sábado, 10 de agosto de 2013

Dormid tranquilos, el Gran Hermano vela nuestros sueños

Dormid tranquilos, el Gran Hermano vela nuestros sueños

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El caso Snowden ha devenido un volcán de información. Hoy en día cualquier asunto puede adquirir una dimensión global de forma casi instantánea. Sale a la luz y es elaborado, analizado y diseccionado por todos y desde todos los puntos de vista posibles.

Son los medios de comunicación los que marcan el rumbo de actualidad, poniendo o quitando acentos, dirigiendo o quitando atenciones, aunque sea la opinión pública la que aparentemente imponga sus prioridades y gustos. Sin la lente de aumento de la prensa, el tinglado para el control del flujo de las comunicaciones mundiales que ha montado el gobierno de EEUU hubiera pasado casi sin hacer ruido, como hasta ahora. 
En la España de hoy la actualidad se centra en asuntos de índole más terrenal: la crisis económica está carcomiendo paulatinamente la comodidad de un estilo de vida establecido; el drama del desempleo crónico ha degradado social y sicológicamente a millones de personas, por no hablar del insulto que supone para toda la sociedad la corrupción de sus dirigentes, ya sin máscara y descarada. Verdaderas amenazas para el bolsillo de la gente, para su autoestima y su estabilidad emocional. Sí, todo esto socava el ensamblaje social pero carece de las profundas raíces y de la trascendencia que tiene el asunto del espionaje cibernético. 
Las revelaciones de Snowden han levantado ampollas en medio mundo y, por supuesto, han tenido un cumplido seguimiento en la prensa española, pero siempre como noticia de segunda plana. A los españoles, en su mayoría, no les importa demasiado el hecho de que la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU lea sus correos electrónicos, escuche sus conversaciones telefónicas y vigile sus movimientos en internet. En el fondo, nadie se da cuenta. Las consecuencias aparentemente no saltan a la vista. Las tiendas y los bares están abiertos. La televisión sigue hablando de fútbol y del caso Bárcenas. La salida de la crisis está en el horizonte como siempre en el horizonte. Todo está en su sitio y las playas están llenas. 
Casi todo el mundo piensa que no tiene nada que ocultar, que su vida es tan gris e irrelevante que los servicios de espionaje supranacionales no se van a molestar en detenerse en ella. Por otra parte, siempre se ha dado por sentada la existencia del Gran Hermano Universal, por eso, en el fondo, a nadie le ha sorprendido la salida a la luz de Echelon, esa red de espionaje global que, según Snowden, filtra más de tres mil millones de comunicaciones diarias. La excusa que el presidente de EEUU, Barack Obama, daba a la canciller alemana Angela Merkel, teatralmente sorprendida, ha sido comúnmente aceptada por ser la más cómoda: el espionaje estadounidense al flujo de comunicaciones alemanas, con el consentimiento y la colaboración del Servicio de Inteligencia Exterior Alemán, evitó decenas de actos terroristas en Europa, incluida Alemania. Perfecto, pues, así se evita el terrorismo. 
El control de los gobiernos sobre la población no es algo nuevo. Es algo que viene ocurriendo desde el principio de los tiempos y que se ha ido perfeccionando a medida que han aparecido medios para llevarlo a cabo: la religión, las ideologías, la publicidad. Números de la Seguridad Social, licencias de conducir, pasaportes… Intercepciones de cartas, escuchas telefónicas… Hoy existen los medios técnicos para plasmar el ancestral sueño de control exhaustivo de cualquier gobierno. Sirvan de ejemplo las palabras del entonces ministro del interior socialista en 2009, Rubalcaba: “Veo todo lo que haces y oigo todo lo que dices”. 
Debajo de las capas superficiales de la guerra contra el terrorismo mundial y la indignación obligada ante la violación de la intimidad, se vislumbran los estratos más importantes. La utilidad de la red de espionaje Echelon va más allá de la salvaguarda de la seguridad, extendiéndose a los ámbitos de la política, las finanzas y el comercio. 
Por lo visto, la mayor parte de las escuchas se llevan a cabo en los países aliados de EEUU, se ha espiado a treinta y ocho embajadas y a muchas instituciones públicas supranacionales. EEUU es la primera potencia mundial, pero su privilegiada posición comienza a ser discutida por China o, en perspectiva, por la UE. Y disponer de información de primera mano es la mejor herramienta para anticipar los movimientos de los competidores, fortalecer estrategias comerciales e influenciar en los mercados financieros mundiales. 
Una buena gestión de la información puede desestabilizar economías, derrocar gobiernos y marcar el pulso mundial en virtud de determinados intereses. En realidad, la información económica se está priorizando sobre otras con el objetivo de favorecer a los grandes bancos y corporaciones, ya unos buenos cimientos económicos son la mejor garantía de fortaleza y seguridad en todos los aspectos. En este sentido, una investigación del Parlamento Europeo ya ha descubierto que Airbus y Thompson-CSF han perdido contratos millonarios frente a empresas norteamericanas debido a que sus comunicaciones habían sido interceptadas. 
El conocimiento del contenido de los correos electrónicos, las visitas a las páginas web y el trasiego de las redes sociales, toda esa información que a nuestros ojos es nimia, permite a las grandes corporaciones saber todo sobre nuestros hábitos de consumo, nuestros movimientos de cuentas y deseos. Quienes son nuestros amigos y a donde vamos. Con ello se forman un detallado mapa de situación, dejándonos a merced de sus estrategias publicitarias. 
Estamos atrapados y no se vislumbra salida posible, a pesar de las demandas, a pesar de las constituciones que defienden el derecho a la intimidad, a pesar de que las principales empresas de telecomunicacion es sufran un temporal y calculado descenso en sus ingresos por este escándalo. Tienen el control de la situación y no van a renunciar fácilmente a él. 
Y la rabiosa actualidad española, todos esos escándalos políticos, con sus supuestos manejos de corrupción, con Bárcenas, con Urdangarín… Todos esos accesorios de la brutal depresión económica son como pantallas, cortinas de humo colocadas como siempre para distraer la atención de lo importante. Y, a la vez, son las consecuencias de una política global que busca el beneficio de una minoría en constante enriquecimiento a costa de la desestabilizació n y las tribulaciones de la mayoría. 
Todo este montaje resulta un tanto sospechoso, da que pensar, genera dudas. ¿Y si el señor Snowden, con toda la campaña orquestada a su alrededor, no es más que un peón más de una estrategia para que la gente se vaya creyendo el cuento de que el Gran Hermano vela por ellos? 
Esto lleva a una reflexión final sobre el peor mal que padece la sociedad actual: la indiferencia y la insensibilidad ante todo. Todo lo que genera complicaciones, da trabajo, no produce beneficios y/o no nos concierne nos da igual. Pero llega un día en el que los problemas llaman a nuestra puerta y nadie está para ayudarnos. 
No se puede consentir ese atropello a la intimidad, no se debe permitir que dirijan nuestras vidas de esta manera tan burda. Hay que despertar, aunque el intento sea inútil. 
jg/kg 
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.

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