sábado, 10 de agosto de 2013

La reforma energética y el pragmatismo revolucionario

Rodolfo Villarreal Ríos
Editorial
Rodolfo Villarreal Ríos 

La reforma energética y el pragmatismo revolucionario

Por fin, los priístas recordaron que la historia no es convertirse en calendario cívico ambulante, sino ir a ella para analizarla y retomar lo positivo del pasado. Al plantear la reforma energética, los miembros del partido tricolor han rescatado el pragmatismo del presidente Lázaro Cárdenas Del Río en materia de política petrolera. Al delinear ese redescubrimiento han generado el enojo de quienes utilizan el lábaro patrio como cobertor ya que los dejaron sin estandarte y ni modo que ahora nos salgan con que el presidente Cárdenas Del Río era un vende patrias. Asimismo, en el otro extremo del prisma político, los hijos de la falange española han aprovechado para arremeter en contra del nacionalismo revolucionario sin darse cuenta que en realidad lo que prevaleció en materia de política petrolera fue el pragmatismo revolucionario. Sobre cada uno de estos aspectos comentaremos a continuación.

Al mencionar la prevalencia del pragmatismo revolucionario en materia petrolera, debemos apuntar que ello no nació con el presidente Cárdenas Del Río. Eso proviene de los tiempos del presidente Venustiano Carranza Garza quien, al poner en práctica las disposiciones establecidas por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, afrontó la realidad y aceptó que no era factible obtener, por otra vía, los ingresos fiscales generados por las compañías petroleras extranjeras operando en México y que dichos recursos se requerían para iniciar la labor de reconstrucción del país. Eso mismo enfrentarían el presidente Álvaro Obregón Salido y el estadista Plutarco Elías Calles. Ambos, utilizaron el pragmatismo revolucionario sin menoscabo del nacionalismo y con los recursos generados por el petróleo iniciaron lo que habría de ser el mayor periodo de crecimiento y desarrollo que haya registrado la nación durante un espacio de setenta años. Antes de que alguien indique que fueron incapaces de nacionalizar el petróleo, es conveniente precisar que no lo hicieron debido a que las condiciones no eran las idóneas y había que sentar las bases para transformar al país, lo cual no se podía hacer sin recursos. Si algo distinguía a Obregón y Elías Calles era tener muy claro cómo y con que habría de darse la transformación. En dicho proceso, se delineaba el futuro.

En ello, se circunscribió la acción expropiadora del presidente Cárdenas Del Río. Sin embargo, algunos inventaron historias tiernas y olvidaron el pragmatismo que prevaleció en aquellos años. Al respecto, vale recordar lo que tiempo atrás escribimos bajo el título de: “La otra historia del petróleo mexicano” (Zócalo 22-X-2011), en donde apuntábamos: “Hoy cuando se debate acerca de la mejor forma de aprovechar nuestro petróleo en el futuro, muy conveniente sería que los involucrados echaran un vistazo a la forma en que el presidente Lázaro Cárdenas del Río manejó la industria petrolera en aquellos años post-expropiación, seguramente encontrarán lecciones valiosas para el presente.

Les aseguramos que, en esa otra historia del petróleo mexicano, no hallarán narraciones enternecedoras.” Esta reflexión surgió tras de que en nuestra labor de historiadores encontramos un par de publicaciones, cuyo contenido verificamos en fuentes primarias, que mostraban el pragmatismo revolucionario del presidente Cárdenas Del Río.

Escribíamos entonces que el primero de dichos libros era The United States and Mexico, publicado en 1953 bajo la firma del historiador estadounidense, Howard F. Cline, en donde se precisa como, tras de la expropiación, continuaron operando en el sector petrolero mexicano, nueve compañías pequeñas con capital estadounidense y una con inglés. Ellas eran: J. A. Brown, S en C.; Green y Cia.; Doheny, Bridge y Cia.; Cia. Naviera Transportadora, S.A.; Cia. Petrolera Titania, S.A.; Cia. Petrolera Mercedes, S.A.; Gulf Oil Corporation; Abraham Z. Phillips; Charro Oil Company; y, Kermex Oil Fields Company (Inglesa). El gobierno mexicano no era el propietario, simplemente regulaba su operación, la cual se realizaba ya fuera vendiendo el producto a Pemex o bien ofertándolo en el mercado doméstico a precios fijos. Para finales de 1951, ocho habían sido liquidadas mediante un pago de 5 millones de dólares. Mientras que Charro Oil Company y Kermex Oil Fields Company continuaban laborando en 1952.

Posteriormente en “El petróleo de hoy en la perspectiva histórica,” (Zócalo 6-X-2012) dábamos cuenta de lo establecido en un libro publicado en 1997 por una economista convertida en historiadora, María Emilia Paz, bajo el título, Strategy, Security, and Spies (Estrategia, Seguridad y Espías), en donde narra cómo en 1939 y 1940 existían dos empresas, Compañía Petrolera Veracruzana y La Laguna, las cuales operaban en nuestro país con capital japonés. La primera era la única manejada por foráneos involucrada en operaciones de perforación en México. A principios de 1940, el presidente Cárdenas propuso al director de La Laguna, doctor Kisso Tsuru un acuerdo para construir un ducto a través del Istmo de Tehuantepec para lo cual se constituiría una empresa, algo que fue rechazado.

Ello no impedía a La Laguna operar como la fachada de la Compañía Japonesa del Pacifico para llevarse el petróleo mexicano a Japón bajo un esquema de supuesta compra. Casi al final del periodo de Cárdenas, a mediados de octubre de 1940, se publicó en el Diario Oficial de la Federación los detalles de un contrato mediante el cual se autorizaba a La Laguna a explotar 100,000 hectáreas en Misantla y Xalapa por un periodo de 5 años mediante un pago al gobierno mexicano del 5% de las regalías. A esto último hubo de darse reversa ante las presiones del embajador estadounidense, Josephus Daniels. Una vez más, el pragmatismo revolucionario prevaleció sobre el nacionalismo a ultranza.

Esto último es difícil que lo comprenda el peladito de carpa en que esta convertido Gustavo Enrique Madero Muñoz quien proclama: “El PRI que construyó esta narrativa de nacionalismo revolucionario, hoy tendrá que morderse la lengua…” Es mucho pedirle a este ciudadano que razone el concepto de pragmatismo revolucionario, ni siquiera la brillantez intelectual de Manuel Gómez Morín fue capaz de entenderlo y por ello abandonó la nave conducida por el estadista Elías Calles y procedió a fundar un partido inspirado en la falange española de José Antonio Primo de Rivera. No, aquí no se tata de hincarle el diente a órgano muscular alguno. Lo que hay que comprender es que en la reforma energética debe de prevalecer el pragmatismo revolucionario el cual a lo largo de los años ha demostrado que es la vía que ha permitido a la nación crecer y desarrollarse a pesar de lo que digan quienes encubren el estatismo a ultranza envueltos en el lábaro patrio o aquellos que promueven la privatización absoluta como cobertor del falangismo.

vimarisch53@hotmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario