La cara oculta de Estados Unidos
Estados Unidos no es solo Apple, Google, Hollywood y
Disneylandia. También es Baltimore, Ferguson y muchas otras ciudades
donde algunos policías, en lugar de cuidar y proteger, maltratan y
matan.
Vengo de un país donde la gente le tiene miedo a la policía. En México muchos saben que cuerpos de policías están vinculados con los criminales y que no se puede confiar en ellos. En Estados Unidos también hay personas que desconfían de su policía local, aunque por razones distintas; le temen por discriminación y por abuso de autoridad.
Los injustificables saqueos y robos ocurridos hace unos días en Baltimore han distraído la atención sobre el verdadero problema en muchos lugares de Estados Unidos. El problema se llama brutalidad policial. ¿Las víctimas? Afroamericanos, hispanos, inmigrantes y miembros de minorías. Y por supuesto que están enojados (pero no por eso se vale quemar farmacias y robar zapatos tenis de centros comerciales).
Los abusos de la policía en Estados Unidos forman parte de una larga lista. El pasado mes de febrero fue terrible para los inmigrantes. En Pasco, Washington, la policía mató a un inmigrante que les tiraba piedras; en Grapevine, Texas, murió un mexicano tras una persecución policial; y en Santa Anna, California, otro mexicano (con cuatro hijos y dos trabajos) perdió la vida a manos de la policía. Todas las víctimas iban desarmadas.
Estos casos, prácticamente, pasaron desapercibidos para los medios en inglés. Pero sí reflejan la tensión entre las autoridades y la comunidad latina en el país. Escucho frecuentemente quejas de que policías detuvieron a un inmigrante o a un hispano sólo por el color de su piel o por su acento. Así, una simple infracción de tránsito se puede convertir en la pérdida de un auto, en una orden de deportación o en el fin de una vida.
Los afroamericanos, sin embargo, han sufrido desproporcionadamente el abuso de los cuerpos policíacos. Hay casos muy dramáticos y cargados de publicidad, como el de la muerte del joven Michael Brown en Ferguson, Missouri, y el del estrangulamiento de Eric Garner en Staten Island, Nueva York. Pero muchos otros afroamericanos han muerto a manos de la policía.
Baltimore es una ciudad dividida racial y económicamente - la zona norte es mucho más rica y segura que la del oeste- y ni siquiera el hecho de que su alcaldesa y su comisionado de policía sean afroamericanos la ha hecho más hospitalaria para esta minoría. Una investigación del diario The Baltimore Sun encontró que desde el 2011 más de 100 personas han demandado y ganado a la ciudad por acusaciones de brutalidad policial y por violaciones de sus derechos civiles. La ciudad ha tenido que pagar casi 12 millones de dólares en pagos a víctimas y en gastos legales.
No es fácil ser afroamericano o hispano en las calles de Baltimore. El pastor Angel Nuñez, quien lleva más de dos décadas ayudando a inmigrantes en la ciudad, me dijo en una entrevista que "muchos latinos han sido maltratados, han terminado en la cárcel; ha habido muchos abusos y de eso no se reporta casi nada." Tiene razón.
La impunidad policiaca es un grave problema. Los policías que matan injustamente pocas veces acaban en la cárcel. De los miles de casos de agentes que han matado a alguien durante un operativo policial a nivel nacional desde el 2005 a la fecha, solo 54 han sido acusados formalmente, según una investigación del periódico The Washington Post. Y luego la mayoría de esos policías fueron encontrados inocentes o se les retiraron los cargos.
Es decir, un policía que mata casi nunca se tiene que enfrentar a la justicia. Esto explica las enormes protestas en Baltimore tras la misteriosa muerte de joven de 25 años Freddie Gray. Su muerte está bajo investigación. Pero lo que sí sabemos es que estaba desarmado y que murió por las lesiones que sufrió durante la custodia policial. Muchos habitantes de Baltimore sospechan que en este caso, como en muchos otros, no habrá justicia.
Los incendios y los robos en Baltimore, al igual que policías que matan a miembros de minorías, no es la imagen que muchos tienen de Estados Unidos. Fuera de aquí, para muchos Estados Unidos es el de las supercarreteras, los malls, los inventos tecnológicos, el ejército más poderoso del planeta y un gran experimento de libertad. Pero basta que un policía te detenga para poner a prueba ese estereotipo.
La elección del primer presidente afroamericano -Barack Obama- no significó la llegada de una sociedad post-racial. Claro, existen avances incuestionables pero todavía hay enormes e hirientes diferencias raciales. Y para comprobar eso basta salir a caminar en una de las calles de Baltimore.
Vengo de un país donde la gente le tiene miedo a la policía. En México muchos saben que cuerpos de policías están vinculados con los criminales y que no se puede confiar en ellos. En Estados Unidos también hay personas que desconfían de su policía local, aunque por razones distintas; le temen por discriminación y por abuso de autoridad.
Los injustificables saqueos y robos ocurridos hace unos días en Baltimore han distraído la atención sobre el verdadero problema en muchos lugares de Estados Unidos. El problema se llama brutalidad policial. ¿Las víctimas? Afroamericanos, hispanos, inmigrantes y miembros de minorías. Y por supuesto que están enojados (pero no por eso se vale quemar farmacias y robar zapatos tenis de centros comerciales).
Los abusos de la policía en Estados Unidos forman parte de una larga lista. El pasado mes de febrero fue terrible para los inmigrantes. En Pasco, Washington, la policía mató a un inmigrante que les tiraba piedras; en Grapevine, Texas, murió un mexicano tras una persecución policial; y en Santa Anna, California, otro mexicano (con cuatro hijos y dos trabajos) perdió la vida a manos de la policía. Todas las víctimas iban desarmadas.
Estos casos, prácticamente, pasaron desapercibidos para los medios en inglés. Pero sí reflejan la tensión entre las autoridades y la comunidad latina en el país. Escucho frecuentemente quejas de que policías detuvieron a un inmigrante o a un hispano sólo por el color de su piel o por su acento. Así, una simple infracción de tránsito se puede convertir en la pérdida de un auto, en una orden de deportación o en el fin de una vida.
Los afroamericanos, sin embargo, han sufrido desproporcionadamente el abuso de los cuerpos policíacos. Hay casos muy dramáticos y cargados de publicidad, como el de la muerte del joven Michael Brown en Ferguson, Missouri, y el del estrangulamiento de Eric Garner en Staten Island, Nueva York. Pero muchos otros afroamericanos han muerto a manos de la policía.
Baltimore es una ciudad dividida racial y económicamente - la zona norte es mucho más rica y segura que la del oeste- y ni siquiera el hecho de que su alcaldesa y su comisionado de policía sean afroamericanos la ha hecho más hospitalaria para esta minoría. Una investigación del diario The Baltimore Sun encontró que desde el 2011 más de 100 personas han demandado y ganado a la ciudad por acusaciones de brutalidad policial y por violaciones de sus derechos civiles. La ciudad ha tenido que pagar casi 12 millones de dólares en pagos a víctimas y en gastos legales.
No es fácil ser afroamericano o hispano en las calles de Baltimore. El pastor Angel Nuñez, quien lleva más de dos décadas ayudando a inmigrantes en la ciudad, me dijo en una entrevista que "muchos latinos han sido maltratados, han terminado en la cárcel; ha habido muchos abusos y de eso no se reporta casi nada." Tiene razón.
La impunidad policiaca es un grave problema. Los policías que matan injustamente pocas veces acaban en la cárcel. De los miles de casos de agentes que han matado a alguien durante un operativo policial a nivel nacional desde el 2005 a la fecha, solo 54 han sido acusados formalmente, según una investigación del periódico The Washington Post. Y luego la mayoría de esos policías fueron encontrados inocentes o se les retiraron los cargos.
Es decir, un policía que mata casi nunca se tiene que enfrentar a la justicia. Esto explica las enormes protestas en Baltimore tras la misteriosa muerte de joven de 25 años Freddie Gray. Su muerte está bajo investigación. Pero lo que sí sabemos es que estaba desarmado y que murió por las lesiones que sufrió durante la custodia policial. Muchos habitantes de Baltimore sospechan que en este caso, como en muchos otros, no habrá justicia.
Los incendios y los robos en Baltimore, al igual que policías que matan a miembros de minorías, no es la imagen que muchos tienen de Estados Unidos. Fuera de aquí, para muchos Estados Unidos es el de las supercarreteras, los malls, los inventos tecnológicos, el ejército más poderoso del planeta y un gran experimento de libertad. Pero basta que un policía te detenga para poner a prueba ese estereotipo.
La elección del primer presidente afroamericano -Barack Obama- no significó la llegada de una sociedad post-racial. Claro, existen avances incuestionables pero todavía hay enormes e hirientes diferencias raciales. Y para comprobar eso basta salir a caminar en una de las calles de Baltimore.
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