sábado, 29 de junio de 2013

¿Qué problemas afrontará el nuevo presidente de Irán?

¿Qué problemas afrontará el nuevo presidente de Irán?

хассан роухани

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) estima que con el nuevo presidente de Irán las negociaciones sobre el programa nuclear de la República Islámica serán más exitosas.

(La Voz de Rusia) Los expertos no son tan optimistas, pero están de acuerdo con que la elección de Hassan Rouhani brinda nuevas esperanzas.
El flamante presidente iraní se propone, según sus propias palabras, reanimar el proceso negociador con el grupo 5+1 (EEUU, China, Rusia, Gran Bretaña, Francia más Alemania). A partir de esto los analistas llegan a la conclusión de un posible calentamiento de las relaciones entre Irán y Occidente. En todo caso lo bueno de Rouhani es que es menos odioso que su predecesor Mahmud Ahmadinejad.
Algunos expertos estiman que Rouhani es un liberal. Este punto de vista es corroborado aunque sea por el hecho de que presidente electo es un allegado del exjefe de Estado y popular político, Ali Akbar Hachemi Rafsanyani, quien tiene reputación de ser un reformador y además está en contra de la omnipotencia de la clerecía. Tras la victoria electoral de Rouhani los optimistas suponen que de a poco empezará a inclinar el platillo de la balanza política a favor del poder seglar.
Pero, los escépticos suponen que el optimismo en relación al nuevo presidente no está muy justificado. En realidad, precisamente Ahmadinejad fue un activo luchador contra el régimen de los ayatolás. El director de la revista Rusia en la política global, Fiódov Lukiánov, dice:
—Ahmadinejad es una persona fanáticamente religiosa. A principios de su presidencia contó con el respaldo del ayatolá Jameneí y en las postrimerías divergió fuertemente con los mulá. Y realmente existe la opinión de que a pesar de sus puntos de vista ultraconservadores y de su comportamiento, Ahmadinejad personificaba precisamente el ala seglar del establishment iraní. En la historia iraní no hubo muchos líderes seglares. Jatamí, quien era considerado la esperanza del liberalismo iraní era un alto clérigo. Rafsanyani también fue clérigo.
Ahmadinejad personificaba a quienes consideraban que era hora de cambiar el sistema de gobierno de los teólogos, cimentado por el ayatolá Jameneí. Debe haber un Estado que se guíe firmemente por los principios islámicos, pero no una teocracia. Ahmadinejad nunca habló de esto. Pero suele consideraba que procuraba dar peso administrativo a la figura del presidente iraní.
El nuevo presidente de Irán, a pesar de su retórica moderada, es asimismo un alto eclesiástico. Tal vez Irán vuelva a la senda tradicional, después de cierto zigzag, que representaba en sí Ahmadinejad.
El director de la revista Irán contemporáneo, Igor Pankratenko, sostiene que Rouhani no es liberal. Según él, los resultados de las elecciones demuestran que la sociedad iraní votó por la prioridad de la “fuerza tenue”, contra el alarmismo en política exterior y por el mantenimiento de los valores de la República Islámica en la política interna.
El experto considera que la política exterior de Teherán no se forma como resultado de cierta “perfidia nata” de la dirigencia iraní, sino como una respuesta bastante adecuada a la “turbulencia” mesoriental generada por Washington tras la irrupción en Iraq. Y es evidente que el nuevo presidente iraní actuará, ante todo, en el “corredor de posibilidades” formadas por los enemigos de Irán.
Sin embargo, otros expertos subrayan que Rouhani es por sobre todas las cosas un pragmático. En consecuencia, la ampliación de la cooperación con la comunidad internacional, al parecer, es para él un paso inevitable. Entrevistado por La Voz de Rusia, el director del Programa Al Sabah y director del Centro de Estudio Profundizado del mundo árabe ESRC, Anoush Ehteshami, nos recuerda que Rouhani fue diplomático durante muchos años:
Su estilo se condensa en los compromisos y el pragmatismo. Y si él puede hacer algo, pues esto no significa que lo hará. Ahmadinejad se las ingenió para estropear las relaciones con casi todos los países vecinos, mientras que Rouhani tendrá mucho que hacer para superar la enajenación que esos países experimentan con respecto a Irán.
Las relaciones entre Irán e Israel tampoco andan bien. Sabido es que Ahmadinejad llamaba a arrojar a Israel al mar Rojo y asimismo a “borrar de la faz de la Tierra” y “extirpar del cuerpo de Oriente Próximo el tumor sionista”. Por cierto que después de semejantes declaraciones, los israelitas tampoco experimentan nada bueno hacia Irán.
Dicho sea de paso, Vladímir Mesamed, del Instituto de Oriente Próximo, considera que los ánimos antiisraelíes se desprenden objetivamente de la propia esencia de la concepción histórico-filosófica del chiismo, que en el Irán islámico adquirió rango estatal. La idea, que se basa en esa rama del islam, de la formación de un Estado islámico mundial, en el que todas las personas serán miembros de la comunidad musulmana global, según los teólogos iraníes ya se ha cristalizado parcialmente con la creación y los muchos años de existencia de la República Islámica de Irán. Su desarrollo ulterior es posible mediante la imposición de semejante sistema estatal en otros países musulmanes y su posterior globalización. Los teóricos de la revolución islámica interpretaban este proceso como “sometimiento de todos los demás países al islam”.
El fundador de la República Islámica de Irán, el ayatolá Ruhollah Jameneí, consideraba a Israel, que se encontraba en el corazón del mundo islámico, como el obstáculo más grande en ese camino y por eso la tarea de la lucha contra ese país la formuló como la “liberación de Jerusalén”. Aún en 1981 Jameneí señalaba: “La jefatura religiosa de Irán jamás se resignará a la ocupación de los lugares sagrados para el islam. El liderazgo en el mundo islámico, declarado por Irán, daba a los dirigentes iraníes el derecho a considerarse defensores de las “naciones islámicas oprimidas” y, en primer lugar, del pueblo árabe de Palestina. En la práctica esto implicaba el respaldo, por todos los medios, a la “causa árabe y palestina” y una amplia exacerbación de las hostilidades con respecto al “invasor expansionista”. Sobre semejante telón de fondo, la consigna “¡Muerte a Israel!” se convirtió en la República Islámica de Irán en un atributo imprescindible de toda actividad política.
La falta de disposición de pasar de las consignas a las actividades concretas contra Israel obedecía en buen grado a que a las espaldas de Tel Aviv se divisaba la sombra grande de Washington. Claro que la llegada de Obama a la Casa Blanca coincidió con el cambio de los puntos de vista de la élite política norteamericana sobre el significado de Israel para EEUU. Pero está claro que los norteamericanos no abandonarán a los israelitas: es su baluarte mesoriental en el sentido político-militar e ideológico. Y por cuanto las cosas son así, todo queda en su lugar. El director del Centro de Estudios de Irán, adjunto a la Universidad de Tel Aviv, profesor David Menashri, expuso a La Voz de Rusia su punto de vista sobre el particular:
A decir verdad, actualmente me resulta difícil hablar de ciertas perspectivas. Quizás para Israel sería mejor si el principal foco de la política israelí se desplazara hacia algunos otros problemas. Muchos consideran que nada cambiará. Posiblemente tengan razón en algunos aspectos. Rouhani no es un político moderado, pero no está acostumbrado a desempeñar los papeles protagónicos, nunca desempeñó papeles protagónicos en el movimiento reformador ni tampoco durante el gobierno del ayatolá Jameneí. Por otra parte, con la llegada de Rouhani en Irán se operarán algunos cambios significativos. Fue el primero de los seis candidatos con más del 50 % de los votos. Pero lo más importante es que Rouhani es la esperanza del movimiento reformador. Todo esto genera un gran potencial para los cambios. No obstante, pienso que si durante el gobierno de Rouhani se llegan a producir algunos cambios en las relaciones con Israel, en todo caso no será en primer lugar.
El temor más grande de los israelitas es que Rouhani no podrá o alguien no le permitirá empezar a hacer concesiones en materia nuclear. Él puede pedir el levantamiento de las sanciones, pero Israel teme que Occidente escuchará la dulce melodía proveniente de Teherán, modificará su política y dará a Irán aún cierto tiempo, a la vez que Irán durante ese tiempo se ocupará de su programa nuclear.
Para Rouhani el quid de la cuestión consiste en cumplir con las expectativas de sus compatriotas, empezar a solucionar los problemas económicos del Estado y la sociedad iraníes. Estimo que el primer paso y el más fácil para él deben ser los cambios dentro del propio país. La gente marchó a la revolución islámica de 1979 con dos demandas centrales: justicia social y justicia política. Y yo simplificaría estas dos consignas a “pan y libertad”. Desde entonces pasaron 30 años y nada ha cambiado. Pienso de los jóvenes electores, que, en primer lugar, llevaron a Rouhani al poder, querían más que nada una mayor libertad”.
Resulta ser que la llegada de Rouhani al poder implica, ante todo, cambios de la política interna y no de la exterior. En este sentido, las negociaciones en torno al programa nuclear de Irán difícilmente reporten en un futuro próximo frutos concretos. Pero, al menos, Rouhani infundirá en ellos, podría decirse una “nueva vida”, estima Fiódor Lukiánov:
Pienso que Rouhani como hombre con gran experiencia, precisamente en este ámbito, tratará de devolver a todo esa imagen decorosa que Ahmadinejad destruyó. Mahmud Ahmadinejad era brusco, pero el sentido de sus discursos llegaban a la comunidad mundial, sin necesidad de espectáculos en la tribuna de la Asamblea General de la ONU. Sea cual sea la postura del nuevo presidente, su propia llegada al poder da la posibilidad de aparentar que alguno empieza de nuevo.
Los expertos apuntan que el conflicto sirio, la oposición entre suníes y chiíes, y el problema de los saudíes son solo una pequeña parte de los problemas que deberá afrontar el nuevo presidente iraní. Pero en la arena internacional aún puede aprovechar su talento diplomático. Los mayores problemas para Rouhani son la creciente secularidad de la sociedad iraní, la débil economía nacional, la dependencia del país de la exportación de petróleo. Irán necesita reformas, incluyendo la reconsideración de las relaciones con Occidente. En este sentido se requieren pasos reales. ¿En qué medida el presidente de Irán está preparado para ello? Esta pregunta está dirigida no tanto a Rouhani cuando a la clerecía iraní, que determina la línea general de desarrollo de la República Islámica de Irán.
mj/as/er

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