miércoles, 2 de agosto de 2017

LAS DIMENSIONES DE LA VIOLENCIA


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LAS DIMENSIONES DE LA VIOLENCIA

 

 

 
 
 
 
 por Javier Oliva Posada
Foto: Notimex
Las escenas relacionadas con la forma en que sociedad, estructuras de gobierno y fuerzas del orden hacen frente a la creciente actividad criminal demuestran sin equívoco que el país se aproxima a escenarios muy peligrosos: mientras en la opinión pública se discuten clasificaciones y se establecen criterios de análisis producto de la improvisación en el estudio a fondo de la problemática, no hay duda de que nuevamente vivimos bajo la grave expresión y tendencia del “nunca había pasado”.
La violencia tiene distintas expresiones y características. Por lo tanto, también tiene diversos orígenes y trayectorias.
Sus consecuencias impactan asimismo de distinta forma. Por ejemplo, la violencia contra el medio ambiente, es decir, aquellas actitudes de grupos e individuos que ven en su entorno natural una forma de sobrevivencia sin consecuencias en el mediano y largo plazo. Pero vamos a la violencia intrafamiliar, a la violencia escolar o a la violencia ejercida en las redes de comunicación digital (que incluso son motivo de frecuentes suicidios y homicidios): la proximidad de estas manifestaciones termina por afectar desde luego la calidad de la seguridad en general y de la seguridad pública en particular.
Cuando las diversas formas de violencia son toleradas e incluso fomentadas mediante una gran variedad de herramientas, significa que la legitimidad de los sistemas sociales y políticos se encuentra en una ruta de verdadero desgaste.
La emotividad que producen escenas transmitidas por los medios de comunicación convencionales y digitales no abona a la creación de un ambiente que invite al trabajo colectivo o fomente la identidad constructiva. Observar a cientos de personas lamentado la muerte de un sanguinario delincuente, como sucedió recientemente en la Delegación Tláhuac, es una prueba que corrobora los desniveles que hemos bajado como sociedad. Puede leerse como algo exagerado, pero lo mismo hemos visto en sepelios en Culiacán, en Ciudad Juárez y en otras ciudades agobiadas por la disfunción en las condiciones de la seguridad pública.
Tarea
Es impostergable que, como gobiernos y sociedad, nos demos a la tarea de contener la manera en que hasta ahora hemos tolerado prácticas de ilegalidad, por pequeñas que sean, por una parte. Y, por la otra, que los medios de comunicación ejerzan un profundo análisis respecto de su responsabilidad en la transmisión de información que con frecuencia se identifica como apología del crimen y difusión de antivalores.
México no es la primera sociedad que se enfrenta a estos dilemas. Ya en Europa varios países han establecido protocolos para la difusión de imágenes y contenidos que pueden afectar la percepción del consumidor de esa información.
Desde algunos tipos de música, por así llamarla, pasando por series de televisión y hasta las actitudes que asumen los criminales en el ámbito público, hay evidencia de que hemos desarrollado una negativa capacidad de tolerancia a las expresiones de la violencia. Baste revisar, por ejemplo, el estatus de la discusión publicada sobre si es o no un grupo criminal el que asolaba a la población en Tláhuac.
De continuar por esa pendiente, en general, vamos a llegar a niveles de incertidumbre y desconfianza que harán de nuestra vida en comunidad algo insoportable, donde cada quien tomará medidas para salvarse, creyendo que en verdad lo podrá hacer.
Aún tenemos tiempo y oportunidades de rectificar.
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