jueves, 10 de noviembre de 2016

Trump Vencedor LAS ELECCIONES EN EEUU Y EL FUTURO

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Trump Vencedor LAS ELECCIONES EN EEUU Y EL FUTURO 

 

 

 

 

          Contra todo pronóstico el chabacano Donald Trump ha derrotado a la feminista Hillary Clinton, Con ello se pone fin a la hegemonía de las religiones políticas, a la dictadura ideológica progre e izquierdista que se impuso a EEUU y a todo el planeta en los años 60 del pasado siglo. Esto es un importante cambio, tendencialmente positivo.

         En la campaña electoral ha sido llamativa la colosal masa de injurias, calumnias y manipulaciones periodísticas de sus formulaciones que ha padecido Trump, junto con el ilimitado apoyo a Clinton de “los mercados”, es decir, del gran capital, la industria del entretenimiento (Hollywood en bloque, cada día más senil y putrefacto), el poder mediático y el poder militar. Con la candidata ha estado, en efecto, el actual conglomerado de la reacción, constituido por el progresismo, el gran capitalismo mundializador, el aparato militar-policial, el feminismo, la izquierda, los intelectuales (o lo que de ellos sobrevive), los poderes mediáticos, los valedores de la islamización/fascistización de Occidente y el racismo negro. En España destaca la toma de posición a su favor de PRISA (muy subsidiada por el gobierno del PP) que, con su habitual estilo impositivo, ha titulado con “Un sí a Clinton” el editorial de El País en el día electoral. El diario La Vanguardia aún siendo menos explícito que su colega madrileño coincide en la consigna, lo mismo que las televisiones. Cuando han conocido la victoria de Trump se han lanzado a hacer textos y proclamas melodramáticas e incluso apocalípticas, más aptos para hacer reír que para hacer pensar.

         ¿Qué ha hecho Trump para tener enfrente a toda la caverna, él que es un reaccionario notorio? Lo que no le perdonan es que haya puesto sobre la mesa la política exterminacionista realizada contra los blancos pobres, mujeres y hombres, que está ejecutando desde hace mucho el bloque progresista-feminista-racista pro-negro. Trump quería vencer como fuera y supuso que apoyándose en dicho sector social, que puede alcanzar los 150 millones de personas, tendría asegurada la Casa Blanca, como así ha sido. Dado que la política del Estado de EEUU era exterminar a dicho grupo en silencio, como ha hecho con los pueblos indígenas, la no homologada y oportunista estrategia política de aquél le ha ganado el odio de las elites.

         No se puede ignorar que el poder, el poder del Estado sobre todo, es abstracto, por ser meramente poder, sin adherirse a una raza, un sexo, una ideología o una religión. Todo eso es adjetivo, mientras que el poder, como capacidad de mandar y hacerse obedecer, es sustantivo. Por eso se va sirviendo de diversos instrumentos, ayer unos y hoy otros, los que mejor le cuadran en cada momento, sin quedarse adherido a ninguno en concreto. Ayer fueron los varones blancos y hoy una combinación de feministas ricas, negros ricos y gentes ricas de otras etnias, además de varones y mujeres blancos no menos ricos y poderosos. Los recién llegados, de los que el aristócrata negro Obama es ejemplo, ocupan ya puestos decisivos del poder, e irán a más en los próximos años, pues Trump hará lo que le ordene el poder real, sobre todo el Estado, lo mismo que habría hecho Clinton, de ganar.

         El asunto viene de lejos. Ya son varios decenios de apalear y atormentar al grupo social perdedor, los bancos pobres, en realidad la clase trabajadora tradicional, con los conocidos sambenitos aniquiladores, “racistas”, “machistas”, “xenófobos”, “islamófobos”, “homófobos”, “fascistas”…, repetidos por todos los medios de comunicación (y por la jauría activista, financiada desde el Estado y la patronal) un número enorme de veces cada día. Esta operación de linchamiento, de una crueldad escalofriante, tiene una naturaleza exterminacionista, como se prueba en que el índice de suicidios de los blancos sea hasta 3 veces superior al de los negros. Y en sus dramáticos índices de alcoholismo, drogadicción tabaquismo, bulimia, medicalización, etc., que hace que su esperanza de vida se esté desplomando. No hay nada nuevo en esto, pues es una repetición, actualizada y perfeccionada, de lo realizado con los pueblos indios de EEUU desde finales del siglo XIX. Si a eso se une la destrucción de sus condiciones de vida, en este caso, la industria levantada en 1940-1970, todo lo que está aconteciendo se explica bastante bien. El elemento agente de la aniquilación, de los genocidios, es en ambos casos el mismo, el progresismo burgués y sus derivaciones sexistas y racistas.

         Pero ese gran sector social malquisto, desechado y condenado por el nuevo poder estatal USA se resiste, poco pero algo,  a ser exterminado lo que llamó la atención de un aventurero de la política llamado Donald Trump. Por eso en estas elecciones se enfrentaron una feminista, que ha dedicado su vida profesional como abogada a servir a la gran empresa, y un multimillonario, ambos deplorables.

         Significativo es el muy endeble tirón electoral de Hillary Clinton, la primera mujer candidata a presidenta de EEUU. No se debe sólo a la inquietante y desagradable estructura de su personalidad sino, en primer lugar, a la formidable erosión y desenmascaramiento que está sufriendo el feminismo en todos los países. Su dependencia del gran capital, sometimiento a los aparatos militares, emergencia por doquier de féminas malévolas con poder (Ángela Merkel, etc.) y agresividad totalitaria (de ahí el remoquete de feminazis) le han puesto en evidencia. Pero sobre todo su letalidad para las mujeres de las clases modestas, que perciben una ideología del poder, ajena y hostil, que las agrede, las violenta, busca destruirlas en tanto que féminas con mismidad y autonomía. Por eso ya nadie, o casi nadie, acude a unas elecciones enarbolando las gastadas y aborrecidas consignas del feminismo, dado que esto quita votos, en particular de las mujeres, sobre todo de las jóvenes. Por eso Clinton ha ocultado su condición de feminista aunque aún así ha perdido, porque el voto mayoritario de las mujeres no ha estado con ella.

         Tras todo ello hay una reorganización del poder del bloque gran capital-Estado en EEUU para culminar la globalización. Ésta no es, en lo principal, un asunto económico sino una expansión descomunal de todos los poderes, estatales y empresariales, de unos pocos países, sobre todo EEUU, a costa de todos los pueblos del planeta. Éstos ven triturados sus componentes identificatorios y definitorios, para quedar reducidos a una gran muchedumbre del todo aculturada y muy degradada, mera mano de obra super-dócil y sumisa. Las clases asalariadas de la fase anterior no se adecuan bien a la mundialización, de manera que se necesita una mano de obra nueva, impulsada por fuertes sentimientos victimistas y revanchistas, dispuesta a darlo todo para conseguir acceder al consumo, al dinero, también al poder político. De ahí que esté en marcha en EEUU una operación de sustitución étnica, que envía al cementerio al viejo proletariado blanco industrial y de servicios, mujeres y varones, para sustituirlo por una clase asalariada renovada, hecha de inmigrantes, más ambiciosa y vigorosa, que crea que el horror de la globalización es un “avance”, algo “positivo”, para sus condiciones de existencia.

         Igual que los pueblos indios de Norteamérica fueron exterminados porque no se adaptaron al capitalismo manchesteriano del siglo XIX, los trabajadores blancos de EEUU, ellos y ellas, están siendo diezmados y aniquilados porque no se adecuan al capitalismo mundializado del siglo XXI.

         En “El desmoronamiento. Treinta años de declive americano” George Packer estudia el caso del rapero Jay Z, incluyendo una buena cantidad de textos de sus canciones y declaraciones. Alarma al leerlo el culto empecinado y fanático, obsesivo y absoluto, que ese sujeto, un varón negro, tiene por el dinero y los negocios. Lo mismo su esposa, la también negra Beyoncé. Esto hace de ellos una de las parejas más opulenta de EEUU. Con tales individuos el capitalismo yanki tiene un futuro prodigioso, pues son dos maniacos del numerario y la ganancia, del capitalismo más salvaje. Como era de esperar son racistas antiblancos. Dicho racismo mide su firmísima voluntad de hacerse con todo el dinero, con todo el poder, con todo el capital. En ello siguen la vieja consigna racista y supremacista de los Panteras Negras, “Poder Negro”, que enuncia la limpieza étnica de los otros, los que no son negros, para apropiarse de sus bienes y propiedades. Eso ahora está siendo realizado en EEUU.

         Cambian las etnias y los sexos en el poder, pero el capitalismo permanece. Y el Estado. Sobre todo el Estado.

         Los negros (algunos) y las mujeres (no muchas) están constituyendo lo que podría denominarse un nuevo capitalismo motivado, en el que la búsqueda furiosa, sin frenos morales o ideológicos, de la ganancia máxima tiene razones extraeconómicas. Desde hace tiempo se les ha explicado que para liberarse del racismo blanco (muy real hasta hace unos decenios y hoy aún existente, aunque débil) tienen que tener poder, que acumular capital, que ser muy ricos, que ascender en las instituciones del Estado, sobre todo en el ejército. Lo mismo se ha dicho a las mujeres desde el feminismo, de manera que mujeres y negros se han convertido en los sostenedores del nuevo capitalismo, por supuesto junto con una buena porción de varones blancos, muchos todavía pero ya insuficientes para continuar la concentración y acumulación de capital en las condiciones actuales.

         Así las cosas los negros pobres cada vez se consideran menos concernidos por el racismo antiblanco de los Jay Z-Beyoncé y similares. Ellos comparten las condiciones de vida de la “basura blanca” y contemplan con prevención las operaciones del nuevo racismo antiblanco militante, por ejemplo “Blacks Lives Matter”, también porque cada vez más los patronos que les exprimen y oprimen son… negros. Y los policías que les apalean, les torturan y asesinan son… negros. Y los politicastros que les engañan y manipulan son… negros. Y los generales que les llaman a matar y morir por “los Estados Unidos de Norteamérica” son… negros.

         En efecto, cada vez hay en EEUU más policías negros y más militares negros de extrema derecha. Estamos entrando en la era del fascismo negro. Jay Z, por ejemplo. Es tan reaccionario y sin escrúpulos que en unos futuros Estados Unidos Nacional-Socialistas de Norteamérica podría desempeñar el cargo que en el Tercer Reich alemán tuvo Joseph Goebbels. Como Caudillo podría figurar el espadón negro Colin Powell, en la actualidad la máxima autoridad militar de facto en EEUU.

         Igual sucede con las mujeres (y varones) feministas. Éstas y éstos tienen el inconveniente de que el conflicto interno a las mujeres, entre explotadoras y explotadas, opresoras y oprimidas, ricas y pobres, con poder y sin poder, se está expandiendo a buen ritmo. Cada día son más las féminas ofendidas, agredidas, maltratadas, violadas, humilladas, golpeadas y así sucesivamente (e incluso asesinadas) por sus jefas, o por las mandamases de las empresas, o por lesbianas sádicas, o por mujeres policías ansiosas de ascender, o por féminas generales del ejército con muchas estrellas, o simplemente por otras mujeres. La suposición de que existen “las mujeres”, todas víctimas y todas desvalidas, ya no es real (no lo ha sido nunca), y esta verdad fáctica está triturando al feminismo. Por eso Hillary Clinton ha sido incapaz de conectar con las mujeres, que la consideran con realismo como una oligarca neo-patriarcal con muchísimo dinero, muchísimo poder y nada que ver con los millones de mujeres que trabajan por cuatro dólares la hora, blancas, negras, asiáticas, latinas, etc.

         En conclusión, la ideología y política que el poder constituido ha utilizado para manejar a las masas en EEUU desde hace más de medio siglo han entrado en quiebra. Se ha puesto en evidencia en los hechos. El cuarteto progresismo, izquierdismo, feminismo y racismo antiblanco ya no es políticamente resolutivo, pues experiencialmente ha mostrado ser una mixtura del Pentágono y Wall Street, y porque está realizando un proyecto de exterminio de quizá 150 millones de personas, sólo porque son trabajadores, pobres y mayoritariamente blancos. A eso se suma que la mundialización demanda un tipo nuevo de mano de obra, dócil por desesperada, que ha de ser impuesto desalojando a la precedente. En tales condiciones, el desarrollo de una concepción revolucionaria del mundo, que deje de lado todos los racismos y todos los sexismos, que apunte al problema clave, la concentración extrema del poder político y económico en cada vez menos manos, será más realizable, como también lo será su difusión.

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