miércoles, 17 de agosto de 2016

Una matanza empañó las olimpiadas latinoamericanas anteriores a Brasil


Una matanza empañó las olimpiadas latinoamericanas anteriores a Brasil
 

17 agosto, 2016


Diez días antes de que se inauguraran los Juegos Olímpicos de México 1968, cientos de estudiantes fueron asesinados por el Ejército y un grupo paramilitar llamado Batallón Olimpia.


México 68 fueron las primeras olimpiadas en un país latinoamericano, hispanohablante y “en vías de desarrollo”.

La memoria de estos juegos quedó manchada por la masacre cometida contra miles de estudiantes reunidos en la famosa Plaza de las Tres Culturas, donde el Ejército y un grupo paramilitar llamado trágicamente Batallón Olimpia dispararon a quemarropa contra la multitud.

Hasta hoy no se sabe el número exacto de víctimas y, a pesar de que el entonces secretario de gobernación y luego presidente Luis Echeverría enfrentó órdenes de aprensión, finalmente fue absuelto y nadie ha pisado la cárcel por la masacre.


A 47 años de la matanza estudiantil, la memoria sigue viva. Marcha 16hr. Tlatelolco -zócalo #2DeOctubreNoSeOlvida RT pic.twitter.com/ytfRIQTU45

— Comité 68 (@comite68) October 2, 2015

Un superviviente de la represión ejercida en 1968 contra los estudiantes contó a RT que el discurso del Gobierno del entonces presidente, Gustavo Díaz Ordaz, fue culpar al movimiento social que crecía en la capital mexicana de querer “boicotear” las olimpiadas.

El ingeniero Félix Hernández Gamundi, a quien el movimiento estudiantil agarró en su tercer año de estudios en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), explica que las teorías de una conjura internacional eran tan disparatadas que se hablaba de la participación de la CIA estadounidense y la KGB soviética para supuestamente cambiar la sede olímpica a un lugar alterno como Los Ángeles, California.

En realidad, Gamundi relata que el movimiento de 1968 surgió por un hecho muy particular: la represión policial cometida el 22 de julio contra alumnos de las Vocacionales 2 y 5 del IPN y la preparatoria Isaac Ochoterena de la Universidad Nacional Autónoma de México que protestaban.



A cada manifestación estudiantil le seguía un ataque del cuerpo policial de granaderos; diversos profesores, intelectuales y familias se les unieron en enormes movilizaciones llenas de imaginación y creatividad: una con antorchas, otra en silencio, hasta la creación, el 5 de agosto, del Consejo Nacional de Huelga.

Durante las manifestaciones, los jóvenes cargaban pancartas con frases como: “El juego político no es olímpico”.

Gamundi relata que el Gobierno mexicano inventó el tema de la conjura cuando el movimiento comenzó a tomar fuerza. Sin embargo, explica, la teoría del ‘complot’ fue usada antes contra ferrocarrileros, médicos, petroleros y el magisterio que protestaba desde la década de los 50 y para encarcelar a líderes sociales como el ferrocarrilero Valentín Campa y para asesinar al exzapatista y agrarista Rubén Jaramillo.

El informe del chantaje

La Ciudad de México había sido candidata para realizar los juegos en 1956 y 1960. Después de la nominación, el Gobierno promovió un discurso en el cual, supuestamente, México era premiado por su progreso y su estado democrático.

“Debíamos estar orgullosos, ¿de qué? de que nos visitaba gente de todo el mundo independientemente de sus ideologías” dice Gamundi.


Portada del periódico El Sol de México / El Sol de México

En su informe anual de Gobierno, celebrado un mes antes de la masacre, el presidente Gustavo Díaz Ordaz dijo:

“Cuando hace años se solicitó y obtuvo la sede no hubo manifestaciones de repudio ni tampoco durante los años siguientes y no fue, sino hasta hace unos meses, cuando obtuvimos informaciones de que se pretendía estorbar los juegos”.

El presidente nunca explicó el origen de esa información. Habló de presiones contra su gobierno y de intentos de “impedir acaso la celebración de los juegos olímpicos”, además de las protestas estudiantiles del mayo francés, de Uruguay y de Viena.


Cartel para no olvidar / Priscila Cano

“Habíamos estado provincianamente orgullosos y candorosamente satisfechos de que, en un mundo de disturbios juveniles, México fuera un islote intocado”, aseveró Díaz Ordaz.

Y lanzó una advertencia que, para Gamundi, fue el anuncio de la represión un mes después:

“Hemos sido tolerantes hasta excesos criticables. No estamos dispuestos a ceder ante la presión en nada que sea ilegal o inconveniente, cualesquiera que lleguen a ser las consecuencias”.

En su informe, Díaz Ordaz dio cuenta de numerosas instalaciones renovadas, la construcción de la Villa Olímpica, el Palacio de los Deportes, centros de prensa, y la renovación del estadio universitario. El gasto total de la XIX Olimpíada ascendió a 1,915 millones de pesos.

Días antes, los estudiantes recalcaron en un mitin: “Jamás hemos tenido intención de intervenir en los juegos olímpicos, no sería culpa nuestra. Si no se celebran, sería responsabilidad del Gobierno”.

El Ejército tomó el 18 de septiembre las instalaciones de Ciudad Universitaria.

Ajenos al problema

Nelson Vargas, entrenador de natación del equipo mexicano en ese entonces y después titular de la Comisión Nacional del Deporte, dijo en 2012 en una entrevista con ADN Político: “Antes de esa situación, el equipo de natación y todos los deportistas estábamos tan inmersos en la preparación y la participación de México en los juegos olímpicos que nunca nos dimos cuenta de la magnitud del problema”.

También aseveró: “Nuestro trabajo era dar resultados en los juegos olímpicos por eso no podíamos tomar partido, sino permanecer ajenos al problema. Yo creo que la autoridad tuvo que tomar esa decisión o de otra manera hubiéramos sido la vergüenza del mundo”.

La escritora Elena Poniatowska recoge en su libro ‘La noche de Tlatelolco’ que un atleta italiano del cual no ofrece nombre dijo: “Si están matando estudiantes para que haya olimpiada, mejor sería que ésta no se realizara, ya que ninguna olimpiada, ni todas juntas, vale la vida de un estudiante”.

Gamundi cuenta que en 2008, en vísperas del 40.º aniversario de la matanza, los estudiantes que años después conformaron el Comité 68 se reunieron con atletas de ese entonces, especialmente con Enriqueta Basilio, quien encendió la llama olímpica. Gamundi cuenta que sabían del problema, pero que todavía tenían miedo de participar en las actividades anuales organizadas para conmemorar la masacre.

La penumbra

Para Gamundi, el nombre de la olimpiada mexicana ha quedado “en la penumbra”. El 2 de octubre, una manifestación de Tlatelolco partiría rumbo a las instalaciones del Casco de Santo Tomás del IPN, entonces tomado por el Ejército. La cancelaron, y anunciaron una huelga de hambre.

El mitin, cuenta Gamundi, fue para informar que había posibilidades para la realización de un diálogo público. Cerca de 6.000 personas llegaron al lugar. Un helicóptero estuvo bajo, y arrojó unas bengalas que indicaron el ataque. La plaza rodeada por cuatro lados por militares.

La periodista italiana Oriana Fallaci, herida aquel día, escribió las siguientes líneas para el documental ‘El Grito’:

“La Ciudad de México, llegada de llama olímpica, se habla de saltos y nado, incómodos son los muertos”.


Actividad en la Plaza de las Tres Culturas para conmemorar la masacre estudiantil de 1968 / Comité 68

Un texto publicado por la revista ‘Stern’ del 15 al 21 de octubre de 1968, describió que miles de mexicanos buscaban a sus familiares en delegaciones, hospitales y depósitos de cadáveres, otros miles estaban en cárceles o en cuarteles militares, “mientras todo el país estaba atónito”, el diario vespertino ‘Ovaciones’ publicaba una cabeza triunfal: “Sí habrá Olimpiada”.

Irónicamente, al evento llamado ‘la olimpiada de la paz’, no asistió Sudáfrica por sus políticas racistas. Durante su inauguración, el 12 de octubre, sonaron caracoles indígenas. En el momento en el que debía hablar Díaz Ordaz, manifestantes lanzaron sobre su palco un papalote negro con forma de paloma.

Dos años después, en la inauguración del Mundial de Futbol México 1970, el presidente recibió una atronadora rechifla.

Aldabi Olvera

 

Actualidad RT
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