FUENTE
Trump Vencedor LAS ELECCIONES EN EEUU Y EL FUTURO
Contra todo pronóstico el chabacano Donald
Trump ha derrotado a la feminista Hillary Clinton, Con ello se pone fin a la
hegemonía de las religiones políticas, a la dictadura ideológica progre e
izquierdista que se impuso a EEUU y a todo el planeta en los años 60 del pasado
siglo. Esto es un importante cambio, tendencialmente positivo.
En
la campaña electoral ha sido llamativa la colosal masa de injurias, calumnias y
manipulaciones periodísticas de sus formulaciones que ha padecido Trump, junto
con el ilimitado apoyo a Clinton de “los mercados”, es decir, del gran capital,
la industria del entretenimiento (Hollywood en bloque, cada día más senil y
putrefacto), el poder mediático y el poder militar. Con la candidata ha estado,
en efecto, el actual conglomerado de la reacción, constituido por el
progresismo, el gran capitalismo mundializador, el aparato militar-policial, el
feminismo, la izquierda, los intelectuales (o lo que de ellos sobrevive), los
poderes mediáticos, los valedores de la islamización/fascistización de
Occidente y el racismo negro. En España destaca la toma de posición a su favor de
PRISA (muy subsidiada por el gobierno del PP) que, con su habitual estilo impositivo,
ha titulado con “Un sí a Clinton” el
editorial de El País en el día electoral. El diario La Vanguardia aún siendo
menos explícito que su colega madrileño coincide en la consigna, lo mismo que las
televisiones. Cuando han conocido la victoria de Trump se han lanzado a hacer
textos y proclamas melodramáticas e incluso apocalípticas, más aptos para hacer
reír que para hacer pensar.
¿Qué
ha hecho Trump para tener enfrente a toda la caverna, él que es un reaccionario
notorio? Lo que no le perdonan es que haya puesto sobre la mesa la política
exterminacionista realizada contra los blancos pobres, mujeres y hombres, que
está ejecutando desde hace mucho el bloque progresista-feminista-racista pro-negro.
Trump quería vencer como fuera y supuso que apoyándose en dicho sector social,
que puede alcanzar los 150 millones de personas, tendría asegurada la Casa
Blanca, como así ha sido. Dado que la política del Estado de EEUU era
exterminar a dicho grupo en silencio, como ha hecho con los pueblos indígenas, la
no homologada y oportunista estrategia política de aquél le ha ganado el odio de
las elites.
No
se puede ignorar que el poder, el poder del Estado sobre todo, es abstracto,
por ser meramente poder, sin adherirse a una raza, un sexo, una ideología o una
religión. Todo eso es adjetivo, mientras que el poder, como capacidad de mandar
y hacerse obedecer, es sustantivo. Por eso se va sirviendo de diversos
instrumentos, ayer unos y hoy otros, los que mejor le cuadran en cada momento,
sin quedarse adherido a ninguno en concreto. Ayer fueron los varones blancos y
hoy una combinación de feministas ricas, negros ricos y gentes ricas de otras
etnias, además de varones y mujeres blancos no menos ricos y poderosos. Los
recién llegados, de los que el aristócrata negro Obama es ejemplo, ocupan ya puestos
decisivos del poder, e irán a más en los próximos años, pues Trump hará lo que
le ordene el poder real, sobre todo el Estado, lo mismo que habría hecho
Clinton, de ganar.
El
asunto viene de lejos. Ya son varios decenios de apalear y atormentar al grupo
social perdedor, los bancos pobres, en realidad la clase trabajadora
tradicional, con los conocidos sambenitos aniquiladores, “racistas”,
“machistas”, “xenófobos”, “islamófobos”, “homófobos”, “fascistas”…, repetidos
por todos los medios de comunicación (y por la jauría activista, financiada
desde el Estado y la patronal) un número enorme de veces cada día. Esta
operación de linchamiento, de una crueldad escalofriante, tiene una naturaleza
exterminacionista, como se prueba en que el índice de suicidios de los blancos
sea hasta 3 veces superior al de los negros. Y en sus dramáticos índices de
alcoholismo, drogadicción tabaquismo, bulimia, medicalización, etc., que hace
que su esperanza de vida se esté desplomando. No hay nada nuevo en esto, pues es
una repetición, actualizada y perfeccionada, de lo realizado con los pueblos
indios de EEUU desde finales del siglo XIX. Si a eso se une la destrucción de
sus condiciones de vida, en este caso, la industria levantada en 1940-1970,
todo lo que está aconteciendo se explica bastante bien. El elemento agente de
la aniquilación, de los genocidios, es en ambos casos el mismo, el progresismo
burgués y sus derivaciones sexistas y racistas.
Pero
ese gran sector social malquisto, desechado y condenado por el nuevo poder
estatal USA se resiste, poco pero algo, a ser exterminado lo que llamó la atención de
un aventurero de la política llamado Donald Trump. Por eso en estas elecciones
se enfrentaron una feminista, que ha dedicado su vida profesional como abogada
a servir a la gran empresa, y un multimillonario, ambos deplorables.
Significativo
es el muy endeble tirón electoral de Hillary Clinton, la primera mujer candidata
a presidenta de EEUU. No se debe sólo a la inquietante y desagradable estructura
de su personalidad sino, en primer lugar, a la formidable erosión y
desenmascaramiento que está sufriendo el feminismo en todos los países. Su
dependencia del gran capital, sometimiento a los aparatos militares, emergencia
por doquier de féminas malévolas con poder (Ángela Merkel, etc.) y agresividad
totalitaria (de ahí el remoquete de feminazis) le han puesto en evidencia. Pero
sobre todo su letalidad para las mujeres de las clases modestas, que perciben una
ideología del poder, ajena y hostil, que las agrede, las violenta, busca destruirlas
en tanto que féminas con mismidad y autonomía. Por eso ya nadie, o casi nadie,
acude a unas elecciones enarbolando las gastadas y aborrecidas consignas del
feminismo, dado que esto quita votos, en particular de las mujeres, sobre todo
de las jóvenes. Por eso Clinton ha ocultado su condición de feminista aunque
aún así ha perdido, porque el voto mayoritario de las mujeres no ha estado con
ella.
Tras
todo ello hay una reorganización del poder del bloque gran capital-Estado en
EEUU para culminar la globalización. Ésta no es, en lo principal, un asunto
económico sino una expansión descomunal de todos los poderes, estatales y
empresariales, de unos pocos países, sobre todo EEUU, a costa de todos los
pueblos del planeta. Éstos ven triturados sus componentes identificatorios y
definitorios, para quedar reducidos a una gran muchedumbre del todo aculturada
y muy degradada, mera mano de obra super-dócil y sumisa. Las clases asalariadas
de la fase anterior no se adecuan bien a la mundialización, de manera que se
necesita una mano de obra nueva, impulsada por fuertes sentimientos victimistas
y revanchistas, dispuesta a darlo todo para conseguir acceder al consumo, al
dinero, también al poder político. De ahí que esté en marcha en EEUU una operación
de sustitución étnica, que envía al cementerio al viejo proletariado blanco
industrial y de servicios, mujeres y varones, para sustituirlo por una clase
asalariada renovada, hecha de inmigrantes, más ambiciosa y vigorosa, que crea
que el horror de la globalización es un “avance”, algo “positivo”, para sus
condiciones de existencia.
Igual
que los pueblos indios de Norteamérica fueron exterminados porque no se
adaptaron al capitalismo manchesteriano del siglo XIX, los trabajadores blancos
de EEUU, ellos y ellas, están siendo diezmados y aniquilados porque no se
adecuan al capitalismo mundializado del siglo XXI.
En
“El desmoronamiento. Treinta años de
declive americano” George Packer estudia el caso del rapero Jay Z,
incluyendo una buena cantidad de textos de sus canciones y declaraciones. Alarma
al leerlo el culto empecinado y fanático, obsesivo y absoluto, que ese sujeto,
un varón negro, tiene por el dinero y los negocios. Lo mismo su esposa, la
también negra Beyoncé. Esto hace de ellos una de las parejas más opulenta de
EEUU. Con tales individuos el capitalismo yanki tiene un futuro prodigioso,
pues son dos maniacos del numerario y la ganancia, del capitalismo más salvaje.
Como era de esperar son racistas antiblancos. Dicho racismo mide su firmísima voluntad
de hacerse con todo el dinero, con todo el poder, con todo el capital. En ello
siguen la vieja consigna racista y supremacista de los Panteras Negras, “Poder
Negro”, que enuncia la limpieza étnica de los otros, los que no son negros,
para apropiarse de sus bienes y propiedades. Eso ahora está siendo realizado en
EEUU.
Cambian
las etnias y los sexos en el poder, pero el capitalismo permanece. Y el Estado.
Sobre todo el Estado.
Los
negros (algunos) y las mujeres (no muchas) están constituyendo lo que podría
denominarse un nuevo capitalismo motivado, en el que la búsqueda furiosa, sin
frenos morales o ideológicos, de la ganancia máxima tiene razones
extraeconómicas. Desde hace tiempo se les ha explicado que para liberarse del
racismo blanco (muy real hasta hace unos decenios y hoy aún existente, aunque débil)
tienen que tener poder, que acumular capital, que ser muy ricos, que ascender
en las instituciones del Estado, sobre todo en el ejército. Lo mismo se ha
dicho a las mujeres desde el feminismo, de manera que mujeres y negros se han
convertido en los sostenedores del nuevo capitalismo, por supuesto junto con
una buena porción de varones blancos, muchos todavía pero ya insuficientes para
continuar la concentración y acumulación de capital en las condiciones actuales.
Así
las cosas los negros pobres cada vez se consideran menos concernidos por el
racismo antiblanco de los Jay Z-Beyoncé y similares. Ellos comparten las
condiciones de vida de la “basura blanca” y contemplan con prevención las
operaciones del nuevo racismo antiblanco militante, por ejemplo “Blacks Lives
Matter”, también porque cada vez más los patronos que les exprimen y oprimen
son… negros. Y los policías que les apalean, les torturan y asesinan son…
negros. Y los politicastros que les engañan y manipulan son… negros. Y los
generales que les llaman a matar y morir por “los Estados Unidos de Norteamérica” son… negros.
En
efecto, cada vez hay en EEUU más policías negros y más militares negros de
extrema derecha. Estamos entrando en la era del fascismo negro. Jay Z, por
ejemplo. Es tan reaccionario y sin escrúpulos que en unos futuros Estados
Unidos Nacional-Socialistas de Norteamérica podría desempeñar el cargo que en
el Tercer Reich alemán tuvo Joseph Goebbels. Como Caudillo podría figurar el
espadón negro Colin Powell, en la actualidad la máxima autoridad militar de
facto en EEUU.
Igual
sucede con las mujeres (y varones) feministas. Éstas y éstos tienen el
inconveniente de que el conflicto interno a las mujeres, entre explotadoras y
explotadas, opresoras y oprimidas, ricas y pobres, con poder y sin poder, se está
expandiendo a buen ritmo. Cada día son más las féminas ofendidas, agredidas,
maltratadas, violadas, humilladas, golpeadas y así sucesivamente (e incluso
asesinadas) por sus jefas, o por las mandamases de las empresas, o por
lesbianas sádicas, o por mujeres policías ansiosas de ascender, o por féminas
generales del ejército con muchas estrellas, o simplemente por otras mujeres. La
suposición de que existen “las mujeres”, todas víctimas y todas desvalidas, ya
no es real (no lo ha sido nunca), y esta verdad fáctica está triturando al
feminismo. Por eso Hillary Clinton ha sido incapaz de conectar con las mujeres,
que la consideran con realismo como una oligarca neo-patriarcal con muchísimo
dinero, muchísimo poder y nada que ver con los millones de mujeres que trabajan
por cuatro dólares la hora, blancas, negras, asiáticas, latinas, etc.
En
conclusión, la ideología y política que el poder constituido ha utilizado para
manejar a las masas en EEUU desde hace más de medio siglo han entrado en
quiebra. Se ha puesto en evidencia en los hechos. El cuarteto progresismo,
izquierdismo, feminismo y racismo antiblanco ya no es políticamente resolutivo,
pues experiencialmente ha mostrado ser una mixtura del Pentágono y Wall Street,
y porque está realizando un proyecto de exterminio de quizá 150 millones de
personas, sólo porque son trabajadores, pobres y mayoritariamente blancos. A
eso se suma que la mundialización demanda un tipo nuevo de mano de obra, dócil por
desesperada, que ha de ser impuesto desalojando a la precedente. En tales
condiciones, el desarrollo de una concepción revolucionaria del mundo, que deje
de lado todos los racismos y todos los sexismos, que apunte al problema clave,
la concentración extrema del poder político y económico en cada vez menos
manos, será más realizable, como también lo será su difusión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario