Acuerdo en la OPEP. ¿Y ahora qué?
La OPEP se reunió informalmente en Argelia este septiembre y llegó a un acuerdo, calificado de “histórico” basado en la decisión de congelamiento de producción de crudo, en un rango de entre 32,5 y 33 millones de barriles diarios.
Se trata del primer acuerdo volumétrico alcanzado por la organización desde 2008, cuando decidió sobre un recorte de producción, precisamente en Argelia, en la ciudad de Orán. La distribución interna de las cuotas por país será propuesta en noviembre por un grupo de alto nivel designado por la Conferencia Ministerial y posteriormente serán llamados los productores que no forman parte de la OPEP para establecer su contribución en esta estrategia conjunta para la estabilización del mercado.
El largo camino de los acuerdos
La debacle del precio petrolero ha puesto en turbulencia a todas las economías fuertemente dependientes del precio del crudo y otros combustibles derivados. Con un franco desplome desde finales de 2014, las economías de países en vías de desarrollo se han visto seriamente comprometidas.
Aunque las cifras catastróficas de inicios de 2016 prendieron las alarmas, la OPEP como principal cartel mundial de productores no actuó en consecuencia debido a las rivalidades internas, específicamente entre Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente. Por esta diatriba, la Cumbre de Doha fracasó en abril de este año. Contra todos los pronósticos, la cita en Doha fracasó por acciones unilaterales de Arabia Saudita a sólo horas de la reunión y durante la misma. Previo a la reunión, el equipo promotor del acuerdo -en el cual la misma Arabia Saudita participó- elaboró un borrador que los países suscribirían por consenso, donde se acordaba una congelación de los niveles de producción petrolera, sometiéndolos a los niveles actuales.
En Doha no participó Irán, pues no se disponía a formar parte de acuerdo alguno de congelación de producción justificada en su necesidad de volver a los mercados, dado el levantamiento de las sanciones que durante años le impuso Occidente que lo sacó del mercado petrolero. Irán, en abril, fijó una postura totalmente adversa a que ellos congelaran su cuota.
En Doha, Arabia Saudita condicionó su suscripción del acuerdo. Señaló que sólo lo firmaría si Irán también lo hacía, teniendo claro que la situación de Irán no se parece a la de ninguno de los productores que se verían en la mesa de negociaciones. Esta postura se impuso durante la reunión. Riad hizo cambiar el borrador del documento, trancando la jugada, incorporando en el mismo a un actor ausente (Irán) y, con ello, tirando al piso la posibilidad de un acuerdo.
El fracaso en Doha hizo que rodaran cabezas, no literalmente, pero hablando de Arabia Saudita es casi así. El ministro saudita de petróleo, Ali al-Nuaimi, fue destituido en mayo de este año por decreto real después de casi 21 años en la cartera petrolera del mayor exportador mundial de crudo, informó este sábado la televisión estatal El-Ikhbariya. Nuaimi, considerado como “el hombre más influyente en la OPEP”, fue reemplazado por Jaled al-Faleh, designado en una cartera que incluye Energía, Industria y de Recursos Mineros, según decisión del rey Salman.
La salida de Nuaimi ocurre al cabo de dos años en que “el reino” ejecutó una política que ayudó al hundimiento de los precios internacionales y en cuyo transcurso, para evitar perder mercados ante países de fuera de la OPEP, se opuso a reducciones concertadas de producción. Este fue el caso concreto de Doha, un acto vergonzoso en el que por vez primera se reunía a todos los productores dentro y fuera de la OPEP y que terminó en un monumental fracaso.
La buena noticia, en el caso de Argelia, es que se alcanza un consenso con Irán. El país persa suscribirá los acuerdos, pero volviendo a las cuotas de producción previas a las sanciones de Occidente. La decisión excepcional con respecto a Irán dan vuelta de hoja al fracaso de Doha.
Se considera “histórico” el acuerdo de Argelia, hay que recalcarlo, ya que desde 2008 la OPEP no había actuado consistentemente en asumir su rol acorde a una necesaria estabilización del mercado petrolero, más todavía cuando se trata de un acuerdo en favor de una estrategia que será extensiva a los países fuera de la OPEP.
¿Luz al final del túnel?
Luego de Doha, el precio del crudo evolucionó positivamente, de manera progresiva, al generarse un paulatino descenso en suministros de crudo de esquisto en EEUU, propiciando con ello una disminución de las asimetrías reflejadas en los excesivos niveles de inventario en los países industrializados, especialmente el mismo EEUU. Durante los meses de junio a agosto, el precio del Brent coqueteó con los 52 dólares por barril, desinflándose y estancándose alrededor de los 45 a 48 dólares por barril.
La caída del precio del crudo afectó los pozos más costosos (explotados por fracking) en EEUU que sólo tendrían rendimiento con un precio superior a los 60 y hasta 80 dólares por barril y esto permitió contener la excesiva oferta que se había tabulado a inicios de este año. Esto generó una recomposición parcial del precio del crudo aunado a las acciones de factores especuladores en la economía petrolera de papel, es decir, los intermediarios y compradores a futuro que durante meses hicieron compras esperando acciones de la OPEP y otros países no petroleros para hacer reflotar el precio.
El acuerdo de Argelia es, de hecho, una decisión totalmente pertinente y significativa por parte de los países productores frente a los bajos precios, pues estos amenazan las inversiones de las compañías petroleras a presente y a futuro. Las consecuencias al mediano y largo plazo de un precio petrolero pauperizado traerían consigo caída de inversiones y un déficit de suministro frente a la demanda global de aquí a 10 años. He ahí que la OPEP prescindió de esperar que “la mano invisible” del mercado propiciara un mejoramiento del precio; ha decidido intervenir.
Pero el acuerdo a refrendar los consensos alcanzados en Argelia se firmará en noviembre. Se espera contar con la participación de otros países productores de petróleo fuera de la OPEP que puedan, léase bien, hacer sacrificios para hacer viable el congelamiento de la producción. El meollo del asunto serán las cuotas definidas para cada país.
Desde Venezuela, el presidente Nicolás Maduro y el ministro Eulogio del Pino saludaron la decisión de la OPEP. Del Pino adelantó que el acuerdo se hará efectivo cuando estén definidas internamente las cuotas y esto se discutirá en noviembre. Esta decisión, indicó el ministro, “contribuirá a drenar el exceso de los inventarios de crudo, que hoy en día supera el promedio de los últimos cinco años y que ha producido esa altísima volatilidad de los precios, además permitirá rescatar la estabilidad de los precios para mantener las inversiones que requiere la industria”. El ministro manifestó su satisfacción y comentó que la propuesta de rangos de producción había sido puesta sobre la mesa por Venezuela en la pasada reunión OPEP de junio.
Pero Del Pino reconoce que el factor de la producción no es el único que interviene en la determinación del precio del crudo a escala planetaria. Señaló que “es crucial que los países productores tomen decisiones en conjunto para la estabilización del mercado petrolero para así lograr un precio justo de nuestro producto y no seguir permitiendo que grupos de especuladores sigan interviniendo en el manejo del mercado”.
Del Pino hace referencia indirecta a la economía petrolera de papel, se infiere que estas tengan un alcance hasta del 40% en la determinación del precio del crudo y estos agentes financieros intervienen el mercado induciendo altas y bajas en el precio del crudo para obtener beneficios en las compras a futuro (de tres a cuatro meses). Es decir, compran y venden en masa de manera articulada para propiciar volatilidad y altibajos en el precio, sólo para obtener beneficios vendiendo, ligeramente más caro, papeles de petróleo que compraron tres meses antes. Este es un factor a reconocer para que los países exportadores reestablezcan la gobernabilidad del mercado.
Lo que sucederá con el precio del crudo se consumará en noviembre. Luego vendrán otros factores que intervendrán en el precio:
-Será significativo en el precio, primeramente, que los países miembros de la OPEP y los países fuera de la OPEP firmen el acuerdo en noviembre. Los países de la OPEP tendrían que estar satisfechos con las cuotas de producción acordadas. Los países no miembros deberán formar parte de medidas de ajuste o congelamiento de producción.
-La OPEP tendrá que generar mecanismos más efectivos para coordinar el seguimiento al cumplimiento de las cuotas acordadas. Dentro y fuera de la OPEP hay mucha desconfianza e incertidumbre. Todo espacio en el mercado es disputado, de ahí que hay países miembros y no miembros de la OPEP que podrían aprovechar el congelamiento de la producción para colocar más crudo y captar cuotas de mercado.
-Los países no miembros de la OPEP no han fijado una postura cohesionada sobre su participación en el acuerdo de noviembre. Sólo Rusia ha estado claramente dispuesta a asumir un rol en las necesarias acciones para generar nuevos equilibrios en el mercado mundial.
-El rol de los especuladores será determinante, pues las medidas de la OPEP serán de congelamiento de la producción, no de recortes significativos como en el año 2000. He ahí que los suministros no tendrán descensos dramáticos y las condiciones elementales que han tirado el precio a la baja persistirán en buena medida.
-Hay que considerar la alerta de que un reflote parcial del crudo a 70 dólares por barril dé un impulso a la reapertura a campos de crudo de esquisto que han menguado en EEUU en los últimos meses. Esto puede generar un recrudecimiento de los excesos de suministro, aupando el precio a la baja en consecuencia.
-Las presiones geopolíticas se harán sentir en noviembre. Habrá una pulseada inédita por parte de quienes harán esfuerzos para bloquear el acuerdo, como por quienes quieren que se consolide. Hay escepticismo y la desconfianza se cierne entre los participantes. Sin acuerdo, no habrá estabilización del mercado ni reflote del precio del crudo.
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