miércoles, 2 de noviembre de 2016

Rusia: ¡Revolución ideológica 2.0!

Rusia: ¡Revolución ideológica 2.0!

leroy_rechetnikov_douguinepor Emmanuel Leroy – El 25 de de julio de 2016, después de más de dos años de sanciones occidentales que alcanzaron parcialmente la economía rusa, particularmente sobre el plano monetario, con un tipo de interés de los bancos centrales sobre el rublo de más del 10%, Putin dio finalmente luz verde al club Stolypin contra los liberales de Alexei Kudrin, que habían llevado a Rusia a una recesión política económicamente peligrosa con su ideología de libre mercado “a la occidental”.
Este cambio radical en el posicionamiento de la Rusia actual debe mucho al filósofo ruso Alexander Dugin, que trabaja desde hace muchos años para romper la influencia occidental en Rusia. Con esta decisión, el campo de la multipolaridad y de la renovación de la Santa Rusia acaba de marcar un punto decisivo contra los agentes de la quinta columna.
El club Stolypin, animado principalmente por Sergei Glaziev, un consejero próximo a Putin, se inspira en gran medida en Friedrich List (1789-1846), un economista alemán de genio, crítico de Adam Smith, y que fue el origen de la teoría del “proteccionismo educador”. La ideas de List crearon en el siglo XIX el crecimiento económico más impresionante en toda Europa en tan sólo tres décadas. El nuevo modelo de desarrollo de la economía rusa está basado en las teorías de Friedrich List, que fue el origen del “milagro alemán”.
Detrás de esta información aparentemente anodina, acaba de ponerse en práctica, por primera vez desde 1991, una alternativa ideológica total al sistema occidental – sistema que también se puede calificar como ideología anglosajona -.
Hasta la desaparición final de la Unión Soviética con Gorbachov en 1991, el mundo se dividía oficialmente en dos campos ideológicos: el liberalismo occidental autoproclamado “campo de la libertad”, y el comunismo autoproclamado “defensor de los oprimidos” .
En el momento de la muerte de la experiencia soviética, se hundió al mismo tiempo la alternativa ideológica que representaba el marxismo frente al liberalismo anglosajón. Desde entonces – y es a partir de este momento que se desarrollaron la teoría del fin de la historia y la promoción del pensamiento único – los líderes del Gran Juego anglo-sajón creyeron ganada la partida, ya que no tenían un adversario ideológico susceptible de oponer otra visión del mundo a la suya.
Fue sin contar con el despertar de la gran Rusia, que después de ensayar a tientas durante un cuarto de siglo para redefinir una alternativa al sistema, acaba de optar por un nuevo enfrentamiento – cuestión de vida o muerte para ella – con la ideología anglosajona, oponiéndole el concepto de multipolaridad, que no es de alguna manera sino el retorno de la concepción westfaliana de las relaciones entre las naciones. En otras palabras, Rusia acaba de recoger el guante con el que fue abofeteada por los seguidores de Mammon, y acaba de abofetearlos a su vez, entre otras cosas mediante el ultimátum que acaba de enviar Vladimir Putin a los Estados Unidos en el marco de la guerra en Siria, el primero que recibe Washington desde 1861.
Para aquellos que todavía se plantean preguntas sobre la confrontación entre Ucrania y Rusia, particularmente a través del mortífero conflicto del Donbass, surge una pregunta: dime quién te apoya, y te digo quién eres. La respuesta es clara: el régimen de Kiev está respaldado por Occidente y está destinado a crear un absceso de retención en el corazón de Rusia – como lo había preconizado Zbigniew Brzezinsky. Más allá de Kiev, la última gran capital del mundo euroasiático que aún no ha caído en manos de los anglosajones es Moscú. A partir de esta constatación básica, ninguna vacilación es posible: ¡pérfida Albión delenda est! Los que defienden a Kiev y sus batallones identitarios de Galitzia o moldo-valacos están, nolens volens, en el bando del mundialismo. Los que defienden a Moscú y los patriotas del Donbass se encuentran en el campo de la libertad de los pueblos. En mi caso, mi elección está hecha. Tampoco era ni siquiera una opción, era una evidencia.
Fuente: Katehon.

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