El papel de Kuwait en la financiación del yihadismo
Sabah Al-Ahmad Al-Jaber Al-Sabah con Bush |
Si hay Estados artificiales, Kuwait es el mejor ejemplo. Fue creado por
el imperialismo británico, desgajándolo del Imperio Otomano porque era
una vía de acceso a la India.
En 1991, tras la Segunda Guerra del Golfo para la destrucción de Irak, quedó bajo la tutela de Estados Unidos.
Es un régimen teocrático que gobiernan 12.000 sátrapas del clan Al-Sabah, aunque el mando efectivo lo tiene un reducido núcleo de diez.
Apoyándose en el imperialismo, desde 1980 el clan Al-Sabah convirtió al país en la mejor plataforma para los Hermanos Musulmanes, los wahabitas y toda clase de corrientes salafistas, cuyo poder se acrecentó con la guerra de Afganistán y la derrota de Irak en la guerra.
Los sátrapas kuwaitíes no sólo han venido financiando el yihadismo sino que son, además, uno de los canales fundamentales a través de los cuales se canaliza el dinero procedentes de las fuentes más diversas.
El informe del Instituto Brookings publicado en diciembre de 2013 apunta directamente a una veintena de grupos, incluyendo a la ONG Revival, de la Islamic Heritage Society, conocida por haber financiado el terrorismo afgano y pakistaní (algo denunciado por la ONU) y que financia desde 2012 a los yihadistas que luchan contra el gobierno sirio.
Decenas de millones de dólares recogidos en Kuwait o a través de este país han permitido alimentar las brigadas yihadistas, pudiendo cada una haber recibido hasta tres millones de dólares al año. Según expertos de la DRM, cada brigada habría recibido de media entre 840.000 y 3.400.000 de dólares anuales.
Los jeques que han impulsado en Kuwait abiertamente campañas a favor de Al-Qaeda son Nayef Al-Ajmi, Ghanem Al-Mutairi o Al-Shafi Ajmi. Este último declaró al New York Times que había “conseguido acumular 14 millones de dólares en sólo cinco días” a favor de los yihadistas.
El estudio del Instituto Brookings revela que, sin tener en cuenta a otros países, Kuwait ha canalizado el tránsito de centenares de millones de dólares. El sistema bancario del país carece de normas de lucha contra el blanqueo de dinero y favorece la “hawala”, sistema islámico tradicional de transferencia de fondos a personas no detectable informáticamente.
Según el mismo informe, Kuwait se ha convertido en una “puerta giratoria de financiación de la miríada de grupos rebeldes en Siria”, ascendiendo el total a muchos centenares de millones de dólares. Gracias a una legislación especialmente laxa, los hombres de negocios del emirato han movido sumas colosales vía Turquía o Jordania para financiar la guerra de agresión en Siria, mientras que los miembros de la minoría chiíta de Kuwait apoya al gobierno de Assad, lo que ha provocado atentados anti-chiítas mortales en el país como represalia.
El informe del Instituto Brookings subraya que a partir de 2011 la colecta de fondos para los yihadistas sirios se convirtió en un tema de rivalidades entre tribus, religiosos o fuerzas políticas en Kuwait, siendo con diferencia los medios wahabitas promotores del salafismo los más activos, beneficiándose de toda una cadena de complicidades entre las autoridades del país y las redes de dirigentes religiosos. Las campañas se han ejecutado también de forma casi oficial, explicando abiertamente que se podía comprar un cohete con 800 dólares o “equipar un soldado con 2.500 dólares”.
Los nombres de algunos donantes millonarios, parlamentarios o dignatarios religiosos como Jaman Herbach, Salid Al-Tabtabai, Hadjaj Al-Ajmi o Abd Al-Rhaman Al-Anizi se mencionan en las diferentes investigaciones relativas a la financiación del yihadismo sirio, cuyos financieros muestran abiertamente su intervención en el mecenazgo.
Las estrategias de los donantes kuwaitíes van desde la financiación para la creación de brigadas salafistas reagrupadas en “Jahbat Al-Asala wa Al-Tanmiya” al refuerzo de grupos islamistas como “Ahrar Al-Sham” (apoyado por Shafi Al-Ajmi) o el Frente Al-Nosra, financiado principalmente por Ghamen Al-Mutairi y rebautizado en julio de este año como Frente para la Liberación de Levante (Jahbat Al-Fatah Al-Cham) tras escindirse verbalmente de Al-Qaeda.
Según el Instituto Brookings, todos los grupos financiados por los kuwaitíes colaboran directamente, bien con Al-Qaeda, o bien con Al-Nosra.
No obstante, las cosas han cambiado un poco desde que Estados Unidos, otros países occidentales y también Moscú, han presionado para que Kuwait tome medidas contra la financiación del yihadismo. Conscientes de este problema, los países occidentales han intentado luchar contra la opacidad del sistema bancario y la opacidad kuwaití en el momento en que, a finales de 2013, David S. Cohen, subsecretario del Tesoro encargado del terrorismo y la investigación financiera, reconoció oficialmente que este país nunca enmendó ni abolió las leyes permisivas que durante mucho tiempo han permitido blanquear o transferir con toda impunidad el dinero del yihadismo.
En junio de 2013 los caciques kuwaitíes adoptaron por primera vez una ley destinada a luchar contra este fenómeno, creando la infracción de “financiación del terrorismo” y un grupo de trabajo encargado de confeccionar una lista negra de los beneficiarios de pagos superiores a 10.000 dólares. Pero si los circuitos bancarios oficiales están menos abiertamente tomados por los mecenas de los yihadistas, los circuitos más indirectos y opacos como el viejo sistema de la “hawala” permiten todavía a los millonarios kuwaitíes hacer donaciones a los grupos terroristas sirios y a otros, vía la limosna legal (“zakat”) o las ONG más discretas y con experiencia en los sistemas de pago no detectables.
En 1991, tras la Segunda Guerra del Golfo para la destrucción de Irak, quedó bajo la tutela de Estados Unidos.
Es un régimen teocrático que gobiernan 12.000 sátrapas del clan Al-Sabah, aunque el mando efectivo lo tiene un reducido núcleo de diez.
Apoyándose en el imperialismo, desde 1980 el clan Al-Sabah convirtió al país en la mejor plataforma para los Hermanos Musulmanes, los wahabitas y toda clase de corrientes salafistas, cuyo poder se acrecentó con la guerra de Afganistán y la derrota de Irak en la guerra.
Los sátrapas kuwaitíes no sólo han venido financiando el yihadismo sino que son, además, uno de los canales fundamentales a través de los cuales se canaliza el dinero procedentes de las fuentes más diversas.
El informe del Instituto Brookings publicado en diciembre de 2013 apunta directamente a una veintena de grupos, incluyendo a la ONG Revival, de la Islamic Heritage Society, conocida por haber financiado el terrorismo afgano y pakistaní (algo denunciado por la ONU) y que financia desde 2012 a los yihadistas que luchan contra el gobierno sirio.
Decenas de millones de dólares recogidos en Kuwait o a través de este país han permitido alimentar las brigadas yihadistas, pudiendo cada una haber recibido hasta tres millones de dólares al año. Según expertos de la DRM, cada brigada habría recibido de media entre 840.000 y 3.400.000 de dólares anuales.
Los jeques que han impulsado en Kuwait abiertamente campañas a favor de Al-Qaeda son Nayef Al-Ajmi, Ghanem Al-Mutairi o Al-Shafi Ajmi. Este último declaró al New York Times que había “conseguido acumular 14 millones de dólares en sólo cinco días” a favor de los yihadistas.
El estudio del Instituto Brookings revela que, sin tener en cuenta a otros países, Kuwait ha canalizado el tránsito de centenares de millones de dólares. El sistema bancario del país carece de normas de lucha contra el blanqueo de dinero y favorece la “hawala”, sistema islámico tradicional de transferencia de fondos a personas no detectable informáticamente.
Según el mismo informe, Kuwait se ha convertido en una “puerta giratoria de financiación de la miríada de grupos rebeldes en Siria”, ascendiendo el total a muchos centenares de millones de dólares. Gracias a una legislación especialmente laxa, los hombres de negocios del emirato han movido sumas colosales vía Turquía o Jordania para financiar la guerra de agresión en Siria, mientras que los miembros de la minoría chiíta de Kuwait apoya al gobierno de Assad, lo que ha provocado atentados anti-chiítas mortales en el país como represalia.
El informe del Instituto Brookings subraya que a partir de 2011 la colecta de fondos para los yihadistas sirios se convirtió en un tema de rivalidades entre tribus, religiosos o fuerzas políticas en Kuwait, siendo con diferencia los medios wahabitas promotores del salafismo los más activos, beneficiándose de toda una cadena de complicidades entre las autoridades del país y las redes de dirigentes religiosos. Las campañas se han ejecutado también de forma casi oficial, explicando abiertamente que se podía comprar un cohete con 800 dólares o “equipar un soldado con 2.500 dólares”.
Los nombres de algunos donantes millonarios, parlamentarios o dignatarios religiosos como Jaman Herbach, Salid Al-Tabtabai, Hadjaj Al-Ajmi o Abd Al-Rhaman Al-Anizi se mencionan en las diferentes investigaciones relativas a la financiación del yihadismo sirio, cuyos financieros muestran abiertamente su intervención en el mecenazgo.
Las estrategias de los donantes kuwaitíes van desde la financiación para la creación de brigadas salafistas reagrupadas en “Jahbat Al-Asala wa Al-Tanmiya” al refuerzo de grupos islamistas como “Ahrar Al-Sham” (apoyado por Shafi Al-Ajmi) o el Frente Al-Nosra, financiado principalmente por Ghamen Al-Mutairi y rebautizado en julio de este año como Frente para la Liberación de Levante (Jahbat Al-Fatah Al-Cham) tras escindirse verbalmente de Al-Qaeda.
Según el Instituto Brookings, todos los grupos financiados por los kuwaitíes colaboran directamente, bien con Al-Qaeda, o bien con Al-Nosra.
No obstante, las cosas han cambiado un poco desde que Estados Unidos, otros países occidentales y también Moscú, han presionado para que Kuwait tome medidas contra la financiación del yihadismo. Conscientes de este problema, los países occidentales han intentado luchar contra la opacidad del sistema bancario y la opacidad kuwaití en el momento en que, a finales de 2013, David S. Cohen, subsecretario del Tesoro encargado del terrorismo y la investigación financiera, reconoció oficialmente que este país nunca enmendó ni abolió las leyes permisivas que durante mucho tiempo han permitido blanquear o transferir con toda impunidad el dinero del yihadismo.
En junio de 2013 los caciques kuwaitíes adoptaron por primera vez una ley destinada a luchar contra este fenómeno, creando la infracción de “financiación del terrorismo” y un grupo de trabajo encargado de confeccionar una lista negra de los beneficiarios de pagos superiores a 10.000 dólares. Pero si los circuitos bancarios oficiales están menos abiertamente tomados por los mecenas de los yihadistas, los circuitos más indirectos y opacos como el viejo sistema de la “hawala” permiten todavía a los millonarios kuwaitíes hacer donaciones a los grupos terroristas sirios y a otros, vía la limosna legal (“zakat”) o las ONG más discretas y con experiencia en los sistemas de pago no detectables.
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