El Estado Islámico convierte un campo de refugiados a las puertas de Damasco en un infierno
En abril pasado, el Estado Islámico tomó el
control de un estratégico barrio de la capital siria, convirtiéndolo en
un verdadero infierno. Se trata de Yarmouk, que llegó a ser un próspero
distrito de Damasco, pero desde que cayó en manos de los terroristas, su
población atraviesa por una lamentable crisis humanitaria.
Yarmouk nació
hace casi 60 años como campamento palestino de refugiados, que vuelven a
ser desplazados. Era considerada la vibrante capital del éxodo
palestino con más de 150.000 habitantes, pero en la actualidad quedan
menos de 4.000, y según la ONU, la situación de los refugiados que
siguen allí está "más allá de lo inhumano"."Los combates en Yarmouk son cada vez más intensos, por eso ellos [lo que queda de la población civil] continúan asediados. Tratamos de negociar para establecer corredores humanitarios para que la gente enferma pudiera salir. Pero esos acuerdos nunca fueron respetados", lamentó Abu Kifah del Frente Popular para la Liberación de Palestina en declaraciones a RT.
Nadie puede salir de ese distrito, y tampoco es posible el suministro de ayuda humanitaria. Además, la población ya no cuenta con los servicios de agua potable ni electricidad, y la situación no ha hecho más que empeorar.
En un principio fue el Frente Al Nusra, filial siria de Al Qaeda, quienes sitiaron Yarmouk, y ahora se ha convertido en el bastión del EI, en un lugar estratégico a las puertas de Damasco, a solo seis kilómetros del palacio presidencial sirio.
"La batalla es compleja. Así como los civiles están sitiados, también lo están los insurgentes. Pero no es posible atacar cuando hay población civil. Por eso el combate se limita a la línea de fuego", explicó el analista político Thaer Ibrahim, comentando las posibilidades que los yihadistas tienen de avanzar hasta el corazón de la capital siria.
En esa línea de fuego combaten las milicias palestinas, el Ejército Libre de Siria y más atrás, las tropas gubernamentales. Todas estas fuerzas apuntan a un enemigo común, el Estado Islámico, pero también siguen siendo contrarios entre sí.
Los extremistas "cortan las cabezas y eso va en contra de nuestra cultura. Nosotros sabemos que ellos quieren tomar el control de más zonas de Damasco. La situación en Yarmouk es muy mala. No tienen comida ni nada. Los del EI tienen vegetales y a veces los venden a la gente. Todo es muy trágico. Nos sentimos muy mal por no poder hacer nada por ellos", manifestó una mujer que logró escapar de ese infierno.
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