Desde París, Francia
Un par de gestos bien ejecutados en la escena internacional le bastaron al presidente francés, Emmanuel Macron, para diseñar una imagen de una Francia juvenil y renovada al mismo tiempo que le sirvieron como proa del navío que debe conducirlo a la victoria en las próximas elecciones legislativas del 11 y 18 de junio. Primero, las dos escenas con los saludos al presidente norteamericano, Donald Trump. En la inicial, Trump se va hacia él a saludarlo y Macron desvía su camino hacia la canciller alemana Angela Merkel y otros dirigentes. En el segundo episodio, Macron le aprieta la mano al efusivo mandatario norteamericano y no lo deja sacarla. Según confesó al diario Le Journal du Dimanche el mismo jefe del Estado francés, “mi apretón de manos con Trump no fue inocente, no se trató del alfa y omega de la política pero fue un momento de verdad”, dijo Macron para quien era preciso “mostrar que no se hacen pequeñas concesiones, incluso simbólicas”. Gestos simples, de una autoridad inaugural que prosiguió con el solemne encuentro en el Palacio de Versalles con el presidente ruso Vladimir Putin. Quien era considerado por adversarios y algunos aliados como un inexperto resultó ser un estratega sutil y osado. Macron invitó a Putin a Francia dentro de un acontecimiento cultural, la inauguración en el Grand Trianon de Versalles de una exposición consagrada a Pedro el Grande, el famoso zar que protagonizó la gran apertura de Rusia hacia Europa y abrió, hace 300 años, la embajada rusa en París. Putin había anulado en octubre de 2016 su viaje a Francia porque, en plena crisis siria, consideró que no era bienvenido. Macron utilizó el símbolo de Pedro el Grande y con ello logró que Putin se desplazara a la capital francesa. Una decisión con dos movimientos: la mano tendida y la verdad por lo alto. El jefe del Estado francés osó decirle a Putin, en la cara y en conferencia de prensa, lo que nadie antes había osado decir.
El contexto de la celebración diplomática y cultural en torno al zar ruso no acalló las divergencias entre los dos países, particularmente en torno a Siria y, sobre todo, Ucrania y las sanciones adoptadas por Occidente contra Moscú en 2014 debido a su postura en el conflicto ucranio cuyo desenlace trágico, sin embargo, ha sido producto de las reiteradas provocaciones de Europa Occidental. Macron y Putin escenificaron un auténtico cruce de espadas durante la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron en Versalles. Mientras el presidente francés acusaba a los medios de prensa rusos de difundir mentiras y haber intoxicado la campaña electoral de las elecciones presidenciales que condujeron a Macron al poder, Putin elogiaba a la derrotada rival de Macron en las elecciones, Marine Le Pen. El intercambio entre ambos fue breve y áspero. A propósito de Siria, el presidente francés le dijo al ruso que en caso de que su aliado sirio recurriera una vez más a las armas químicas, la respuesta de Francia sería “inmediata”. A su vez, Putin puso en entredicho las sanciones, las cuales “no contribuyen a que se termine la crisis. Por consiguiente, hay que acabar con ellas de una buena vez”, insistió Putin. Al mandatario francés se le quedaron atragantadas las inestables informaciones que hicieron circular durante las elecciones medios como Russia Today y Sputnik News, a los cuales Macron acusó de operar como “órganos de influencia y de propaganda mentirosa”. Cabe recordar que Putin jugó la carta de la extrema derecha durante la campaña electoral. El presidente ruso recibió a Marine Le Pen y al candidato de la derecha, François Fillon, ambos pro rusos, al tiempo que Moscú parece estar detrás de los ciberataques contra Macron mediante los cuales, a través de portales de ultraderecha en Estados Unidos, salieron a la luz miles de documentos sobre el movimiento político de Macron, En Marche, sin que ello desestabilizara su campaña o le impidiera ser presidente. La amistad entre el mandatario ruso y la líder de la extrema derecha francesa no termina con las elecciones. En la conferencia de prensa, Putin volvió a elogiar a Le Pen, cuyas ideas sobre la identidad nacional y la soberanía “no están carentes de fundamento”, dijo el mandatario ruso.
Los dos episodios internacionales, ante Trump y Putin, dejaron boquiabiertos a los medios franceses. Ambos han sido una sólida inversión electoral para la futura estabilidad del gobierno macronista, dirigido por un hombre oriundo de la derecha de Los Republicanos, Édouard Philippe. Las próximas semanas son cruciales. Desde el pasado 22 de mayo Francia ingresó en un nuevo ciclo electoral que concluye el 18 de junio con la segunda y última vuelta de las elecciones legislativas. La República en Marcha (LRM), el partido del presidente electo el pasado 7 de Mayo, Emmanuel Macron, compite en busca de una mayoría legislativa con las encuestas de opinión a su favor. A su vez, la derecha de Los Republicanos sale con la intención de imponerle al presidente una cohabitación y trastornar el rumbo político de un mandato que se inició en condiciones históricas. Sin embargo, los conservadores están doblemente amenazados: por un lado, la elección de Macron desembocó en una adhesión sin precedentes y, por el otro, la derecha tradicional puede ver su hegemonía amenazada por el partido de extrema derecha, el Frente Nacional. Las encuestas siguen la línea que se dibujó en las presidenciales de abril y mayo: Emmanuel Macron, el Frente Nacional, Los Republicanos, la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon y, muy lejos, el Partido Socialista (ver recuadro).
Aunque los sondeos son alentadores, el riesgo existe de que, como le escribió el vespertino Le Monde, el mandato “¿ puede acaso terminar en un mes?”. Eso es lo que ocurriría si el presidente no valida en las legislativas la dinámica de las presidenciales. Philippe interpeló a los electores a que le ofrezcan al mandatario “una mayoría de progreso para el país”. Seguramente, los primeros pasos de Macron en las alfombras de la política mundial contribuyeron a reforzar su estatura de hombre de Estado capaz de ridiculizar (Trump) o desafiar a quien sea (Putin). Francia empieza a vivir una suerte de “macronmania” tejida a través de los gestos y posiciones de un hombre que salió de la sombra y terminó dándole un poco de luz a un país deprimido por los dos últimos mandatos, el de Nicolas Sarkozy y el de François Hollande. Sin haber tomado todavía ninguna decisión de envergadura, Macron, en apenas 15 días de mandato, está a punto de ganar la segunda apuesta imposible: sin partido, consolidar en las urnas una mayoría presidencial inédita en la historia de Francia construida por centristas, socialistas liberales y la derecha.
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