No
es ninguna teoría de la conspiración: los precios del petróleo han
fungido de recursos asimétricos en el marco de las guerras energéticas.
Desde múltiples perspectivas, los bajos precios del crudo hieren más de
lo que benefician incluso a las economías más fuertes del planeta.
Hemos entrado en una era de bajos precios del petróleo, de manera sostenida y planificada. Países como Estados Unidos y Arabia Saudita han protagonizado esta guerra, en la que ambos han tenido reveses. El analista Steve Austin da cuenta en este extenso estudio de que la crisis con respecto a los precios del mercado petrolero no es tal sino un cambio de dinámica global en cuanto a la producción de crudo y la aparición de un nuevo paradigma de extracción: el esquisto.
Así lo demuestra Estados Unidos, cuya economía está íntimamente ligada a la industria energética. Los bajos precios del crudo afectan tanto a las compañías como a los estados que dependen del petróleo como Texas y Dakota del Norte. Explica Austin que el 20% del mercado estadounidense de valores estaba en empresas relacionadas con la energía, y que ese mismo mercado ha disminuido sus ganancias.
La clave de los bajos precios está en la producción de esquisto. Los stocks están llenos de estos barriles, las importaciones han mermado a lo interno de los Estados Unidos y el mercado se ha trasladado hacia los vastos territorios asiáticos con precios de gallina flaca. La Administración de Información Energética estima que las exportaciones estadounidenses promedian los 8,73 millones de barriles diarios en 2016 y 8,31 millones de barriles por día para 2017, anota Austin.
"El petróleo y gas de esquisto extraídos por fractura hidráulica han revolucionado la industria del crudo", y enfatiza el analista que el esquisto ha contribuido a bajar los precios. "¿Cómo? Bueno, desde que los Estados Unidos produjeron petróleo en casa, las importaciones disminuyeron. Ahora, las importaciones deben hallar otro mercado, ¿cierto? Todo el mundo, desde Arabia Saudí hasta Argelia se han volcado hacia territorios asiáticos, en el proceso abasteciendo con más crudo a los ya saturados mercados".
Antes cualquier agitación en el Medio Oriente actuaba sobre los precios petroleros. "Esa ecuación ha cambiado para siempre con la llegada del esquito estadounidense en el mercado", dice Austin. La producción de crudo ha llegado al máximo en las últimas tres décadas, aunque no sea tan rentable para las petroleras gringas: el costo de producción de un barril de esquisto está entre los 50 y 85 dólares, es decir, es mayor que los actuales precios del crudo.
¿Otra razón? Pues nada más en julio, las exportaciones de Arabia Saudita incrementaron a 10,67 millones de barriles por día. Resulta hasta la fecha el mes récord del reino wahabbita. Los saudíes anegan el mercado con crudo, esperando mantener una activa participación mercantil y relevancia geopolítica.
Aunque este país sea el mayor exportador de crudo en el mundo, Rusia es el mayor productor con 10,6 millones de barriles diarios.
Paradójicamente, Arabia Saudita ha sido forzada a adoptar medidas de austeridad y recortar el gasto del gobierno, cuyo 75% de los ingresos provienen de la exportación de crudo. Miles de trabajadores, inmigrantes del sudeste asiático -80% de la fuerza laboral, según la CIA- y locales, han sido condenados a míseros salarios "por lo menos de aquí a unos ocho meses", comenta Austin y remata: "En este sofocante escenario todo el Medio Oriente arde. Han disfrutado un estilo de vida subsidiado durante décadas por las importaciones petroleras de Occidente y se están dando cuenta de que el bote se les perdió y que no va a regresar".
Para finales de 2013, una intensa campaña en redes sociales demostró la crisis de pobreza y desempleo -35% de parados entre la juventud árabe- que vive el país, a costa de la opulencia petrolera de la monarquía saudí.
Básicamente, los saudíes han querido competir con la producción estadounidense de esquisto y al mismo tiempo intimidar la industria petrolera iraní. La monarquía gobernada por el rey Salman ganó lo que Irán perdió con el último paquetazo de sanciones, previo al acuerdo nuclear de 2015. Por lo que Riad entiende, en las actuales circunstancias, que para competir con lo que los iraníes ganan -con proyectos e infraestructura en desarrollo- debe incrementar las exportaciones. Incluso estableció precios acordes al mercado asiático.
Toda la dinámica del mercado ha cambiado como resultado del "plan maestro" saudí. "El crudo ya no es una materia prima cuyo precio es controlado por un cartel. Se ha convertido en un commodity sometido a suplir y demandar como cualquier otro. Y desde que hay abundancia de recursos, los precios del crudo se desinflaron por un largo tiempo", explica Austin.
Al mismo tiempo, Saudí Aramco, empresa estatal que fundaron los Rockefeller, hiperproduce crudo que inunda el mercado, contribuyendo a la continuidad de un círculo vicioso que permite seguir oxigenando la guerra y promover la destrucción financiera de los adversarios regionales y globales.
A esto se añade uno de los objetivos estadounidenses: controlar (y acumular) la producción de crudo y gas en Medio Oriente. La invasión a Irak, Afganistán y Libia lo confirma.
La sobreproducción petrolera, entonces, maneja varios paradigmas, y resulta en sí misma un recurso asimétrico en el marco de las guerras económicas mundiales. De gran utilidad para concentrar más capital en pocas manos, permitir que grandes corporaciones absorban industrias nacionales -petroleras o no- y moldear financieramente a países dependientes de ese recurso energético.
Esto se demuestra con que los ingresos por exportación de los países productores de petróleo han disminuido severamente. Como consecuencia se han recortado los presupuestos y "gastos públicos" en la alimentación, la educación y la salud de la mayoría de los países dependientes de la dinámica petrolera global, como ha sucedido en Venezuela, que se ha visto obligada a realizar malabares para mantener los programas sociales, aumentos de sueldos y salarios y sus compromisos de deuda externa.
Steve Austin lo dice claramente: "Los bajos precios del petróleo obstaculizan el crecimiento. Los despidos son comunes y dado que la industria petrolera es compatible con toda una gama de industrias conexas, como el transporte, la hotelería y los municipios, afectan a todos". Según una nota publicada por CNN el pasado 2 de enero de 2016, los cincos países productores más afectados por la caída de los precios (Nigeria, Rusia, Venezuela, Arabia Saudita e Iraq) han tenido que recortar gastos, reestructurar sus deudas y realizar una reingeniería financiera a lo interno para evitar que la crisis toque aún más profundo en el hueso de la población.
Países del llamado "Primer Mundo" como Estados Unidos y Arabia Saudita, asimismo Rusia y hasta Canadá, se han visto perjudicados por los bajos precios del petróleo, de distintas formas y radios de intensidad. La afectación es global y ningún país productor escapa de esta realidad. Venezuela, como país-mina diseñado por la división internacional del trabajo para suministrar petróleo y recursos minerales a los países centrales, recibe igualmente los coletazos de esta pugna de carteles energéticos globales.
Es ahí donde está el meollo del asunto.
Hemos entrado en una era de bajos precios del petróleo, de manera sostenida y planificada. Países como Estados Unidos y Arabia Saudita han protagonizado esta guerra, en la que ambos han tenido reveses. El analista Steve Austin da cuenta en este extenso estudio de que la crisis con respecto a los precios del mercado petrolero no es tal sino un cambio de dinámica global en cuanto a la producción de crudo y la aparición de un nuevo paradigma de extracción: el esquisto.
El papel de los Estados Unidos
A nadie le conviene los bajos precios del petróleo. En un mundo centrado en la energía combustible, cuya principal bujía es el petróleo, tanto el transporte como los servicios elementales -sobre todo públicos- se ven disminuidos en la mayoría de los países. El "oro negro" dinamiza muchas actividades económicas y financieras. Cuando estas se desestabilizan, la economía global se ve afectada y la capacidad de gasto disminuye.Así lo demuestra Estados Unidos, cuya economía está íntimamente ligada a la industria energética. Los bajos precios del crudo afectan tanto a las compañías como a los estados que dependen del petróleo como Texas y Dakota del Norte. Explica Austin que el 20% del mercado estadounidense de valores estaba en empresas relacionadas con la energía, y que ese mismo mercado ha disminuido sus ganancias.
La clave de los bajos precios está en la producción de esquisto. Los stocks están llenos de estos barriles, las importaciones han mermado a lo interno de los Estados Unidos y el mercado se ha trasladado hacia los vastos territorios asiáticos con precios de gallina flaca. La Administración de Información Energética estima que las exportaciones estadounidenses promedian los 8,73 millones de barriles diarios en 2016 y 8,31 millones de barriles por día para 2017, anota Austin.
"El petróleo y gas de esquisto extraídos por fractura hidráulica han revolucionado la industria del crudo", y enfatiza el analista que el esquisto ha contribuido a bajar los precios. "¿Cómo? Bueno, desde que los Estados Unidos produjeron petróleo en casa, las importaciones disminuyeron. Ahora, las importaciones deben hallar otro mercado, ¿cierto? Todo el mundo, desde Arabia Saudí hasta Argelia se han volcado hacia territorios asiáticos, en el proceso abasteciendo con más crudo a los ya saturados mercados".
Antes cualquier agitación en el Medio Oriente actuaba sobre los precios petroleros. "Esa ecuación ha cambiado para siempre con la llegada del esquito estadounidense en el mercado", dice Austin. La producción de crudo ha llegado al máximo en las últimas tres décadas, aunque no sea tan rentable para las petroleras gringas: el costo de producción de un barril de esquisto está entre los 50 y 85 dólares, es decir, es mayor que los actuales precios del crudo.
El esquisto y la sobreproducción afectaron la industria petrolera para siempre
La paradoja saudí
En 2014 el precio del petróleo subió hasta los 115 dólares el barril. Para enero de este año, había caído hasta los 27 dólares. Consecuentemente, todos los países productores de petróleo fueron gravemente afectados.¿Otra razón? Pues nada más en julio, las exportaciones de Arabia Saudita incrementaron a 10,67 millones de barriles por día. Resulta hasta la fecha el mes récord del reino wahabbita. Los saudíes anegan el mercado con crudo, esperando mantener una activa participación mercantil y relevancia geopolítica.
Aunque este país sea el mayor exportador de crudo en el mundo, Rusia es el mayor productor con 10,6 millones de barriles diarios.
Paradójicamente, Arabia Saudita ha sido forzada a adoptar medidas de austeridad y recortar el gasto del gobierno, cuyo 75% de los ingresos provienen de la exportación de crudo. Miles de trabajadores, inmigrantes del sudeste asiático -80% de la fuerza laboral, según la CIA- y locales, han sido condenados a míseros salarios "por lo menos de aquí a unos ocho meses", comenta Austin y remata: "En este sofocante escenario todo el Medio Oriente arde. Han disfrutado un estilo de vida subsidiado durante décadas por las importaciones petroleras de Occidente y se están dando cuenta de que el bote se les perdió y que no va a regresar".
Para finales de 2013, una intensa campaña en redes sociales demostró la crisis de pobreza y desempleo -35% de parados entre la juventud árabe- que vive el país, a costa de la opulencia petrolera de la monarquía saudí.
Básicamente, los saudíes han querido competir con la producción estadounidense de esquisto y al mismo tiempo intimidar la industria petrolera iraní. La monarquía gobernada por el rey Salman ganó lo que Irán perdió con el último paquetazo de sanciones, previo al acuerdo nuclear de 2015. Por lo que Riad entiende, en las actuales circunstancias, que para competir con lo que los iraníes ganan -con proyectos e infraestructura en desarrollo- debe incrementar las exportaciones. Incluso estableció precios acordes al mercado asiático.
Toda la dinámica del mercado ha cambiado como resultado del "plan maestro" saudí. "El crudo ya no es una materia prima cuyo precio es controlado por un cartel. Se ha convertido en un commodity sometido a suplir y demandar como cualquier otro. Y desde que hay abundancia de recursos, los precios del crudo se desinflaron por un largo tiempo", explica Austin.
La afectación es global y ningún país productor escapa de esta realidad
Otra vez la guerra
No es un secreto que muchas de las guerras que ocurren en el mundo actualmente han sido motivadas o devienen por el botín energético. Grupos terroristas como el Estado Islámico -que ocupa, por ahora, refinerías en Irak y campos petroleros en Siria- y actores estatales como la misma Arabia Saudita necesitan de petróleo para poder financiar sus guerras.Al mismo tiempo, Saudí Aramco, empresa estatal que fundaron los Rockefeller, hiperproduce crudo que inunda el mercado, contribuyendo a la continuidad de un círculo vicioso que permite seguir oxigenando la guerra y promover la destrucción financiera de los adversarios regionales y globales.
A esto se añade uno de los objetivos estadounidenses: controlar (y acumular) la producción de crudo y gas en Medio Oriente. La invasión a Irak, Afganistán y Libia lo confirma.
La sobreproducción petrolera, entonces, maneja varios paradigmas, y resulta en sí misma un recurso asimétrico en el marco de las guerras económicas mundiales. De gran utilidad para concentrar más capital en pocas manos, permitir que grandes corporaciones absorban industrias nacionales -petroleras o no- y moldear financieramente a países dependientes de ese recurso energético.
Esto se demuestra con que los ingresos por exportación de los países productores de petróleo han disminuido severamente. Como consecuencia se han recortado los presupuestos y "gastos públicos" en la alimentación, la educación y la salud de la mayoría de los países dependientes de la dinámica petrolera global, como ha sucedido en Venezuela, que se ha visto obligada a realizar malabares para mantener los programas sociales, aumentos de sueldos y salarios y sus compromisos de deuda externa.
Steve Austin lo dice claramente: "Los bajos precios del petróleo obstaculizan el crecimiento. Los despidos son comunes y dado que la industria petrolera es compatible con toda una gama de industrias conexas, como el transporte, la hotelería y los municipios, afectan a todos". Según una nota publicada por CNN el pasado 2 de enero de 2016, los cincos países productores más afectados por la caída de los precios (Nigeria, Rusia, Venezuela, Arabia Saudita e Iraq) han tenido que recortar gastos, reestructurar sus deudas y realizar una reingeniería financiera a lo interno para evitar que la crisis toque aún más profundo en el hueso de la población.
Países del llamado "Primer Mundo" como Estados Unidos y Arabia Saudita, asimismo Rusia y hasta Canadá, se han visto perjudicados por los bajos precios del petróleo, de distintas formas y radios de intensidad. La afectación es global y ningún país productor escapa de esta realidad. Venezuela, como país-mina diseñado por la división internacional del trabajo para suministrar petróleo y recursos minerales a los países centrales, recibe igualmente los coletazos de esta pugna de carteles energéticos globales.
Es ahí donde está el meollo del asunto.
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