Resistimos o sucumbimos
A
veces resulta un tanto complejo poder explicar de manera sencilla y
llana lo que está aconteciendo en la calle desde algunos meses ya casi
de forma cotidiana. Decimos que no es una tarea fácil, porque siempre
corremos el riesgo de tomar partido en los hechos, es decir,
parcializarnos bajo determinada realidad concreta y de no actuar con la
suficiente objetividad para recoger y poder plasmar ante el mundo lo que
nuestra gente siente, percibe, comenta, discute, anhela y reclama en
las colas, en el transporte público, desde las redes sociales y
cualquier otro espacio público o de interacción social. Particularmente
estoy convencido de que el poder conocer e interpretar acertadamente
todo ello, será un elemento esencial que nos permita salir fortalecidos
construyendo colectivamente soluciones y el camino a seguir en un
momento difícil en lo económico y complejo en lo político como el que
estamos viviendo.
Por otro lado, es
de vital importancia enriquecer el debate de las ideas, sin apartarnos
de la batalla en el propio terreno, en cada espacio, cada rincón,
siempre junto al pueblo, superando las miserias individuales, porque aun
estando o no de acuerdo con el modelo de sociedad solidario, de
inclusión y de justicia social que proponemos, todos somos protagonistas
de este capítulo memorable de nuestra historia contemporánea.
Estamos
inmersos en una guerra continuada, que nunca ha cesado desde la llegada
de Chávez al poder, con una canalla que no se resigna de ver
materializado los sueños de millones de compatriotas, y a que se
mantenga viva la esperanza de todos un país, que llegó a convertirse en
un mal ejemplo a seguir en el continente y para los pueblos oprimidos
del mundo.
Por fortuna hay un
horizonte promisorio y lleno de esperanza para nuestra patria, un
destino indeclinable que soberanamente diseñamos y reconocemos
auténticamente nuestro, y que justamente es desde donde nos quieren
sacar a cualquier costo, aprovechándose de la incertidumbre y confusión
generada en medio de esta guerra económica y las acciones
desestabilizadoras. Valiéndose de la turbiedad y confusión con que se
dibujan los escenarios más próximos, creando sentimientos de frustración
y desesperanza llevando a pensar que todo se ha perdido.
¿Cómo
resolver algo que está intrínsecamente ligado a lo psicológico, al
comportamiento humano y social influenciados con elementos muy
autorreferenciales? Muchas de estas circunstancias ya empiezan a formar
parte de un imaginario colectivo.
Es
indiscutible la existencia de una realidad coyuntural que nos agobia,
que nos presiona, que aunque planificada e inducida es capaz de afectar
nuestra psiquis a un punto al cual algunos llegan a pensar que es el fin
y cualquier cosa que ocurra es mejor.
Sólo
imaginemos lo que puede pasar por la mente de aquellos compatriotas que
sin la formación ideológica y la conciencia política que tanto nos
demandaba Chávez, hoy no pueden acceder a algunos de los productos de
primera necesidad porque para lograrlo deben hacer grandes colas o pagar
precios especulativos que rayan en lo escandaloso.
Seguramente
muchos, siendo parte de esa gran mayoría que apoyan este proceso, se
sienten desorientados, incluso pensando que hemos perdido el rumbo, pues
casi resignados saben que tendrán que caer en manos de los que avox
populis identificamos como bachaqueros. Una práctica perversa llevada a
cabo por muchos y que se ha ido metiendo en los tuétanos, parte de una
cotidianidad que golpea principalmente a los más pobres, a los
trabajadores y a la clase media, llegando a formar parte de un
comportamiento que asumen como normal, de una forma de vivir. Es por
ello que no podemos esperar que el pueblo permanezca incólume y no se
haga partícipe del cuestionamiento de todo por lo que está pasando.
Indudablemente
que no se trata de una situación que pueda tener una repuesta sencilla
por las múltiples aristas a ser consideradas. Sin embargo, nos
atreveremos a presentar al menos dos aspectos que pueden contribuir en
este profundo y rico debate que debe dar el país. El primero de ellos
está orientado a analizar si parte de la confusión e incomprensión que
expresa nuestra gente tiene que ver con la carencia de herramientas y de
los códigos que les permitan hacer una clara lectura del momento
histórico, y de que este se encuentra marcado y determinado por una
certera y cruenta guerra económica. Un asunto que debemos revisar y que
nos lleva a formularnos algunas interrogantes: ¿Cómo se puede asumir una
posición distinta si no entendemos el fondo del problema? ¿Estamos
seguro de que la mayoría de nuestra gente entiende que estamos frente a
una guerra fomentada por quienes hoy nos enfrentan para hacerse del
poder desconociendo la voluntad de los venezolanos?
No
nos cansaremos de decir que estamos frente a una guerra económica
utilizada como punta de lanza para ir erosionando nuestras bases de
apoyo popular. Que se trata de una operación que ya ha sido puesta en
práctica por el Imperio norteamericano frente a gobiernos progresistas o
que le resulten incómodos a sus intereses capitalistas.
De
ese planteamiento partimos para hacer un segundo aporte y reflexión. Se
trata de la Resistencia Revolucionaria, su teoría y práctica: ¿Qué es?
¿Cómo se asume? ¿Estamos dispuestos a resistir los embates de esta
crisis coyuntural e inducida que se ha planteado derrocar al Gobierno?
En la repuesta a estas preguntas posiblemente se inscriba buena parte de
lo que hoy es requerido por nuestra patria para superar este difícil
momento.
Cualquier venezolano que
sienta en sus entrañas la patria está llamado a la determinación,
implementar la resistencia como estrategia y modo de lucha. Resistir,
aguantar, lleva implícito asumir restricciones significa estar dispuesto
a sacrificar algunas “comodidades” y a ciertas condiciones de vida
conquistadas pero siempre con la esperanza de recuperar para el
colectivo y la sociedad entera el estado de bienestar que hemos
alcanzado. Aunque tenemos claro que no es una cosa fácil de asumir.
Es
de Mészáros aquello de que la transición al socialismo debe ser lo más
humanamente posible, con los menores sacrificios que hagan que el mismo
sea viable y asumido por la población. Pero indudablemente este tránsito
siempre tiene su costo y, sin dudas, creo que nos encontramos justo en
ese punto de quiebre que, si no comprendemos el arduo trabajo que hoy
debemos hacer para consolidarlo, estaríamos echando por la borda todo
los logros y avances sociales durante estos 17 años de Revolución
Bolivariana. Entender las dificultades por las que atravesamos, conlleva
reconocer también errores propios de un camino en construcción, sin
recetas y producto de la creación permanente, que en algún momento
tendría duras pruebas que superar.
Hoy
estamos en esa situación y ante la responsabilidad histórica de
resistir o sucumbir, ante las amenazas que siempre han estado al acecho.
Es la hora de dar lo mejor de cada uno de nosotros, y demostrar que
somos capaces de resistir para lograr la victoria. Cambiemos aquella
máxima de Santo Tomás de “ver para creer” por la de “creer para ver”.
Resistimos
o sucumbimos, hay razones suficientes para resistir, y demostrar que
tenemos la estirpe y casta de nuestros libertadores, de nuestros
ancestros aborígenes, que siempre estuvieron dispuestos a resistir y
fueron premiados con el reconocimiento de la historia y la gloria de los
herederos de esta patria.
Por: Miguel Leonardo RodríguezMisión Verdad
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