Un mundo se hunde bajo nuestros pies
Este título viene de una frase pronunciada por un representante del establishment francés ante la victoria de Donald Trump en los EE.UU. Hace
tiempo que sabemos que el declive de la principal potencia mundial no
le permitía destinar sus fuerzas a dos frentes a la vez, el externo
(contra Rusia y China, que se despliega en Europa y Asia principalmente)
y el interno (contra su propia población cada vez más sublevada y
contra su revolucionado “patio trasero”: América Latina). Hay una lucha
abierta hace tiempo entre los grandes poderes estadounidenses,
especialmente entre los “globalistas-neoliberales” (cuyo proyecto es el
de un imperialismo por anegación, un dominio difuso a través de
disgregadas plazas financieras mundiales y Tratados que aten, por encima
de sus constituciones, al resto del mundo a los intereses de los grupos
oligárquicos norteamericanos), y los “nacionalistas-proteccionistas”
(más apegados al imperialismo clásico, multinacional, de la mano de
ciertas corporaciones).
También dos plataformas de comunicación mediático-virtuales se enfrentaban en estas elecciones, la global, que tiene como núcleo a la CNN-Ted Turner-Time Warner, y la multinacional, que lo tiene en Foxs News Corp-Rupert Murdoch.
De esa lucha de titanes ha salido la respuesta. La potencia mundial ha hablado. Y lo ha hecho en favor de la segunda opción, dando una clara muestra de repliegue ante su decadencia. Ha optado, “inteligentemente” dadas las circunstancias, por el orden en su propia casa (y recordemos, como he indicado, que dentro de la casa entra el patio de atrás). Esto significa, en principio, una mayor intervención en dos vertientes: la paliativa (¿políticas de de-deslocalización, de regeneración de infraestructuras largamente descuidadas, de levantamiento de algunas obras públicas, de reindustrialización?); y la represiva (engorde del brazo policíaco-militar contra su población, deportaciones, ciertos bloqueos migratorios, incremento de la ya de por sí mayor población carcelaria del mundo…).
Los interrogantes en la primera vertiente vienen expresados por las dudas sobre la financiación de esas intenciones para quien al mismo tiempo propone rebajar los impuestos y tiene que hacer frente a una deuda total que casi iguala al PIB mundial. Por lo que respecta a la segunda vertiente, si ya buena parte de las calles están militarizadas incluso bajo estados de emergencia frecuentes, imaginémonos lo que eso puede significar.
Tampoco son buenas noticias para los países del ALBA y, en general, para los tímidos intentos de “desconexión” de los países latinoamericanos. Este nuevo monroísmo pone en el punto de mira de nuevo especialmente a Cuba y Venezuela.
En cambio este resultado puede abrir vías al reconocimiento por parte de EE.UU. del multipolarismo y por tanto expedir el camino hacia una distensión con Rusia y China. Puede ser indicativo del reconocimiento de la fracasada estrategia de guerra total “made in USA”, que como gran logro tiene el haber creado Al-Qaeda e Isis, haber convertido Asia Occidental y buena parte del norte de África en tierras barbarizadas, y haber diseminado los campos de batalla por las calles europeas. Guerra que además está perdiendo paso a paso frente a Rusia e Irán en Asia (con la siempre vigilante China detrás de ellas). Y que mantiene cada vez más descolocada a Francia en África (y que tampoco impide que China siga progresando en el continente). Este resultado podría además aflojar las ataduras sobre Europa, atascar los Tratados pendientes, y permitir que su potencia líder, Alemania, se vuelva de una vez hacia donde están las fuentes de energía y recursos, hacia lo que queda de capitalismo productivo, y emprenda el proyecto euroasiático, en vez de que Europa entera se deje arrastrar hacia la guerra (económica y militar) contra Rusia.
El principio del fin de la globalización comenzó con el cambio de siglo (no fue casual al respecto el acontecimiento de septiembre de 2001). La implosión de un orden mundial estaba en marcha. En 2007-2008 tuvimos el primer aldabonazo de ello para las conciencias. Este es un segundo gran momento, en que la superpotencia gira hacia su casa. Y lo hace justo antes del muy probable próximo gran colapso financiero mundial. Ciertas élites parecen empezar a anticiparse al mismo. Mientras, Wall Street está siendo dejada a su suerte por las principales plazas financieras, que han empezado a deshacerse masivamente de los bonos del tesoro estadounidense como de un lastre.
Por mucho que las poblaciones crean que votan antisistema (la decisión electoral a la postre es suya), el resultado no proviene de ellas ni es antisistema. Está decido por la pugna entre esos grandes bloques de poder (recordemos que cuando Gore ganó a Bush por votos, esos poderes decidieron que el que tenía que ganar era Bush). Aquellos que desencadenaron la publicación del informe del Wall Street Journal contra Trump eran conscientes de que esto daría lugar a una respuesta del director del FBI, James Comey, que a su vez contribuiría a debilitar a Hillary Clinton.
En EE.UU., además, mucha de la población más pobre tiene muy dificultado su voto, los presos apenas pueden ejercerlo y una parte importantísima de la población no tiene por quién votar más allá de uno u otro representante de las oligarquías, y por eso no vota. (Esta vez había un candidato “anómalo”, Bernie Sunders, que arrastraba gente y que fue desplazado de nuevo con procedimientos oscuros de la carrera electoral).
Pero en esta ocasión, en contra de las apariencias, el resultado de la pugna entre poderosos pende de unos pocos hilos, la situación del ganador es muy inestable y débil. Trump tiene enfrente poderes muy fuertes que no han dicho su última palabra. Y eso no es baladí. No olvidemos, por ejemplo, que a los Kennedy no les dejaron acabar su mandato.
Algo se está moviendo a toda prisa bajo nuestros pies y el mundo que hemos conocido hasta hoy se desmorona. Las señales son ya inocultables. Quizás el capitalismo realmente existente, en abierta degeneración, tenga que empezar a hacer su propia perestroika.
También dos plataformas de comunicación mediático-virtuales se enfrentaban en estas elecciones, la global, que tiene como núcleo a la CNN-Ted Turner-Time Warner, y la multinacional, que lo tiene en Foxs News Corp-Rupert Murdoch.
De esa lucha de titanes ha salido la respuesta. La potencia mundial ha hablado. Y lo ha hecho en favor de la segunda opción, dando una clara muestra de repliegue ante su decadencia. Ha optado, “inteligentemente” dadas las circunstancias, por el orden en su propia casa (y recordemos, como he indicado, que dentro de la casa entra el patio de atrás). Esto significa, en principio, una mayor intervención en dos vertientes: la paliativa (¿políticas de de-deslocalización, de regeneración de infraestructuras largamente descuidadas, de levantamiento de algunas obras públicas, de reindustrialización?); y la represiva (engorde del brazo policíaco-militar contra su población, deportaciones, ciertos bloqueos migratorios, incremento de la ya de por sí mayor población carcelaria del mundo…).
Los interrogantes en la primera vertiente vienen expresados por las dudas sobre la financiación de esas intenciones para quien al mismo tiempo propone rebajar los impuestos y tiene que hacer frente a una deuda total que casi iguala al PIB mundial. Por lo que respecta a la segunda vertiente, si ya buena parte de las calles están militarizadas incluso bajo estados de emergencia frecuentes, imaginémonos lo que eso puede significar.
Tampoco son buenas noticias para los países del ALBA y, en general, para los tímidos intentos de “desconexión” de los países latinoamericanos. Este nuevo monroísmo pone en el punto de mira de nuevo especialmente a Cuba y Venezuela.
En cambio este resultado puede abrir vías al reconocimiento por parte de EE.UU. del multipolarismo y por tanto expedir el camino hacia una distensión con Rusia y China. Puede ser indicativo del reconocimiento de la fracasada estrategia de guerra total “made in USA”, que como gran logro tiene el haber creado Al-Qaeda e Isis, haber convertido Asia Occidental y buena parte del norte de África en tierras barbarizadas, y haber diseminado los campos de batalla por las calles europeas. Guerra que además está perdiendo paso a paso frente a Rusia e Irán en Asia (con la siempre vigilante China detrás de ellas). Y que mantiene cada vez más descolocada a Francia en África (y que tampoco impide que China siga progresando en el continente). Este resultado podría además aflojar las ataduras sobre Europa, atascar los Tratados pendientes, y permitir que su potencia líder, Alemania, se vuelva de una vez hacia donde están las fuentes de energía y recursos, hacia lo que queda de capitalismo productivo, y emprenda el proyecto euroasiático, en vez de que Europa entera se deje arrastrar hacia la guerra (económica y militar) contra Rusia.
El principio del fin de la globalización comenzó con el cambio de siglo (no fue casual al respecto el acontecimiento de septiembre de 2001). La implosión de un orden mundial estaba en marcha. En 2007-2008 tuvimos el primer aldabonazo de ello para las conciencias. Este es un segundo gran momento, en que la superpotencia gira hacia su casa. Y lo hace justo antes del muy probable próximo gran colapso financiero mundial. Ciertas élites parecen empezar a anticiparse al mismo. Mientras, Wall Street está siendo dejada a su suerte por las principales plazas financieras, que han empezado a deshacerse masivamente de los bonos del tesoro estadounidense como de un lastre.
Por mucho que las poblaciones crean que votan antisistema (la decisión electoral a la postre es suya), el resultado no proviene de ellas ni es antisistema. Está decido por la pugna entre esos grandes bloques de poder (recordemos que cuando Gore ganó a Bush por votos, esos poderes decidieron que el que tenía que ganar era Bush). Aquellos que desencadenaron la publicación del informe del Wall Street Journal contra Trump eran conscientes de que esto daría lugar a una respuesta del director del FBI, James Comey, que a su vez contribuiría a debilitar a Hillary Clinton.
En EE.UU., además, mucha de la población más pobre tiene muy dificultado su voto, los presos apenas pueden ejercerlo y una parte importantísima de la población no tiene por quién votar más allá de uno u otro representante de las oligarquías, y por eso no vota. (Esta vez había un candidato “anómalo”, Bernie Sunders, que arrastraba gente y que fue desplazado de nuevo con procedimientos oscuros de la carrera electoral).
Pero en esta ocasión, en contra de las apariencias, el resultado de la pugna entre poderosos pende de unos pocos hilos, la situación del ganador es muy inestable y débil. Trump tiene enfrente poderes muy fuertes que no han dicho su última palabra. Y eso no es baladí. No olvidemos, por ejemplo, que a los Kennedy no les dejaron acabar su mandato.
Algo se está moviendo a toda prisa bajo nuestros pies y el mundo que hemos conocido hasta hoy se desmorona. Las señales son ya inocultables. Quizás el capitalismo realmente existente, en abierta degeneración, tenga que empezar a hacer su propia perestroika.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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