jueves, 29 de enero de 2015

España endurece su discurso ante el nuevo Gobierno griego para frenar a Podemos

España endurece su discurso ante el nuevo Gobierno griego para frenar a Podemos

AA
El pulso entre el Eurogrupo -los acreedores- y el nuevo Gobierno de Grecia no ha hecho más que comenzar. Aunque todavía reina la retórica en las declaraciones públicas de las dos partes, lo cierto es ya se pueden adivinar algunas estrategias.
Entre ellas, la del Gobierno español, que ha endurecido su discurso con el objetivo de que el Ejecutivo de Alexis Tsipras descarrile y lograr, de paso, que su caída ayude a arrastrar a Podemos, la fuerza emergente. No parece casual, de hecho, que Rajoy fuera el único primer ministro que acudiera a Atenas para apoyar a Nueva Democracia, el partido de Samaras, con un mensaje 'ortodoxo'.
Un fracaso de Syriza daría alas al Partido Popular, que ha puesto el foco de su estrategia electoral en debilitar el partido de Pablo Iglesias en lugar de cargar contra el PSOE de forma fulminante. Y en sentido contrario, un triunfo del nuevo Ejecutivo heleno sería lo mismo que alentar viento de cola a Podemos.
Pablo Iglesias, líder de Podemos (EFE)Pablo Iglesias, líder de Podemos (EFE)
El Gobierno de Rajoy no es el único. El Eurogrupo está preocupado con el auge de los populismos (Francia, Italia…), y de ahí que no haya fisuras en este asunto. Hasta el punto de que ese será el mensaje que trasladará este jueves el presidente del parlamento europeo, Martin Schulz, al propio líder de Syriza. No es habitual que el jefe de la Eurocámara -en este caso un socialista alemán- se desplace a un país que acaba de celebrar las elecciones, pero la ocasión lo merece.
El viernes, igualmente, llegará a Atenas el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselnloem, un auténtico ‘halcón’ en este asunto que está muy cerca de las tesis alemanas: ‘"Las deudas -240.000 millones de euros- hay que pagarlas", como aseguró ayer el vicecanciller Gabriel.
A lo sumo se podrían renegociar los plazos (que se han alargado hasta 2041) y los tipos de interés, pero siempre con una estricta condicionalidad que hoy por hoy el Gobierno de Tsipras no parece estar dispuesto a cumplir.
Fin a las privatizaciones
Un par de ejemplos lo demuestran. La paralización del proceso de privatizaciones pone en peligro los objetivos de recaudación para este ejercicio fiscal. Syriza ha anunciado que frena la venta de los puertos de Tesalónica y el Pireo (con un enorme interés estratégico para China) y la privatización de la principal compañía de electricidad del país (Public Power Corporation).
Justamente algunas de las medidas acordadas con la troika para revitalizar la economía griega en el marco de un programa de reformas estructurales desde el lado de la oferta. Otra medida con una gran carga simbólica fue el anuncio de la incorporación inmediata de centenares de limpiadoras del ministerio de Finanzas despedidas en 2013, y que desde entonces habían acampado a las puertas del departamento. Estas decisiones son las que explican que S&P anunciara ayer que pone en revisión la calificación de la deuda griega.
Las relaciones entre el Eurogrupo y Grecia, en todo caso, van más allá que lo que estrictamente económico. A nadie se le escapa que el guiño de Tsipras a Rusia –recibiendo a su embajador en Atenas nada más tomar posesión e inmediatamente después de que la UE aprobara nuevas sanciones contra Moscú por el conflicto en Ucrania - no es la mejor carta de presentación. Sobre todo cuando países muy duros con la Rusia de Putin forman también parte del núcleo duro de la zona euro.


Es decir, que en este punto España no está sola y encontrará sólidos aliados para desmontar la estrategia económica del nuevo Gobierno heleno. Sin olvidar que el 80% de la deuda griega (319.000 millones de euros) está en manos de los gobiernos y de las instituciones multilaterales, como el FMI. La banca griega apenas posee el 3% de la deuda pública griega.
Si Tsipras aparece ante la opinión pública europea como el líder que ha acabado con la austeridad, eso sería lo mismo que cuestionar toda la política de recortes. Y eso es, precisamente, lo que quieren evitar gobiernos como los de Madrid o Lisboa, que han sufrido fuertes desgastes electorales por las políticas de restricción presupuestaria.
Por lo tanto, lo que ocurra en Grecia es determinante, y de ahí que el pulso entre los acreedores y los deudores vaya a ser épico. Incluso homérico. No es para menos teniendo en cuenta que el objetivo es detener la marea del populismo.
Un ejemplo de lo que está en juego se ha producido en los últimos días. Algunos informes elaborados por bancos de inversión dan por hecho que se está produciendo una fuga masiva de capitales en Grecia. JP Morgan ha estimado, en concreto, que a lo largo del mes de enero la salida de depósitos en busca de lugares más seguros (y en los que se paguen menos impuestos) puede rondar los 11.000 millones de euros. Una cantidad impresionante si se tiene en cuenta, además, que la banca helena pidió en diciembre al BCE alrededor de 58.000 millones de euros.
No es de extrañar que la banca griega haya perdido alrededor de una cuarta parte de su valor en Bolsa desde la jornada del domingo, lo que da idea de la escasa confianza que tienen muchos inversores en Tsipras, quien no se cansa de repetir que no habrá suspensión de pagos. Piraeus Bank, sin embargo, cayó en Bolsa cerca de un 29%; Alpha Bank, un 26% y National Bank and Eurobank un 25%. Aunque el mejor resumen de la situación es que la prima de riesgo griega frente a Alemania se ha vuelto a situar por encima de los 1.000 puntos básicos, niveles desconocidos desde 2012. El partido acaba de comenzar.

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