Top manta: el problema es el neoliberalismo
El problema de los ayuntamientos
del cambio no es la manta sino las contradicciones sociales que el top
manta evidencia y que son consustanciales al neoliberalismo colonial,
como la imposición de los intereses de las grandes marcas frente a las
necesidades de los vecinos y las vecinas de Madrid o la criminalización
de la pobreza y los grupos sociales precarizados.
01/09/16 · 11:52
Un grupo de manteros traslada su mercancía en la calle Alcalá de Madrid. / Álvaro Minguito
Los ayuntamientos del cambio de Barcelona y Madrid están asumiendo como un problema de gobierno
el asunto de los manteros, hasta el punto de que están destinando una
ingente cantidad de medios policiales para tratar de acabar con la venta
ambulante o, al menos, acallar las críticas y
denuncias interpuestas por las grandes asociaciones de comerciantes. El
nivel de problematización mediática al que se ha llegado en Barcelona
asusta notablemente a Carmena.
Para evitar algo similar, Ahora Madrid ha decidido adelantar la solución al problema asumiendo un plan específico para tratar de terminar con la manta. Una lástima que hayan olvidado que la manta no es el sueño de los manteros y que tratar de erradicarlo es una labor destinada al fracaso. No menos peligroso resulta el hecho de que han asumido que la mejor forma de actuar es mediante una respuesta policial: policías de paisano, unidades adicionales, cámaras de videovigilancia y el anuncio de registros en las viviendas particulares de las personas que se dedican a la manta, algo que suena demasiado a la patada en la puerta de Corcuera.
Por esta razón antes de tirar de la manta conviene ver qué hay tras ella, pero para mirar es necesaria una perspectiva y, a diferencia de lo que asume Ahora Madrid, la perspectiva no puede ser policial. Esa mirada siempre basa la legitimidad de su discurso en supuestas mafias que explotan a los manteros. Paradójicamente tratan de proteger a las víctimas destruyendo sus medios de vida, incautando sus mercancías, deteniéndoles y llevándoles a un CIE, sin olvidar pegar una patada en sus puertas. Si queremos saber qué hay detrás de la manta la perspectiva no ha de ser policial, ésta más que la solución es el inicio de un “problema sin solución” que terminará por hacer de nuestros vecinos un enemigo, del centro de Madrid un feudo de las grandes marcas y un territorio de redadas masivas.
Tratar de destruir la manta es destruir el sustento diario de personas que serán aún más arrastradas hacia el mercado irregular o la más absoluta marginalidad
Si nos situamos en una perspectiva amplia en realidad vemos que el problema no es la manta como tal sino la escenificación de las contradicciones sociales a las que nos expone la manta, cuestiones que, ya adelantamos, son consustanciales al capitalismo y a las políticas neoliberales: mientras que cientos de miles de ciudadanos podemos descargar millones de productos audiovisuales en la red (pese a los derechos de propiedad), los manteros son perseguidos –generalmente en el centro de las grandes ciudades– por vender unos cientos de copias. Las grandes marcas de calzado y ropa explotan en otros países mano de obra en condiciones de semi-esclavitud o esclavitud (incluso infantil) y aquí disponen de grandes superficies que cuentan con todo tipo de prebendas y concesiones públicas… y, para el Ayuntamiento de Madrid, el problema social de máxima gravedad parece ser que unos chicos vendan unas prendas en la vía pública. ¿Por qué?
En primer lugar, conviene recordar que estos chicos en su mayoría provienen de países empobrecidos (por la acción de las grandes empresas europeas y estadounidenses, así como por la injerencia de sus respectivos gobiernos). No deja de ser sorprendente que el gobierno de Ahora Madrid, que tanto le gusta la pancarta de Refugees Welcome, sea ahora el que quiere aplicar políticas neoliberales de tolerancia cero contra los mismos que han tenido que abandonar sus países. En segundo lugar, se dedican a la manta porque son jóvenes perfectamente válidos para el trabajo, pero la ley de extranjería no les reconoce como población en situación regular, por lo que no tienen otro medio de vida más legítimo. Tratar de destruir la manta es destruir el sustento diario de personas que serán aún más arrastradas hacia el mercado irregular o a la más absoluta marginalidad.
Lo que podemos ver es que en la manta se condensan las contradicciones globales, como la lucha por el gobierno de los migrantes o la defensa de nuevas formas de propiedad transnacional. De esta forma, encontramos así un control que trata de imponerse sobre la libre movilidad de las personas (en la era donde lo característico es precisamente la movilidad) y, al mismo tiempo, trata de reestablecer el derecho de la propiedad en sus nuevos formatos y formas de distribución (aun cuando se ha internacionalizado todas las fases de la producción y la distribución, internacionalizándose los derechos de los dueños del capital y las mercancías y no los derechos de los trabajadores). El sociólogo Loïc Wacquant señala que en el neoliberalismo encontramos un ejercicio del poder muy diferente en función de si nos fijamos en las clases altas (internacionalizadas) o en las clases bajas (criminalizables). Para las primeras, el Estado se muestra al más puro estilo laisser faire, mientras que, para los segundos, adopta una rostro policial, con medidas de tolerancia cero y encarcelamiento. Con la población inmigrante, además, ese rostro policial adopta una muesca colonial donde las medidas policiales y el encierro se complementan con la deportación.
Todos aquellos que quedan fuera de esta lógica de consumo, en primer lugar, son excluidos y, en segundo lugar, criminalizados. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que veamos “saltar” manteros por la ventana al entrar la policía en su casa o despeñándose al huir de las persecuciones policiales, como ya ha sucedido en Barcelona? ¿Volveremos a ver policías encañonando a manteros y disparando al aire en las estrechas calles de Lavapiés como excusa para criminalizar a los movimientos sociales? ¿El control mediante videovigilancia contra los manteros se usará de igual modo contra los movimientos sociales? Sin duda al concejal Castaño le van a crecer los problemas exponencialmente en el barrio de Lavapiés. Debería saber, al igual que todo el grupo de Ahora Madrid, que la exclusión social de los inmigrantes y su criminalización suele ser la punta de lanza para la exclusión de otros grupos sociales.
Ahora Madrid ha de decidir si se alinea en la defensa neoliberal de los derechos de las grandes marcas y empresas o bien se sitúa en el lado del sentir común de las vecinas y vecinos de la ciudad que les han elegido (no puedo dejar de recordar a un colega mantero al que otro amigo le cedió el voto para que pudiera votar a Carmena en las elecciones municipales). Las vecinas a su vez han de saber si cuentan con un Ayuntamiento que gobierna para la gente o en cambio es un gobierno que ha asumido la máxima neoliberal –en su versión colonial– basada en la criminalización de la pobreza y de las clases precarizadas (como nosotras). En definitiva, ni la manta es su sueño, ni es un problema, ni mucho menos la respuesta policial puede ser su solución.
Para evitar algo similar, Ahora Madrid ha decidido adelantar la solución al problema asumiendo un plan específico para tratar de terminar con la manta. Una lástima que hayan olvidado que la manta no es el sueño de los manteros y que tratar de erradicarlo es una labor destinada al fracaso. No menos peligroso resulta el hecho de que han asumido que la mejor forma de actuar es mediante una respuesta policial: policías de paisano, unidades adicionales, cámaras de videovigilancia y el anuncio de registros en las viviendas particulares de las personas que se dedican a la manta, algo que suena demasiado a la patada en la puerta de Corcuera.
Parece ser que la propia Carmena y sus concejales han olvidado por completo los principios que les han llevado al Ayuntamiento y, lo que es más grave, poco a poco van cambiando su perspectiva sobre las cosas apostando por un gobernismo que, tratando de contentar a todos, contribuye a la reproducción del gobierno de los de siempre. ¿Es realmente un problema o necesitamos que sea un problema el asunto de los manteros? ¿Para quién es un problema y por qué el Ayuntamiento decide actuar de esta manera? La respuesta parece evidente: no, no es un problema pero lo van a convertir en un problema social y mediático. Y la necesidad de convertirlo en un problema responde más al interés de los grandes almacenes como El Corte Inglés o el Primark, la SGAE u organismos públicos destinados a la protección de las patentes y las marcas (no de los consumidores), más que al interés de las vecinas y vecinos de Madrid. Por cierto, no sabemos muy bien a dónde van los beneficios de estas grandes empresas y organizaciones pero lo que sí sabemos es que los manteros son, por encima de todo, vecinos de esta misma ciudad.
Por esta razón antes de tirar de la manta conviene ver qué hay tras ella, pero para mirar es necesaria una perspectiva y, a diferencia de lo que asume Ahora Madrid, la perspectiva no puede ser policial. Esa mirada siempre basa la legitimidad de su discurso en supuestas mafias que explotan a los manteros. Paradójicamente tratan de proteger a las víctimas destruyendo sus medios de vida, incautando sus mercancías, deteniéndoles y llevándoles a un CIE, sin olvidar pegar una patada en sus puertas. Si queremos saber qué hay detrás de la manta la perspectiva no ha de ser policial, ésta más que la solución es el inicio de un “problema sin solución” que terminará por hacer de nuestros vecinos un enemigo, del centro de Madrid un feudo de las grandes marcas y un territorio de redadas masivas.
Tratar de destruir la manta es destruir el sustento diario de personas que serán aún más arrastradas hacia el mercado irregular o la más absoluta marginalidad
Si nos situamos en una perspectiva amplia en realidad vemos que el problema no es la manta como tal sino la escenificación de las contradicciones sociales a las que nos expone la manta, cuestiones que, ya adelantamos, son consustanciales al capitalismo y a las políticas neoliberales: mientras que cientos de miles de ciudadanos podemos descargar millones de productos audiovisuales en la red (pese a los derechos de propiedad), los manteros son perseguidos –generalmente en el centro de las grandes ciudades– por vender unos cientos de copias. Las grandes marcas de calzado y ropa explotan en otros países mano de obra en condiciones de semi-esclavitud o esclavitud (incluso infantil) y aquí disponen de grandes superficies que cuentan con todo tipo de prebendas y concesiones públicas… y, para el Ayuntamiento de Madrid, el problema social de máxima gravedad parece ser que unos chicos vendan unas prendas en la vía pública. ¿Por qué?
En primer lugar, conviene recordar que estos chicos en su mayoría provienen de países empobrecidos (por la acción de las grandes empresas europeas y estadounidenses, así como por la injerencia de sus respectivos gobiernos). No deja de ser sorprendente que el gobierno de Ahora Madrid, que tanto le gusta la pancarta de Refugees Welcome, sea ahora el que quiere aplicar políticas neoliberales de tolerancia cero contra los mismos que han tenido que abandonar sus países. En segundo lugar, se dedican a la manta porque son jóvenes perfectamente válidos para el trabajo, pero la ley de extranjería no les reconoce como población en situación regular, por lo que no tienen otro medio de vida más legítimo. Tratar de destruir la manta es destruir el sustento diario de personas que serán aún más arrastradas hacia el mercado irregular o a la más absoluta marginalidad.
Ahora Madrid trata de establecerse como una balanza ecuánime. Por un lado dice que tratará de cumplir la legalidad (en una interpretación restrictiva para contentar a los grandes empresarios) y, por otro lado, entender la situación de riesgo de exclusión de los jóvenes manteros, pero su balanza está descompensada porque se apoya en un principio neoliberal que termina por reducir la sociedad a consumidores y la marginalidad en criminalidad. Por ejemplo, las sanciones y detenciones contra los manteros supondrán de facto la acumulación de antecedentes de diverso tipo que les impedirán regularizarse en un futuro (nuevamente, gracias a la Ley de Extranjería) y lo más probable es que una vez que sean detenidos, se ponga en funcionamiento el mecanismo deportador: redada, calabozo o CIE y expulsión. Nuevamente, el Ayuntamiento que apuesta por una ciudad libre de CIE (en las portadas de los periódicos) en la práctica apuesta por establecer una línea de continuidad entre la manta (la exclusión) y la deportación (la criminalización).
Lo que podemos ver es que en la manta se condensan las contradicciones globales, como la lucha por el gobierno de los migrantes o la defensa de nuevas formas de propiedad transnacional. De esta forma, encontramos así un control que trata de imponerse sobre la libre movilidad de las personas (en la era donde lo característico es precisamente la movilidad) y, al mismo tiempo, trata de reestablecer el derecho de la propiedad en sus nuevos formatos y formas de distribución (aun cuando se ha internacionalizado todas las fases de la producción y la distribución, internacionalizándose los derechos de los dueños del capital y las mercancías y no los derechos de los trabajadores). El sociólogo Loïc Wacquant señala que en el neoliberalismo encontramos un ejercicio del poder muy diferente en función de si nos fijamos en las clases altas (internacionalizadas) o en las clases bajas (criminalizables). Para las primeras, el Estado se muestra al más puro estilo laisser faire, mientras que, para los segundos, adopta una rostro policial, con medidas de tolerancia cero y encarcelamiento. Con la población inmigrante, además, ese rostro policial adopta una muesca colonial donde las medidas policiales y el encierro se complementan con la deportación.
De emprender este último camino, a Ahora Madrid más le convendría descolgar la pancarta de Refugees Welcome y donarla a la Asociación Sin Papeles de Madrid, pues, como ya ha sucedido en otras ocasiones, puede ser que las mantas vuelvan a ocupar las calles en señal de protesta como las que tuvieron lugar en el año 2010 contra la penalización del top-manta. Ahora Madrid debería saber que sin las bases sociales su gobierno se abandona a las dinámicas institucionales del Ayuntamiento, donde su fuerza es reducida al juego de la representación electoral y, sus políticas no resisten el tamiz del neoliberalismo con complejos del PSOE o el neoliberalismo conservador del PP. Un tamiz que pone a las instituciones a trabajar en beneficio de los grandes empresarios y convierte a los vecinos y vecinas en meros consumidores.
Todos aquellos que quedan fuera de esta lógica de consumo, en primer lugar, son excluidos y, en segundo lugar, criminalizados. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que veamos “saltar” manteros por la ventana al entrar la policía en su casa o despeñándose al huir de las persecuciones policiales, como ya ha sucedido en Barcelona? ¿Volveremos a ver policías encañonando a manteros y disparando al aire en las estrechas calles de Lavapiés como excusa para criminalizar a los movimientos sociales? ¿El control mediante videovigilancia contra los manteros se usará de igual modo contra los movimientos sociales? Sin duda al concejal Castaño le van a crecer los problemas exponencialmente en el barrio de Lavapiés. Debería saber, al igual que todo el grupo de Ahora Madrid, que la exclusión social de los inmigrantes y su criminalización suele ser la punta de lanza para la exclusión de otros grupos sociales.
Ahora Madrid ha de decidir si se alinea en la defensa neoliberal de los derechos de las grandes marcas y empresas o bien se sitúa en el lado del sentir común de las vecinas y vecinos de la ciudad que les han elegido (no puedo dejar de recordar a un colega mantero al que otro amigo le cedió el voto para que pudiera votar a Carmena en las elecciones municipales). Las vecinas a su vez han de saber si cuentan con un Ayuntamiento que gobierna para la gente o en cambio es un gobierno que ha asumido la máxima neoliberal –en su versión colonial– basada en la criminalización de la pobreza y de las clases precarizadas (como nosotras). En definitiva, ni la manta es su sueño, ni es un problema, ni mucho menos la respuesta policial puede ser su solución.
*Este
artículo está firmado con pseudónimo en recuerdo de Samba Martine, que
murió en el CIE de Aluche el 19 de diciembre del 2011 y Idrissa Diallo,
quien murió en la noche de reyes del 2012 en el CIE de Barcelona.
Texto publicado originalmente en El Salmón Contracorriente.
Texto publicado originalmente en El Salmón Contracorriente.
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