La gente vota contra la globalización y por la vuelta a los nacionalismos
JAVIER ROMO @javy_romo // Sí,
sabemos sobradamente quién es Donald Trump: ese loco mediático que han
dibujado los medios en esta campaña electoral y que han alimentado
durante décadas en programas mainstream de telebasura en las
televisiones de Estados Unidos. Mucho se ha hablado ya de sus
excentricidades en directo y poco del camino que señalan los miles de
estadounidenses que lo han votado.
Recientemente escuché en televisión al politólogo Jorge Verstrynge
decir que “el siglo XXI será el de la vuelta a los nacionalismos”. Pues
esta afirmación sirve para dibujar a la perfección lo que está
ocurriendo en el contexto internacional de estas dos primeras décadas de
siglo. Esta afirmación es un gran reflejo de lo que ha ocurrido en
estas elecciones en Estados Unidos y de lo que está ocurriendo también
en Europa, donde el descontento lo están aprovechando partidos de
extrema derecha nacionalistas, a excepción de países de la periferia con
tantas similitudes en su cultura como son Grecia, Portugal o España.
Hillary
Clinton representaba el continuismo de las políticas neoliberales de la
administración Obama, aquellas que han empobrecido tanto a la clase trabajadora
estadounidense que, castigada por la crisis, buscaba principalmente
varias cuestiones: un cambio de rumbo en sus vidas y protección. Trump
ha sabido darle respuesta a esa clase trabajadora, que con la
globalización veía cómo perdía sus puestos de trabajo debido a que el
empresario de turno cerraba sus fábricas donde trabajaban para
llevárselas a países menos desarrollados económicamente con el objetivo
de aumentar sus beneficios empresariales, al disminuir su gasto en
salarios y en impuestos y aumentar su producción, al contratar a
trabajadores en condiciones de esclavitud. Por lo tanto, por un lado, la
clase trabajadora estadounidense ha dicho basta a esta situación. Y
ante la crisis económica que están pagando las clases populares sólo
había dos salidas: una salida por la izquierda, que no digo
necesariamente que estuviera encarnada por Bernie Sanders,
pero que sí es interesante tomarlo en cuenta, ya que ha sabido
disputarle la candidatura en las primarias a Hillary Clinton,
representándose como socialista, de izquierdas o progresista en el país
adalid del anticomunismo; y la salida por la derecha, apostando por la
vuelta al nacionalismo, al cierre de fronteras, todo ello combinado con
sentimientos de odio y rechazo al diferente, para justificar y llevar a
cabo esas políticas.
La mañana
de los resultados electorales, al encender la televisión y poner el
telediario para verlos, salían declaraciones de gente latina que había
votado masivamente a Trump porque, a pesar de emigrar a Estados Unidos,
no querían que entrara más gente al país. En el fondo, lo que han votado
es protección ante tanta desprotección encarnada en el desempleo, que
no es tan alto en Estados Unidos como en otros países de Occidente, en
la precariedad laboral, en los despidos, en las bajadas salariales o en
la pobreza, que cada vez llama a la puerta de más hogares en el país. Y
en lugar de luchar por sus derechos, lo que ha prometido Trump en
campaña es luchar contra los extranjeros sin papeles, esos que ante la
falta de oportunidades en sus países deciden emigrar a Estados Unidos
para ganarse la vida como los demás. O generando el miedo externo del “terrorismo islámico”
o de la inmigración mexicana, a los que ha llegado a calificar de
“gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen,
violadores…”. O alimentando el cierre de fronteras y la expulsión de
miles de inmigrantes en situación irregular y reforzando el sentimiento
patrio de volver a pertenecer a la nación “más grande” y en contra de
tratados internacionales con otras regiones, que son rechazados por la
mayoría de la opinión pública estadounidense.
Por
tanto, la respuesta que ha sabido leer una parte del capital es:
nacionalismo puro y duro. Si la izquierda no tiene hegemonía para
disputarle el poder al capital en Estados Unidos, señalando como raíz de
la crisis la desposesión que está sufriendo la mayoría de la población
por parte de las oligarquías mundiales, donde el dinero está yendo hacia
una misma dirección, de abajo hacia arriba, el capital desempolvará a
personajes mediáticos como Trump, que lleva incubando desde décadas para
sacarlos en la coyuntura exacta, para señalar como culpable del
empobrecimiento de las capas populares a la inmigración y la excesiva
globalización, que conlleva la pérdida de millones de empleos en Estados
Unidos y la precariedad laboral.
El
capital ha demostrado que prefería a Clinton, por cómo han reaccionado
las bolsas internacionales, pero es que no hay que olvidar que es el
propio capital quien ha puesto en la Casa Blanca a Trump, al que han
calificado continuamente como peor opción ante Clinton. Y es peor opción
para el capital, porque pretende dar carpetazo a acuerdos
internacionales como el TTIP, con el que el poder de
las multinacionales aumentaría imparablemente e irreversiblemente, en
detrimento del poder de los estados y la soberanía popular. Pero como
hemos dicho, Trump ha sido impulsado por el gran capital, ya que
prefieren a ese mal menor, a una salida por la izquierda de la
indignación. Es una forma diferente de entender el capitalismo, una
vuelta nostálgica al capitalismo del siglo XX. Pero las reglas del juego
han cambiado notablemente en el tablero, y ya no estamos en el siglo
XX, por lo tanto veremos si Trump es capaz de cumplir con su proyecto en
un mundo tan globalizado. No hay que olvidar que el capitalismo se
reinventa constantemente, y que si tiene que adoptar otras formas para
seguir con su acumulación de capital, lo hará.
En
conclusión, hay que saber leer que el mundo está cambiando
profundamente en estos momentos, y no siempre que cambia evoluciona a
mejor para una mayoría. En este caso, este cambio si no lo encarna la
izquierda transformadora, el capital, representado por gente como Trump,
lo encabezará. La clase trabajadora ha votado indignada contra el orden
establecido, pero ha votado más orden, más de lo mismo para sus
intereses contrapuestos a los de Trump. Al igual que ha ocurrido con el Brexit,
es un voto rebelión que la izquierda ha visto pasar como un mero
espectador más, y no como un actor importante dentro del cambio en estos
países angloparlantes. El capital es quien ha generado la crisis y la
desposesión y es quien buscará también capitalizar entre la clase
trabajadora esa salida que les permita seguir con su juego.
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