jueves, 15 de junio de 2017

La nostalgia, la política británica y el sionismo


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La nostalgia, la política británica y el sionismo

 

 

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"Guerras intervencionistas" es un término políticamente correcto para los conflictos globales dirigidos por Israel y promovidas por el lobby sionista en todo el mundo
Tres días antes de la elección británica se pudo leer en un titular de The Independent: “La mayoría de los votantes británicos acuerdan con la afirmación de que la política exterior del Reino Unido aumenta el riesgo de terrorismo”.
Por lo tanto el setenta y cinco por ciento de los británicos se dan cuenta de que se trata de esas inmorales guerras intervencionistas en Irak, Siria, Afganistán y Libia, las que han contribuido al terror que ahora persigue a su país.
Pero “guerras intervencionistas” es justamente un término políticamente correcto para los conflictos globales dirigidos por Israel y promovidas por el lobby sionista en todo el mundo: AIPAC en los EE.UU., CRIF en Francia y el LFI / CFI en Gran Bretaña. Así que la siguiente pregunta es inevitable. ¿Cuántos de estos británicos que, evidentemente, saben la verdad sobre las guerras intervencionistas de Gran Bretaña, también comprenden quién es el que desencadena estos conflictos genocidas?
Los resultados de las elecciones británicas recientes nos ofrecen una respuesta clara.
Theresa May se ha convertido en un bufón para el votante británico mientras que Jeremy Corbyn, quien fue objeto de calumnias constantes por el mismo lobby que nos empujó a Irak, Libia, Siria e incluso Irán, salió como el gran ganador.
La conclusión es inevitable: cuanto más las instituciones judías y sionistas (DBO , JC , movimiento laboralista judío, LFI etc.) denostaron a Corbyn, más le querían los británicos. Cuanto más el Daily Telegraph apuntaba a los lazos de Corbyn con los llamados “negadores del Holocausto”, más lo veían los británicos como un verdadero ser humano y un candidato a primer ministro absolutamente adecuado.
Esto no debería sorprendernos. Exactamente la misma dinámica llevó a la elección de Donald Trump en EEUU en noviembre pasado. Cuanto más las instituciones judías y medios castigaban a Trump como “antisemita”, más estadounidenses lo vieron como su liberador.
La verdad del asunto es que Trump está lejos de ser antisemita. Al contrario, es, como algunos periodistas judíos señalaron, probablemente el “primer presidente judío”. Lo mismo se aplica a Corbyn. No es, sin duda alguna, un “antisemita” como tampoco “racista”. No, su crimen es demasiado obvio. Piensa que los judíos son gente común como todas las demás personas. Se niega a comprar el mantra del “pueblo elegido”.
He estado esperando el inminente éxito de Corbyn durante más de dos semanas, ¿pero cómo lo supe? Simple, el Jewish Chronicle y el Guardián de Judea cambiaron su tono. Comenzaron a aceptar la posibilidad de que Corbyn bien puede establecer su residencia en 10 de Downing Street dentro de un tiempo. Casi de la nada, inesperadamente y de alguna manera, decidieron hacerse amigos.
Corbyn tuvo un muy buen desempeño en esta elección. Pero podría haber ganado con sólo apuntar al lobby y la gente detrás de la campaña de desprestigio institucional en su contra. Podría haber hecho lo que hizo Trump y ejecutar lo que en la prensa judía se refiere como “el silbido del perro”. Podría haber castigado a los activistas pro-Israel dentro de su partido, después de todo la evidencia estaba totalmente documentada. Podría haber tomado una posición justa y respaldar a sus compañeros de partido que fueron víctimas de la purga del laborismo judío. Pero no lo hizo. Corbyn no es Trump. Siendo una persona irresistiblemente agradable puso la otra mejilla, algo que yo considero frustrante, probablemente debido a mi propio origen jerosolimitano.
En mi nuevo libro Being in Time - a Post Political Manifesto   señalo que para las personas que trabajan la utopía no es sino nostalgia. Fue la promesa de Trump de “hacer grande a EEUU de nuevo” lo que aseguró su elección. Del mismo modo el aumento de la popularidad de Jeremy Corbyn, un zurdo de estilo antiguo que habla de una unidad que va más allá del sectarismo y de políticas identitarias, es debido al impacto nostálgico de su mensaje de que alguna vez estuvimos unidos por la izquierda.
¿Es realmente una coincidencia que en Gran Bretaña es el laborismo el que está ganando el poder por la comercialización de la nostalgia, mientras Theresa "la conservadora" May es castigada por su intento de forzar el camino de Gran Bretaña “hacia adelante”, hacia las manos brutales y despiadadas de los turbios mamonitas de la ciudad y los comerciantes del nuevo orden mundial?
Gilad.co.uk. Traducido del inglés para Rebelión por J. M. Revisado por La Haine

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