cuando
se produciría la retirada, aseguró que Canadá seguiría participando “de
manera responsable” en la lucha contra el yihadismo del ISIS y se ha
comprometido a enviar más entrenadores militares para ayudar a las
fuerzas de seguridad iraquíes, según destaca el diario The Washington
Post.
El cambio que abandera el quebequés Trudeau, hijo del mitificado primer ministro Pierre Elliott Trudeau y que ha puesto fin a una década conservador el el país, propicia un regreso al Canadá de siempre, el del consenso en el interior y el multilateralismo en el exterior. Trudeau quiere restablecer relaciones diplomáticas con Irán e implicarse a fondo en la lucha contra el cambio climático, que Harper veía con escepticismo. Sus asesores hablan de una diplomacia proactiva, sin los acentos neoconservadores de Harper en las intervenciones militares, las relaciones con Rusia e Israel e incluso con EE UU.
La falta de sintonía con el presidente Barack Obama alineaba a Harper con el Partido Republicano. En la derecha estadounidense, exasperada ante la supuesta falta de nervio de Obama, Harper es un ídolo, un líder con la claridad moral que aparentemente le falta a su presidente. Una de las acusaciones lanzadas en Canadá contra Harper fue la de ser demasiado estadounidense: por su arraigo en el Oeste —una región culturalmente más cercana, en algunos aspectos, al Oeste de EE UU que al núcleo histórico de Canadá, en la cuenca del río San Lorenzo— y por su conservadurismo, alejado de la moderación del partido tradicional de la derecha, el Partido Progresista Conservador, cuyo nombre era una declaración de principios.
El cambio que abandera el quebequés Trudeau, hijo del mitificado primer ministro Pierre Elliott Trudeau y que ha puesto fin a una década conservador el el país, propicia un regreso al Canadá de siempre, el del consenso en el interior y el multilateralismo en el exterior. Trudeau quiere restablecer relaciones diplomáticas con Irán e implicarse a fondo en la lucha contra el cambio climático, que Harper veía con escepticismo. Sus asesores hablan de una diplomacia proactiva, sin los acentos neoconservadores de Harper en las intervenciones militares, las relaciones con Rusia e Israel e incluso con EE UU.
La falta de sintonía con el presidente Barack Obama alineaba a Harper con el Partido Republicano. En la derecha estadounidense, exasperada ante la supuesta falta de nervio de Obama, Harper es un ídolo, un líder con la claridad moral que aparentemente le falta a su presidente. Una de las acusaciones lanzadas en Canadá contra Harper fue la de ser demasiado estadounidense: por su arraigo en el Oeste —una región culturalmente más cercana, en algunos aspectos, al Oeste de EE UU que al núcleo histórico de Canadá, en la cuenca del río San Lorenzo— y por su conservadurismo, alejado de la moderación del partido tradicional de la derecha, el Partido Progresista Conservador, cuyo nombre era una declaración de principios.
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