Una explicación necesaria a los crecientes ataques de neonazis.
Con
toda seguridad usted habrá tenido referencias de esta noticia por los
medios de comunicación o por las redes sociales donde su repercusión fue
amplia. En la madrugada del viernes 28 de agosto” tres neonazis
asaltaron a un menor en el portal de su casa”, en el barrio Arangoiti de
Bilbao. La superioridad numérica permitió a los agresores grabar a
cuchillo en su brazo una esvástica con el número “88”, que en argot neonazi significa “Heil Hitler”.
La noticia circuló como cualquier denuncia de un hecho repugnante e intolerable, o como mera expresión formal de condena.
“Ni las fiestas ni ningún otro sitio pueden ser espacios de impunidad donde algunos grupos o individuos imponen la violencia”- manifestó al respecto Francisco Samir Lahdou, portavoz de Ganemos en Bilbao.
Sin
embargo, en ninguno de los medio donde encontramos la noticia se añadía
siquiera una pequeña frase para tratar de contextualizar políticamente
el ataque.
La práctica fascista de la violencia como acto político.
El
fascismo no es simplemente el partido de esa ideología ni el sujeto que
milita o simpatiza con su “causa”. Es el contexto fascista el que no se
puede perder de vista. Recordemos que son más los fascistas potenciales
que los activos que militan, se manifiestan y agreden.
El
ataque se ha producido en un barrio en el que ya han aparecido
numerosas pancartas ultraderechistas. Y donde incluso, el año pasado,
varios activistas neonazis agredieron por la espalda a un militante
antifascista “reventándole la parte exterior de un ojo”- según la
denuncia del colectivo Sare Antifaxista.
No
es un secreto para nadie que en períodos de crisis social y económica
se agudizan las contradicciones sociales, haciendo que el poder del
Estado se ejerza con mayor rigor y se potencien en esas circunstancias
las formas del poder autoritario para resolver problemas. No
obstante, y aunque una crisis económica aguda pueda conducir tanto a la
liberación social, a la “indefensión”, como la barbarie irracional
fascista, lo cierto es que esta aparente contradicción no se explica
solamente por razones puramente económicas.
En el caso que nos ocupa, el origen de esa irracionalidad (fascista) se encuentra en la implantación de la neurosis colectiva por medio de la “ideología” dominante en el sujeto [1].
La neurosis individual resultante de la neurosis colectiva se
constituye en uno de los instrumentos ideológicos que utilizan los
grupos económicamente poderosos para estructurar una determinada
modalidad cognitiva-conductual en las personas. La neurosis es producto
de la irracionalidad real de la vida históricamente condicionada.
Lo
irracional que se implanta a través de la maquinaria ideológica,
herramienta y estrategia principal de los elementos corporativos para
sostener y perpetuar su hegemonía, vía implantación de parámetros
irracionales, tiene que ver con cuestiones externas, ajenas a lo que se
sabe y se cree.
A ello también
contribuyen diversas herramientas condicionadoras, con una orientación y
una estructura dispuestas para tratar de condicionar a los individuos a
aceptar un sistema injusto de relaciones de explotación y competencia.
Ahí se encuentran las instituciones educativas, las religiosas, los
medios de comunicación, la estructura política del Estado y la célula
fundamental de la sociedad capitalista: la familia burguesa y su
matrimonio.
Porque la cuestión del
fascismo debe entenderse dentro del ámbito, no del ejercicio del poder
político, sino de la familia y la forma en la que en ella se se
socializa y educa a los niños y niñas.
De este modo lo resume el psicólogo costarricense Ignacio Dobles Oropeza:
“La
“célula germinal central” del fascismo sería la familia patriarcal, en
que se reprime sexualmente a los niños y a las mujeres, y en la que se
educa en la obediencia. Esto lleva a una idealización de la madre,
asexuada, que es retomada con fuerza por el nazismo. La madre es la
patria (“La patria es la madre de la vida, no lo olvides jamás”,
sentencia Goebbels.), la familia, la nación, y en la ideología fascista,
en que este elemento nacionalista juega un papel fundamental, se elevan
a rango supremo valores que tienen que ver con el ideal de “honor”
intrínseco a esta concepción idealizada de la familia”.
Como
es evidente, en nuestro entorno, con su historia y en las presentes
circunstancias que se viven en España en 2015, el contexto es
nítidamente fascista y, desde un punto de psicológico, neurótico e
irracional.
[1] Neurosis:
Trastornos producidos por un aprendizaje anormal sobre cierta
predisposición constitucional, desarrollados en la interacción del
individuo con el medio. Este aprendizaje determina en forma inconsciente
la apreciación de las situaciones y la conducta del enfermo. De manera
que, aunque no se produce la deformación grosera de la realidad propia
de las psicosis, si falta una regulación objetiva, lo que motiva
alteraciones discretas en la autoevaluación de la persona y en la
evaluación de sus relaciones con los demás. Los síntomas, caracterizados
por la ansiedad, fobias, alteraciones somáticas y de conciencia, etc.,
están inconscientemente relacionados con los mecanismos de huida,
búsqueda de apoyo y reafirmación propios de la inseguridad que se
encuentra en el núcleo de estas alteraciones, las que, al producir
ventajas secundarias, contribuyen a su cronicidad a pesar del
sufrimiento que traen aparejado.
http://canarias-semanal.org/not/16731/-por-que-es-fascista-el-contexto-social-espanol-/
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