Simbolismo del petróleo (y II)
Parte Segunda: La liberación de los Titanes
"La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo." Frase pronunciada por el Dr. Tyrell en el film futurista y distópico Blade runner (1982).
Dejemos a un lado el análisis simbólico de la
denominación de 'oro negro' que hemos abordado hasta aquí y dirijamos
ahora nuestra atención al producto en sí.
Sabemos que el petróleo es un 'combustible fósil',
producido a lo largo de millones de años de maceración intraterrestre,
pero, y esto es muy significativo, pese a este largo proceso sufrido
durante millones de años su origen último sigue siendo solar.
Es decir, estamos ante subproducto 'solar' que ha sido trasformado -transmutado-
en el interior mismo de la tierra, lo cual encaja asombrosamente con el
análisis simbólico que hemos desarrollado hasta aquí: una suerte de
símbolo solar invertido, negativo y de origen inferior.
Para mostrar con mayor claridad lo que decimos y sus implicaciones simbólicas proponemos la siguiente imagen gráfica.
Sobre este esquemático corte vertical de la tierra
podemos representar los 'tres mundos' mediante los cuales el
pensamiento tradicional divide y simplifica los diferentes grados o
planos de la manifestación universal [3].
La analogía se establece de forma evidente. La superficie terrestre,
que es el nivel en que se desarrolla la existencia física del hombre
corresponde al nivel de manifestación humano. Pero no debemos olvidar
que desde el punto de vista tradicional el hombre es análogo al árbol,
con sus ramas extendidas hacia el cielo y sus raíces penetrando en la
tierra [4],
pues el hombre no está inevitablemente inclinado hacia el suelo como el
resto de mamíferos sino que está erguido y elevado sobre el mismo: su
columna vertebral apunta al cielo y su vista mira de modo natural al
horizonte. Por esto el hombre es un ser dual: un puente natural entre el
cielo y la tierra. Habitando entre dos mundos, puede decirse que es a
la vez de los dos y de ninguno: su parte mortal es de la tierra y ha de
regresar inevitablemente a ella; su alma inmortal debe liberarse y
ascender al cielo. Es en base a esta imagen del hombre como nexo de
unión entre el cielo -mundos superiores- y la tierra -mundos inferiores-
que se genera el esquema ternario que acabamos de presentar. Siguiendo
dicho esquema el ámbito en que el hombre desarrolla su actividad no es
solo la superficie de la tierra sino también la atmósfera, entendida como mundo intermedio
y asociada con el elemento Aire. Según este esquema el cielo representa
los planos de manifestación supra-humanos, los estados superiores del
ser o celestes-. Por último las oscuras regiones del interior de la
tierra representan los planos de existencia infra-humanos, identificados
con los mundos inferiores o infiernos de las diferentes tradiciones.
Resulta entonces evidente que el petróleo, por ser
un producto eminentemente subterráneo, procedente de la descomposición
masiva de materia orgánica y macerado en el interior de la tierra
durante millones de años, puede ser calificado perfectamente de 'energía
infernal' -o 'infra-humana'-.
Se aprecia mejor ahora hasta qué punto el petróleo
implica en sí mismo una inversión de las cualidades solares que
estuvieron en su origen: mientras el sol, fuente de luz y calor, procede
de lo alto y hace que la vida se desarrolle en la tierra, el petróleo
procede del interior de la tierra -los mundos plutónicos e inferiores,
el 'mundo de los muertos' simbólicamente- y, aunque proporciona un falso reflejo
de la luz y el calor del astro solar, al cual trata de suplantar,
amenaza con destruir la vida y cubrirlo todo con la espesa tiniebla que
trae del infra-mundo. Este es el oscuro simbolismo del Sol Niger -o 'Sol Negro'-: un falso sol que, suplantando al verdadero astro rey, produce una ilusión de vitalidad que es en realidad inercia (Tamas), oscuridad y muerte.
*
Como ya indicamos en la primera parte todo lo
dicho debe ser puesto en relación con los mitos ctónicos que se refieren
al dios Plutón y a los Titanes, así como con los mitos referidos a
Saturno y la Edad de Oro.
En cuanto al carácter saturnal y tamásico de esta
energía cabe señalar que, por ser el petróleo los restos de un 'mundo'
antiguo y desaparecido, simbólicamente puede interpretarse como un
destilado del pasado, no ya de la humanidad sino del planeta mismo. Por
ello su extracción y utilización tiene algo de exhumación y de
inmolación masiva del pasado y la historia de la tierra [5],
con todas las connotaciones simbólicas que ello posee. Una de las
posibles lecturas nos acerca a la interpretación -que ya hemos comentado
en otras ocasiones- de la modernidad como una 'cultura del palimpsesto'
que trata de borrar y destruir todo aquello que sea anterior a ella
misma. En cuanto a los Titanes es innegable que el desarrollo de la
tecno-ciencia y la mega-máquina tiene mucho de titanismo, titanismo que
se expresa tanto en los materiales empleados -hierro, acero- como en el
ritmo de funcionamiento de este 'nuevo mundo' cada vez más alejado de
algo que pudiera calificarse de humano. Pero, ¿puede decirse que estemos
realmente ante un 'despertar' de los viejos Titanes que fueron
'encadenados' en las profundidades del abismo antes de que llegara el
tiempo de los hombres? Parece una conclusión exagerada pero el análisis
simbólico apunta a que en efecto así es. Para hacernos una idea del
carácter titánico que posee el petróleo no hay más que reparar en su
desmesurada capacidad energética que le otorga un potencial
transformador a todas luces 'no-humano'.
"Se estima que un barril de petroleo (159 litros) contiene una energía equivalente a 25.000 horas de trabajo humano" [6].
Según otras estimaciones el consumo energético
medio de un habitante de un país desarrollado equivale al trabajo que
desarrollarían 50 esclavos.
Aunque este tipo de cálculos siempre es difícil y a
menudo los datos son matizados o discutidos, no nos interesa la
exactitud cuantitativa de la estimación tanto como la realidad
cualitativa que dibuja: la de una sociedad tan opulenta e hipertrofiada
como desviada y carente de control. Ante esta asimetría tan enorme entre
la capacidad de trabajo humana y la del omnipresente combustible fósil
es innegable que, con el empleo generalizado del petróleo como energía
fácil y 'para todo', el hombre está poniendo en marcha fuerzas que le
superan ampliamente [7].
Debe recordarse que los Titanes, tras ser vencidos
por los dioses olímpicos, fueron encerrados en el infra-mundo al igual
que el dios de la Edad de Oro, Saturno. En cuanto al mito de Saturno
debemos tener en consideración que, para el pensamiento tradicional, los
dioses 'caídos' se convierten en 'demonios' para los 'mundos' futuros.
Simbólicamente por tanto, allí, en el infra-mundo,
se encuentran encerradas unas poderosas fuerzas de carácter no-humano,
fuerzas que se oponen por su misma naturaleza a las energías celestes y
que están siendo sistemáticamente liberadas por la civilización
occidental. Unas fuerzas que por su misma naturaleza darán lugar -ya lo
están haciendo- de manera inevitable a un nuevo orden, un orden enemigo
del orden celeste pues le son opuestas por naturaleza. Se trata del
eterno combate entre las fuerzas coagulantes de la luz y el orden frente
a las fuerzas disolventes del caos y la oscuridad.
En esta segunda imagen podemos ver el doble efecto
causado por el empleo masivo de los combustibles fósiles y que
interpretamos una vez más en clave simbólica. Por una parte mediante su
extracción y uso se 'liberan' las peligrosas fuerzas titánicas, de
carácter no-humano, que según el mito clásico se encontraban sepultadas y
'encadenadas' en el interior de la tierra. Debido a su carácter
'no-humano' tales fuerzas trascienden las capacidades humanas de
previsión y control, razón por la cual una vez liberadas ponen en marcha
procesos imposibles de controlar en su totalidad por parte de la
humanidad. Por todo ello dichas fuerzas apuntan irremediablemente a
algún tipo de trans-humanismo. Por otra parte estas influencias
liberadas suponen por su naturaleza pesada, oscura y tamásica una
'barrera' para las influencias celestes, cerrando su paso y con ello
aislando la realidad humana de la comunicación con los mundos
superiores. La realidad humana corre el riesgo entonces de quedar
enteramente bajo la influencia de estas fuerzas infernales.
Estas reflexiones conducen a una inquietante
cuestión: ¿Es el hombre el que hace uso de estas fuentes de energía o
son más bien estas fuentes de energía -por completo innecesarias para el
desarrollo de una vida humana normal- las que están empleando al
hombre para lograr sus fines? Y ¿cuáles podrían ser estos fines sino
algún modo de trans-humanismo tecnológico? Frente a este horizonte que
se dibuja de forma cada vez más descarada, la distopía de James Cameron y
su Terminator aparece como un juego de niños.
*
Pero sería un grave error -propio de la mentalidad
moderna- pensar que establecemos aquí una relación causal de algún
tipo. No se trata de eso. Como en todo simbolismo verdadero de lo que se
trata es de una relación de analogía, no causal pero tampoco en absoluto casual.
Esta relación de analogía se basa en la simetría
existente entre la realidad exterior al hombre -de orden físico- y su
realidad interior -de naturaleza psíquica-. Y es en base a esta relación
-profunda y real, que descansa en último término en la profunda
interconexión de todo cuanto existe- que puede establecerse una analogía
-que se designa en términos simbólicos- entre dos realidades o
fenómenos dispares.
Tal relación de analogía no debe sorprender pues
ambas realidades -física y mental, exterior e interior- no son más que
dos caras de una misma moneda y se encuentran mucho más entrelazadas de
lo que la superstición del mecanicismo reduccionista que ha impuesto la
modernidad es capaz de suponer.
Volviendo al caso que nos ocupa no estamos
diciendo que al extraerse y consumirse los combustibles fósiles del
interior de la tierra se liberen literalmente las entidades
sutiles que entran en la categoría de Titanes o Demonios. De hecho,
teniendo en cuenta que en términos metafísicos la realidad del plano
sutil antecede a la realidad del plano físico, el proceso debería
describirse más bien en sentido inverso.
Lo que sostenemos mediante este análisis
simbólico, y lo enunciamos explícitamente a fin de que no haya lugar a
confusión, es lo siguiente:
De modo análogo a como
la modernidad extrae y consume los combustibles fósiles del interior de
la tierra -en términos míticos, el infierno-, liberando con ello
poderosas 'energías' de difícil -por no decir imposible- control y
poniendo en peligro la continuidad la vida del hombre sobre la tierra
tal y como ha sido hasta ahora, de un modo análogo decimos, la
desviación espiritual que es la modernidad 'libera' o desencadena en el plano psíquico y sutil fuerzas titánicas equivalentes a aquellas, pre-humanas y profundamente enterradas en el inconsciente en un proceso paralelo
al de la exhumación e inmolación de los hidrocarburos y que tiene
consecuencias no menos preocupantes ni decisivas en el nivel psíquico
que en el nivel físico.
Dicho de otro modo, el proceso por el que se
extraen y queman los combustibles fósiles -que se muestra en la
ilustración anterior- es la imagen exterior, perceptible por los
sentidos y teniendo lugar en la realidad física, de un proceso que está
aconteciendo paralelamente en el interior del hombre mismo desde el
triunfo de la modernidad y el punto de vista profano sobre todos los
ámbitos de la existencia.
Al igual que en la atmósfera, y siguiendo la ley
de analogía, en el alma humana se está creando una 'barrera' que aísla
al hombre de las influencias superiores y espirituales a la vez que
paralelamente se van abriendo profundas grietas en dirección al
psiquismo más inferior y disolvente.
Es este orden de relaciones simbólicas -basadas en la analogía- el que tanto cuesta comprender a la mentalidad moderna.
Desde el punto de vista tradicional estamos ante
dos realidades paralelas e inseparables, pues no pueden darse cambios
como estos en una de ellas sin influir de alguna forma -negativa- en la
otra. Y, teniendo en cuenta que el 'plano sutil' antecede en el orden
metafísico al 'plano físico' o manifestación formal grosera,
puede decirse que el uso de los combustibles fósiles así como el
maquinismo tecnológico que este ha propiciado solo ha sido posible como
consecuencia de la previa 'liberación' de fuerzas análogas -titánicas e
infra-humanas- en el nivel psíquico. Fue primero el cambio mental -plano
sutil-.
Por último, y esta es la conclusión -no por simbólica menos real- que creemos se desprende de todo lo dicho:
A medida que el hombre
hace un uso masivo de las energías fósiles -que representan las fuerzas
y potencias infernales a la vez que el pasado más remoto y pre-humano
de la tierra, no lo olvidemos- la humanidad anula su porvenir mismo,
contrae su horizonte y precipita sobre sí su propio final.
Notas:
[3]
Como hemos dicho en otras ocasiones, en el simbolismo tradicional toda
representación jerárquica-vertical puede siempre ser reducida al ternario
-simbolizada por el número 3-, mientras que los esquemas y
representaciones horizontales, referidos generalmente a los órdenes
temporal y espacial, pueden ser reducidos al cuaternario y figurados mediante el número 4.
[4]
Por esta razón algunas tradiciones, como la medicina extremo-oriental,
representan esquemáticamente al hombre de pie y con los brazos alzados
hacia el cielo.
[5]
Siguiendo la ley de analogía los niveles subterráneos representan
siempre lo pasado mientras los niveles superiores -o celestes-
representan el futuro y lo porvenir. Por esta razón la 'tierra de los
muertos' estaba a menudo situada en el mundo subterráneo: el Hades griegos, el Seol
hebreo, etc... Y también por esta razón las 'puertas del infierno'
coinciden frecuentemente con grutas, simas y otros accidentes
geográficos similares. Los ejemplos mejor documentados son sin duda los
centros oraculares de Delfos y Cumas, pero también podrían incluirse en
esta categoría los pozos de Airón de los celtas.
[6] Roberto Bermejo, Un futuro sin petróleo. Colapsos y transformaciones socioeconómicas, cap. 2. Ed. Catarata.
[7]
Pensemos por ejemplo en el desarrollo de la energía atómica, cuya
huella ecológica superará con creces la duración de la propia especie
humana.
Fuente: Agnosis.
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