viernes, 30 de octubre de 2015

El Fascismo llega del Este

El Fascismo llega del Este 
 
 
30/10/2015 06:31:45

 

Por J.M. Marshall 
Editorial del programa el Acratador

Se me erizaron los vellos al leer el otro día el discurso abiertamente xenófobo del presidente húngaro Viktor Orban frente a los representantes de la derecha, incluyendo varios mandatarios del más alto nivel,en el Congreso del Partido Popular Europeo.
Aplauso cerrado al típico discurso demagógico que podría haber firmado cualquier fascista de los años 30 ó 40 del s XX. Los mismos fascistas que en Hungría mandadan judíos a Auschwitz y que ahora tienen una cara un poco más amable en lo que se llama derecha conservadora, aunque quizá sería más exacto llamarlo fascismo de baja intensidad.
En Hungría la cosa está fea. La deriva autoritaria del país es preocupante y ha terminado por hacerse evidente con la crisis de los refugiados y las medidas tomadas por el gobierno magiar. Fidesz, partido de Orban, ha modificado la constitución y muchas leyes, incluyendo la electoral, a su medida. Las libertades retroceden a ojos vista y el racismo institucional es evidente.

Viktor Orban

Pero más preocupante aún es la fuerza que le pisa los talones electoralmente: Jobbik. Un partido filonazi, que es una suerte de hermano feo del Fidesz, y que pretende edulcorar su mensaje, tras actuaciones como organizar escuadrones encargados de apalear gitanos.
El discurso de Orban fue el jueves 22 de octubre y el domingo ganaba las elecciones en Polonia la formación ultraconservadora Ley y Justicia, PiS por sus siglas en polaco.
Un partido que llama a la raíz católica de Polonia, a valores tradicionales e incluso imperiales, mezclado con un discurso en que cabe desde un reparto más equitativo de la riqueza a una nada disimulada islamofobia. También destaca por su antifeminismo feroz, que incluye restringir el derecho al aborto en un país donde la ley ya es muy restrictiva.
El discurso del PiS bebe de las fuentes del Front National francés, al que recuerda mucho aunque en el caso polaco cuenta con un liderazgo casi espiritual, representado por el incombustible Jaroslaw Kaczynski y su gemelo, Lech.

Los gemelos Kaczynski

En Croacia, con el rostro amable de la presidenta conservadora Kolinda Grabar-Kitarović tomaba el poder en enero de 2015 una coalición de partidos con el 41% de los votos. En esa coalición es vital el papel del Partido Croata por los Derechos, HSP. Una formación que también usa el epíteto de “conservadora” pero que se mueve en el confuso mundo del ultranacionalismo, etiqueta que encaja con el fascismo de toda la vida.
En este país hay todo un ruido de fondo que ha normalizado, por ejemplo, que se loe y se dediquen avenidas o monumentos a un personaje como Franjo Tudjman, del que se declara admiradora la propia presidenta. Tudjman participó en la limpieza étnica de la Guerra de la ex-Yugoslavia y defendía el estado ustacha pro nazi de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco se ve con malos ojos la segregación de los bosnios musulmanes o los serbios. De ese discurso bebe la coalición de gobierno.

Franjo Tudjman

Caso aparte es Ucrania. El fenómeno de la Ucrania más ultra, representada por partidos como Pravy Sektor, cuenta con el apoyo tácito de la UE, más interesada en el suministro de gas que en mirar en detalle en qué clase de neonazis se apoya el gobierno ucraniano.
Pero tampoco Rusia se libra del fenómeno neofascista y de hecho el congreso más importante de la extrema derecha en 2015 tuvo lugar en marzo en san Petersburgo. Partidos como Rodina o el conocido Partido Liberal-Demócrata de Zhirinosky, son sus representantes y no son una fuerza residual, de hecho hace tiempo que cuentan con representación parlamentaria y local.
Resulta curioso al mismo tiempo ver como Putin se ha convertido en un referente para muchos partidos de la extrema derecha europea por su régimen cuasi autocrático. Marie Le Pen lo ha elogiado en varias ocasiones o el ultra británico UKIP cita a menudo a Rusia por sus leyes homófobas y su tendencia a favorecer a los eslavos por encima de cualquier otro grupo étnico.
Todo estos son ejemplos muy recientes pero que dan idea de cómo andan las cosas en el Este y, sobre todo en Centroeuropa. Emerge una nueva derecha que coquetea con el pensamiento fascista, pero maquillándolo a su antojo. Estos ultraconservadores están tomando fuerza especialmente en la órbita de los paises que antes estaban al otro lado del telón de acero, golpeados por la crisis económica y en los que el término estado de bienestar ni se ha insinuado.


Seselj, del Partido Radical Serbio


Toda esta maraña fascistoide recibe el apoyo moral y a menudo económico de la ultraderecha de la Europa más pudiente, como el FN francés, que podría convertirse en la fuerza más votada en el estado vecino. También está adaptando sus formas no tanto a un rechazo de la democracia parlamentaria como a constituir lo que denominan gobiernos fuertes, basados en estados-nación con un sentimiento identitario, a menudo con un exacerbado componente étnico.El surgimiento de movimientos como Pegida en Alemania, que usa un discurso xenófobo y más abiertamente ultra, pero que pretende fortalecerse tendiendo puentes hacia con la derecha conservadora, también les sirve de ejemplo. Tampoco faltan otros referentes que se retroalimentan, como el conocido de Amanecer Dorado en Grecia.
Nada nuevo bajo el sol. Al calor de una derecha de corte democrático brota el germen fascista presente de forma transversal en la derecha europea que usa otra dialéctica más refinada que la del fascismo de hace 80 años. Es básicamente nacionalista, euroescéptico, identitario, pero disimula mucho mejor.
Esencialmente tampoco es antisemita, de hecho hay hasta quien simpatiza con los delirios raciales de una parte de la política israelí. Pero, por otro lado, tampoco reniega de la historia fascista y nazi de los países en que está obteniendo representación. En ese poso histórico la derecha ultraconservadora se siente cómoda y es en él donde se fijan para revisar la historia y reivindicar personajes o movimientos del más oscuro pasado europeo. Desde la rumana Guardia de Hierro a los chetniks serbios o los ya citados ustachi croatas, todo un pasado nacionalista extremo se reivindica.
Se pretende reescribir una Europa de ínfulas imperiales, en que la raíz cristiana sea la que alimente el árbol cultural y en que el liberalismo económico se reinterprete en clave nacional. En unas economías que pasan por ser las perdedoras de la construcción europea son discursos que calan fácilmente y adeptos no les faltan. El hecho de que tengan tanto seguimiento popular, especialmente entre las clases menos favorecidas, es lo que convierte a estos movimientos en más peligrosos.
Para terminar de encontrar argumentos a la nueva derecha le está viniendo de perlas la crisis de los refugiados sirios, ahora que el recurso de la inmigración económica se estaba quedando viejo.
Con esta excusa y la evidente precariedad económica de millones de personas que viajan en el vagón de cola de la UE, pero hacen de su piel blanca un argumento se está construyendo la nueva extrema derecha que adopta nuevos adjetivos: nacionalista, conservadora, patriótica... Muchas viejas banderas que se agitan con un viento fascista que sopla especialmente fuerte desde el Este.



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