martes, 18 de junio de 2013

Perdona a tu pueblo, Señor...

Perdona a tu pueblo, Señor...

Esta vez no va sobre la prensa alemana. Aunque al principio lo parezca. Acabo de leer un artículo en Der Spiegel titulado “Amigos” firmado por Juan Moreno, un periodista español afincado en Alemania. En el subtítulo se lee “Porqué querría renunciar a mi pasaporte español”… y adoptar la nacionalidad alemana.
Las razones que da Moreno son las de alguien que ha crecido aquí  y que hace unos años presentaba orgulloso su “currículum” (no entender en sentido literal) diciendo que provenía “de un pueblo donde los hombres todavía son hombres y por eso las ovejas deben sentir miedo”.
 Tiene, pues una perspectiva diferente a los que ven la situación desde España y a los que la vemos desde aquí llevando relativamente poco tiempo, no trae resentimientos ni arrastra decepciones recientes, ni la desesperación del que ha cogido las maletas porque a su alrededor no hay futuro.
A Moreno, el alcalde del pueblo le ha concedido el honor de hacer el pregón de las fiestas en su pueblo de Andalucía. Se pregunta por qué a él, que apenas tiene ya contacto con su pueblo, y no a su padre, por ejemplo, uno de los emigrantes que vinieron a buscarse aquí la vida hace décadas y contribuyeron no sólo a levantar Alemania sino también muchos pueblos Españoles.
Cuenta que su padre está aterrorizado ante la idea de que su hijo diga en el pregón lo que verdaderamente piensa de España.
 Con frecuencia me he quejado de la imagen que la prensa alemana trasmite de España desde hace unos cinco años, pero Moreno pone el dedo en la llaga al recordar qué se dice de Alemania en España.: “Se necesitan víctimas para vender periódicos”. Naturalmente, la víctima es España.
“¿Qué debería contar en el pregón?”, se pregunta Moreno… ¿Debería hablar de los políticos españoles acusados o sospechosos de corrupción?, ¿Que el gran juicio sobre el doping en el deporte se haya saldado con una condena menor y la orden de destrucción de pruebas para que no se pueda descubrir a los implicados?, ¿Debería contar lo bonita que es nuestra costa arrasada por la especulación?, ¿Qué no hay un solo político que dimita?”... “Ya no puedo soportar más las lamentaciones de café. Mientras la gran fiesta española tenía lugar acompañada del ruido de las máquinas de la construcción nadie se interesaba por Merkel”, … a la que ahora se culpa de todo.
“España es un país donde los políticos locales ganan elecciones porque pagan orquestas populares para las fiestas o construyen autopistas que no se pueden mantener, un país donde incluso en los conventos se paga al jardinero en negro, un país donde hay muchos pueblos en que sus habitantes o trabajan en negro o nunca han pagado impuestos y tienen que agradecer el puesto de trabajo a los amigos políticos. Para defender el honor de un país así, no daré ningún discurso. Me quedo en casa, en Alemania.”
 Yo también me he deprimido un poco leyendo el artículo. Naturalmente, se podrían argumentar muchas cosas sobre la “culpabilidad” de Alemania en esta crisis. Hay argumentos, y yo los he expuesto varias veces aquí, para sostener  que Alemania maneja la política europea en su beneficio,  que ha cometido errores y graves fallos de cálculo que han provocado mucho sufrimiento. Pero hasta ahí llego. La falta de autocrítica que se observa en España es sangrante. De esta crisis sólo saldremos si verdaderamente hacemos todos un examen de conciencia sobre lo que hemos hecho, lo que han hecho los banqueros, lo políticos y lo que hemos hecho los ciudadanos que votamos a esos políticos.
Yo animaría a Moreno a dar el pregón y decir todo eso a la cara de sus paisanos. Al fin y al cabo, él es periodista y no va a depender del alcalde ni de nadie para tener unas peonadas para cobrar el subsidio agrario. Y puede que los políticos de su pueblo sean incluso honrados.
Tampoco todo es tan negro, Juan, de verdad. Esa vena pesimista te delata como español por los cuatro costados: aunque renuncies a la nacionalidad española y te hagas alemán, no podrás evitar que la amargura “quevediana” te acompañe. Expiaremos nuestros pecados y quedaremos como nuevos, penitentes redimidos, dispuestos a pecar de nuevo. Pero nos perdonaremos a nosotros mismos porque las heridas del cilicio, si se hacen eternas, se vuelven gangrena.
Mira, si no, a tu padre; tú mismo dices que nunca había visto el agua corriente en casa y cuando vino a trabajar a Alemania consiguió un puesto de fontanero  diciendo  “la instalación de  agua es mi pasión”.
 Solemos tender al esperpento y la tragedia pero somos geniales y por eso saldremos de ésta.

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