miércoles, 21 de noviembre de 2012

Entre caballos retozones, militares y amazonas

Entre caballos retozones, militares y amazonas

Política •
La asistencia al desfile para conmemorar el 102 aniversario de la Revolución no tuvo la convocatoria de otras ocasiones.
Ciudad de México • Y por aquí pasaban en sus caballos retozones y a bordo de autos, ya sea caracterizados de rebeldes o miembros de la milicia o ataviados de charros o vestidos de policías, todos admirados por espectadores, no muchos pero entusiastas, ya que es un día laboral a pesar de festejarse el 102 aniversario del inicio de una gesta.
La marcha, iniciada en el Zócalo, llegaría hasta el Monumento a la Revolución, donde un puñado de #YoSoy132 esperaba con un letrero: “prefiero morir de pie que morir de rodillas”, al tiempo que se hacían a un lado, pues corrían el peligro de ser arrollados por briosos corceles en la bocacalle de Ponciano Arriaga.
El desfile, que partió a eso del mediodía, provocó que el centro de la ciudad y sus alrededores lucieran despejados de autos, cuyos conductores tomaron atajos para dar paso al contingente que se deslizaba sobre la calle 5 de Mayo y quebró por Avenida Juárez, cuyas banquetas fueron ocupadas por todo tipo de personas.
Y mientras en la calle marchaban civiles encarnados en héroes, el espacio aéreo era bifurcado por cuadrillas de aviones y helicópteros, desde los que se lanzaban paracaidistas de la Fuerza Aérea que, de manera sincronizada, aterrizaban en la plancha del Zócalo. Chorros de humo verde, blanco y rosa dejaban tras de sí las aeronaves.
Los niños fijaban la mirada en el firmamento e interrogaban a sus padres sobre esos, para ellos, extraños aparatos voladores que hendían el espacio y hacían piruetas y dejaban estelas de colores que, dispersas, coronaban de matices los edificios más altos del primer cuadro de la ciudad.
Desde plataformas rodantes, las “glorias del deporte mexicano”, sonrientes, saludaban al público que, agolpado en las banquetas, aplaudía o accionaba cámaras fotográficas y teléfonos celulares. Los personajes disfrazados eran representativos de diversos grupos dentro de aquella la aventura revolucionaria.
También desfilaban grupos de distintas entidades de la República. Y ahora participaban policías federales y locales.
Un jinete ordenó a su caballo azabache hincarse y éste, a manera de saludo, obedeció y dobló sus coyunturas sobre el asfalto, por lo que se ganó el aplauso unánime.
Hombres y mujeres de la Policía Montada del DF hacían trotar sus corceles alazanes, blancos, tordillos y moteados.
Entre ellos iba Gloria Morales, de 27 años, piel apiñonada y ojos cafés, ahora vestida de falda ancha y sombrero charro.
Esta amazona, del grupo antimotín de la policía, ya al término del desfile, bajó de su alazán lucero y disfrutó una paleta de grosella.
Aunque el reporte oficial fue “sin novedad”, durante el desfile ocurrió un par de incidentes. Al realizar una acrobacia sobre caballos y formar una pirámide humana, 10 jinetes cayeron y dos de ellos resultaron con heridas que ameritaron su hospitalización
Además, al descender, un par de helicópteros de la Marina, levantó una nube de polvo y estiércol de caballo que llegó hasta el balcón presidencial, donde Calderón se limitó sacudir su traje con la mano, mientras su esposa Margarita Zavala y sus hijos se cubrían la boca y la nariz.
Retumba la trompeta
El sonido de trompeta en el Campo Militar Número 1 del municipio de Naucalpan, Estado de México, retumbó no solo en los oídos y en la cama del cabo Ponciano Jiménez.
También en los dormitorios de los 200 elementos de la Policía Militar y del Agrupamiento Femenino Montado, quienes tuvieron que levantarse inmediatamente, porque para ellos el desfile del 20 de Noviembre había comenzado a la 1:30 horas de este martes.
La estrofa un tanto desafinada, a la que se le conoce como Toque de levante, y que se entonó en la explanada del 29 Batallón de la Policía Militar, taladró en los oídos de Ponciano, quien en sus cuatro años en el Ejército no se termina de acostumbrar al sonido, prefiere el despertar del sereno con los gallos en su natal Guerrero, “pero ya estoy aquí y también me gusta”.
Ponciano tiene cuatro años como cabo del Arma Blindada del Ejército mexicano.

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