¿Por qué callan los corderos? ¿Cómo manipulan nuestra opinión y nuestra indignación?
Ficha documental
Fuente en alemán.
A) Texto escrito. Se trata de la transcripción, ligeramente adaptada, de la ponencia del profesor Mausfeld en la Universidad Christian Albrecht de Kiel, Alemania, el día 22 de junio de 2015. La fuente original en alemán de esta transcripción publicada en pdf es free21.org, en la URL: http://www.free21.org/wp-content/uploads/2015/08/03-Transcript-Mausfeld-Laemmer-2.pdf
B) Documento-base audiovisual: la conferencia en alemán está en Youtube: Rainer Mausfeld: „Warum schweigen die Lämmer?“ - Techniken des Meinungs- und Empörungsmanagements
Traducción al español para blogdelviejotopo: Tucholskyfan Gabi.
Fuente de esta traducción: blogdelviejotopo.blogspot.com.es, 9-8-2015.
Uso de esta traducción: licencia
CC BY-SA. Reproducir esta ficha documental, conservando los enlaces
(hipervínculos) que figuran (tanto a este blog como a las fuentes en
alemán).
* * *
¿Por qué callan los corderos?
La democracia, la psicología y las técnicas se unen para manipular nuestra opinión e indignación.
Esta
ponencia se ocupa de las técnicas al uso para invisibilizar en términos
morales y cognitivos, las graves vulneraciones de la normativa moral
por parte de las élites que nos dominan.
Prof. Dr. Rainer Mausfeld
“Moralmente invisible” pasa
a ser la vulneración/violación de las normas morales, cuando se
mantengan visibles/se expongan los hechos, pero incrustados en un
contexto que impide que la ciudadanía llegue a sentir ni malestar ni
indignación. Valgan de ejemplo las secuelas sociales y humanitarias
debidas a la violencia estructural del orden económico neoliberal, tal y
como la acusamos en el llamado “Tercer mundo”, pero que también va en
aumento en los países industrializados de occidente.
“Cognitivamente invisibles” son aquellas violaciones de la normativa moral, cuando se visibilizan los hechos, pero se los incrusta en un contexto que impide sacar las oportunas conclusiones de ellos. En particular, se evita en estos casos establecer relaciones con sucesos parecidos o comparables, que las élites dominantes optan por valorar de modo totalmente distinto. Valgan de ejemplo las matanzas programadas/asesinatos selectivos(“targeted killing”) de personas que en un estado se consideren un riesgo o peligro para la seguridad. Semejantes asesinatos vulneran claramente el derecho internacional y no serían aceptados del mismo modo si los perpetraran estados que consideramos “nuestros adversarios”.
La visibilidad o no de unos hechos, en gran medida nos la facilitan los medios de comunicación quienes, al margen de los hechos en sí, también nos facilitan el deseado contexto interpretativo, y con éste, la “oportuna visión política del mundo”. Así que el tema afecta el día a día de nuestra vida social, la de todos nosotros. Las cuestiones que nos planteamos suelen ser de carácter fundamental y elemental. Para tratar con ellas, no necesitamos ningún conocimiento especializado, si bien es cierto que las élites dominantes se esfuerzan en otorgar el debate temático a un reducido grupo de “expertos idóneos”. Para los temas que nos afecten en tanto que citoyens, esto es, ciudadanos que desde laIlustración participamos en la configuración y el diseño de nuestra comunidad, contamos por naturaleza con una capacidad intelectual, la lumen naturale de la Ilustración. El núcleo importante de esos planteamientos también somos capaces de tratarlo sin formación especializada alguna. Y de esto trata la presente ponencia.
“Cognitivamente invisibles” son aquellas violaciones de la normativa moral, cuando se visibilizan los hechos, pero se los incrusta en un contexto que impide sacar las oportunas conclusiones de ellos. En particular, se evita en estos casos establecer relaciones con sucesos parecidos o comparables, que las élites dominantes optan por valorar de modo totalmente distinto. Valgan de ejemplo las matanzas programadas/asesinatos selectivos(“targeted killing”) de personas que en un estado se consideren un riesgo o peligro para la seguridad. Semejantes asesinatos vulneran claramente el derecho internacional y no serían aceptados del mismo modo si los perpetraran estados que consideramos “nuestros adversarios”.
La visibilidad o no de unos hechos, en gran medida nos la facilitan los medios de comunicación quienes, al margen de los hechos en sí, también nos facilitan el deseado contexto interpretativo, y con éste, la “oportuna visión política del mundo”. Así que el tema afecta el día a día de nuestra vida social, la de todos nosotros. Las cuestiones que nos planteamos suelen ser de carácter fundamental y elemental. Para tratar con ellas, no necesitamos ningún conocimiento especializado, si bien es cierto que las élites dominantes se esfuerzan en otorgar el debate temático a un reducido grupo de “expertos idóneos”. Para los temas que nos afecten en tanto que citoyens, esto es, ciudadanos que desde laIlustración participamos en la configuración y el diseño de nuestra comunidad, contamos por naturaleza con una capacidad intelectual, la lumen naturale de la Ilustración. El núcleo importante de esos planteamientos también somos capaces de tratarlo sin formación especializada alguna. Y de esto trata la presente ponencia.
Nuestra
mente tiene la capacidad natural de cuestionar la terminología con que
en los ámbitos social y político se suelen categorizar, ordenar y
valorar los fenómenos y los hechos. Resaltemos como ejemplo todo ese (neo)lenguaje neoliberal que
se emplea para encubrir y disimular lo que en el fondo realmente se
opina y que fácilmente podría llenar un nuevo diccionario al estilo del newspeak orwelliano.
Encontramos términos tales como reformas estructurales, voluntad
reformadora, reducción de la burocracia, de(s)regularización, pacto de
estabilidad, austeridad, fondo salvavidas/paraguas europeo, libre
mercado, Estado delgado, liberación, armonización, democracia conforme
al mercado, sin alternativas (TINA), capital humano, trabajo en régimen
de cesión/subcontrata, costes laborales no salariales, envidia social,
proveedor de servicios y prestaciones, etc., etc. Semejantes términos y
conceptos nos facilitan otros enfoques ideológicos cuyo posible carácter
totalitario somos llamados a descubrir y señalar. Para evitar que
sucumbamos a estos enfoques ideológicos de manera inconsciente e
involuntaria, debemos identificar y señalar lo que hay de tácito en las
premisas, los prejuicios/aprioris y los componentes ideológicos de las
nociones a la hora de hablar sobre los fenómenos sociales y políticos.
Tampoco para esta labor necesitamos ser expertos en ninguna materia.
Todos venimos dotados de la capacidad natural de nuestras mentes que, en
todo caso, sería cuestión de ejercitar y refinar.
Intentemos pues identificar algunas de esas tácitas premisas ideológicas que la terminología puede encubrir y con las que en las sociedades democráticas, las élites dominantes pretenden estabilizar su poder.
Empecemos con este cuadro –"Fragmentación"– que documenta la percepción de un fenómeno que se pretende invisibilizar:
Fragmentación |
En este cuadro vemos algo que puede que percibamos como fragmentos de objetos sin reconocer el contexto, la relación significativa real entre ellos. La respuesta básica que nos facilita la psicología de la percepción al respecto es que nuestra percepción no es capaz de aplicar sus categorías significativas, mientras no reconozca/identifique la causa/el origen de tal fragmentación. Siempre suponiendo unos fragmentos idénticos que no se alteren – tan pronto como se visibilice la causa de su fragmentación, podremos completar sin problema lo que falte reconociendo la relación significativa del conjunto. Aquí descubrimos una regularidad general de nuestra psique que también recobra importancia en el tema que nos está ocupando. Cualquier relación significativa entre varios hechos permite ser invisibilizada con cierta facilidad si se representan de forma fragmentada. En tal caso, al leer un periódico, no solemos percibir nada más que un cúmulo de fragmentos informativos aislados. Pero tan pronto como se pueda reconocer el por qué, la causa de su fragmentación, ya nos resulta fácil reconocer también el contexto significativo.
Causa de la fragmentación |
La paradoja democrática.
En este contexto, debemos averiguar POR QUÉ y CÓMO ciertos estados de cosas pueden invisibilizarse fragmentándolos. Lo cual conduce directamente a la siguiente pregunta de QUIÉN puede tener interés en hacerlo y PARA QUIÉN. Para poder entender esta pregunta, hemos de abordar algo que recibe el nombre de ‘la paradoja democrática’, a saber, el problema que remite a la relación entre las élites y el pueblo. La investigación sistemática de este problema se remonta hasta la Antigüedad. En el discurso político, el pueblo es a menudo comparado con un rebaño que tiende a manifestar afectos irracionales y que, por tanto, hay que controlar. La dirección política de un pueblo presupone, pues, descifrar el silencio del rebaño e interpretarlo en el sentido de la actuación política que se persigue. En tiempos más recientes, este tema se ha vuelto popular por Richard Nixon, quien en su momento había interpretado el silencio de la ‘silent mayority’ como consentimiento a la Guerra de Vietnam.
Tucídides |
Aristóteles |
James Madison |
Sirvan estos pocos ejemplos para ilustrar que el ideario occidental en su conjunto viene impregnado por un profundo escepticismo acerca de la democracia, y que no pocas veces alcanza la hostilidad.
En el discurso y la retórica política de la Edad Moderna, la noción de la democracia, sin embargo, está adquiriendo más y más importancia. Democracia no sólo es una entre varias formas de gobernar, sino, después de todo, la única forma que permite legitimar el poder político. Las élites dominantes ven en ella una “ilusión necesaria” y procuran establecer detrás de la retórica en torno a ella, las estructuras oligárquicas necesarias para asegurarse sus propios intereses. Del mismo modo, ven en los avances democráticos seriamente logrados excesos democráticos (excess of democracy), cuyas estructuras tratan de erosionar de maneras no visibles para el pueblo; un proceso que en la actualidad se está acelerando a un ritmo alarmante. Valgan de ejemplo estos tópicos: el procedimiento legislativo de la UE; el Banco Mundial; el FMI; TTIP y la “Troika”.
Samuel P. Huntington |
Milton Friedman |
Y este panorama no resulta distinto en Europa. De querer obtener una impresión realista de la situación europea, puede resultar muy esclarecedor acudir a los medios de información de las élites, como puede ser el Wallstreet Journal. Semejantes medios suelen tener una visión bastante nítida de las circunstancias reales, que tan importante resulta para las élites financieras y sus negocios. Puesto que estos medios informativos se dirigen a las élites, pueden ahorrarse la cruda retórica y propaganda política, que los medios de masas tienen preparadas para el gran público. El Wallstreet Journal del 28 de febrero de 2013 constata fríamente que el programa neoliberal –en contra de lo votado en numerosos países– ya no puede ser revisado por medios democráticos. También en Europa se está tornando ilusorio el creer que los votantes, mediante sus votos, puedan influenciar seriamente en los resultados de los comicios y/o las decisiones políticas relevantes para el sistema.
Concretamente en el ámbito económico ello no debe sorprendernos, toda vez que el neoliberalismo y la democracia resultan incompatibles de hecho. Milton Friedman (1912-2006), uno de los Padres Fundadores del neoliberalismo, lo manifestó así en 1990 enNewsletter of the Mont Pelérin Society: “una sociedad democrática, una vez establecida, destruye la libre economía” (“a democratic society once established, destroys a free economy”) –lo cual, desde la óptica de las élites, ha de evitarse en todo momento. Resulta pues que la democracia sólo se “admite” en tanto y cuanto sus decisiones democráticas no lleguen a afectar al ámbito económico, mientras no llegue a ser una democracia. Visto así, el neoliberalismo es el mayor enemigo de la democracia. Desde la óptica de las grandes empresas multinacionales, la democracia viene a ser en primer lugar un riesgo empresarial. Si la población no está dispuesta a admitir que la organización de una sociedad ha de obedecer a determinadas restricciones económicas y que los salarios y las prestaciones sociales resultan extremadamente perniciosas a la hora de acumular capital, las élites dominantes deben imponer de manera autoritaria las “medidas de adaptación estructural” que estimen necesarias.
Una sociedad de organización realmente democrática resulta a todas luces incompatible con las formas sociales que las élites dominantes suelen preferir. Al considerarla una ‘ilusión necesaria’ en el juego político, esa ‘democracia’ debería adoptar antes la forma de una “democracia de espectadores” (“spectator democracy”) que la de una participativa. En una democracia de espectadores, cabe mantener la ilusión democrática, y garantizar a la vez la estabilidad del estatus de las élites políticas.
Concretamente sobre estos problemas versa el ya referido informe titulado The Crisis of Democracy, que se había redactado en 1975 por encargo de la llamada “Comisión trilateral” –la trilateralidad alude al hecho de que los miembros de esa elitista comisión consultora procedían de los tres grandes bloques económicos Norteamérica, Europa y Japón. Esa Comisión trilateral mantiene estrechas relaciones con otras redes de la élite, en particular, con la conferencia Bilderberg y el “Puente Atlántico”, entre cuyos miembros encontramos a Joseph Ackermann, Gerhard Schröder, Edelgard Buhlmann o el publicista Theo Sommer.
En el referido informe se constata que la crisis democrática provocada por un “exceso de democracia” tan sólo cabe manejar y resolverla (en beneficio de las élites) cuando algunos individuos y grupos muestren cierto grado de apatía y no implicación (“the effective operation of a democratic political sistem usually requieres some measure of apathy and noninvolvement on the part of some individuals and groups”). Huelga decir que estos individuos y grupos cuya indiferencia se considera esencial para “manejar la democracia de manera efectiva” no pertenecen a las élites dominantes, sino al pueblo llano. La democracia de espectadores que éstas persiguen tanto sólo se puede alcanzar si la ciudadanía queda ampliamente despolitizada, afectada de letargo político y apatía moral.
Esta meta no se alcanza sin técnicas apropiadas, métodos capaces, por ejemplo, para inducir la apatía (preocupación por el sustento, generación del miedo, consumismo, etc.); técnicas en la manipulación de las opiniones y la indignación.
Democracia y propaganda
Al comparar las ventajas e inconvenientes de las diversas formas de gobierno –como defiende el politólogo norteamericano Harold Lasswell (1902-1978), coincidiendo con la muy extendida opinión entre las élites– hay que dar preferencia a la democracia, siempre y cuando se lograra al mismo tiempo asegurarse la aprobación ciudadana del sistema político y las decisiones que la clase especializada adopta en él. Lo cual es factible mediante las técnicas de propaganda adecuadas. Para este autor, la propaganda es consustancial, y por tanto, elemento obligatorio de toda democracia ‘operativa’. Las técnicas aptas para manipular las opiniones, a diferencia de las prácticas de control dictatorial, según él, tienen además la ventaja de resultar más “económicas que la violencia, el soborno o cualquier otro modo de control” (“cheaper than violence, bribery or other possible control techniques”). Visto así, manejada y dirigida por un “Management de las opiniones”, la democracia llegaría a ser la forma óptima de gobernar.
Lo mismo expresaba Edward Bernays (1891-1995) con una franqueza que, evidentemente, hoy día ya no es la habitual. Bernays era el difusor de mayor influencia de propaganda cuyas bases y técnicas había reunido en su libro Propaganda publicado en 1928. Según él, son propaganda todos los intentos sistemáticos que pretendan socavar la capacidad natural, el discernimiento de las personas, mediante la generación de pareceres, opiniones y convicciones por las que la gente puede ser abusada en beneficio de las élites dominantes (“incapacitación”, “instrumentalización”).
Escribe Bernays: “El manipular consciente e inteligentemente las conductas y opiniones de las masas, forma parte elemental de las sociedades democráticas. Los procesos sociales son dirigidos por organizaciones que trabajan de modo invisible, y que conforman un gobierno invisible, que es el poder real dominante en nuestro país”. En ello no debemos olvidar que la situación que Bernays describe no era la meta, sino la ya existente realidad en aquel entonces, una situación que hoy en día se nos presenta considerablemente más grave aún. La propaganda de hoy resulta ser parte integrante del sistema de adoctrinamiento de todas las sociedades occidentales. Y el “gobierno invisible, que es el real poder dominante en nuestro país”, consiste de entramados casi invisibles de redes entre las diversas élites. Éstas son las que “dirigen los procesos sociales”. Manejan las decisiones políticas que nos hacen llegar mediante “periodistas infiltrados” (“embedded”) en los medios de comunicación, y que nos venden las respectivas medidas como restricciones obligatorias y necesarias para el bienestar de la ciudadanía.
¿Cómo se llega a este estado en que las élites pretenden alcanzar, ese “gobierno invisible” de un pueblo suministrándole la dosis necesaria de apatía? En ello juegan un papel decisivo los medios de comunicación, cuya función nos aclara Paul Lazarsfeld, uno de los más eminentes investigadores de la comunicación y fundador de la investigación social empírica moderna: “Es cuestión de hundir a los ciudadanos en una avalancha de informaciones, de modo que tengan la ilusión de estar informados”, que les hace tener la conciencia tranquila, porque creyéndose informados sobre todo lo esencial, podrán acostarse tranquilos.
En este sentido, Lazarsfeld cuenta a los medios entre “los narcóticos sociales más respetables y eficientes” (“most respectable and efficient of social narcotics”). A los ciudadanos se les proporciona la ilusión de estar informados: En el desayuno leyendo elSüddeutsche Zeitung, por la tarde algo en SpiegelOnline, por la noche viendo las noticias del día en el Tagesschau, quedarán tan impresionados del grado de su supuesta información que, piensa Lazarsfeld, ya ni son capaces de reconocer su enfermedad/dolencia (“to keep the addict from recognizing his own malady”).
Antes todo, son las capas consideradas cultas las más propensas a caer en esa ilusión de creerse informados. Estas capas, por motivos evidentes, son siempre las más adoctrinadas por la ideología de turno, trátese del nacionalsocialismo o de la ideología que predomina ahora. Dada su silente tolerancia, son un elemento estabilizador importante para la ideología dominante en cada momento.
Abundan los ejemplos de cómo la referida narcotización puede obtenerse por la vía afectiva.
Al margen de la referida sedación en el ámbito político, encontramos técnicas de control afectivo y de generación de miedo. En la retórica que pretende legitimar las intervenciones militares, encontramos con frecuencia una estrategia doble: las capas sociales más cultas pueden ganarse fácilmente bajo el ‘banner’ de las “intervenciones humanitarias”, y a las menos cultas se las gana instrumentalizando o provocando sus miedos ante cualquier fuerza supuestamente malévola y violenta. Un ejemplo de una ya histórica notoriedad y de enormes consecuencias: Colin Powell, el ministro de exteriores de EEUU, cuando el día 5 de febrero de 2003, ante el Consejo de Seguridad de la ONU muestra un tubito lleno de polvo, que había de servirle de “prueba definitiva” para la existencia de armas de destrucción masiva al alcance de Sadam Husein. Esta ‘prueba’ iba dirigida ante todo al pueblo norteamericano y pretendía encender sus miedos de tal manera que prestaran su consentimiento para la invasión del Irak que ya estaba proyectada desde hacía tiempo. Esta manipulación afectiva resultaba ser enormemente efectiva, y surtía otro efecto ‘colateral’ que era la muerte de más de 100.000 civiles iraquíes. El ejemplo reciente de más calado de cómo se puede hacer política hegemónica instrumentalizando el miedo, lo tenemos en la información de los medios sobre Rusia y Ucrania.
Para dirigir a los ciudadanos, por lo general se debe dar preferencia a aquellas técnicas que tengan un alcance más largo. Aquí habría que dar prioridad a la dirección de la opinión pública ante su manipulación meramente afectiva. Las opiniones suelen ser más estables que los afectos, por lo que juegan un papel especial las técnicas de manipulación de las primeras. Abordaré aquí solamente unos cuantos aspectos sencillos. Para poder manipular las opiniones, no se requieren conocimientos especiales en psicología; es el pan de cada día de los medios:
- Declara los hechos como si fueran opiniones. En la actitud que trata los hechos como meras opiniones, reside, según Hannah Arendt, uno de los más terribles aspectos de toda ideología totalitaria.
- Fragmenta la representación de los hechos relacionados en su fondo, de tal manera que se pierda su relación significativa o contexto.
- Descontextualiza los hechos, esto es, sepáralos de su contexto natural, de modo que aparezcan casos singulares aislados.
- Recontextualiza los hechos, incrustándolos en otro contexto de representaciones positivas de tal manera que pierdan su contextualidad original y, con ella, cualquier indignación moral posible.
- i) Una serie de estudios experimentales ha mostrado que una afirmación, enunciada por los directores del experimento -conforme se repita- aumenta el grado de veracidad que las personas del test le atribuyen, incluso cuando se les hace observar expresamente que se trata de una afirmación falsa. Estos procesos se producen de modo automático e inconsciente. Quiere decir que no nos podemos defender ante ellos. Incluso si el sujeto del experimento es previamente informado sobre ese fenómeno, el efecto es el mismo: cuantas más veces escucha una opinión, tanto más crece la estimada, la supuesta veracidad. Abundan los respectivos ejemplos en la prensa diaria, trátese de los “griegos reacios a las reforma’ o, en el contexto de Crimea, de la noción de ‘anexión’. La mera repetición hace que crezca el grado de la veracidad que estimamos.
- ii) Cuanto menos conocimiento tengamos en una materia o ámbito, tanto más propensos seremos a ubicar la verdad en medio. Nos inclinamos a considerar pues a todas las opiniones como equivalentes, obviando los “extremos” al margen del espectro observado, y eso incluso en el supuesto de que la opinión “correcta” se encuentre allí mismo.
¿Cómo se pueden invisibilizar, a nivel cognitivo y moral, los hechos capaces de surtir efectos políticamente desfavorables?
Una vez que nuestra capacidad de detectar estas manipulaciones esté más refinada, nos podremos ocupar de una paradoja interesante que en la Historia encontramos ya muy documentada, y que podríamos llamar la paradoja que se plantea entre la autovaloración y la conducta de la persona. También a nivel de estados y naciones, se observa que existe una discrepancia entre su autoevaluación y su conducta. Los estados son capaces de cometer, asistidos por la mayoría de sus ciudadanos, los crímenes más atroces, como son la tortura, asesinatos en masa y los genocidios, estando sin embargo convencidos de que sus actos no son condenables en términos morales. Este fenómeno nos conduce a la necesidad de profundizar en la naturaleza humana. En un principio, disponemos de una sensibilidad moral natural, de un juicio y discernimiento natural para poder valorar aquello que consideramos indebido y mal, al menos en los actos de los demás. Para que se produzca la referida paradoja, nuestra capacidad moral de juzgar debe quedar adecuadamente socavada o bloqueada, lo cual resulta muy fácil cuando las atrocidades cometidas por “nuestra” sociedad queden “invisibilizadas en términos morales”.
Si bien puede parecer difícil invisibilizar, hacer desaparecer unos hechos evidentes, que salten a la vista, la magia nos ilustra que no resulta tan difícil, cuando la(s) atención(es) se manejan o manipulan de modo adecuado.
El Bosco: "El prestidigitador" (óleo sobre tabla, aprox. 1502). Museo Municipal de Saint-Germain-en-Laye (Francia). |
La pintura de El Bosco (1450-1516), titulada El prestidigitador, nos ilustra exquisitamente de qué estamos hablando:
En torno a una mesa se reúnen varias personas, al parecer todas bien situadas, que sucumben a las tentaciones que un buen trilero, en beneficio propio, es capaz de provocar con medios relativamente banales. Unos de los presentes son mirones y papamoscas, otros observan aparentemente desinteresados. Llama la atención una persona vestida de hábito religioso que, a juzgar por sus anteojos, sabe leer, es un intelectual. Comprende la situación y rápidamente la aprovecha en su propio beneficio, robando el monedero de la persona que tiene por delante y cuya atención está absorta por las artes del trilero. A estos tipos en la Edad Media se los llamaba ‘Beutelschneider’ o ‘rateros’. Más adelante, volveré sobre esta pintura en otro contexto menos esperado.
Como nos ilustra la pintura de El Bosco, poco se requiere para desviar la atención de la gente de tal manera que dejen de notar y percibir lo evidente. Lo mismo puede producirse en el ámbito político con una eficacia que nos debe asombrar e inquietar. Y lo quiero documentar mediante unos hechos directamente relacionados con la referida paradoja autovaloración y conducta, que vulneran gravemente las normas morales vigentes en nuestra comunidad política. Para ello quiero, sin embargo, invertir la perspectiva política habitual: en vez de preguntar por qué presuntos o reales motivos los gobiernos pueden haber cometido estos crímenes, quiero enfocar a la ciudadanía, a nosotros mismos, y preguntar porqué no reaccionamos ante estos crímenes con una indignación moral más adecuada.
Puesto que los hechos tan sólo sirven de base en estas cuestiones, puedo ceñirme a unos cuantos ejemplos. Los he seleccionado porque cumplen los siguientes tres criterios:
- i) Se refieren a actos cuyos responsables somos “nosotros”, la comunidad política que integramos.
- ii) Se refieren a indudables vulneraciones de la normativa moral; a unos actos que, si los cometieran nuestros “adversarios”, no tardaríamos en condenarlos con toda nuestra indignación moral.
- iii) Resultan indiscutibles y están bien documentados, recogidos por los medios (si bien de modo fragmentado y adecuadamente recontextualizado).
Invisibilizar los “hechos pequeños”.
Resulta
fácil hacer que unos hechos desaparezcan de nuestra percepción moral en
aquellos casos que tengan poca “visibilidad moral”, ya sea por su
volumen, su escaso peso político o por lo abstracto de su contenido. De
semejantes “hechos insignificantes” los medios pueden informar sin
riesgo alguno, haciéndolos ver, sin que resulten visibles en su alcance
moral (moralmente invisibles).
Esta invisibilización es relativamente fácil cuando las normas morales son gravemente vulneradas por estructuras abstractas. A diferencia de la violencia concreta, la violencia estructural se sustrae , por así decirlo, de nuestra sensorio moral. Recordemos, por ejemplo, las consecuencias que puedan resultar de las operaciones de las oligarquías financieras globales que ya se escapan de todo medio democrático de control. Para percibir las causas de índole abstracta, nuestra mente no se encuentra bien equipada; no solemos reconocerlas ni cuando sus consecuencias son inconmensurables. Jean Ziegler, el que fuera Relator Especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, observó en 2012 en el periódico alemán JungeWelt: “El fascismo alemán necesitó seis años de guerra para matar a 56 millones de personas; el orden económico neoliberal no tarda ni un año”. Hasta cuando seamos capaces de nombrar la causa, tratándose unas estructuras abstractas nos resulta difícil reaccionar con indignación moral ante el acto criminal. Valga de ejemplo el Banco Mundial (BM), cuya tarea consiste en ofrecer instrumentos financieros para proyectos de medio y largo plazo en el desarrollo de la economía real. Las organizaciones humanitarias llevan años condenando las prácticas del BM por vulnerar los Derechos Humanos, una temática que muy de vez en cuando encontramos reflejada en los medios.
El Süddeutsche Zeitung escribía en fecha de 16 de abril de 2015: “En los proyectos de infraestructura financiados por el BM en África, una parte de los llamados ‘barrios pobres’ es derribada sin aviso previo. Sus habitantes son mudados/trasladados a la fuerza o se quedan sin techo”. En la misma fecha, leemos en el ZEIT bajo el título “El Banco Mundial vulnera los Derechos humanos en todo el mundo”: Se estima que sólo en la última década eran 3,4 millones las personas las que debieron abandonar sus tierras o una parte de su base existencial a causa de los 900 proyectos financiados por el BM”. Sobre estos hechos de graves consecuencias para la población, se puede informar sin riesgo al público. Puesto que el contexto necesario para su entendimiento se suele mantener oculto, semejantes crímenes no despertarán el interés ni la preocupación pública.
La cosa cambia ante unos hechos concretos, como puede ser la tortura, en cuyo caso hay un/os autor/es. Si la causa del crimen no es abstracta sino atribuible a un/os autor/es concreto/s, nuestra capacidad natural de indignación, nuestra sensibilidad se activa. Pero también en este supuesto cabe invisibilizarlo mediante la fragmentación y la adecuada descontextualización.
Ejemplo. Uzbekistán, que se cuenta entre las peores dictaduras del mundo. Su régimen está vulnerando de modo sistemático y horrendo los Derechos Humanos (DDHH), realizando genocidios, tortura o explotación infantil. Pero dado que Alemania mantiene allí una base de fuerzas aéreas persiguiendo, por tanto, intereses estratégicos, el consentir o tolerar las referidas prácticas forma parte de la razón del Estado alemán.
Otros ejemplos de esta práctica del invisibilizar unos sucesos en términos morales se encuentran con facilidad.
Esta invisibilización es relativamente fácil cuando las normas morales son gravemente vulneradas por estructuras abstractas. A diferencia de la violencia concreta, la violencia estructural se sustrae , por así decirlo, de nuestra sensorio moral. Recordemos, por ejemplo, las consecuencias que puedan resultar de las operaciones de las oligarquías financieras globales que ya se escapan de todo medio democrático de control. Para percibir las causas de índole abstracta, nuestra mente no se encuentra bien equipada; no solemos reconocerlas ni cuando sus consecuencias son inconmensurables. Jean Ziegler, el que fuera Relator Especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, observó en 2012 en el periódico alemán JungeWelt: “El fascismo alemán necesitó seis años de guerra para matar a 56 millones de personas; el orden económico neoliberal no tarda ni un año”. Hasta cuando seamos capaces de nombrar la causa, tratándose unas estructuras abstractas nos resulta difícil reaccionar con indignación moral ante el acto criminal. Valga de ejemplo el Banco Mundial (BM), cuya tarea consiste en ofrecer instrumentos financieros para proyectos de medio y largo plazo en el desarrollo de la economía real. Las organizaciones humanitarias llevan años condenando las prácticas del BM por vulnerar los Derechos Humanos, una temática que muy de vez en cuando encontramos reflejada en los medios.
El Süddeutsche Zeitung escribía en fecha de 16 de abril de 2015: “En los proyectos de infraestructura financiados por el BM en África, una parte de los llamados ‘barrios pobres’ es derribada sin aviso previo. Sus habitantes son mudados/trasladados a la fuerza o se quedan sin techo”. En la misma fecha, leemos en el ZEIT bajo el título “El Banco Mundial vulnera los Derechos humanos en todo el mundo”: Se estima que sólo en la última década eran 3,4 millones las personas las que debieron abandonar sus tierras o una parte de su base existencial a causa de los 900 proyectos financiados por el BM”. Sobre estos hechos de graves consecuencias para la población, se puede informar sin riesgo al público. Puesto que el contexto necesario para su entendimiento se suele mantener oculto, semejantes crímenes no despertarán el interés ni la preocupación pública.
La cosa cambia ante unos hechos concretos, como puede ser la tortura, en cuyo caso hay un/os autor/es. Si la causa del crimen no es abstracta sino atribuible a un/os autor/es concreto/s, nuestra capacidad natural de indignación, nuestra sensibilidad se activa. Pero también en este supuesto cabe invisibilizarlo mediante la fragmentación y la adecuada descontextualización.
Ejemplo. Uzbekistán, que se cuenta entre las peores dictaduras del mundo. Su régimen está vulnerando de modo sistemático y horrendo los Derechos Humanos (DDHH), realizando genocidios, tortura o explotación infantil. Pero dado que Alemania mantiene allí una base de fuerzas aéreas persiguiendo, por tanto, intereses estratégicos, el consentir o tolerar las referidas prácticas forma parte de la razón del Estado alemán.
Otros ejemplos de esta práctica del invisibilizar unos sucesos en términos morales se encuentran con facilidad.
Invisibilizar los hechos “grandes”.
Ahora,
¿cómo se pueden invisibilizar supuestos que por su magnitud ya ni cabe
esconder ni encubrir. Este supuesto requiere un considerable esfuerzo en
las artes políticas y las mágicas, a la vez. Sabemos que David
Copperfield pudo hacer desaparecer delante de su público la Estatua de
la Libertad, que en el arte de la magia requiere un considerable y
sofisticado aparato técnico. La manipulación de la opinión también
requiere en cierto sentido una amplia preparación -la disponibilidad de
los medios-, pero las necesarias técnicas psicológicas no resultan tan
sofisticadas.
Valga este como único ejemplo: el número de civiles que cayeron víctimas en las “intervenciones” que los EEUU llevaron a cabo desde la II GM. Puesto que los EEUU se consideran los “aliados más estrechos de Alemania” y que el Ministerio de AAEE alemán ve que “esta relación transatlántica reposa sobre los valores compartidos” entre ambos Estados, los sucesos en este ámbito tienen carácter político y serán de responsabilidad“compartida”.
El cómputo de víctimas civiles sólo en las guerra de Vietnam/Corea alcanza una cifra de 10 a 15 millones; más otros 9 a 14 millones por actos bélicos de los EEUU y sus cómplices (por ejemplo en Afganistán, Angola, el Congo, Timor Oriental, Guatemala, Indonesia, Pakistán, Sudán). Según datos oficiales o estimaciones de las organizaciones humanitarias, los EEUU desde la II GM deben responder de la muerte de entre 20 a 30 millones de personas a causa de sus ataques y agresiones a otros países.
Dichos crímenes vienen acompañados por un coro de políticos occidentales, periodistas e intelectuales solícitos, que no paran de autocomplacer y felicitarse considerando que estos actos reflejan los benévolos esfuerzos de la “mayor fuerza mundial en la defensa de la paz y libertad, la democracia y prosperidad” (“world’s greatest force for peace and freedom, for democracy and security and prosperity”), como dijera el ex presidente Clinton el 28 de abril de 1996.
Sólo en los últimos años murieron unos 4 millones de musulmanes por “nuestras” manos, esto es, por manos de la “comunidad de valores occidentales” con el fin de erradicar el terrorismo en el mundo. Este afán forma parte de una larga tradición histórica en nuestra “comunidad occidental”, que abarca desde el colonialismo europeo y su misión civilizadora; la guerra de Vietnam, que cobró las vidas de entre uno a dos millones de civiles para librarlos del comunismo, ese “equivocado modo de vida”; hasta las llamadas “intervenciones humanitarias” y “misiones civilizadoras” en defensa de la democracia y los DDHH en el presente. A la hora de reflejarlos en los medios, estos crímenes deben quedar muy fragmentados y radicalmente recontextualizados de tal modo que el público apenas los pueda percibir. Y aunque todo estos procedimientos se encuentran ampliamente documentado, en la consciencia pública apenas dejan rastro.
“¿A cuántos hay que matar para ganarse el apelativo de asesino en masa y criminal de guerra?”, se preguntaba Harold Pinter en su discurso de aceptación del Premio Nobel en 2005. Y nos recuerda “ese inmenso tapiz tejido de mentiras de las que nos alimentamos" y"para mantener el poder es esencial que la gente permanezca ignorante, que vivan ignorando la verdad, incluso la verdad de sus propias vidas” [1]. Forma parte de esta red de mentiras que todos estos crímenes no pasan el umbral consciente de la gente… simplemente no tuvieron lugar, no ocurrieron.
“Esto nunca ocurrió. Nunca ocurrió nada. No ocurrió ni siquiera mientras estaba ocurriendo. No pasaba nada. No interesaba” [1]. Nos debemos preguntar, angustiados, ¿cómo se alcanza semejante grado de apatía moral? En palabras de Pinter: “¿qué le ha pasado a nuestra sensibilidad moral? ¿La tuvimos alguna vez? ¿Qué quieren decir estas palabras?”Una vez más, la respuesta nos lleva a la magia, ya que el alcanzar tal grado de apatía moral se debe a “un acto de hipnosis muy logrado, brillante, incluso ingenioso”. [1]
Y el medio más importante para tal hipnosis colectiva es el lenguaje. Quien domine el lenguaje, esto es, los términos, conceptos, nociones y categorías, con las que reflexionamos y hablamos sobre los fenómenos sociopolíticos, tendrá fácil dominarnos: “Mediante el lenguaje se mantiene a raya el pensamiento”.
Vemos pues que hasta los “grandes” hechos o sucesos se pueden invisibilizar empleando simples técnicas psicológicas, que apenas resultan reconocibles como tales por encontrarse ya profundamente arraigadas en el normal funcionamiento de los medios. Quiere decir que este tipo de manipulación ya no tiene que venir implementada por ningún órgano central; antes bien viene a reflejar el viejo refrán “dame pan y llámame tonto”. De tenerlo presente a la hora de “instruir” al pueblo, estas técnicas casi salen por si solas.
Valga este como único ejemplo: el número de civiles que cayeron víctimas en las “intervenciones” que los EEUU llevaron a cabo desde la II GM. Puesto que los EEUU se consideran los “aliados más estrechos de Alemania” y que el Ministerio de AAEE alemán ve que “esta relación transatlántica reposa sobre los valores compartidos” entre ambos Estados, los sucesos en este ámbito tienen carácter político y serán de responsabilidad“compartida”.
El cómputo de víctimas civiles sólo en las guerra de Vietnam/Corea alcanza una cifra de 10 a 15 millones; más otros 9 a 14 millones por actos bélicos de los EEUU y sus cómplices (por ejemplo en Afganistán, Angola, el Congo, Timor Oriental, Guatemala, Indonesia, Pakistán, Sudán). Según datos oficiales o estimaciones de las organizaciones humanitarias, los EEUU desde la II GM deben responder de la muerte de entre 20 a 30 millones de personas a causa de sus ataques y agresiones a otros países.
Dichos crímenes vienen acompañados por un coro de políticos occidentales, periodistas e intelectuales solícitos, que no paran de autocomplacer y felicitarse considerando que estos actos reflejan los benévolos esfuerzos de la “mayor fuerza mundial en la defensa de la paz y libertad, la democracia y prosperidad” (“world’s greatest force for peace and freedom, for democracy and security and prosperity”), como dijera el ex presidente Clinton el 28 de abril de 1996.
Sólo en los últimos años murieron unos 4 millones de musulmanes por “nuestras” manos, esto es, por manos de la “comunidad de valores occidentales” con el fin de erradicar el terrorismo en el mundo. Este afán forma parte de una larga tradición histórica en nuestra “comunidad occidental”, que abarca desde el colonialismo europeo y su misión civilizadora; la guerra de Vietnam, que cobró las vidas de entre uno a dos millones de civiles para librarlos del comunismo, ese “equivocado modo de vida”; hasta las llamadas “intervenciones humanitarias” y “misiones civilizadoras” en defensa de la democracia y los DDHH en el presente. A la hora de reflejarlos en los medios, estos crímenes deben quedar muy fragmentados y radicalmente recontextualizados de tal modo que el público apenas los pueda percibir. Y aunque todo estos procedimientos se encuentran ampliamente documentado, en la consciencia pública apenas dejan rastro.
“¿A cuántos hay que matar para ganarse el apelativo de asesino en masa y criminal de guerra?”, se preguntaba Harold Pinter en su discurso de aceptación del Premio Nobel en 2005. Y nos recuerda “ese inmenso tapiz tejido de mentiras de las que nos alimentamos" y"para mantener el poder es esencial que la gente permanezca ignorante, que vivan ignorando la verdad, incluso la verdad de sus propias vidas” [1]. Forma parte de esta red de mentiras que todos estos crímenes no pasan el umbral consciente de la gente… simplemente no tuvieron lugar, no ocurrieron.
“Esto nunca ocurrió. Nunca ocurrió nada. No ocurrió ni siquiera mientras estaba ocurriendo. No pasaba nada. No interesaba” [1]. Nos debemos preguntar, angustiados, ¿cómo se alcanza semejante grado de apatía moral? En palabras de Pinter: “¿qué le ha pasado a nuestra sensibilidad moral? ¿La tuvimos alguna vez? ¿Qué quieren decir estas palabras?”Una vez más, la respuesta nos lleva a la magia, ya que el alcanzar tal grado de apatía moral se debe a “un acto de hipnosis muy logrado, brillante, incluso ingenioso”. [1]
Y el medio más importante para tal hipnosis colectiva es el lenguaje. Quien domine el lenguaje, esto es, los términos, conceptos, nociones y categorías, con las que reflexionamos y hablamos sobre los fenómenos sociopolíticos, tendrá fácil dominarnos: “Mediante el lenguaje se mantiene a raya el pensamiento”.
Vemos pues que hasta los “grandes” hechos o sucesos se pueden invisibilizar empleando simples técnicas psicológicas, que apenas resultan reconocibles como tales por encontrarse ya profundamente arraigadas en el normal funcionamiento de los medios. Quiere decir que este tipo de manipulación ya no tiene que venir implementada por ningún órgano central; antes bien viene a reflejar el viejo refrán “dame pan y llámame tonto”. De tenerlo presente a la hora de “instruir” al pueblo, estas técnicas casi salen por si solas.
Víctimas de la matanza de My Lai, Guerra de Vietnam. |
La necesidad de manipular nuestra indignación.
Para
las élites dominantes pueden producirse situaciones que resulten
especialmente peligrosas para el sistema, por implicar el riesgo de una
reacción en cadena. Semejantes situaciones suelen desencadenarse por
sucesos que apelan tan fuertemente a la sensibilidad moral de la gente
que ésta responde con toda su indignación. Necesitan, por tanto, ser
mitigadas de modo inmediato y eficaz. Aquí las técnicas aptas para la
manipulación a largo plazo no suelen ser suficientes, y se requieren
otras para controlar y manipular toda indignación súbita y vehemente. Un
ejemplo para esta indignación aguda era la publicación de imágenes de
torturas practicadas por los EEUU en la cárcel de Abu Ghraib.
Semejantes reacciones por parte del propio pueblo
ante las prácticas de tortura y control masivo, capaces de poner en
peligro la estabilidad social, las élites pretenden mitigarlas en
seguida redirigiéndolas a otras metas ficticias. Pero también pueden
resultar peligrosas para la propia estabilidad nacional –normalmente con
respecto a los propios intereses hegemónicos - las reacciones de
pueblos “amigos”, por lo que también han de controlarse sin falta, ante
todo cuando se manifiestan de manera colectivamente organizada. En este
supuesto, hablamos de contrainsurgencia (counterinsurgency). De
tratarse, a cambio, de reacciones indignadas entre los ciudadanos de
estados no pro occidentales, en los que “nosotros” pretendemos alcanzar
un cambio sistémico, las insurgencias no serán combatidas, sino incitadas y
dirigidas contra los objetivos propios. En tales casos hablamos de
“revoluciones de colores” que es cuestión de dirigir debidamente para
“fomentar la democracia y los DDHH”.
La contrainsurgencia ("counterinsurgency”).
Se trata de operaciones militares por debajo del umbral bélico (“low intensity warfare”), que hoy son un ámbito más importante de intervención y más extendido que la guerra clásica.
Comprenden
todos los métodos que según la definición oficial, han que considerarse
como terrorismo: actos violentos ilegales para despertar el miedo con
el fin de obtener resultados políticos o ideológicos. Esta forma de
terrorismo se denomina, sin embargo, “antiterrorismo” (“counterterrorism”),
quiere decir que los términos “terrorismo” y “antiterrorismo” dependen
únicamente de si los actos violentos los cometemos “nosotros” o los
cometen “ellos”, nuestros enemigos. Vemos pues que estos términos ya
quedan profundamente ideologizados, al igual que el de la contrainsurgencia,
en cuyo caso resulta importante desvelar sus premisas tácitas: el
calificativo “insurgentes” se aplica siempre desde la óptica del orden
dominante; y así se llama a aquellos que pretenden amenazar la
estabilidad del orden que “nosotros” deseamos; “libertadores” se llaman
en cambio aquellos otros que amenazan la estabilidad del orden
sistémico no deseado por “nosotros”.
Los
métodos ofrecen un amplio espectro al que además aporta su refinamiento
el ámbito universitario. Van desde el control de la opinión pública (“information operations”) pasando por “population-control measures” hasta tácticas de shock y pavor (“shock and awe”).
La
variantes cruentas de la contrainsurgencia las manejan unidades
especiales, como la CIA o las numerosas unidades del Mando Conjunto de
Operaciones Especiales (“Joint Special Operations Command”). El 7 de junio de 2015 el New York Times publicó un amplio informe titulado “Historia secreta de matanzas silentes y líneas borrosas” (“A Secret History of Quiet Killings and Blurred Lines”) sobre aquellas unidades dedicadas a la contrainsurgencia que se conocen por el nombre de “máquina caza hombres global” (“global manhunting machine”). Lo poco que ya ha salido a la luz nos muestra un largo balance de “matanzas” (“killing fests”) de civiles. Jeremy Scahill [2] sostiene que estas unidades manejan un presupuesto anual de 8.000 millones de US$.
El
informe del NYT, si bien pudo provocar unas breves reacciones de
indignación, reafirmó a los ciudadanos en su convicción de que “en
nuestra democracia” todo acaba saliendo a la luz, por lo que no había
motivo para preocuparse seriamente. Este informe se incrusta además en
el habitual contexto de los “lamentables sucesos aislados o singulares”,
y su fragmentación a lo largo de la Historia encubre la ya larga
tradición de estas unidades y sus operaciones.
Las variantes cruentas de contrainsurgencia quedaron aprobadas desde la Guerra de Vietnam y los “Tiger Force”. Pero aun así, su continuidad queda prácticamente invisible para la consciencia pública.
Instigar o incitar la sublevación.
Una
estrategia totalmente distinta se persigue cuando las sublevaciones van
dirigidas contra un gobierno desaprobado por la “comunidad de valores
occidentales”. En tal caso se considera que los movimientos hacia el
cambio sistémico deseado reflejan la voluntad de libertad del pueblo,
por lo que han de ser fomentados por todos los medios a modo de
“promoción democrática” (“democracy promotion”).
Obrar
un cambio sistémico sin que intervenga ninguna fuerza militar y que
parezca salir del centro del pueblo, se llama “revolución de colores”.
Comparada con los múltiples golpes de Estado y militares de la CIA
durante décadas, tiene una serie de ventajas. Estos cambios sistémicos
encubiertos suelen salir más económicos y son mejor recibidos y
aceptados entre el público occidental y la comunidad internacional que
cualquier golpe. Cualquier régimen que –aparentemente- llegue al poder
de este modo no violento y –en supuesta realización de la voluntad
popular-, ya podrá pasar por democráticamente legitimado.
George Soros, en WEF 2010 |
Todos estos intereses hegemónicos vienen fomentados y acompañados a nivel mundial por una serie de empresas de propaganda altamente especializadas que se consideran Agencias de Relaciones Públicas (RRPP). Todas las intervenciones de EEUU durante los últimos decenios venían preparadas y acompañadas por la propaganda elaborada por estas empresas. No obstante su enorme influencia en los medios de comunicación, operan invisibles para los ojos del público, como lo hace Hill & Knowlton Strategies, empresa que alcanzó cierta fama por la “mentira sobre las incubadoras en Kuwait” difundida en 1990 [3]; oBurson-Marsteller o Rendon Group. Han demostrado con notable éxito su capacidad de “venderle” al público en todo el mundo no sólo la guerra, sino la “realidad políticamente deseable”.
Este contexto político continuado durante mucha décadas, permanece casi invisible para el gran público, toda vez que los medios de comunicación lo vienen fragmentando en singularidades, donde cada intervención militar es además presentada e interpretada a modo de fomento de la democracia y los DDHH; y como si los rebeldes en Europa oriental o los países islámicos procedieran única y exclusivamente del pueblo, que de este modo trata de hacerse notar en busca del cambio sistémico que “nosotros” perseguimos.
El arte del engaño.
No solamente la opinión pública sino también su potencial indignación resultan ser un bien demasiado valioso como para dejarlo en manos del pueblo o abandonarlo al azar. Puesto que disponemos por naturaleza de una sensibilidad moral, el control de nuestra posible indignación presupone que entre nosotros primero se vaya creando cierto grado de apatía. Luego se ha de disponer de las técnicas capaces de invisibilizar los hechos amorales que puedan hacer peligrar esta apatía (graves violaciones sistémicas de los DDHH, etc., capaces de activar nuestra sensibilidad moral natural).
En
las última décadas, a la vista de las experiencias históricas, la
psicología ha ido descubriendo nuevas nociones sobre cómo funciona
nuestra mente. Muchas de ellas permiten ser instrumentalizadas en
técnicas de propaganda y engaño.
A
la vista de nuestras experiencias históricas, poco puede sorprendernos
que se encuentren suficientes psicólogos dispuestos a ponerse al
servicio de esa empresa, desde luego a cambio del aprecio por parte de
ciertos círculos de ‘relevancia social’. Un ejemplo: laAmercian Psychological Asociation (APA) [4],
la mayor organización de psicólogos del mundo, junto con la CIA, había
organizado en 2003 unos talleres acerca de la “ciencia de la decepción”,
con el propósito de debatir y elaborar para su práctica y aplicación
los descubrimientos psicológicos más recientes y que mejor permitían
engañar a la población con "fines de seguridad nacional”.
Otros
servicios secretos tienen interés en conocer estos descubrimientos que
permiten desarrollar técnicas más sofisticadas en materia de engaño y
manipulación. Cuando Snowdenpublicó sus documentos, llegó a conocerse un manual del servicio secreto británicoGovernment Comunications Headcuarters (GCHQ),
que precisamente versa sobre las actuales posibilidades de engañar a la
población y de invisibilizar hechos/sucesos sobre la base de los
principios de funcionamiento de nuestra mente. Su título: El Arte de la Decepción("The Art of Deception”). En su portada reencontramos nada menos que la ya referida pintura de El Bosco.
En
ese manual se especifican los áreas funcionales de nuestra mente y sus
propiedades específicas que permiten ser usadas con fines fraudulentos.
¿Nos podemos proteger contra la sistemática manipulación de nuestras convicciones, inclinaciones y opiniones?
En
el desarrollo de técnicas sofisticadas de manipulación, se buscan
aquellos aspectos en el diseño y las funcionalidades de nuestra mente en
las que cabe ver “puntos de debilidad psíquica” que pueden ser
manipuladas. El aspecto más importante consiste en el hecho de que,
principalmente, a esas funciones mentales, no tenemos acceso consciente alguno.
Y de llegar a ser manipuladas, sucumbimos cuasi automáticamente, sin
tan siquiera darnos cuenta de que estamos sucumbiendo a las técnicas. Y
hasta cuando sabemos cómo funcionan y que áreas mentales nuestros están
afectados, estamos indefensos ante sus efectos. Los procesos que activan
en nuestro interior son inconscientes y no obedecen a nuestra voluntad.
Una vez activados, resulta imposible sustraerse de ellos.
En
este sentido, se comportan de un modo parecido a los que rigen nuestra
percepción. También en ella somos incapaces de corregir mediante nuestra
voluntad lo que llamamos ilusiones perceptivas. Valga de ejemplo la
ilusión cinética o de movimiento a la que sucumbimos estando en un tren
parado y mirando por la ventana, observando otro tren arrancando en la
vía de al lado. Semejantes efectos son inconscientes y automáticos y
tampoco desaparecen cuando los conocemos. Así cuando queremos
sustraernos de sus efectos, debemos evitar las situaciones que los desencadenan o estimulan.
Otro
tanto cabe decir de los procesos mentales que se usan con fines de
manipulación. Una vez estimulados, se desarrollan inconscientemente y
resultan incontrolables a nivel cognitivo. Y tan sólo los podemos
esquivar evitando en lo posible la situación que los provoca o estimula.
Sólo si reconocemos que nos encontramos en el contexto manipulativo y
si evitamos activamente los medios que lo transportan, tendremos la
oportunidad de conservar un mínimo de autonomía.
Pero
si optamos por exponernos voluntariamente a este contexto, convencidos
además de que grosso modo estaremos en condiciones de discernir entre
las noticias que nos ofrecen los medios públicos y privados entre la
verdad y el engaño, acabamos cumpliendo todos los requisitos necesarios
para el éxito de las técnicas manipulativas al uso. Existen múltiples fórmulas para manipular e instrumentalizar la
mente humana en beneficio de la demandas y carencias del poder ajeno.
Pero también es cierto que disponemos por naturaleza de un rico
repertorio de instrumentos mentales para reconocer los referidos contextos manipulativos y evitarlos activamente. Contamos pues con un sistema inmunitario natural contra la manipulación. Sólo tenemos que usarlo.
Rainer Mausfeld
Trad. al español de Tucholskyfan Gabi
para blog del viejo topo
Sobre el autor Rainer Mausfeld:
Rainer Mausfeld. Crédito: 2015, www.Schattenblick.de |
Nacido
en 1949, cursó estudios de Psicología, Matemáticas y Filosofía.
Investigador en el ámbito de la ciencia cognitiva, donde investiga la
naturaleza de las categorías significativas connaturales de la mente
humana, sobre las que descansan todos los procesos psíquicos.
En la actualidad, catedrático de Psicología General en la Universidad alemana de Kiel.
Notas de traducción
[1] Las diversas citas de Harold Pinter son tomadas de
http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com.es/2010/01/harold-pinter-arte-verdad-y-politica.html
[2] Sobre Jeremy Scahill véase https://es.wikipedia.org/wiki/Jeremy_Scahill
[3] Acerca de la “mentira de las incubadoras” véase
https://www.youtube.com/watch?v=R1MjPCF8idU
[4] Cfr. entrevista a Knuth Müller. Traducida y publicada en el blog del viejo topo: "El diseño de la 'opinión pública'. El psicoanálisis a modo de arma en manos de los servicios secretos y militares."
Algunas entradas relacionadas con el papel de los medios y otros dispositivos de control de la opinión pública
En el blog hemos ido publicando bastante entradas que tienen que ver con el papel desempeñado por los medios sistémicos en relación con la configuración de la opinión pública. Los medios son el principal agente de socialización política, de ahí que se le haya dedicado tanta atención en este blog. Lo que sigue es una lista de algunas de estas entradas, no solo en relación con los medios sino también en general con los dispositivos de control de la opinión pública:
http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com.es/2010/01/harold-pinter-arte-verdad-y-politica.html
[2] Sobre Jeremy Scahill véase https://es.wikipedia.org/wiki/Jeremy_Scahill
[3] Acerca de la “mentira de las incubadoras” véase
https://www.youtube.com/watch?v=R1MjPCF8idU
[4] Cfr. entrevista a Knuth Müller. Traducida y publicada en el blog del viejo topo: "El diseño de la 'opinión pública'. El psicoanálisis a modo de arma en manos de los servicios secretos y militares."
Algunas entradas relacionadas con el papel de los medios y otros dispositivos de control de la opinión pública
En el blog hemos ido publicando bastante entradas que tienen que ver con el papel desempeñado por los medios sistémicos en relación con la configuración de la opinión pública. Los medios son el principal agente de socialización política, de ahí que se le haya dedicado tanta atención en este blog. Lo que sigue es una lista de algunas de estas entradas, no solo en relación con los medios sino también en general con los dispositivos de control de la opinión pública:
- El diseño de la 'opinión pública'. El psicoanálisis a modo de arma en manos de los servicios secretos y militares.
- De cigarras y hormigas. Aspectos de psicología social en el ensañamiento con Grecia y la política del ahorro austero.
- Señoras tomando café y "sus" griegos. Una reflexión instantánea de Joke Frerichs.
- El enigma de la "servidumbre voluntaria". Un apéndice de Götz Eisenberg.
- A propósito de Podemos y Pablo Iglesias, un imprescindible artículo de Carlos Martínez: "En manos de los oligarcas de la comunicación".
- Así se manipula una encuesta para Podemos que paga el diario Público.
- Mediacapital BV. La oscura boutique financiera de Roures, padrino mediático de Podemos.
- Mediacapital BV. La joya holandesa de Roures.
- Perro come perro. El capital financiero remata la toma del diario El País.
- Los medios y la OTAN: a propósito de Periodistas comprados (Gekaufte Journalisten), de Udo Ulfkotte.
- Los medios de comunicación en España. La manipulación de la opinión pública
- De apagones y manipulaciones informativas sufridas por el 22M y la analogía con IU-PCE.
- Haz que parezca un debate. Pablo Iglesias vs Marhuenda.
- La campaña antichavista y antibolivariana de los medios españoles
- La gran cagada informativa sobre Ucrania del periodista Pedro González Martín (ex-director de Euronews)
- Ilusionismo y dominación política (1 de 2). Cuando la revolución se vende en El Corte Inglés.
- Ilusionismo y dominación política (2 de 2). De la primavera árabe al invierno ucraniano.
- Lenguaje en los medios informativos y apología del fascismo: para la TV pública española, Franco fue... el Caudillo.
- ABC y la caverna mediática. 2ª parte: Bieito Rubido, pretoriano mediático o la bien pagá.
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