sábado, 19 de enero de 2013

El Chapo Guzmán: La incomodidad del gobierno mexicano (Primera Parte)

El Chapo Guzmán: La incomodidad del gobierno mexicano (Primera Parte)

Escrito por


por José Luis Montenegro
El Chapo GuzmanA 12 años de distancia, la fuga de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, le sigue causando incomodidad al gobierno mexicano, pues su escape recuerda el debilitamiento y la incompetencia de las instituciones de seguridad del país y el creciente poder de los carteles como un irremediable síntoma de una estrategia fallida ejecutada durante los últimos seis años.
La dinámica social como parte de un proceso de transformación colectivo ha hecho que entre la ciudadanía en general —inmersa en una dinámica creciente de injusticia, impunidad y corrupción— haya provocado, a través de los años, el aumento en la demanda, el consumo y la ampliación del mercado ilegal de las drogas en México y en gran parte del mundo.
Este bloque delictivo, más allá de incidir en la economía ilícita, repercute en las conductas actuales que establecen la normalización de la violencia, la criminalidad y el mantenimiento de un sector de la población dedicado al fortalecimiento de las estructuras del narcotráfico sin tener repercusiones legales.
Ostentando el poder, las células criminales dedicadas al narcotráfico en México se han ido beneficiando de territorios claves para la comercialización de su mercancía, y con esto, la importancia de las alianzas con otros carteles y con funcionarios del gobierno ha sido fundamental para concretar sus planes con éxito, saliendo victoriosos en cada batalla a la que se enfrentan día con día de la mano de un apoyo que culmina —en la mayoría de los casos— en una complicidad compartida.
Hoy vivir en México se ha vuelto complicado, el panorama en materia de seguridad se vislumbra gris y abandonado, el desarrollo en sectores cruciales para la competitividad se ha visto forzado y hasta cierto punto manipulado para colaborar con la ilegalidad y el estancamiento de la población en una debacle socioeconómica que ha culminado con las pocas oportunidades de trabajo, buenos sistemas de enseñanza y en una de las más trágicas y actuales situaciones, han permitido la anuencia de un sistema de gobierno ‘a modo’, el cual representa a la fecha intereses particulares por encima del  bienestar ciudadano.
Lo cierto es que la situación que se vive en el país ha sido motivo constante de errores, los cuales le han costado al gobierno miles de muertes en los últimos años. La necedad de no analizar el problema ha permitido un inútil combate que ataca el problema, pero no las causas que originan este mal. Los Zetas, el Cartel del Golfo, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, los Arellano Félix, el Cartel de Sinaloa y nuevas organizaciones como El Z-40, Los Matazetas y el Cartel de Jalisco Nueva Generación, son solo algunas de las muchas asociaciones criminales que dominan al país a lo largo y ancho del territorio nacional.
¿Quién es y dónde está el Chapo Guzmán?
Según la revista Forbes, Joaquín Guzmán Loera es uno de los hombres más ricos del mundo. En México ostenta la posición número 10 de la tabla clasificatoria; a nivel mundial, se posiciona como el sexagésimo tercer hombre más poderoso. Según la DEA, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, el Chapo es uno de los hombres más buscados, como en su momento lo fue Osama bin Laden. En todo el mundo, la figura del capo es reconocida como la del líder consagrado en el mercado ilegal de la fabricación y venta de estupefacientes bajo una estructura abismal que resguarda una incalculable fortuna.
Guzmán Loera, a 12 años de su controvertido escape del penal de máxima seguridad de Puente Grande, ubicado en Guadalajara, Jalisco (20 de enero de 2001), ha ido creando una red de complicidad nacional e internacional hasta lograr el control territorial de la República Mexicana con el actual dominio de 25 de los 32 estados.
El actual imperio, que hoy traspasa fronteras al costo que sea —sin contemplar las más poderosas barreras que impone el Estado mexicano—, ha derrumbado a su paso planes de captura, y ha ido estudiando minuciosamente el mercado nacional para encabezar una asociación delictiva aliada con otros grupos criminales para concretar el sueño que no lograron narcotraficantes como Miguel Ángel Félix Gallardo, llamado en la década de 1980 el Capo de Capos, y Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos: la presencia y expansión de un cartel, en este caso el de Sinaloa, como una corporación líder en la creación y exportación de drogas sintéticas bajo una de las más poderosas estructuras criminales.
¿Dónde está Joaquín Guzmán, el Chapo? Según especialistas, los gobiernos mexicano y de Estados Unidos saben dónde se encuentra el narcoempresario, prueba de ello son las constantes negociaciones documentadas que han comprobado la alianza del gobierno mexicano con estas asociaciones delictivas. Como lo reconoció en su momento el general Mario Arturo Acosta Chaparro, él y distintos capos como Édgar Valdez Villareal, alias la Barbie, a cargo del grupo criminal llamado Los Negros, así como con Los Zetas y el Cartel de Sinaloa, liderado por el Chapo, sostuvieron reuniones para negociar, durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, la incesante ola de violencia que repercutía en las inversiones extranjeras y la imagen del país como uno de los más violentos del mundo.
La pregunta ¿dónde está el Chapo Guzmán? persiste en el ánimo inconforme colectivo. La poca credibilidad hacia las instituciones y el creciente problema de inseguridad son tan solo un recordatorio de la colusión del gobierno con los carteles de la droga, y en la contraparte, la endémica cultura de impunidad se sigue transfiriendo generación tras generación, avalando una conducta que soluciona un problema que al parecer no tiene fin.
Antecedente criminal
La crisis de corrupción a través de los años ha permitido —entre otros problemas sociales— la expansión del narcotráfico en todo el mundo. Los mitos que circundan en el universo de la mafia son muchos, entre estos se ha podido comprobar la nula importancia que los carteles dan a los modelos económicos actuales, asimismo, las relaciones o acuerdos internacionales con otros países no son barrera para la comercialización de su mercancía, el negocio es el negocio.
Según estudios en Colombia, la llegada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigencia en 1994, contribuyó a extender el narcotráfico, por su alto impacto, en sectores industriales como las maquiladoras, dejando debilitadas a las ciudades fronterizas del norte como Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Ciudad Juárez y  Tijuana, y eso es absolutamente falso. La quiebra de miles de productores agrícolas que no pudieron competir con Estados Unidos no incidió en las oportunidades de trabajo ni provocó un salto significativo de las personas de escasos recursos hacia la delincuencia organizada; la crisis de corrupción que se vive en México ha normalizado las actividades desde las esferas más altas para hacer de esta conducta algo cotidiano que no tiene castigo alguno.
El narcotráfico, una presencia muy pesada, un compañero demasiado costoso y una sombra caótica, tiene su razón de ser desde hace varios sexenios. Lo que antes era una relación simbiótica “gobierno-mafia”, a través de los años fue adquiriendo el papel de un proyecto a gran escala, extendiendo una gran maquinaria operativa más allá del territorio mexicano. Tanto la DEA como la Procuraduría General de la República —la PGR en México— han documentado que la narcoempresa al mando de Guzmán Loera es tan poderosa como grande en cuanto a su capacidad operativa se refiere.
Esta mafia se extiende no solo en Estados Unidos, principal consumidor de drogas en el mundo, sino también, según investigaciones, el imperio del Chapo ha llegado a países como Argentina, Uruguay, Colombia y Paraguay, regiones donde el narco más buscado controla los cargamentos y el suministro de drogas y precursores químicos.
De igual forma, Guatemala y Costa Rica han sido las terminales para resguardar en bodegas la mercancía a traficar. La ambición es tal que el Cartel de Sinaloa ha exportado drogas sintéticas y cocaína a Europa —particularmente a España y Reino Unido—, región que no es inmune a lo que hoy se conoce como el narcoholding, un cartel que pasó de una mafia local a un grupo empresarial como un McDonald’s, con sucursales o franquicias en varias partes del mundo, propiciando la criminalidad y auspiciando la fortuna en manos de unos cuantos capos.
Anabel Hernández, periodista y escritora, autora de una de las obras más controvertidas de los últimos años, Los señores del narco, hace una denuncia pública sobre una serie de actos de corrupción y un entramado que involucra a distintos actores políticos, policiacos y de gobierno en México. A esto, en entrevista con Newsweek en Español, la investigadora comenta cómo a lo largo de los años el Poder Ejecutivo, desde las distintas dependencias de seguridad e instancias funcionales del gobierno, se ha prestado para hacer de las mafias un control que culmine con la rentabilidad de los dos bandos. Desde los años de la década de 1970 e incluso mucho antes, nadie imaginó que estas complicidades tendrían un cauce tan desastroso como el que hoy se vive en México.
“A lo largo de los años, lo que yo he podido documentar en mis investigaciones —por lo menos desde la década de 1970 hasta la fecha— es que el gobierno ha mantenido una convivencia y una complicidad directa con el narcotráfico.
“Durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) esta corrupción y convivencia estaba a cargo de un gobierno fuerte, era un Estado totalitario con un grupo de delincuentes que hacían negocios. El gobierno sabía que los delincuentes existían y negociaba con ellos, pero desde un punto de vista de gobierno, era una situación de jerarquía; ellos, como Poder Ejecutivo, estaban por encima de los narcotraficantes, actualmente la dinámica es totalmente distinta. En este gobierno, según los testimonios que yo recopilé, los narcotraficantes pagaban una especie de impuesto —por debajo de la mesa por supuesto— para que se les permitiera sembrar, cosechar, transportar y traficar droga hacia Estados Unidos.
“¿En qué consistía esta dinámica? Los narcotraficantes se reunían con los jefes de zonas militares e iban a pedir permiso para sembrar mariguana, por ejemplo; el jefe de la zona preguntaba cuántas hectáreas necesitaban, las concedía y asignaba un precio; los carteles de la droga pagaban el soborno y entonces a esos plantíos que estaban ‘permitidos’ se les ponía una bandera. Todos los plantíos que no tuvieran esa bandera eran arrasados inmisericordemente. Los narcotraficantes o los cultivadores de droga que sembraban sin la anuencia del gobierno eran aplastados y encarcelados; y eran precisamente los mismos narcos los que se quejaban de los que no pagaban el ‘impuesto’; estaban fuera de las reglas, aseguraban.
“Lo que yo narro en mi libro Los señores del narco es que lo que fue haciendo más poderosos a los narcotraficantes mexicanos, que acabaron convirtiéndose en carteles, no fue la dinámica económica —refiriéndome al modelo de gobierno en ese entonces—, sino el poder económico que fueron adquiriendo. El poder que tenían ellos cuando se dedicaban únicamente al tráfi-co de mariguana y amapola era importante, pero no tan importante como para tener más poder económico que el Estado.
“En aquella época, cuando se negociaba con el gobierno de Luis Echeverría, además de pactar con los jefes de las zonas militares, la Policía Judicial era la que los escoltaba —una vez que los narcotraficantes reunían la droga y hacían todo el proceso de secado de la mariguana, la empacaban y demás— a través de las carreteras para verificar que la droga no se quedara en México, sino que, efectivamente, saliera a EE UU.
“Con la droga que se quedaba en México, la Dirección Federal de Seguridad era muy implacable al respecto. Y sí, en ese entonces sí metía a la cárcel o asesinaba o sancionaba a aquellos narcotraficantes o sembradores de mariguana y amapola que no sacaban la droga de México, sino que querían venderla en territorio nacional.
“En la década de 1980 —y lo tengo documentado— la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de EE UU, contacta a un cartel, el más poderoso en su época, el de Medellín, a cargo de Pablo Escobar Gaviria, con Miguel Ángel Félix Gallardo, con Don Neto [Ernesto Fonseca Carrillo] y Rafael Caro Quintero, que en ese entonces eran los principales traficantes de droga en México. Cabe destacar que estos tres personajes solo traficaban mariguana y amapola, ¿Les daba mucho dinero eso? Sí, les daba mucho dinero. ¿Se daban la gran vida? Se daban la gran vida. Pero no tenían un gran poder económico para realmente comenzar a ser más fuertes que el Estado.
“Con esa conexión, Miguel Ángel, Don Neto y Rafael comenzaron a mutar. Lo que ocurrió en México fue que el Cartel de Medellín ocupaba territorio mexicano para bajar sus aviones rellenos de cocaína, recargar combustible y, después, continuar su viaje hacia EE UU. Esa conexión entre los colombianos y los mexicanos cambió para siempre la dinámica del narcotráfico en México, este trío comenzó entonces a sobornar a jefes policiacos, a gobernadores, a presidentes municipales, con el poder económico que les dio la venta de la cocaína.
“Fue así como los equilibrios económicos se fueron modificando poco a poco hasta llegar a esta crisis terrible en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, donde la convivencia con el narcotráfico era absoluta y total. En mi libro Los señores del narco hablo, manejo y expongo incluso documentos donde el propio secretario particular de Carlos Salinas, el señor Justo Ceja Martínez, recibía dinero y se reunía con Amado Carrillo Fuentes; incluso cómo el propio papá del entonces presidente Salinas, Raúl Lozano, negociaba tranquilamente con el Cartel del Golfo y su líder, Juan García Ábrego, alias la Muñeca. Asimismo, hay fotografías del papá del expresidente abrazado de Juan N. Guerra, que era el padrino y el creador de García Ábrego.
“Entonces ahí, durante el sexenio de Salinas de Gortari, encontramos que el narcotráfico estaba a la par del gobierno, eran socios. Había una convivencia absoluta y total, fue entonces cuando los narcotraficantes se dieron cuenta de que necesitaban de las conexiones políticas y empezaron a financiar candidatos, a meterse en la política, esto a cambio de beneficios y porque se dan cuenta de que necesitan a los políticos, a los policías, a los militares, para mantener su negocio.
“Entre más poder tuvieron los narcotraficantes ¿qué fue lo que pasó? Su negocio se fue extendiendo porque tenían más poder para repartir a cada persona involucrada en la mafia, no solo en el país, sino en todo el mundo. Los carteles en México se volvieron incluso más poderosos y expertos que los colombianos. EE UU se enfocó en combatir a esas células criminales que ya no existen, pero que no han dejado de producir cocaína, la cual paulatinamente sigue creciendo. Las mafias mexicanas, por su parte, se consolidaron como las productoras y exportadoras número uno para EE UU, sin que la CIA, la DEA o la policía fronteriza, la Border Patrol, detecten las toneladas que llegan hacía territorio estadounidense y sin que las autoridades hagan algo al respecto.
“No es posible que llegue la droga a México o a otra parte del mundo como Suiza sin que las autoridades no estén coludidas. Hay toda una red de producción, transporte y tráfico de droga que es imposible que los gobiernos del mundo no detecten. ¿Qué es lo que sucede? Hay una red de corrupción internacional, no solo es un asunto que le concierne directamente a este país”.
Caída, fuga y ascenso
Actualmente, los estados mexicanos de Coahuila, Sonora, Chihuahua, Michoacán, Veracruz y Tamaulipas son algunas entidades en las que, aseguran la PGR y la DEA, vive actualmente Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como el Chapo. Desde su captura hasta lo que fue su fuga, seguido de la concreción de un imperio, las dudas siguen presentes y las muertes hacen una aparición constante en una de las galas de la política del terror nunca antes vistas.
Era la mañana del 10 de junio de 1993. “Es extraoficial”, apuntaban los medios de comunicación. El procurador, Jorge Carpizo McGregor, apareció flanqueado por el director de Comunicación Social de la Presidencia de la República, José Carreño Carlón, anunciando la captura del Chapo Guzmán. A las 12:00 horas del 9 de junio se había capturado al narcotraficante en el puente internacional del Talismán, sobre el río Suchiate, “cuando autoridades de Guatemala lo entregaron, junto con cinco personas de su grupo más cercano, a la Procuraduría General de la República, apoyada por miembros del Ejército Mexicano, quienes colaboraron con gran eficacia y compromiso”. Con él fueron detenidos miembros importantes de la banda criminal: Martín Moreno Valdés, Manuel Castro Meza, Baldemar Escobar Barrasa, María del Rocío del Villar Becerra y Antonio Mendoza Cruz, reportó el procurador.
La controversia surgió cuando la versión oficial de Los Pinos no coincidió con la del gobierno guatemalteco. La Dirección de Información y Difusión del Ejército de Guatemala negó la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera en territorio sudamericano. Ángel Conté Cohulum, responsable de la oficina de Migración de Guatemala, sostuvo que legalmente no existió tal aprehensión y que nadie con el nombre de Joaquín Guzmán Loera había cruzado la frontera de Guatemala con México. Asimismo, Absalón Cardona Cardona, entonces jefe de la Policía Nacional de El Carmen, coincidía con las demás instancias de seguridad, calificando como fal-sas las versiones de la procuraduría mexicana.
Según funcionaros del gobierno de Guatemala, lo que pudo haber ocurrido es que las autoridades mexicanas, de acuerdo con diferentes versiones, cruzaron ilegalmente a la frontera sur, al igual que el Chapo y su banda, e hicieron la captura, si es que la hubo, de manera ilegal.
En noviembre de 1995 el Chapo consiguió su traslado al penal de Puente Grande, ubicado a 18 kilómetros de Guadalajara. Junto con Héctor Palma, el Güero, Guzmán Loera se dedicó a defenderse de los 10 procesos que tenía abiertos por homicidio, delitos contra la salud, delincuencia organizada, acopio de armas y tráfico de drogas.
Operando dentro de la cárcel, el Chapo lentamente iba sometiendo al penal a sus reglas y condiciones criminales. A diferencia de los sobornos que hizo en 1991, cuando entregó 225 000 dólares y 14 millones de pesos a cambio de su libertad al jefe de la Policía capitalina, Santiago Tapia Aceves, en esta ocasión diversas denuncias de los custodios —que constan en actas de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)—  reflejaban la influencia del actual líder del Cartel de Sinaloa como una mafia controlada y aliada al entonces gobierno del presidente que encabezaría el Poder Ejecutivo el 1 de diciembre de 2000, Vicente Fox Quesada.
La fuga del capo, orquestada por una serie de sucesos de constante análisis, denota que la impunidad en México trascendió en la mañana del 20 de enero de 2001, aunque otras versiones aseguran que pudo haber ocurrido casi 24 horas antes. La salida del Chapo del penal de Puente Grande ocurrió cuando, presuntamente, el 19 de enero de 2001 a las 21:15 horas el capo se encontraba todavía en su celda, según el reporte de los vigilantes de la cárcel; pero a las 23:35 horas, Leonardo Beltrán Santana se dio cuenta de que no estaba ahí.
Oculto en un carrito que se emplea para transportar basura y ropa sucia y que pasa por varios filtros y es custodiado por al menos un vigilante, se especulaba la presencia de Guzmán Loera aún dentro del penal. Se dijo también que el sistema de circuito cerrado de televisión estaba descompuesto y que eso facilitó el gran escape del narcotraficante, ahora prófugo de la justicia.
 “Es imposible”, aseguran académicos, que desde su captura hasta la fuga del sinaloense, este no haya tenido una red de protección a su mando a cargo de funcionarios públicos gubernamentales. El ascenso de la empresa matriz multinacional que encabeza el narco, de 55 años de edad, es fruto de un fenómeno sociocultural relacionado con la herencia histórica más grande de todos los tiempos: la corrupción de las élites empresariales, el gobierno mexicano y la ciudadanía en general.
Continúa mañana.

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