La
Capilla Sixtina, los templos de Angkor Wat o el mármol blanco del Taj
Mahal, a pesar de incorporar diferentes épocas de la historia, diseños
con enfoques distintos y culturas muy distintas, tienen en común esa
capacidad de asombrarnos con sus enormes grandes y complejas
estructuras.
Esta
capacidad de evocar la emoción y la contemplación es común para muchas
de las maravillas arquitectónicas del mundo, especialmente aquellas que
sirven a un propósito religioso. “Para sentirse más cerca de Dios, hay
que crear un ambiente donde todo apunte a este sentimiento de
elevación”, dice Vittorio Gallese, catedrático de Fisiología de la
Universidad de Parma, Italia.
“La
manera en que el espacio está diseñado está vinculada con la elevación
sensual”, dice Vittorio Gallese, que explora los vínculos entre el
cerebro de una persona y su entorno.
¿Cómo?
La creación de un sentimiento de elevación comienza con una acción clave: mirar hacia arriba.
Las
catedrales góticas, los monumentos antiguos y los templos históricos
nos han hecho mirar hacia el cielo, ya sea a través de techos altos,
torres elevadas o estatuas montada, ayudándonos a generar esa sensación
de inspiración al entrar en dicha arquitectura.
El
acto físico de mirar hacia arriba ayuda al cerebro a procesar el
significado detrás de la acción (como la idea de que el cielo está
arriba y el infierno abajo).
“El
espacio levanta tus ojos”, dice Michael Arbib, vicepresidente de la
Academia de Neurociencias y Arquitectura en San Diego, California.
Esta
señal visual abarca muchas regiones del cerebro para luego absorber el
mundo que lo rodea. “[Es como] mirar hacia arriba a las montañas… es una
respuesta humana básica”, dice Arbib. Levantar el campo de visión trae
consigo sentido del espacio, comodidad y contemplación.
“[En]
una cueva, o espacio estrecho, se siente la opresión de los límites que
rodean el cuerpo”, dice Gallese. Vastos espacios, sin embargo,
proporcionan una sensación de libertad y movimiento en el que las
personas son libres de explorar y contemplar.
Los
seres humanos gozamos naturalmente con ciertas ideas particulares como
un paisaje sereno o una cara sonriente, estas respuestas son parte de
nuestra biología innata. Empero, el grado en el que la gente disfruta o
experimenta algo está fuertemente definido por su pasado y el mundo que
ha experimentado hasta la fecha.
“Siempre
nos conectamos con algo que ya sabemos”, dice Gallese. “El sentimiento y
la emoción vienen sólo una vez cuando nos relacionamos con ese
entorno”.
Las historias personales
combinadas con el carácter -seamos fríos o emocionales- determinan la
percepción del mundo que nos rodea. “Los recuerdos, la simulación,
proyección, emociones… todo sucede cuando contemplas un edificio”, dice
Gallese.
La luz
Los
principios de la utilización de la luz en el diseño arquitectónico se
puede ver en el lugar de trabajo de Panda, el Instituto Salk. Su
fundador Jonas Salk – conocido por el desarrollo de la primera vacuna
contra la polio éxito – fue inspirado por la arquitectura italiana. Salk
se asoció con el arquitecto Louis Khan quien diseñó un edificio moderno
ahora admirado por muchos en todo el mundo por su uso de la luz natural
y grandes espacios.
El
diseño resultó en un lugar de trabajo junto al mar alineado con el
horizonte fomento de la creatividad y de la contemplación de su
personal.
La creciente
idea entre los neurocientíficos es que una experiencia visual es mucho
más que la visión. En su lugar, es multi-sensorial a través de las
sensaciones táctiles de los materiales, las distracciones visuales de
diferentes objetos y olores particulares ayudando a generar estas
experiencias.
“La calidad
del espacio se cambia por [cada uno de] estos modos”, dice Gallese que
cree que todas las diferentes respuestas del cerebro que constituyen una
experiencia están profundamente integradas en el interior de nuestro
cerebro.
La necesidad de lo nuevo
El
deseo humano de las novedades es la acción final en la consolidación de
la experiencia de alguien en un espacio arquitectónico.
“Tenemos
una curiosidad y el instinto de nuevos objetos”, dice Panda. Esta
curiosidad es el pegamento mantener el temor y la intriga de un edificio
una vez que ha pasado nuestra reacción inmediata.
Arbib
habla de sus propias experiencias del museo Guggenheim en Nueva York,
donde el diseño inusual de una escalera de caracol mantiene la mente
ocupada mientras se pasea a través del lugar, a veces sin tener en
cuenta la exposición. “Al caminar alrededor, las perspectivas siguen
cambiando”, dice Arbib.
Este
deseo de lo nuevo, y por lo general de lo “mejor”, es lo que nos ha
llevado desde la cabaña estándar hasta los edificios que hoy vemos.
“Siempre
hay algo que nos empuja a ir más allá del uso utilitario de un
espacio”, dice Gallese. “Nunca estamos satisfechos con los resultados
inmediatos”.
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