Los sueños han sido vistos psicológica y culturalmente desde diferentes frentes, pero el budismo permite acercanos a ellos como una práctica de conocimiento de la realidad de la conciencia.
Por: pijamasurf -
El sueño lúcido no es solamente un estado más o menos arbitrario o accidental de la experiencia onírica en la cual experimentamos una extraña conexión con nuestro inconsciente: desde un punto de vista espiritual también puede ser un camino de autoconocimiento y construcción de la identidad. Y es que se suele ver al sueño lúcido como una excentricidad inocua, debido a que nuestra cultura le otorga poco valor al sueño en sí (después de todo el sueño es un lugar fuera del mercado, un lugar hecho completamente de conciencia), a diferencia de las creencias tradicionales de muchas religiones y culturas ancestrales.
Charlie Morley es instructor de sueño lúcido y budista practicante. El objetivo de sus retiros es dotar de herramientas a la mente de vigilia para que sepa reconocer la naturaleza ignorante de la percepción, según los preceptos del budismo tibetano, de manera que la conciencia pueda acceder a su estado natural: la claridad, o “luz clara”.
Esto se logra mediante un entrenamiento diseñado para reconocer cuándo estamos soñando; sin embargo, según una lectura rigurosa de la tradición tibetana, todo lo que aparece en la conciencia que ha olvidado provisionalmente su naturaleza de claridad es sueño: lo que vemos desde que nacemos hasta que morimos, todo lo que experimentamos, incluidos los eventos de la vigilia y el sueño, no son sino ilusiones de una mente dicotómica o dual que, sin embargo, puede hacer uso de esa “ignorancia” para despertar.
Como afirma el maestro Rob Nairn, “soñamos que tenemos una percepción. Lo que llamamos realidad ya es, en sí, un sueño. El ‘Buda’ no es más que ‘el Despierto’”, es decir, aquel que ha reconocido la naturaleza ilusoria de la percepción y la ha trascendido.
El sueño como vía de conocimiento y mejoramiento ha estado presente desde los albores de la civilización. A menudo interpretados como mensajes de los dioses o como visos fugaces del futuro, el sueño ha nutrido la tradición sufí, el islamismo ortodoxo (que cuenta incluso con un diccionario de sueños), y alimenta las visiones de los místicos cristianos.
Entrenarnos en el sueño lúcido tiene ventajas tangibles y concretas en el estado de vigilia. Según Morley, “si estuviéramos lúcidos en este estado, habría un poco menos de ego, menos miedo… tal como ocurre en el sueño lúcido”, donde los soñadores experimentan una mente libre de las barreras psicológicas de las que todos componemos nuestras identidades: las identificaciones y las aversiones, los placeres y los miedos, todos son igualmente ilusorios cuando se logra aceptar la naturaleza clara de todo lo que existe.
El sueño lúcido, en el contexto de Morley y del documental que acompaña este breve resumen de sus técnicas, está sustentado no en la fe en el sentido occidental, sino en la práctica espiritual del budismo tibetano. El Dalai Lama es visto como un ejemplo último de lucidez. “Piensen en estas propiedades de la mente”, dice Morley a su grupo de estudiantes, “aceptación, amistad y amabilidad; ahora piensen en el Dalai Lama. Y pensamos, ‘¡sí!, ese tipo es lúcido”, porque se conduce aceptando la naturaleza ilusoria de lo que ocurre a su alrededor, al menos desde el dogma tibetano.
Según el budismo tibetano, nuestras identificaciones y aversiones van creando “huellas kármicas”, las cuales determinan nuestra percepción de la realidad en la vigilia. Aceptar como igualmente ilusorio aquello que nos atrae y aquello que nos repele nos permite prepararnos mejor para cruzar el umbral del Bardo, el estado posterior a la muerte del cuerpo (descrito profusamente en el Libro tibetano de los muertos) donde, sin embargo, la mente sigue siendo objeto de las ilusiones. Estas ilusiones –creadas o mejor dicho, arrastradas por las huellas kármicas– son las que nos hacen volver una y otra vez al Samsara, la rueda de la ignorancia y de las reencarnaciones. Desde un punto de vista laico tal vez el sueño lúcido no nos libera de reencarnar en otra forma y en otro tiempo –tal vez ni siquiera nos preocupe este aspecto–, pero pueden ayudar a que nuestra mente “reencarne” en un ser más libre y compasivo durante la vigilia.
Las técnicas de Morley van encaminadas a permitirnos despertar en el espacio de la vigilia: esto se logra a través de meditaciones y contemplaciones guiadas, así como de siestas comunitarias donde los estudiantes dejan reposar la atención presente en la respiración y en la postura corporal: al irnos quedando dormidos, basta con aceptar voluntariamente todo cuanto existe y todo cuanto percibimos, desde los intervalos de nuestra respiración hasta los ruidos del mundo circundante, pues “incluso los sonidos pueden ser silencio si nos abrimos a ellos.”
Aquí el documental Lucid Dreaming Secrets (en inglés):
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