Las guerras de Hillary Clinton
Como Secretaria de Estado Clinton
cerró la mayor exportación de armas de la historia de EE.UU, gran parte
destinada al Golfo, y en concreto a Arabia Saudí
Clinton votó sí a la resolución de
Bush para la guerra de Irak, defendió el golpe en Honduras, impulsó la
invasión de Libia y aplaudió el asesinato de Gadafi
Hay quienes creen que si gana, llegará con ganas de abordar "asuntos pendientes" en el tablero internacional
Por Olga Rodríguez - eldiario.es
Donald Trump ha llegado a defender la deportación de 11 millones de
personas migrantes, tiene discursos extremistas y racistas y un machismo
recalcitrante. Por eso diversos sectores en EEUU presentan a Hillary
Clinton como la menos mala de las opciones.
De Trump, imprevisible y cambiante, podría esperarse cualquier cosa.
Pero ¿y de la candidata demócrata? Sus posiciones como secretaria de
Estado de 2009 a 2013 obligan a repasar su trayectoria en materia
internacional.
La mayor venta de armas: Arabia Saudí
Como responsable de la política exterior estadounidense Clinton ejecutó la mayor venta de armas
de la historia de su país, con un récord de 66.300 millones de dólares
en 2011, más de tres cuartos del mercado mundial de armamento. Los grandes contratos los cerró con los países del Golfo, actores de primer orden en las guerras de Irak, Siria o Yemen e impulsores de una ofensiva represora contra la oleada de protestas y manifestaciones en sus propios territorios o en países vecinos.
El mayor receptor de esa transacción ha sido Arabia Saudí, con una venta de armas valorada en algo más de 30.000 millones de dólares. El régimen saudí está bombardeando Irak, Siria y Yemen,
donde se han registrado diversos ataques contra población civil.
Además, tropas saudíes operaron en 2011 en Bahrein para reprimir con
brutalidad las manifestaciones en aquel país.
Riad acoge y exporta las interpretaciones más retrógadas y fundamentalistas del Islam y desde territorio saudí sale apoyo y financiación para grupos yihadistas
que operan en Siria. Nada de eso pareció importarle a Clinton cuando
optó por incidir en el orden de Oriente Medio, apostando por dotar de
mayor poder bélico a la monarquía saudí para usarla como contrapeso
frente a Irán. En su libro Hard Choices la propia Hillary definió la venta de armas a los saudíes como "nuestro acto más delicado de equilibrio".
Antes de dar luz verde a la transacción Clinton sabía perfectamente con
quién estaba tratando. En un cable difundido por Wikileaks y fechado en 2009,
la candidata demócrata se refería a Arabia Saudí como "la fuente más
significativa de financiación a los grupos terroristas suníes en todo el
mundo". Posteriormente justificó la venta de las armas diciendo que
sería buena para la seguridad mundial.
La Fundación Clinton ha recibido donaciones tanto de Arabia Saudí
–entre 10 y 25 millones de dólares– como de Emiratos Árabes Unidos o
Qatar, todos ellos involucrados en la guerra de Siria a favor de los
grupos rebeldes. Parte de esas cantidades fueron enviadas en el año
2014, cuando Estados Unidos entró ya de forma directa en la guerra
siria.
Irak e Irán
Como senadora Hillary Clinton apoyó la resolución que permitió la invasión de Irak
de 2003 impulsada por George W. Bush, al contrario que su rival en las
primarias demócratas, Bernie Sanders, quien tuvo claro entonces que
aquella operación militar ilegal abriría el infierno en Oriente Medio.
En 2008 Clinton advirtió de que Estados Unidos podría eliminar por
completo a Irán como respuesta a un ataque nuclear sobre Israel, lo que
llevó a Obama a advertir contra un lenguaje "propio de Bush".
Ya como secretaria de Estado en 2009 se mostró partidaria de que EEUU mantuviera abierta la opción de atacar Irán y posteriormente, cuando Washington llegó a un acuerdo con Teherán, se mostró segura de que "Irán querrá poner a prueba al próximo presidente, ver hasta dónde pueden estirar los compromisos. Eso no funcionará si yo estoy en la Casa Blanca".
"Llegamos, vimos y murió"
En 2011 impulsó con entusiasmo la invasión de Libia en
2011 y la entrega de armas a los llamados rebeldes libios. Justificó la
intervención en territorio libio acogiéndose a la doctrina R2P
–"responsabilidad de proteger"– que defiende la violación de la
soberanía nacional y las operaciones armadas en territorios ajenos con
la excusa de proteger a población civil. El doble rasero a la hora de
aplicar dicha doctrina es notable. Mientras la OTAN se disponía a entrar
en Libia para "proteger" a los civiles, Arabia Saudí enviaba tropas a
Bahrein para disparar contra los manifestantes, sin que Estados Unidos
moviera un dedo para impedírselo.
La operación militar en Libia en 2011 se saltó rápidamente los objetivos
para los que había sido definida: proteger a la población de la ciudad
de Bengazi que, según decían los gobiernos patidarios de la
intervención, iba "a ser masacrada" por Muamar Al Gadafi. Recientemente
el Parlamento británico ha concluido en un informe que nunca hubo pruebas suficientes que certificaran tal amenaza.
Una vez tomada aquella urbe, las tropas de la OTAN continuaron su avance
hacia la capital y permanecieron en el país durante meses. De hecho la
intervención no terminó hasta que se produjo el asesinato extrajudicial
de Gadafi. Estados Unidos y Francia reivindicaron su rol en el bombardeo
contra el convoy en el que viajaba el dictador libio, en el que
murieron varias personas. Un drone estadounidense tripulado desde Las
Vegas y dos jets franceses atacaron los vehículos. Gadafi pudo salir de
su coche, fue apresado a unos 200 metros, arrestado y tiroteado por
rebeldes libios.
En un descanso de una entrevista ante las cámaras de televisión Hillary
Clinton quiso celebrar con una amplia sonrisa el asesinato del dictador
libio, diciendo aquello de "llegamos, vimos y murió".
El salvaje oeste volvía a ser reivindicado. Libia quedó fragmentada y
dividida en territorios controlados por diversas milicias armadas por
Occidente, algunas de ellas yihadistas y con personajes considerados
terroristas en el pasado por EEUU y la UE.
Miles de personas fueron perseguidas, arrestadas, torturadas y
asesinadas bajo las bombas de la OTAN y en los ataques y enfrentamientos
posteriores. Una de las víctimas fue el propio embajador de Estados
Unidos en Libia.
Los drones, Afganistán, Ben Laden y Siria
Cuando el Pentágono pidió más tropas para Afganistán, varios altos
cargos de la Casa Blanca se mostraron reacios, incluido el
vicepresidente Joe Biden. Pero una vez más Clinton trabajó en favor del
envío de más soldados y facilitó la expansión de las operaciones con drones
en Yemen y Pakistán. En cuanto al asesinato de Osama Ben Laden, la
ahora candidata a la presidencia lo definió como "los 38 minutos más
intensos de mi vida".
Clinton también apoyó los bombardeos que la Casa Blanca barajó contra
Siria en 2013, apostó por armar a los rebeldes sirios antes de que Obama
acordara hacerlo, y en 2012 trabajó con el director de la CIA David
Petraeous para promover ayuda, entrenamiento y armas a grupos de
"rebeldes" sirios. Petraeous ya había gastado una enorme cantidad de
dinero y esfuerzo entrenando a grupos iraquíes y afganos, con muy poco
éxito en los resultados, pero eso no pareció importarle a Hillary
Clinton.
Más respaldo a Israel
En octubre de 2015, ya fuera de la Secretaría de Estado, contradijo la
posición de la Casa Blanca, apoyando una zona de exclusión aérea para
Siria. En cuanto a Israel, la candidata demócrata ha prometido reafirmar
los lazos de Estados Unidos con Tel Aviv e invitar al primer ministro
israelí Benjamin Netanyahu –de extrema derecha– a la Casa Blanca en los
primeros meses de su mandato como presidenta si gana las elecciones.
Ha defendido los bombardeos israelíes contra población civil aludiendo
al "derecho de Israel a defenderse" y sobre los ataques contra Gaza en
2014, en los que murieron 2.251 palestinos, la mayoría civiles, afirmó
que "Israel hizo lo que tenía que hacer". Algunos de sus donantes son
firmes defensores de la política de ocupación israelí.
También como secretaria de Estado apoyó al dictador egipcio Hosni
Mubarak y siguió haciéndolo en los primeros días de las revueltas
egipcias, con frases como esta: "Nuestra valoración es que el Gobierno
egipcio es estable y está buscando el modo de responder a las
necesidades e intereses del pueblo egipcio".
El apoyo al golpe en Honduras
En América Latina su posición más gráfica fue la que adoptó ante el
golpe de Estado en Honduras y la expulsión del presidente Manuel Zelaya
de su propio país: Clinton evitó llamar golpe de Estado al golpe, criticó a
Zelaya –elegido democráticamente– y apostó por impulsar nuevas
elecciones en vez de apoyar el regreso a Honduras del presidente
destituido para que pudiera recuperar el Gobierno que le habían
arrebatado. Así lo ha reconocido ella misma en su libro Hard Choices y
en varias entrevistas. Tras su expulsión, Zelaya intentó en varias
ocasiones regresar a su país, algo que Clinton definió como "temerario".
El golpe de Estado vino acompañado de represión, torturas, arrestos
arbitrarios, desapariciones y asesinatos de activistas y defensores de
los derechos humanos, como Berta Cáceres entre otros muchos. La violencia ha
crecido de forma dramática en Honduras, convertido ahora en el país más
peligroso del mundo para los activistas medioambientales que denuncian
la explotación y privatización de los recursos naturales que necesitan
para subsistir. Nada de eso impidió que Estados Unidos enviara millones
de dólares en ayuda militar y policial al país centroamericano.
Tensar la cuerda con Moscú
Tras dejar el departamento de Exteriores, Clinton criticó a Obama por no
hacer más para contener la presencia de Rusia en Ucrania tras la
anexión de Crimea y durante esta campaña ha apostado por referirse a
Rusia como un claro enemigo de Washington.
Robert Kagan, ensayista neocon, asesor de Bush y cofundador del Proyecto
para el Nuevo Siglo Americano, ha dicho de ella: "Me siento cómodo con
ella en política exterior. Si aplica la política que pensamos que
aplicará, es algo que podría ser llamado neocon pero que claramente sus
seguidores no lo llamarán así, lo llamarán de otra forma".
Los críticos de Clinton afirman que hasta que no abandonó su cargo y fue
reemplazada por John Kerry, la Secretaría de Estado se mantuvo operando
como un apéndice del Pentágono. Tras su salida la administración Obama
alcanzó los dos mayores logros de su política exterior: el pacto con
Irán, que alejó al menos momentáneamente el riesgo de una guerra mayor, y
la apertura hacia Cuba.
Decía recientemente Zbigniew Brzezinski,
exasesor del presidente Carter y hombre enormemente influyente en el
diseño de la hegemonía estadounidense en el pasado, que "nadie puede
negar que el mundo está entrando en un periodo de inestabilidad
ascendente en el que las frustraciones domésticas dictan las políticas
internacionales".
Hillary Clinton representa a los halcones dentro de su partido.
Hay quienes creen que si gana, llegará con ganas de abordar asuntos que
le quedaron "pendientes" tras su salida de la secretaría de Estado en
2013. En este sentido su trayectoria belicista obligará a prestar enorme
atención a los pasos que dé en política exterior si las elecciones de
este martes la llevan al sillón del despacho Oval.
http://www.eldiario.es/zonacritica/guerras-Hillary-Clinton_6_577852231.html
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