viernes, 26 de mayo de 2017

Un gran filósofo , un mezquino nazi | Kaos en la red





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Un gran filósofo , un mezquino nazi | Kaos en la red

16-21 minutes



Una obra que intenta, y a mi modo de ver logra, exponer con cierta distancia filosófica la complejidad del caso Heidegger.


Por Iñaki Urdanibia

«Los que se interrogan sobre el nazismo de Heidegger acuerdan siempre demasiada o demasiada poca autonomía al discurso filosófico: Heidegger se afilió al partido nazi, es un hecho; pero ni Heidegger I ni Heidegger II son ideólogos nazis »

Pierre Bourdieu. L´ontologie politique de Martin Heidegger.

« Es preciso aceptar la paradoja siguiente: sí, Heidegger ha sido un nazi, no un nazi de primera importancia, un nazi ordinario, un pequeño burgués nazi de provincia. Sí, Heidegger es sin lugar a dudas uno de los filósofos más importantes del siglo XX …Es así, y que la filosofía se las componga».

Alain Badiou / Barbara Cassin Heidegger. Le nazisme, les femmes, la philosophie

«¿ De qué serviría procesar a Heidegger? ¿ A quién le serviría? ¿ O es que esta puesta en escena no es más que un escamoteo de la filosofía para sustraerse a la responsabilidad de considerar la cuestión que se plantea ?»

Donatella di Cesare

El título con el que encabezo este comentario es la conclusión que podría extraerse del recomendable libro de Donatella Di Cesare, « Heidegger y los judíos. Los Cuadernos negros » ( Gedisa, 2017). Vaya por delante que es claro que la obra señala ya desde el título el centro de gravedad de lo que va a ser tratado, y la verdad es que, a mi modo de ver, la profesora italiana lo hace con medida y con unas dosis de justas dosis de prudencia aristotélica…su posición se sitúa en medio de los defensores a ultranza del filósofo germano y de los detractores / inquisidores que proponen entonar el goodbye Heidegger. No se tome lo que digo, como trataré de explicar, de una tibia postura ni/ni, por las sendas del escaqueo, sino que Donatella di Cesare toma la vía de la complejidad que supone el exhaustivo análisis de las posturas en litigio y de la propia obra estudiada.

El libro sigue un orden impecable que va desde el estado del debate que periódicamente sacude el mundillo filosófico, ampliando sus destellos a campos ajenos, como los brillos superficiales de los medios de comunicación, para continuar repasando las huellas del sentimiento anti-judío / antisemita( término que se bautizó a finales del XVIII en el terreno de la filología) muy en especial en el ámbito germano que culminó en la locura exterminadora nacionalsocialista, para pasar a detenerse posteriormente en la presencia del antisemitismo en el comportamiento y en la obra del filósofo, para acabar en el silencio y las derivas después de Auschwitz.

Entre los acercamientos al tema que nos ocupa – y que personalmente me ha ocupado como una molesta mosca, como cualquiera puede comprobar en mis intervenciones en esta misma red y en algunos otros lugares- me inclino a señalar el presente como el más atinado, lejos del propagandismo barato y simplificador tanto de los afanados inquisidores como de los celosos abogados defensores ( François Fédier a la cabeza). Tanto unos como otros pecan de unilateralidad: los primeros ( en especial Farías y Faye) forzando los textos para hacerles decir lo que de hecho no dicen, mezclando el indiscutible compromiso político del filósofo ( un año de Rectorado y carnet del partido hasta 1945 / tras lo cual el inexplicable silencio) con sus textos en los que si se exceptúan algunos flashes, difícil resulta hallar la ideología del nazismo; los segundos, negando cualquier evidencia, haciendo hincapié en el error pasajero, un despiste ( la misma Hannah Arendt abrió esta vía interpretativa uniendo a Heidegger con Platón y el síndrome de Siracusa) y trayendo en apoyo de sus tesis las amistades del maestro de la Selva Negra con una cohorte de alumnos y colegas judíos, en la misma medida en que los del otro campo reúnen dispersas anécdotas ( el vacío a la mujer de Jaspers, la insignia nazi en la solapa, etc.) con la que confirman más el nazismo del filósofo. No le falta razón a la autora –aunque también es verdad que habría que matizar un poco lo que afirma- que las cervales, y pretendidamente definitivas, críticas al autor de Ser y Tiempo se han dado por buenas más en medio mediático ( periódicos y demás) que en el propio medio filosófico…En general esto es cierto aunque de todo hay en la viña de señor, ya que algunos filósofos – empujados a veces por afanes corporativistas- se han agarrado sin mayores disquisiciones ni matices a las soflamas de los nombrados Farías y Faye, éste segundo aprovechando la coyuntura para extender sus despellejes a otros heideggerianos, más , muy en especial a Jacques Derrida( y unos cuantos más), que según el docto crítico se había dejando engañar por el embrujo del germano. ¡ Qué lectura filosófica tan profunda! Olvida, Faye i tutti quanti, los serios esfuerzos que en el mundo propiamente filosófico se llevaron a cabo por poner los puntos sobre las íes en un serio intento sin evitar mostrar los puntos débiles, o ausentes, del pensar heideggeriano : ahí están las obras serias de Jean-Philippe Lacoue-Labarthe, Jean-François Lyotard y el nombrado Derrida ( sin olvidar las de los Giorgio Agamben o Gianni Vattimo)…así la operación de derribo se amplía a todas las posturas que se muestren innovadoras y realmente críticas con respecto a los tiempos que vivimos y se posiciona en defensa de los pensamientos acomodaticios con el aplauso al actual estado de cosas .

Si la cosa estaba que ardía desde los tiempos del propio filósofo, con varios acelerones propiciados por algunos libros de combate contra él, la aparición de los Cuadernos negros, anotaciones que el filósofo dio precisas indicaciones para que se publicasen como culminación de sus obras completas, lo que suponía que no eran notas circunstanciales sino que formaban parte de su legado filosófico, ha supuesto una desagradable sorpresa para sus defensores y un punto de apoyo para sus detractores; los primeros se han topado con un plato difícil de digerir que pone las cosas a otros nivel que lo simplemente anecdótico o fugaz, mientras que para los segundos viene a suponer –según cuentan- la plena confirmación de lo que ellos desde hace tiempo defendían, basándose en estruje de textos, anécdotas y suposiciones. Las diferencias ya señaladas parecen haberse tensionado más todavía al ver, muy en especial, las innegables muestras de antisemitismo que rezuman los mentados cuadernos; «la del papel del judaísmo mundial [ Weltjudentum] no es una cuestión racial “ rassisch], sino que es la cuestión metafísica [ metaphysisch] que concierne a esa clase de humanidad, desarraigada por antonomasia, que podrá hacer del desarraigo de todo ente respecto del ser su propio “cometido” en la historia del mundo ».. Unos claman que hay que diferenciar entre los textos contaminados y los limpios; los otros proponen sacar definitivamente a Heidegger de las aulas y del mundo filosófico en general; se plantea así la tramposa disyunción ( o/o) de que «si ha sido un gran filósofo, entonces no fue un nazi ; si fue un nazi, entonces no ha sido un gran filósofo», cuando de hecho lo probo es aceptar que se está ante una conjunción ( y/y ) o, si se prefiere, ante una disyunción inclusiva ( o / o…o las dos); es decir, Heidegger fue un gran filósofo y fue , durante una época, un entregado nazi ( un poco a su bola, pero bueno). No tener en cuenta los descubrimientos de los cuadernos negros , es una postura tramposa ( nada que ver con lo filosófico, obviamente), quedarse con los cuadernos negros y esforzarse –como si tal fuese la tarea de la vida de los descalificadores – en hacer casar las piezas y arrojar a Heidegger y sus obras al basurero de la historia del pensamiento sería lo mismo que arrojar el niño con el agua sucia del baño. ¿ Es posible / deseable anular a Heidegger, y olvidar cualquier tipo de enseñanza o vía, deconstructora, que pueda extraerse de sus obras? ¿ Se ha de volver a los criterios optimistas y progresistas de la Ilustración, sin más, por encima de algunas de las certeras críticas heideggerainas al dominio de la técnica y las fallas de la modernidad?

Donatella di Cesare mantiene que hay que apechugar con ambas afirmaciones: fue un nazi , fue un gran filósofo; y con respecto a la cuestión judía se ha de admitir, no hay otra, que Heidegger fue un antisemita, pero metafísico, nada que ver con la visión racista, biologicista e higienista que era el quid de la postura de los teóricos nazis; « para calificar el antisemitismo de Heidegger he escogido el adjetivo “metafísico” que no atenúa para nada su gravedad. Indica al contrario la profundidad. Se trata de un antisemitismo más abstracto y, por esta razón, más peligroso todavía. Pero “metafísico” reenvía también a la tradición de la filosofía occidental. En su “antisemitismo metafísico”, Heidegger no está aislado; se inscribe en el surco de filósofos alemanes, notablemente de Kant a Hegel y a Nietzsche ». Afirmación similar a la que ya había sido defendida, con anterioridad, por el responsable de la edición de los cuadernos de los que hablamos, Peter Trawny, o por Jean-Luc Nancy al hablar de la banalidad de Heidegger. Esta distinción no libra a Heidegger del profundo antisemitismo que aflora en sus notas sino que lo coloca en su justo lugar: su antisemitismo metafísico ( con la utilización frecuente de “judaísmo “, “ complot judío”,- en comandita con el bolchevismo y el americanismo – “judeidad”…y otros términos inequívocos del mismo género) entronca con sus teorías sobre el olvido del ser…[ el filósofo, sea dicho de paso, se olvidó de pensar con cierto rigor el lugar de los judíos en la historia y en el pensamiento…cuando, por cierto, hubo algunos momentos en que titubeó en si no serían los judíos, la representación de los otros, como forma otra de posicionarse ante la historia y el pensamiento…]. Al final qué duda cabe de que se dejó llevar, no tanto por el racismo nazi, sino por el enraizado antisemitismo que anidaba en la mentalidad germana desde hacía tiempo, desde siglos atrás; elevándolo a un nivel metafísico ( tonalidad que ya se vislumbraba en algunos pensadores anteriores).

Impresionante resulta el repaso que la autora realiza en el pasado germano desde el anti-judaísmo religioso de Lutero hasta la planificada destrucción de los judíos organizada por Hitler y epígonos, pasando por Fitche, Herder, Kant, Hegel y algunos otros, sin olvidar el pensar de otros países, en los que los dardos terribles contra los judíos , contra esa religión que a la vez adoptaba una entidad política con forma de pueblo /nación, venía a suponer un peligro para los países en los que estaba instalada- muy en concreto, en Alemania- religión / política al que había que poner freno. Un grupo de seres, pequeño en número, desplazados de una tierra originaria e instalados en diferentes lugares – diáspora mediando- y que a pesar de las dificultades seguían perviviendo…era algo realmente inexplicable y, lo que es pero, insufrible; la existencia de esos taimados, mentirosos y falsarios compulsivos, amén de usureros y que no agradecían la hospitalidad que se les prestaba sino que se empeñaban en esquilmar a las pobres gentes… eran un peligro para la civilización. Es de justicia señalar que el repaso no sólo recurre a un cúmulo de significativas, y estridentes, citas de los nombrados sino que las va puntualizando poniendo no pocas objeciones y correcciones a las gratuitas afirmaciones de los pensadores visitados . [ No es cosa de detenerse en la recapitulación de la autora que sólo alguien guiado por la mala fe podría considerar que lo hace con el fin de exculpar al filósofo, como quien dice mal de muchos…se diluyen las responsabilidades, ya que repasos similares, de diferente dimensión cronológica e histórica, han sido hechos por Rosa Sala Rose en su « El misterioso caso alemán. Un intento de comprender Alemania a través de sus letras» – editado por Alba- , por Rüdiger Safranski en su detallada exploración : « Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán », o por Götz Aly en su deslumbrante « ¿ Por qué los alemanes? ¿ Por qué los judíos? » ( Crítica) , por ejemplo. Ni la autora, ni ninguno de los nombrados establecen una relación causal entre las muestras de antisemitismo y locura genocida, pero sí inciden en que existía una humus que combinando con las corrientes cientifistas y los relojes fordistas y tayloristas…dieron como resultado la Shoá, la locura geométrica de la que hablase Primo Levi]. Se ha de añadir, como mayor grado de gravedad, la nefasta coincidencia de posicionarse en posturas antisemitas en los terribles momentos en los que la bestia parda se entregaba con furia genocida a su tarea aniquiladora.

El paso siguiente es de hondura y de más profundidad filosófica en la medida en que la autora penetra en los textos heideggerianos, en especial en los pertenecientes a los años que van de 1931 a 1948, con el fin de detectar el uso que el pensador hacía en su travesía metafísica del papel de los judíos, y ahí están las pruebas de cómo el papel de estos entronca con la ontología del pensador germano y en la manipulación del ente que jugaron por su falta de tierra y anclaje, haciendo que quede claro que la cuestión no era una fobia personal del sujeto de nombre Heidegger sino que el asunto tenía su presencia y su pertinencia en el andamiaje filosófico que estaba poniendo en pie.

En este orden de cosas, si los alemanes debía coger a su cargo el destino del ser, los judíos venían a suponer un obstáculo de cara a encarar dicha tarea debido a su espíritu calculador, que desviaba a los humanos, en especial europeos, del paradigma greco-latino. El espíritu instrumental, acomodaticio, equívoco del que hacían gala los judíos, corría el peligro de que se contagiase a los demás pueblos, como ya estaba sucediendo en algunas parcelas del tejido germano, por ejemplo en el académico y editorial en el que la presencia judía o “judeizada” era cada vez ostensiblemente mayor, lo cual venía a traducirse en una creciente decadencia. Si Heidegger veía el peligro de contagio, del que hablo, en el bolchevismo, el americanismo, el humanismo y el cristianismo, en un momento dado llegó a verlo en el propio Hitler y su entorno que caían en la trampa del cálculo y el engaño.

En fin, estamos ante una obra francamente seria , rigurosa y documentada en la que además del caso Heidegger – y las relaciones / confrontaciones de éste con Ernst Jünger, Carl Schmitt, Emmanuel Lévinas y otros- se pone el acento en el antisemitismo latente del que nadie parecía darse cuenta, o al que nadie le daba importancia como si de la cosa más natural del mundo se tratara, hasta que la producción industrial de cadáveres se puso en marcha acelerada; la exploración continua presentando las críticas sobre su silencio lanzadas por Herbert Marcuse, Paul Celan, etc.; sus relaciones con algunos alumnos judíos… Y sus concepciones con respecto al judeobolechevismo de la revolución de octubre y con su expresión germana ( téngase en cuenta como entre los espartaquistas además de Rosa Luxemburgo había no pocos dirigentes de origen judío)

¿ Cómo se llego a la salvajada que se llegó ? ¿ fue un milagro o había ya un terreno abonado, propiciado desde el mismo pensamiento difuso que empapaba en tejido social y a sus sectores-digamos que- más selectos ?. Cierto es que la autora centra su mirada en el filósofo y en la cuestión del antisemitismo, buscando en la tradición intelectual germana, ignorando ( cierto es que todo no se puede abarcar, además de que estamos ante un libro de filosofía propiamente dicho) los aspectos económicos , políticos e históricos que incidieron en la macabra procesión de la muerte por irracionales razones de raza, fundamentalmente, aunque en el fondo el motivo de fondo era higienista ( limpiar la sociedad de parásitos y de cuerpos ajenos a la raza aria). Si esto es una carencia, algunos han señalado que el intento de mantenerse neutral y objetiva , por parte de la autora, no es posible y que no basta con parafrasear al autor estudiado sino que hay que atacarlo / desmontarlo ( ya que un nazi no puede, ni debe tener derecho a la palabra… ¡ anacronismos aparte!), en defensa de lo dado y en contra de cualquier brecha que señale posibles quiebras del liberal mundo en el que nos toca padecer o gozar, según las opiniones e ideologías.…¿con el modelo inquisitorial y falsario de los Farias, Faye, Quesada – por citar uno local- que no parafrasean sino que toman la parte por el todo – expertos en metonimias y sinécdoques– haciendo que cualquier giro se convierta, oculto tras la palabrería hueca, directamente en sangre, tierra, raza, y…todo lo demás? Hasta hace unos años Heidegger era un gran filósofo sin el que no se podía explicar la filosofía del siglo pasado y sus huellas posteriores; presente en TODAS, todas reitero, las historias de la filosofía…ahora, tras ver todo lo que hemos visto, es un nazi que no ha de tener cabida en la historia de la filosofía democrática… la del mejor de los mundos posibles, por decirlo en leibniziano, y unidos al coro de partidarios de dejarse de aventuras disolventes para volver al orden debido. Indudablemente la capacidad de embrujar que tenía el pensador afincado en su cabaña de Todnauberg era, por lo que se ve, de órdago ya que la metió doblada a todo dios, o casi…a pesar de que según nuestros nuevos y lúcidos críticos-críticos no es más que el placer de hablar con el que definía Aristóteles a los sofistas, pura diarrea mental, mera glosolalia , alucinada logorrea, y…parole, parole, parole…que se las lleva el viento del bien pensar ( prêt-à-penser).

Precisamente juzgo que uno de los méritos mayores de la obra es entregar una panorámica plural del affaire y de exponer de manera, histórico-cronológica, las variaciones del pensamiento heideggeriano y sus confrontaciones con otros pensadores – como queda señalado- y con los diferentes episodios históricos que le tocaron vivir, postura que en ciertos aspectos conservan ciertos aires de familia con las posturas matizadas de un René Schürmann- y su lectura anarquista– Nancy o Trawny…y la propuesta de este último de errar – téngase en cuenta la doble acepción del término- con Heidegger.

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