miércoles, 21 de noviembre de 2012

Morena, el caballo de Troya

Morena, el caballo de Troya
Pablo Hiriart
 
El principal riesgo de la aparición de Morena en la escena política y electoral no es para el PRI ni para el PAN, sino para el PRD: lo pueden borrar.
La respuesta que han dado hasta ahora los dirigentes del PRD ha sido vacilante, temerosa, cuando en realidad tienen enfrente a la aspiradora que les va a vaciar la casa.
Jesús Zambrano se equivoca al “saludar” la constitución de Morena, “que hace suyas las banderas de la izquierda, especialmente las del PRD”.
Ahí está el riesgo que el PRD no ve o no quiere ver: Morena hace suyas esas banderas pero forma otro partido.
En lugar de señalar a López Obrador como divisionista y esquirol de la izquierda, pues la fragmenta y le quita peso en el Congreso y en las urnas, los dirigentes perredistas reaccionaron con timidez.
Así, van camino al cadalso. Se entregan como corderos ante un liderazgo más potente que los construidos hasta ahora por el Partido de la Revolución Democrática.
Morena tiene un proyecto definido y fácil de entender. Es el proyecto personal de su líder, punto. Ahí no habrá “corrientes”, ni disidencias, ni regateos a la autoridad del jefe a la hora de designar candidatos.
Hacia afuera, Morena va a estar en contra de todo lo que haga y diga el gobierno. Va a movilizarse cuando haya condiciones y será la voz cantante de la oposición de izquierda.
El proyecto del PRD, en cambio, ¿en qué consiste? Desde su nacimiento ha vivido bajo la sombra de un caudillo y su agenda particular.
El primero de ellos, Cuauhtémoc Cárdenas, ya está retirado de la actividad partidista y el segundo, López Obrador, acaba de anunciar un nuevo partido para enero.
¿Qué va a hacer el PRD sin guías ni proyecto? Por lo visto hasta ahora, va a seguir al flautista de Morena. Y en las elecciones intermedias, dentro de tres años, será barrido por la nueva fuerza.
Salvo, claro, que calculen el riesgo y desde ahora definan su perfil que los diferencie de Morena.
La opción del PRD es correr a Morena y a López Obrador al extremo del escenario político.
Tienen que quitarlos del lugar reservado para la izquierda democrática y confrontarlos como a un grupo ultra y nostálgico de un mundo que murió con el fin de la guerra fría.
“¡Cuba sí, yankees no!”, coreaban los delegados de Morena en el Congreso constitutivo de domingo y lunes. ¿No hay ahí una diferencia interesante, por ejemplo?
Es hora de que el PRD marque la diferencia. Que se clarifique como una opción de izquierda moderna.
Pero si van a seguir al flautista con la mira puesta en un frente de izquierda en las elecciones próximas, el Partido de la Revolución Democrática terminará en la panza de Morena, o más específicamente en la de López Obrador.

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